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Mundo corrompido por PalomaNegra

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Capítulo XXI: Cambio de roles

 

El bus ya había salido de los terrenos del Instituto y había pasado al frente de la escuela pública. Dentro del vehículo, se encontraba Matsuri feliz de ver a Gaara a su lado. No podía dejar de encontrarlo encantador a pesar de esa personalidad tan especial que tenía. Durante el camino de regreso al pueblo intercambiaron un par de palabras y la chica notaba que el pelirrojo seguía siendo tan serio con ella como de costumbre.

—Me bajo aquí, nos vemos el martes. — dijo la joven poniéndose de pie y buscando una de sus maletas en la parte superior de su asiento.

—Nos vemos, repasa para tu examen. — le dijo Gaara antes de que Matsuri se bajara del bus.

El joven de ojos verdes suspiró y miró por la ventana. El pueblo era tan pequeño, que estaba muy cerca de llegar a su casa. Cuando finalmente llegó, se bajó y se despidió del chofer, costumbre que empezó a tener hace unas pocas semanas atrás.

Al llegar a su casa entró deprisa para buscar a sus hermanos. Encontró a su hermano casi desnudo si no fuera por la toalla que tenía amarrada a la cintura. Ambos se quedaron mirando un rato en medio del salón.

— ¡Gaara! Me alegro que hayas llegado. Me tenías un poco preocupado. Sabíamos que en el Instituto estabas seguro, pero aun así estábamos un poco asustados. Ese huracán que pasó hace una semana fue bastante fuerte. El techo de la casa salió volando y con los vecinos tuvimos que reconstruirlo. — contaba el castaño sentándose en el sillón de la sala de estar.

— ¿Temari se encuentra bien? — preguntó el pelirrojo tomando asiento en el sillón que estaba al frente de su hermano.

—Sí, ella está bien. Ya está que nace nuestro sobrino o sobrina. Ya ni me acuerdo qué era...

— Ah, qué bien… ¿Vas a salir ahora? — Gaara no entendía por qué a esas horas de la tarde su hermano recién se había duchado.

—Pues, no ahora. Saldré en un rato más. Me iré a cambiar. — dijo poniéndose  de pie y saliendo de esa habitación.

El pelirrojo se decepcionó un poco. Le hubiese gustado pasar más tiempo con su hermano ya que no lo veía hace casi dos semanas. Se sacó el gorro que tenía puesto y la bufanda. Luego sus zapatillas y se recostó en el sillón cómodamente para sentir el aroma hogareño. La pequeña chimenea estaba encendida y daba un calor muy agradable. La poca luz que entraba por las ventanas y sumado a que estaba atardeciendo, hacía que el ambiente se volviera ideal para tomar una siesta. De poco se fue acomodando y abrazó un cojín con sus brazos. Sus mejillas comenzaban a calentarse al igual que todo su cuerpo. Sus ojos comenzaron a cerrarse y en unos pocos minutos quedó profundamente dormido.

En el Instituto ANBU aún se encontraba Sai. Le había dicho a Gaara y a Matsuri que iría el sábado a la aldea, pero en realidad se iba juntar con Kankuro esa noche. No sabía lo que le esperaba, pero tenía que hacerlo, sino,  sabía que su relación con el pelirrojo podía correr peligro.

—“Si lo que me dijo Matsuri es verdad, entonces puede que Gaara sienta lo mismo que yo. En ese caso, si empezamos a salir, su hermano estará más molesto conmigo y además se molestará con él. Dijo que nos iba a separar si algo pasaba entre los dos. “ — pensaba el azabache sumergido en la bañera. —“Solo espero que Kankuro me deje en paz. Tendré que seguir la corriente hasta que logre simpatizarle. Tal vez si le caigo bien me pueda aceptar como soy… ¡Ah, Maldición! No creo que resulte, no sé qué hacer para cambiar su mentalidad.” — seguía con su rostro sumergido en el agua caliente.

 

A las ocho de la noche Sai se encontraba dentro de un supermercado del pueblo. Había tenido el permiso de Danzou para salir, y había hablado con Minato para decirle que iría a su casa el sábado por la mañana. De pronto, apareció un hombre  en la entrada del super llevando un abrigo negro y largo y un sombrero oscuro. Al azabache le costó reconocer que era el hermano de Gaara, de hecho hasta le sorprendió que ese sujeto se le acercara  y comenzara a hablarle, pero cuando escuchó su voz pudo darse cuenta de quién era en realidad. Luego de un corto intercambio de palabras, Kankuro le ordenó salir de ese lugar y que lo siguiera.

