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Mundo corrompido por PalomaNegra

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Capítulo XI: Hermanos 

 

Gaara seguía sonriendo aun sintiendo la mano de Sai sobre su mejilla. A esas alturas ya no le molestaba tanto las acciones del azabache. Podía comprenderlo y sabía que ese joven tenía buenas intenciones. A él le costaba tanto entrar en confianza que era sumamente extraño verlo sonreír con tal honestidad. De sus ojos se desprendieron unas cuantas lágrimas que a los pocos segundos comenzaron a desplazarse lentamente por su rostro. Le habían llegado las palabras de ese muchacho que tenía al lado suyo y lo estaba demostrando con un simple gesto. De pronto unas cuantas gotas cayeron en la mano del muchacho de ojos negros. Esto puso en alerta al mayor, pues pensó que estaba llorando de tristeza.


— ¿Estás bien? - preguntó Sai preocupado al notar que el pelirrojo seguía llorando. Le secó con sus dedos el rostro y luego lo quedó observando fijamente. Se veían brillosos los hermosos ojos de Gaara.


— Estoy bien. Es que, todo lo que dices significa mucho para mí.- respondió el menor volviendo a regalarle una sonrisa para luego tener una expresión más natural. El azabache suspiró del alivio y sin pedir permiso, le dio un beso en la frente, justo donde estaba su cicatriz.


— Entonces, ¿me dejarás curarte esas heridas?- volvió a preguntar Sai sonriéndole.


Gaara se inquietó con esa acción y esa pregunta. Estaba completamente avergonzado y agachó la cabeza sin darle una respuesta concreta al azabache. El mayor lo envolvió con sus brazos y le acarició la espalda. Esta vez el pelirrojo no reaccionaba de mala manera. Se dejó estar y estuvo así, hasta que tímidamente le correspondió el abrazo. Cerró sus ojos con fuerza y luego los abrió. Era una situación real. Gaara estaba abrazando a alguien espontáneamente por primera vez en años. Su dulce forma de ser cuando era niño, parecía que se repetía.
El corazón de Sai latía con fuerza cada vez que estaba cerca de Gaara, y ahora que el mismo pelirrojo lo abrazaba, esos latidos solo demostraban la felicidad que tenía en esos momentos. Se sentía capaz de hacer cualquier cosa por retenerlo en sus brazos.
—Puedes ser muy lindo cuando te comportas de esa manera…- dijo el azabache acariciando la cabellera del menor. El joven de ojos verdes no quiso comentar absolutamente nada. Tuvieron que pasar varios minutos para que el pelirrojo dejara de abrazarlo pensando que por esa vez, sería suficiente. Después se puso de pie y fue al baño.

Sai observaba su forma de caminar y vio como la puerta se cerraba. Aprovechó esa oportunidad para llamar a una persona que se encargara de sacar todos los platos sucios y así dejar la habitación ordenada.

Cuando Gaara abrió la puerta, notó que todo estaba en orden. Una luz tenue iluminaba la alcoba y Sai estaba sentado sonriendo de oreja a oreja, mirándolo fijamente.

—“¿Por qué siempre se muestra tan feliz?”—se preguntaba el pelirrojo un poco incómodo por esa mirada. Se agachó un poco para meterse en el futón y una vez que se encontraba dentro, cerró sus ojos.

Sai se puso de pie y entró al baño para lavarse los dientes. No pasó más de cinco  minutos para que saliera de ahí y se acostara junto a Gaara. Apagó la luz rápidamente y de pronto comenzó a moverse. Gaara sentía ese ruido a pocos centímetros. Abrió sus ojos y se encontró el rostro del joven de ojos negros muy cerca del suyo.

—Buenas noches. Que duermas bien.- dijo el azabache besando la frente de su compañero. El pelirrojo cerró sus ojos y se ruborizó por la acción del mayor. Esas muestras de afectos podían llegar a ser vergonzosas para él.

—Buenas noches…- respondió en voz baja el menor dándose media vuelta para darle la espalda.

Sai quería entablar una conversación con él durante la noche y pese a todo, no se desanimó al notar que Gaara parecía querer descansar.

