En un enorme castillo vivía un hermoso príncipe de 15 años de bellas fracciones, ojos rojizos y cabello negro, a pesar de su belleza tenía un norme defecto… era egoísta y egocéntrico se creía la persona más valiosa del mundo.
Un día en la que se presentaba una terrible tormenta de nieve una señora de avanzada edad… toco la puerta del castillo…ya adentro del enorme castillo… se dirigió al príncipe…
-¿podría por favor permitir que esta pobre anciana se quedase en su castillo hasta que cesase la tormenta?- pregunto
-¿y que ganaría yo a cambio de tener que cargar con su desagradable presencia?- dijo tomando de su vino con una mirada de superioridad.
-no tengo mucho que ofrecerle solo esta humilde rosa que me acompaña…- dijo mostrándole una hermosa rosa blanca
-ja...ja…- rio con arrogancia Sebastián- no es más que una estúpida rosa, no vale nada fuera de mi castillo plebeya inútil- insulto de manera fría
-por favor- suplicaba clemencia- se lo suplico- con lagrimas en los ojos que hiso que los sirvientes sintieran compasión… pero no podían hacer nada…
-no me interesan tus problemas largo de aquí- sentencio el príncipe a lo que la viejecilla sonrió con malicia transformándose en una hermosa mujer se cabellos gris y ojos rubí…
-por tu horrible personalidad te condeno a vivir como un demonio… un ser sin luz… no podrás salir de este castillo estarás condenado a vivir en la obscuridad… serás hermoso, pero el hechizo no se romperá hasta que consigas a una persona que te ame por lo que eres y no por la belleza física… tienes hasta que cumplas 22 años hasta entonces esta rosa seguirá viva, pero cuando caiga el ultimo pétalo y esta se marchite, vivirás con esta vida toda la eternidad…- sentencio la mujer convirtiéndolo… en un demonio con cuernos doblados en círculos unos colmillos que sobresalían de su boca…y una largas uñas... el príncipe suplico clemencia pero la hechicera lo ignoro así como el había hecho con ella misma…
3 años y medio después…
Había una vez un rico mercader que tenía tres hijos dos de ellos eran presuntuosos y vanidosos, el menor de todos al que llamaron Ciel por sus hermosos ojos azules… era si embargo un joven muy humilde y bondadoso los tres solían estar rodeados de mujeres, los dos primero las rechazaban inmediatamente ya que ansiaban casarse con una doncella de clase noble sin embargo, Ciel las recibía y conversaba con ellas, aunque las rechazaba cortésmente.
Un golpe de mala fortuna hiso que el mercader perdiera todas su riquezas, por lo que todas las pretendientes desaparecieron ya que las riquezas que poseían era la única razón por el cual las mujeres querían casarse con semejantes hombres, sin embargo el joven Ciel seguía recibiendo pretendientes de ambos sexos… sin embargo este las siguió rechazando.
Cierto día llego la noticia que uno de los barcos del mercader había llegado al puerto con mercancías…
-tráenos ricas ropas y joyas- fue lo que salió de las bocas de sus dos hijos mayores.
-yo solo quiero una rosa tan solo eso me haría feliz…- dijo con unas de las más hermosas sonrisas el menor de todos.
El mercader se dirigió al puerto… para descubrir que el barco apenas y había traído pocas mercancías para su amo, cabizbajo y triste se dirigió de vuelta a su hogar pero una terrible tormenta lo obligo a refugiarse en un enorme castillo, al parecer abandonado el mercader recorrió gran parte del castillo hasta toparse con el comedor donde encontró gran variedad de comida, comió y bebió hasta quedar satisfecho, luego se encontró con una enorme cama, acostándose en ella hasta quedarse dormido.
A la mañana siguiente se despierta y ve a su lado un rico traje nuevo junto a un desayuno. Agradecido, se dispone a marcharse a su casa cuando ve que en uno de los jardines hay hermosas rosas blancas como las que le gustaban a su Ciel, se dispuso a arrancar una para llevársela a su hijo menor cuando se topa con el dueño del castillo que no resulto que ser más que un demonio que a pesar de tener belleza daba un miedo sin igual.
-a pesar de mi enorme amabilidad te atreviste a robarte una de mis rosas- dijo fríamente y se dispone a matarle pero…
-por favor piedad solo déjeme ver a mis tres hijos por última vez- suplico Vicent.
-puede marcharse para verles una vez más, pero a cambio tendrá que traer a uno de ellos para que ocupe su lugar- dijo el demonio.
El mercader regreso a su hogar muy triste y al llegar les explico a sus tres hijos lo que paso.
-no te preocupes padre yo tomare tu lugar- dijo Ciel con confianza.
Para regocijo de sus hermanas y desesperación de su anciano progenitor.
-padre recuerda que no se debe romper una promesa además si yo no te hubiera pedido esa rosa nada de esto hubiera pasado- dijo con una sonrisa.
El mercader se dirigió con su hijo de 12 años hacia el castillo esperando una muerte segura.
Cuando llegaron al castillo se presento… el dueño del castillo, sorprendiendo a Ciel que empezó a temblar de miedo…
-vallase y no regrese mas- dijo con los ojos brillantes
-vete padre no te preocupes por mi…todo va a estar bien…-dijo para luego sonreír dulcemente despidiéndose de su adorado progenitor…
-adiós hijo- dijo muy triste vicent dándose la vuelta para regresar por donde vino…
Ciel llevaba puesto un abrigo negro con capucha lo que ocasionaba que el demonio no podía verle el rostro ni su esbelto cuerpo ni su cabello, aquello frustraba de sobre manera Sebastián…
Duraron muchos minutos sin decir nada ni verse a los ojos… hasta que Sebastián ya harto decidió romper el silencio.
-voy a llevarte a tu habitación…- dijo en tono autoritario pensó en agarrar la mano del menor ya que este parecía que no quería moverse del el lugar donde estaba…pero cuando quiso agarrarle la mano…el adolecente la aparto bruscamente… dirigiéndola hacia su otra mano agarrándosela por la muñeca dando a entender que no quería que lo tocara…lo que sorprendió al demonio…sin embargo su rostro de sorprendido no duro mucho, cambiando a uno mas tenebroso…
-espero y entiendas que a partir de ahora eres de mi propiedad… aquí se hace lo que yo diga y quiera… ¿te quedo claro?...- dijo enojado por el comportamiento del niño…
-ente…ndi…do…- dijo temblando de miedo…
-mírame a la cara- sentencio, paso 1 minuto y Ciel no hacía caso a la orden que se le había dado, acabando con la paciencia del príncipe…
-es una orden y quítate ese abrigo- ordeno ya al borde de la locura…
-…- no dijo nada…3 segundos fueron suficientes para que Sebastián explotara…
-¿creo que lo quieres a las malas?- dijo para agarrarle bruscamente de las muñecas poniéndolas por encima de la cabeza del menor y con sus garras rasgo la tela de una… dejando al joven con sus habituales ropas.
-ha…- grito asustado el joven cerrando los ojos, unas cuantas lagrimas bajaron por su hermoso rostro.
Continuara…