Sai estaba sospechando que algo raro tramaba ese chico. No entendía mucho la situación y aun así no se alejaba a más de tres pasos de él. Después de caminar un par de cuadras, entraron a una casa muy acogedora, pero que por dentro se veía lúgubre por la escasa iluminación.

—Sígueme, Sai… — dijo Kankuro tomándolo del brazo y guiándolo hasta llegar a una habitación con un monitor encendido. Parecía que era la habitación de un adolescente por la cantidad de cuadernos y libros que habían en una repisa, también había una consola de videojuegos tirada en el suelo, y equipo de deportes. Un muchacho de cabello largo y castaño comía unas frituras acostado sobre un colchón. Sai intentó verlo con más detalle, y pudo notar que sus ojos eran de color lila muy claro, muy parecidos al color de una perla.

 

—Neji, ¿Ya está en camino? — preguntó haciendo que el joven aludido llegara a saltar de la cama y apagara el monitor de golpe.

— ¡Podrían haber tocado la puerta! — se quejó sentándose y enciendo la luz. —Oh, ¿ese es tu amigo? —  preguntó refiriéndose a Sai.

—La puerta estaba abierta. — respondió mirándolo enojado. —Y sí, él tiene el problema…

—Bien, llamaré a Shino para ver dónde andan. — dijo tomando un celular y marcando unos cuantos números. Se retiró de la habitación y fue hablar en el pasillo.

Sai no podía sentirse más extraño en esos momentos. Al único que conocí era a Kankuro, pero aun así, tenía un poco de miedo porque todos sabían lo que sucedería en un rato más, menos él.

—Dice que llegan en cinco minutos. Ignoren este desastre, esta pieza está hecha un asco. Anoche vino toda mi clase a cantar karaoke y estuvieron todos metidos aquí. La habitación del fondo es para que tu amigo pase la noche, después arreglamos el tema del dinero. — dijo seriamente y comenzando a limpiar los alrededores.

El joven artista no hallaba que decir estando de pie y solo podía observar a Kankuro que estaba al lado suyo.

—Disculpa. — interrumpió el silencio que había en el cuarto. Si no fuera por el ruido que hacía Neji mientras limpiaba, no habría ni sonidos en ese lugar.

— ¿Dime? — preguntó Kankuro volteándose a mirarlo.

— ¿Qué es todo esto? — preguntó un poco nervioso.

 —Ya lo verás, tú solo hazle caso a los mayores.

Sai bajó la mirada un poco decepcionado con la respuesta. Esperaba que Kankuro le contara con detalle o que al menos le diera una idea, pero no sabía qué pensar ya que su respuesta no le había dado mucha información. Lo único que podía hacer en ese rato era imaginarse su destino. De pronto tocaron el timbre y Neji salió corriendo a abrir la puerta.

Se escucharon unas voces de mujeres y la voz de un hombre. Sai estaba completamente seguro que jamás había escucha esas voces en  su vida. Miró a Kankuro con preocupación y este le sonrió.

—No te asustes, todo irá bien. La mayoría de mis amigos lo han hecho. — dijo dándole unas cuantas palmadas en el hombro.

Cuando esas personas llegaron hasta la habitación de Neji, Sai pudo observarlos de cerca. La voz del hombre era de Shino, un chico de lo más misterioso que se cubría con lentes y una gran bufanda. Al parecer él era con quien Neji estaba hablando por teléfono hace unos minutos atrás. Al lado del joven había dos mujeres ya mayores, pero que no sobrepasaban los treinta años, ambas estaban bien maquilladas y peinadas. Además andaban muy abrigadas, pero de un segundo a otro se fueron sacando la ropa hasta quedar solo con un minivestido. Se acercaron a Sai cuando Neji lo señaló con el dedo.

— ¿Qué está pasando? — dijo Sai mirando de un lado a otro. Una de las mujeres que tenía el cabello castaño claro y ojos marrones, lo tomó de un brazó y le sonrió. La otra mujer, rubia natural, de ojos miel, hizo lo mismo del otro lado. El joven de ojos negros seguía confundido, pero la cálida sonrisa y el buen trato que recibía de esas mujeres lo hicieron sentirse cómodo.

—Sai, estás en buenas manos. — dijo Kankuro mirándolo seriamente. —Con esto volverás  a ser normal.