— ¿Quieres ser mi amigo? — preguntó el azabache con una tonalidad amistosa.

El pelirrojo abrió los ojos muy sorprendido. Esa palabra resonaba en su cabeza y no dejaba de sorprenderle. El único amigo que alguna vez tuvo, fue Kankuro, su hermano mayor. Tal vez tuvo otro amigo en el jardín de infantes, pero era imposible recordar. Además de que ahora casi todos en el pueblo tenían miedo de él y por ende nadie se le acercaba. Volviendo a la realidad, Gaara sintió que su vida estaba cambiando con ese joven. Comenzaba a apreciarlo cada vez más y no podía negarse ante esa pregunta. Se dio vuelta y encendió la luz. Sai comenzó a refregarse los ojos cuando sintió el brillo que provenía de la lámpara, luego, al abrir sus ojos y mirar al menor, notó que esté estaba sentado sobre el futón. Él, no queriendo parecer mal educado, quedó en la misma posición. Ahora estaban frente a frente.

—Sai, si quiero ser tu amigo y también quiero que me ayudes a ser una mejor persona. No quiero estar más tiempo peleado con mis hermanos. Ellos son mi única familia y no quiero perderlos. Estoy cansado de enojarme por cualquier cosa… Ya estaba olvidando cómo sonreír y tú lograste que lo recordara.— decía el pelirrojo seriamente mientras miraba con determinación al azabache. —He notado que ser feliz es una de las mejores razones para vivir, y yo quiero ser feliz, quiero que la gente a mí alrededor también lo sea.

—Gaara. — le susurró el azabache mirándolo sorprendido y al mismo tiempo feliz. —Me imagino que ya sabes por dónde empezar…- comentó el joven artista sonriéndole. —Pero te aconsejo que ahora descanses y hables con tus hermanos mañana. — añadió apagando la luz para luego darle un suave coscorrón al menor. El pelirrojo emitió un extraño sonido para quejarse mientras se arropaba con las mantas y se relajaba. Esa noche ambos durmieron tranquilamente.

Ya temprano por la mañana, Gaara estaba lavándose el rostro. Se miró en el enorme espejo que estaba en el baño y observó de cerca sus ojeras. Eran negras. Casi parecía como si se las hubiera tatuado. De todas formas ese contorno oscuro que tenía en ambos ojos era uniforme y le favorecía a sus facciones.

Después de cambiarse de kimono pasó por la habitación mirando a su compañero que estaba dormido con una enorme sonrisa en sus labios. Lo primero que pensó es que estaba soñando algo agradable y no quiso despertarlo, así que salió del lugar sin hacer mucho ruido. Comenzó a caminar pausadamente por el pasillo de madera. No estaba apresurado, sino que estaba intentado recordar el número de habitación en la que estaban sus hermanos. Después de varios minutos no logró recordar nada, así que cambió su rumbo al comedor para desayunar. Cuando se sentó en una de las tantas mesas, notó que estaba solo. Su única compañía era la gran cantidad de comida que había sobre la mesa; leche, té, café, jugo natural, galletas, jamón, queso, mantequilla. Un sinfín de alimentos tenía para elegir, pero por más apetitoso y agradable que fuese todo eso, comenzaba a extrañar a su nuevo amigo. Sin darle más vueltas al asunto, sacó un tenedor y lo hundió sobre un rollo de jamón. Se la metió a la boca y comenzó a masticar lentamente. De pronto escuchó unas voces familiares. Eran Kankuro y Temari que venían conversando animadamente.

Tan solo con ver a su hermano menor se quedaron callados. Ninguno entendía por qué el pelirrojo seguía en el hotel, puesto que debía haberse ido anoche.

—Gaara, ¿dónde pasaste la noche? — preguntó Kankuro acercándose al menor y mirando su abundante desayuno. Temari comenzó a colocar todos los alimentos que desayunaría en una bandeja para después sentarse en la mesa junto al pelirrojo.

—En una habitación de este hotel.—respondió el muchacho de ojos verdes un poco molesto.

— ¿Qué acaso no te dijimos que no pagaríamos una habitación extra? — preguntó la rubia enfrentando a su hermano. —Shikamaru me invitó, solo por eso me quedé aquí. Y Kankuro está celebrando su primer año de aniversario desde que está junto a Tenten… No podemos darnos el lujo de andar gastando en hoteles solo por comodidad.

