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Mundo corrompido por PalomaNegra

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Notas del capitulo:

 

 

Capítulo XXII: Entre la espada y la pared 

 

Los dos se estaban mirando enojados mientras se hablaban, casi como si se odiaran de toda la vida. Además, parecía que cada uno estaba consciente de que al abrir la boca lo único que hacían eran estar más cerca de terminar esa discusión en una golpiza, o al menos, eso creían que pasaría.

Gaara agarró con fuerza el cuello de la camisa de Sai y lo llevó hacia él. Estaban frente  a frente, sintiendo la agitada respiración del otro y el calor provocado por la ira. El artista también lo tomó de la ropa para quedar igual.

No se soportaban ni con la mirada, pero aun así, ninguno de los dos dejaba de mirar al otro. Querían comenzar a pelear, pero aun así, no planeaban soltar al otro. Abrían la boca como si se fueran a insultar, pero aun así, nadie se atrevía dirigirle la palabra al otro.

La tensión de esa escena era tan alta, que cada segundo se volvía más incómodo para cada uno. A Sai le temblaban los labios de rabia y a Gaara se le marcaba una vena en la frente.

El primer paso lo dio el pelirrojo, quien tomó impulsó y empujó a su amigo contra la cama para acorralarlo. Se le tiró encima, quedando sentado sobre su abdomen y sujetándole lo brazos contra el colchón.

— ¿Por qué tú me sacas de quicio? — preguntó  el joven de ojos verdes mirándolo con una mezcla de sentimientos en su interior. Sentía compasión por ser tan inferior a él en fuerza, cariño por ser su amigo, ira por su actitud tan arrogante, celos por tener otras amistades, admiración por su paciencia,  respeto por ser un talentoso artista, y desagrado  por su forma de ser tan extraña. Esto último era lo que más le molestaba o tal vez lo que más adoraba. Sin esa forma extraña de ser, no sería Sai. Parte de su esencia era decir comentarios fuera de lugar, sonreír frente a diversas situaciones y ser tan ordenado en su vida. No tenía muy claro esto último y eso le irritaba.

—Gaara. — le susurró el nombre lentamente.

El rostro de Sai se había tranquilizado en el momento en que su espalda chocó contra la cama. Era incómodo tener al menor sujetándole las muñecas con fuerza, pero prefería mil veces estar en esa situación que seguir siendo sujetado desde sus ropas. Le gustaba cualquier tipo de contacto con el pelirrojo pese a que eso significaba sufrir un poco.

—Tú también me desesperas. — le respondió Sai sonriéndole tranquilamente,  con eso se refería a que Gaara era el único que podía liberar todos sus males.   Los ataques de ira y el descontrol que tenía en su cuerpo y su mente eran causados por la persona que tenía encima de él.

En ese momento ambos se sentían iguales. Pero Sai era más maduro en el sentido de que podía enfriar sus emociones más rápido que Gaara y también le era más fácil ceder ante una pelea porque no quería volver a romper su promesa.

Gaara lo soltó cuando sintió que su amigo se había rendido por completo en fuerza. Se había dado cuenta de esto porque el cuerpo del azabache no se encontraba tenso como el de él y por la expresión tan serena de su rostro.

— ¿No vas a pelear? — le gritó juntando sus dientes al punto de casi gruñir como un animal. Detestaba por completo esa actitud cobarde de Sai.

—No quiero pelear contigo, pero pelearía por ti. — le respondió el mayor en voz baja casi como si estuviese murmurando. — ¿Recuerda que te prometí que no te golpearía?

—Olvida eso, y pelea como un hombre. — retó Gaara dándole un puñetazo en pleno rostro que ni el mismo Sai se lo esperaba. Este solo daba gracias al cielo que el menor había medido su fuerza, no como la vez que lo había enviado al hospital. De igual modo, le llegó a doler toda la mandíbula.

Con una mano libre, no dudó en defenderse de cualquier golpe posible que fuese a recibir, y de paso intentaba  moverse para escapar, pero el pelirrojo lo volvía a inmovilizar.

—Si me tienes así, no podremos pelear. — se quejó mirándolo con el ceño fruncido. Gaara sabía cómo sacar de sus casillas al tranquilo azabache a tal punto que este comenzaba a dudar de su autocontrol.

Finalmente el pelirrojo lo soltó y se puso de pie para tomar una posición de pelea. El artista también se puso de pie, luego se sobó la mejilla y al rato se encontraba concentrado en luchar.