Esas fueron las últimas palabras que escuchó del hermano de Gaara, ya que esas mujeres comenzaron a llevarlo casi arrastrando a la habitación del fondo. Sai había entendido lo que estaba sucediendo al ver la enorme cama de dos plazas que tenía al frente de sus ojos.

En la habitación de Neji, Kankuro se sentó sobre la cama y comenzó a sacar algunas frituras que había en un envase desechable casi vacío. Shino comenzó a leer una revista de videojuegos y Neji encendió el televisor. Nadie habló por más de quince minutos, pero luego ambos dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se miraron entre todos.

—Me pregunto si ya habrán empezado… — dijo Kankuro rompiendo la tensa atmósfera que se vivía en la habitación.

Neji se puso de pie e hizo una señal con el dedo para indicar silencio. Luego comenzó a caminar lentamente hacia el pasillo. Volvió a hacer una señal, pero esta vez con sus manos, para indicar que lo siguieran. Fue así que los tres jóvenes fueron caminando cuidosamente por ese oscuro pasillo. La puerta estaba entreabierta donde se encontraba Sai con las mujeres, pero solo se veía una pequeña línea de luz. Los tres se quedaron en silencio y cerraron sus ojos para agudizar su sentido de la audición. Sus rostros tomaron una fuerte tonalidad roja cuando lograron escuchar claramente lo que estaba ocurriendo dentro. Nunca lograron ver nada, pero después de estar casi veinte minutos  escuchando lo que ocurría allí dentro, se fueron a la sala de estar a tomar una cerveza bien helada. Ninguno hablaba y todos estaban con la cabeza agachada.

 

Al día siguiente, las mujeres no se encontraban en esa casa. Se habían ido del pueblo después de haber recibido su pago. Shino se había ido la noche anterior y Neji seguía en su casa,  al igual que Kankuro. Este último esperaba a Sai para acompañarlo a la casa de los Namikaze. Ambos estaban en la sala de estar conversando sobre el trabajo que tenían a medio tiempo. El joven de ojos color perla se encontraba sentado en un sillón de cuero, y el otro estaba de pie apoyado en la pared al lado de un viejo televisor.

De pronto apareció el artista con una bella sonrisa en sus labios. Parecía más alto y maduro. Era casi como si esa noche hubiese tenido una metamorfosis de cuerpo y mente. Además su ropa lo hacía verse aún más atractivo; vestía con unos pantalones burdeos, zapatos negros de suela y cordones blancos, y una camisa negra abotonada.

—Buenos días. — saludó Sai muy animado y lleno de vitalidad.

Los otros dos jóvenes saludaron mirándolo detenidamente. Lo saludaron intentando no recordar lo que había pasado la noche anterior, pero era evidente que no podía pensar en otra cosa por el comportamiento tan reluciente del muchacho.

Kankuro abrió y cerró los ojos para dejar de lado todos esos pensamientos morbosos y le sonrió también. Ambos se fueron de esa casa y caminaron por el pueblo en dirección a la casa de Naruto. Durante el trayecto estuvieron conversando sobre deportes y cosas de la vida diaria. La charla era fluida y a Sai le alegrara que fuese así, ya que podía notar que su relación con el hermano de Gaara había mejorado considerablemente después de esa noche. Hasta podía decirse que ya se tenían más confianza y se agradaban mutuamente.

Luego de unos minutos, se separaron y Sai caminó solo hasta la casa de los Namikaze. Cuando llegó a su destino, tocó la puerta y esperó que le abrieran. Kushina se asomó a mirar, y cuando distinguió a Sai, su rostro sereno se fue transformando por completo.

— ¡Sai! — gritó con alegría y abrazándolo con todas su fuerzas. — ¡Llegaste, Sai!

El artista comenzaba a quedar morado de lo fuerte que lo apretaba. Cuando la mujer se calmó, se disculpó por la brutalidad del abrazo, y luego comenzó a bombardearlo con decenas de preguntas. Habían pasado tanto tiempo desde que no lo veía que quería ponerse al día con todos los sucesos que habían ocurrido en el Instituto.

Después de una larga charla en la cocina mientras desayunaban, el joven de ojos negros se retiró para ir a dejar su ropa y artículos personales a la habitación de Naruto. El rubio dormía profundamente mientras ordenaba sus cosas.

Entre iba y venía, el timbre había sonado. Kushina estaba tomando un gran sorbo de café cuando lo escuchó y se paró inmediatamente para ir a abrir.

—Señora Namikaze. — dijo Gaara que se encontraba de pie y esperando que justamente esa persona le abriera la puerta. Vestía una tenida simple, una camiseta negra, encima una camisa a cuadros de color verde, totalmente abierta, pantalón café y zapatillas de montaña.