—Lo sé.- respondió Gaara soltando con un poco de agresividad el tenedor. El sonido del metal golpeando sobre la mesa de madera alertó a los mayores.

—No empieces… — amenazó Kankuro sentándose en una silla cerca del menor. El pelirrojo apretó su puño y sus dientes. Hoy era el día para hablar con ellos, pero no pasaba ni la mañana y ya estaban enojados. Por un momento se sintió impotente, pero luego se acordó de sus propias palabras y una imagen de Sai sonriendo le vino a la cabeza. Tan solo imaginárselo lo hizo calmarse y olvidar toda esa absurda discusión con Kankuro.

—Kankuro.— pronunció Gaara en voz baja e intentando mirarlo a los ojos. —Hermano.— dijo esta vez para que el mayor le prestara atención. El castaño fijó su mirada en el pelirrojo y esperó que dijera algo, pero ninguna palabra salía de su boca. Tan solo su rostro hablaba por sí solo. Su expresión había cambiado. De una molesta a una totalmente vulnerable. Sus ojos parecían brillar, parecía como si fuese a romper en llanto. Además llegaba a transmitir una ternura muy conmovedora.

—¿Q-qué sucede, Gaara? — preguntó el castaño un poco preocupado y extrañado por la reacción del menor.

Su boca comenzó a temblar y unas lágrimas cayeron de sus ojos. El pelirrojo se limpio rápidamente y bajó la mirada. Sus mejillas estaban enrojecidas y calientes. Temari dejó de comer su desayuno y miró con sorpresa a su hermano menor. Tanto como el castaño y la rubia se miraron por unos segundos con preocupación. No sabía qué le sucedía y tenían miedo a preguntar. Habría pasado un minuto de puro silencio. Nadie se movía y nadie decía alguna palabra.

—Gaara, ¿sucedió algo? — preguntó finalmente la mujer acercándose al menor y sentándose al lado de él. Por primera vez se mostraba interesada en saber qué le sucedía y más que nada era porque su hermano menor no expresaba sus sentimientos. El pelirrojo no sabía por dónde empezar. Jamás creyó que hablar con sus hermanos sería tan complicado. Para él era sencillo discutir, pero esta vez se trataba de algo totalmente distinto y significativo. Su mente no tenía los pensamientos ordenados y solo rogaba en su interior que sucediera un milagro y pudiera encontrar las palabras adecuadas para comenzar a conversar.

—No…- respondió el menor después de varios segundos de silencio. —Yo no…— volvió a  decir en tanto seguía brotando lágrimas de sus hermosos ojos verdes. —No quiero perderlos. — dijo mirando a Kankuro y luego a Temari. —Son la única familia que me queda en el mundo…- añadió cerrando sus ojos y comenzando a sollozar. Sus hermanos quedaron completamente impactados. La reacción y las palabras de su hermano lo sorprendieron enormemente. Ninguno de los dos se lo esperaba, pero realmente se alegraron al escuchar eso. Ambos sonrieron y lo miraron con calidez.

—Gaara, siempre pensé que nos odiabas.- dijo el castaño un poco triste. —Que acaso… ¿nunca has sentido que somos malos hermanos? — le pregunto haciendo una breve pausa. —Para cuando maduré me di cuenta de todo el daño que te habíamos hecho y pensé que tenías todo el derecho a detestarnos.  

—No puedo odiarlos.— respondió Gaara un poco más calmado y molesto. —Son mis hermanos. Tenemos la misma sangre. Pese a todas las discusiones que hemos tenido, ustedes siempre me han aceptado en casa. Respetan mi espacio personal y a pesar de que me tienen miedo me obsequian regalos en mi cumpleaños. No puedo olvidar esos pequeños detalles. Para mí son muy significativos porque son mis hermanos. Durante todos estos años ustedes han tenido que soportar mi forma de ser. Les he ocasionado muchos problemas, pero ya no quiero seguir viviendo así. Quiero que todos seamos felices y volver a ser una familia unida como alguna vez fuimos. Sé que es mi culpa de que todo este pueblo nos miren mal donde estemos.

—Gaara..- murmuró la rubia. —Tú ¡Jamás…! Quiero que te quede muy claro, ¡Tú jamás has tenido la culpa!—gritó con firmeza. —Fui una cobarde. Admito que estuve atemorizada durante muchos años. No podía verte a los ojos, tampoco podía tocarte. Se me erizaba la piel tan solo sentir tu presencia. Tu voz me aterraba. Era un miedo difícil de controlar. Tenía miedo de enfrentarte. Con el tiempo me fui acostumbrando ya que sabía que tarde o temprano cada uno haría su vida por separado y no nos volveríamos a ver. Pero solo ahora me doy cuenta que fui una tonta— Temari frunció el ceño al decir esto último y luego miró a los ojos de su hermano menor. —Tú me salvaste— le dijo poniendo su mano sobre la mejilla del pelirrojo y acariciándola. Gaara se sintió nervioso y un poco extrañado por esa acción.  La rubia lo seguía acariciando con un poco más de confianza. Comenzó a tocarle el cabello con suavidad, la mujer estaba demostrando de alguna forma su instinto maternal y por primera vez le daba  un poco de cariño a su hermano menor. Sentía una incontrolada necesidad de hacerle cariño. —Me rescataste ese día, y nunca te di las gracias porque me dabas miedo. Fui una maldita cobarde…— esto último lo dijo con una voz quebrantada. —Nunca he tenido la oportunidad de decírtelo, pero creo que ahora es el momento más adecuado… Gracias por salvarme, Gaara. — añadió sonriendo. Luego lo abrazó con fuerza.

—Es mi turno, Temari. — dijo el castaño en voz baja una vez que el abrazo comenzó a alargarse por varios minutos. Temari soltó al joven y le besó la cabellera. Después de regalarle una sonrisa muy entusiasta, se alejó unos pasos para dejar a su hermano mayor conversar. Gaara había sentido un enorme alivio al escuchar a la rubia, pero ahora comenzaba a inquietarse tan solo imaginar lo que le diría Kankuro. —Hermano. — pronunció con una voz seria el joven de cabello castaño. —Lamento que esta conversación haya sido tardía. No sé cuánto tiempo hemos estado tan alejados a pesar de vivir juntos desde que somos niños. Y además has tenido que llevar toda la carga. Ya sé que no podemos volver al pasado y evitar ciertos acontecimientos. Solo podemos aprender de los errores y enfrentar la vida. Tú eres admirable. No sé si te has dado cuenta, pero eres una persona muy valiente y fuerte. Has soportado cosas terribles y aun así, sigues de pie. Enfrentando el día a día, las personas que te molestan y te critican, y a la vida misma. Gaara, no quiero alargar tanto esta conversación. Lo único que quiero es que te sientas bien contigo mismo y que por favor me perdones por haber sido un mal hermano. Yo también fui un cobarde durante mucho tiempo. Te tenía miedo, pero con lo que nos has dicho, eso ha cambiado. Ya no tendré temor al mirarte a los ojos. Ahora te respeto y te quiero aun más— agregó el castaño mirando fijamente al menor. El pelirrojo le regaló una sonrisa y posó su mano sobre el hombro de su hermano. Lo acarició por unos segundos y luego volvió a sonreír. —Espero que ese gesto signifique que me perdonas…— dijo Kankuro con un tono de calma. —Ven. Ven a sentarte junto a nosotros para desayunar. Ha sido una mañana muy emotiva así que debemos calmarnos, en un rato más llegarán los otros huéspedes de este hotel y nos verán con nuestros rostros rojos de tanto llorar… - añadió riendo y dándole un coscorrón al pelirrojo. —Te daré mis galletas  si te sientas al lado mío…

— ¿Cómo sabes que me gusta eso? — preguntó el joven de ojos verdes sentándose rápidamente en una silla.