—Ah, Gaara… — dijo en voz baja la mujer mirándolo detenidamente. Si hubiese visto a ese chico antes de conocer a Sai, de seguro le habría dado una fuerte bofeteada sin pensarlo, pero ese pensamiento se le fue rápidamente después de todo lo que Sai le había contado esa mañana. Sabía que el pelirrojo había cambiado, que ya no era el mismo niño malcriado y violento que había golpeado  a Naruto hace años. Pese a ello le causaba un poco de miedo al verlo directamente a los ojos.

—Quiero disculparme por la actitud que tuve con su hijo hace unos años atrás. — dijo mirándola con arrepentimiento y sin dejar de sonar serio.

 La mujer se quedó callada al escuchar sus disculpas. Más bien, se había quedado en blanco, no se movía, no hablaba, no pestañeaba y por poco no respiraba. Su mano comenzó a temblar y apretó con fuerza sus dientes.

Un sonido muy fuerte puso término a la ansiedad que estaba sufriendo Kushina.

El causante de ese estruendo lo había producido una fuerte bofeteada que la pelirroja le había propinado al menor. Este se había dejado golpear y su mejilla pronto tomó un color rojizo. La mujer era tremendamente fuerte y no se había medido en ese golpe. Gaara bajó la mirada y no dijo nada. Tampoco se había sobado la mejilla. Le dolía, pero comprendía que ese dolor no se comparaba en nada con lo que ella tuvo que haber sufrido en esa época que Naruto pasó un tiempo en el hospital por su culpa.

—Estás perdonado. Pero la próxima vez que le hagas daño a Naruto, no será una bofetada. — amenazó la pelirroja mirándolo seriamente. Gaara asintió con la cabeza, y esta le sonrió extendiendo su mano. El menor con curiosidad le tomó la mano y ambos se dieron un apretón. —Eres un buen chico. — añadió invitándolo a pasar a su casa. — Sai está arreglando sus cosas arriba, si quieres puedes esperarlo aquí.

—No. — dijo Gaara retrocediendo para salir de la casa. —Yo solo venía a disculparme. No venía a verlo a él.

— ¿A no? — dijo Kushina sonriéndole con picardía. —Podrías aprovechar de saludarlo.

—Lo he visto toda la semana. — respondió inquieto y mirando hacia un lado.

— ¡Gaara! — se escuchó un grito del segundo piso. Luego se escucharon unos pasos fuertes en las escaleras y de pronto apareció Sai sonriéndole. El menor sonrió por un instante y luego volvió a la tranquilidad que solía tener.

El artista al ver el rostro sonriente de Kushina y a Gaara dentro de la casa, supuso que ya habían mejorado su relación. Cuando comenzó a mirar fijamente el rostro de su amigo notó que tenía la mejilla roja.

— ¿Te encuentras bien?  — preguntó  acercándose a él y pasando su mano delicadamente sobre el rostro del joven. —Lo tienes hinchado, ¿Te pasaste a golpear? —  Gaara reaccionó echándose hacia atrás e intentando no mirarlo a los ojos.

—No es nada… — respondió el pelirrojo. Kushina rio un poco nerviosa. Sai la miró sin entender nada. El joven de ojos verdes insistió varias veces que no le pasaba nada hasta casi enojarse. El azabache aun preocupado, prefirió no seguir preguntando.

—Si quieren vayan a jugar al parque y vuelven a la hora de almuerzo. Los estaré esperando con ramen casero. — dijo la mujer juntando la palma de sus manos y mostrándose animada.

—“No somos niños” — pensó Gaara mirándola fijamente. Kushina se dio cuenta de esa amenazante  mirada y comenzó a reír muy fuerte de los nervios.

—Bien, iremos a dar una vuelta por el pueblo. — dijo Sai llevándose a Gaara lejos de la animada risa de la mujer.

Después de caminar por unas cuadras, llegaron al frente de la casa del pelirrojo. El joven de ojos verdes se había detenido repentinamente y el azabache también se había detenido para observarlo con curiosidad.

—Tenemos que hablar. — dijo Gaara seriamente y guiándolo hasta entrar a su casa. Sai parecía preocupado, pues el tono que había ocupado su amigo no lo hacía imaginarse algo bueno. —No hay nadie en mi casa. Temari volverá en dos horas más. — añadió abriendo la puerta y entrando. Sai hizo lo mismo y fue llevado hasta la habitación del menor.