—Soy buen observador.— le contestó el castaño antes de tomar un sorbo de café. Los tres parecían estar muy tranquilos comiendo. Como una verdadera familia. Gaara jamás se habría imaginado que unas cuantas palabras podían solucionar un gran conflicto. Al ponerse a pensar, supuso que el momento fue el más indicado porque tenía sus pensamientos claros y se trataba de palabras sinceras. Ese desayuno lo disfrutó como nunca. Ya se había olvidado la última vez que se sentaron todos juntos en la mesa. Mientras mordía una galleta se acordó de Sai. Comenzó a masticarla y se le vinieron imágenes del día en que el azabache le llevó galletas  y leche a la cama. Era un recuerdo grato, pues fue ese momento en que el pelirrojo demostró su lado humano lo que daría el pie a esa amistad.

—Te noto muy contento, ¿en qué piensas? — preguntó la rubia con un tonalidad muy animada.

El pelirrojo se puso nervioso en un principio, pero luego se calmó y tomó una rebanada de pan que untó con mermelada de frambuesa.

—No… No es nada. — respondió apresurado intentando ocultar cualquier rastro de nerviosismo.

Esa mañana lograron fortalecer lazos familiares y, al mismo tiempo, detener una posible ruptura que parecía no tener compasión con ellos. ¿Quién se hubiera imaginado que con un poco de afecto las personas pueden cambiar? Gaara comenzaba a descubrir muchas cosas y ya estaba en plan de querer ser una persona mejor. Tanto en su familia como en el pueblo.

De pronto, Sai se apareció en el comedor del hotel. Venía solo y en cuanto divisó al pelirrojo, comenzó a alzar su mano para que lo viera.

— ¿Ese no es Sai? — preguntó Kankuro.

— ¿Quién es Sai? — preguntó Temari.

—Sí es Sai, él… es mi amigo. — respondió el joven de ojos verdes un poco avergonzado pues era extraño admitir que tenía un amigo y sobre todo él, quien en un principio lo odió con toda su alma.

El azabache se acercó sonriendo como de costumbre. Saludó a los comensales y luego se acercó al pelirrojo.

—Te volveré  a ver mañana. Me tengo que ir. — dijo Sai después de agacharse para estar a la altura del menor. Comenzó a mirarlo fijamente mientras le masajeaba el hombro. —Te tendré tus galletas favoritas guardadas en una caja. Ya pedí la sala de repostería para hornear unas cuantas esta tarde. Espero que estés bien, Gaara. — fue lo último que le dijo con un tono muy amable y casi coqueto, antes de despedirse y retirarse. Tan solo Temari que veía con atención los gestos y la mirada del azabache llegó a pensar por un momento que el amiguito de su hermano estaba “seduciéndolo”. Sonrió por haber pensado esa situación tan absurda y continuó desayunando. Kankuro no le prestó mucha atención a lo que hacían, sino más bien, a lo que decía. En su mente se preguntaba cómo un chico como Sai había logrado obtener la confianza de su hermano menor en unas cuantas semanas. Por otra parte, Gaara no tuvo reacción ante lo dicho y hecho por su amigo. Lo único que había cambiado fue su semblante. Pasó de ser uno serio a uno sereno.

—“Gaara se le nota más feliz. Me alegra saber que ya puede sentarse  a comer con sus hermanos. Me pregunto si ahora que comenzará a estar mejor consigo mismo, podré hacer más cosas para acercarme a él…”—pensaba el joven de ojos negros con una sonrisa en los labios mientras caminaba por los pasillos del hotel hacia su habitación. — ¡Claro que podré! ¡Soy su amigo! El siguiente paso será demostrarle con algunos gestos que me atrae y que me encanta estar con él. ¡Vaya! Debo buscar ese libro. Estoy seguro que existe un manual para conquistar el corazón de una persona. — pensó en voz alta un poco antes de toparse con una mujer de largo cabello rojo. La pelirroja lo quedó mirando detenidamente. No pudo decir nada al escuchar los pensamientos en voz alta del joven. Sai se sorprendió al verla y se sonrojó inmediatamente. Se sintió incómodo que alguien lo escuchara decir esas cosas y por dentro solo se regañaba a sí mismo por ser tan despistado.

—S-Sai…- dijo con dificultad la mujer sonriendo con un poco de vergüenza. —Debes tener cuidado con lo que piensas en voz alta. La gente podría ser muy cruel si te escuchar decir eso.

— ¿Cruel? — preguntó desconcertado. — ¿Por qué tendrían que ser cruel? — le siguió preguntando con inquietud. —Usted me dijo que no tenía nada de malo que me gustara Gaara.

—No tiene nada de malo, técnicamente. Pero, a lo que me refiero es que, bueno, en este pueblo no se ven muchos romances entre personas del mismo sexo. No sé si me entiendes…

Sai alzó una ceja. Se rascó la nuca y si antes estaba extrañado, ahora se encontraba totalmente confundido.

— ¿Por qué?

—Pues, porque… La gente no está acostumbrada. La mayoría de las parejas en este pueblo son heterosexuales. Y prácticamente todos crecemos viendo esas relaciones como algo establecido en la sociedad. Hasta a mí se me haría curioso imaginarte a ti y a tu amigo tomados de la mano o dándose un beso en el parque. Creo que me pasaría eso con cualquier pareja del mismo sexo. Es algo a lo que no estoy acostumbrada a ver.

El azabache se ruborizó por completo al escuchar esas situaciones imaginarias. Sonrió como una persona enamorada y su mente lo llevó a otro mundo.

—No me importa. — dijo Sai suspirando con un tono que denotaba tranquilidad. —Si la sociedad nos mira mal, me iré a vivir lejos con él.

—Sai, parece que no es una simple atracción lo que sientes por él. — dijo Kushina al escuchar las palabras del menor. Le habían hecho bastante gracia ese comentario. El azabache bajó la mirada sintiéndose aun avergonzado, y luego la mujer le sonrió al sentir que ese muchacho hablaba con sinceridad y alegría. —Puedes llegar a ser muy optimista y despistado cuando estás enamorado. Eres muy divertido. — le dijo acariciándole el cabello. —Estaré apoyándote en todo lo que necesites, Sai. Puedes contarme todo lo que quieras.

El azabache levantó la mirada y le correspondió la sonrisa. La abrazó de sorpresa y le agradeció su preocupación. Recién en ese momento se estaba dando cuenta que tenía otra persona muy cercana en su vida. Su fin de semana no podía haber terminado mejor.

 

 

Continuará...

Notas finales:

No pido reviews por esta ocasión porque no tengo la cara para pedirlo. MESES pasaron desde mi última actualización.

Y no sé si tenga lectores. 

Hijo, si lees esto, te diré una cosa. No he respondido reviews porque tu madre es una floja. Los he leído todos y el tuyo también. Gracias por pasarte siempre y espero que pases una navidad bonita. La vida continua y debemos tener fuerza para soportar todas las cosas malas.

A mi beta, también le deseo una feliz navidad. Lo siento por no pasarte el capítulo, lo acabao de terminar y quería subirlo en esta página antes de navidad. En todo caso no te lo puedo pasar porque no me pasaré a NC  hasta enero del 2013, ¿por qué? te preguntarás si es que estás leyendo, Pues porque ando en época de autoreflexión por ciertas cosas que han sucedio en ese foro (crs) Así que no te extrañes si no me paso, ni mucho menos si no te llegó un mp con mi capítulo nuevo. Betita... tal vez no hemos conversado en muuucho tiempo. Pero aprecio de corazón tu trabajo realizado.

A los posibles lectores que lean esto;

Les agradezco que se hayan pasado a leer esta historia y en especial este capítulo.

En un principio tenía un rumbo fijo, pero con el tiempo he ido cambiando muchas cosas y todos los días puede surgir algo nuevo. Este capítulo lo hice feliz. Intenté dejar el doble sentido porque necesitaba un poco de pureza en la historia. -  Lo digo por la referencia que hice en el capítulo anterior sobre Sai y su posible procedencia africana... Y no, no lo digo por el color de piel o el cabello - 

Me imagino que algunos esperarán algo de angustia. Yo les digo... Todo lo que sube tiene que bajar

Una feliz navidad para todos. Espero que todos puedan pasarlas con las personas que más quieren o al menos tengan un día tranquilo. 

Estoy de vacaciones y con harto tiempo libre. Así que desde ahora en adelante, me pondré las pilas para hacer los capítulos más seguidos...

Saludos


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