— ¿Qué tenemos que hablar? — preguntó un poco nervioso.

—Sobre lo que te iba a decir ayer. — dijo Gaara alzando la vista para mirar directamente los ojos del artista. Al hacer esto, notó que algo en él había cambiado. Por  un momento pensó que se había hecho algo en el cabello, tal vez lo tenía más corto, o tal vez comenzaba a crecerle vello facial. También se le ocurrió que había crecido de estatura o que su piel no estaba tan pálida como lo acostumbrado. Después de inspeccionarlo durante escasos segundos pudo darse cuenta que no era nada de eso y tampoco se le ocurría qué podría ser.

— ¿Qué me ibas a decir ayer? — preguntó Sai sonriendo y sentándose en la cama de Gaara.

—Eh... — dijo el pelirrojo intentando recordar lo que estaba  a punto de decir hace un rato. Se había sonrojado un poco pues nunca se había distraído tanto en su vida y tampoco podía creer que todo el “discurso” que había preparado la noche anterior se le había ido de la mente en un segundo.

—Gaara…

El joven alzó la vista y lo miró avergonzado.

—Te noto cambiado. — dijo sentándose al lado de él. No era lo que quería decir desde ayer, pero como no lo recordaba con exactitud optó por responderle eso.

— ¿Tú crees? — preguntó rascándose la nuca.

—Sí, pero no sé qué te hiciste…

—Ah, bueno, ayer perdí mi virginidad. — dijo Sai sonriéndole animado.

El pelirrojo sintió un fuerte dolor en su estómago, como si alguien le estuviese apretando todos sus órganos internos. No sabía si era verdad o si solo era una broma. Miró los ojos de su amigo y este lo miraba fijamente con una sonrisa en los labios.

— ¿Hablas en serio?

—Sí.

Gaara se sentía intranquilo. Su amigo ya tenía casi dieciocho, pero jamás pensó que le sucedería algo como eso. Solo ayer había hablado con él y este no le había comentado nada acerca de los planes que tendría ese día por la noche. Los pensamientos iban y venían en su cabeza.

Sai ya había experimentado “eso” y lo que más le inquietaba pensar, era con quién habría sido. Esa era la siguiente pregunta, ya que él sabía que Sai estaba enamorado de un hombre, pero nunca supo de quién, ya que le era difícil descifrar a Sai en varias ocasiones.

¿Naruto? Se preguntaba. Pero luego recordaba que lo había negado. ¿Entonces quién? ¿De verdad lo había  hecho con un hombre? ¿Se puede hacer eso? ¿Cómo? …

El pelirrojo se le ocurrió decenas de preguntas más, pero solo una le daba más vuelta en la cabeza; “¿Con quién?”

Sai no pensó que su amigo se tomaría tanto tiempo en decirle algo más. Estaba consciente de lo que había hecho la noche anterior. Ya que para él era algo que podía hacer sin problemas. De hecho se le estaba permitido hacer casi todo, siempre y cuando, no afectara en su rendimiento en el Instituto y siga al pie de la letra todas las órdenes de Danzou.

— ¿Qué pasa Gaara? — preguntó el azabache para escuchar alguna reacción del menor.

— ¿Con quién lo hiciste? —preguntó seriamente.

— ¿Eso te importa?

Gaara comenzaba a impacientarse y no sabía por qué. Él solo era su amigo, no tenía por qué tomarse tan en serio con quién había sido su primera vez, sin embargo, le molestaba la actitud de Sai. Ahora no hallaba qué responderle. ¿Importarle? Mucho. ¿No importarle? Sería mentirle. ¿Quedarse callado? Otorgar la palabra.

 —La pase muy bien anoche… — aprovechó de decir el azabache con una sonrisa maldadosa.  Casi como si lo estuviese provocando.

—Mierda. — pronunció esas palabras con sus labios sin emitir algún sonido.

— ¿Ah?

—La verdad es que no me interesa saber lo que te sucedió anoche.

—Bueno, como quieras…  Tampoco quiero saber qué me querías decir ayer en el Instituto antes de que Sasori interrumpiera.

Los dos se estaban mirando enojados mientras se hablaban, casi como si se odiaran de toda la vida. Además, parecía que cada uno estaba consciente de que al abrir la boca lo único que hacían eran estar más cerca de terminar esa discusión en una golpiza. O al menos, eso creían que pasaría.

 

 

Continuará…

Notas finales:

Espero leer sus reacciones antes de pasar al siguiente capítulo. - siente curiosidad -

 

Saludos


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