—Te enseñaré a respetar a tus mayores. — le dijo Sai sacándose la camisa negra con tanta rabia que se la descosieron tres botones por la fuerza. Quedó solo vistiendo una camiseta blanca sin mangas que le marcaban sus músculos.  A Gaara no le sorprendía nada. Si su contrincante tenía el cuerpo más tonificado o fuese más grande que él, no era problema ni tema, ya que compensaba su tamaño y su contextura delgada con la agilidad y la fuerza innata que poseía.

 

Fue entonces que ambos gritaron al mismo tiempo y avanzaron hacia al otro para agarrarse a golpes. Entre puñetazos y patadas, el pelirrojo lo volvía a acorralar solo que esta vez en la pared. Era difícil de creer que toda esa situación se había armado por una discusión completamente absurda, pero a esas alturas ninguno de los dos pensaba en eso. Por una parte, Gaara solo quería saciar su sed de lucha. Después de todo, pelear era algo que le gustaba. Y Sai solo quería defender su orgullo.

De lejos se podía notar que los ojos verdes del menor denotaban la pasión que sentía en esos momentos, en cambio, los oscuros ojos del joven artista se apreciaban la furia que poco a poco se fue transformando en placer. Le gustaba ver a Gaara tan emocionado por una pelea cuerpo a cuerpo.

 El ambiente se estaba volviendo increíblemente cálido en todos los sentidos. Se seguían mirando, y con el pasar de los segundos ya no parecía que se odiaban. Sus respiraciones nuevamente chocaban entre sí. El sudor corría por sus brazos y su pecho. La ansiedad que le causaba continuar con la tercera ronda era desesperante para los dos. Sin embargo, algo no era normal. Cada uno sabía que seguir forcejeando y golpeándose no bastaría para satisfacerse. Gaara dejó de usar toda su fuerza para mantener a Sai inmovilizado cuando dejó de emocionarse por esa pelea. El azabache se había dado cuenta y aprovechó esa oportunidad para liberarse por completo y apretar los brazos del menor. Los apretaba sin fuerza, tan solo haciendo movimientos intensos y regulares.

— ¿Qué clase de ataque es ese? — le preguntó el pelirrojo avergonzado a más no poder a causa del gusto que le estaba agarrando a las caricias que le daba  su amigo en ese lugar.

La mirada del artista había cambiado de un segundo a otro. No le pensaba responder, pero era más que obvio que eso no era un ataque y que esa situación parecía enfocarse en otro sentido. Sai aprovechó el momento de debilidad de Gaara para llevarlo contra la pared. Este no ponía ninguna resistencia y tan solo se dejaba llevar por la curiosidad de saber a dónde llegarían todas esas situaciones.

De pronto, el azabache tomó con un poco de fuerza algunos mechones de su roja cabellera y se relamió los labios.

—Oye… — se escuchó decir a Gaara con un tono de sorpresa. Sus mejillas se le enrojecieron de forma instantánea al ver esa acción. Ya era un hecho que por más extraño que fuese el comportamiento de Sai era algo que le empezaba a gustar más que nunca.

El azabache ya había dejado de jalarle el cabello y ahora se concentraba en dar el siguiente paso. Sin aviso, el artista dio vuelta todo el cuerpo de Gaara dejando su rostro pegado a la pared, luego lo abrazó por detrás apegándose lo más posible y acercó una de sus manos al abdomen del menor con el objetivo de acariciarlo por debajo de la ropa. Esta estimulación provocaba que el pelirrojo sintiera un cosquilleo por todo su cuerpo. Nunca antes lo habían tocado ahí y tampoco creía que fuera capaz de reaccionar de esa forma. Con la mano libre que tenía Sai, aprovechó de cubrir los ojos de su pelirrojo dejándolo con los demás sentido muchos más sensibles.

—No has puesto resistencia. — le susurró seductoramente al oído. Gaara se mordió el labio inferior al sentir el aliento rozar con su rostro. Su sangre comenzaba a calentarse por otras razones. —Si quieres que me detenga, lo haré. — le volvió a susurrar retomando los suaves movimientos circulares que le hacía en su abdomen. Gaara solo podía suspirar y sentir, ya que no lograba ver nada con la mano de Sai tapándole sus ojos. Ahora se  había sumergido en una oscuridad, o más bien en una nueva dimensión, que disfrutaba vivir y que por ningún motivo pretendía entender.  Por otra parte, Sai no dejaba de sentirse en las nubes al estimularlo con tanta confianza, se encontraba tan excitado como su amigo, y ya era evidente que él tenía control de esa situación, en otras palabras, había domado por completo a ese demonio.

Sai continuó acariciándolo lentamente con las yemas de sus dedos sintiendo el calor y los movimientos que provenían del abdomen del menor. Tenía ganas de seguir avanzando es por eso que metió su mano debajo del pantalón de Gaara y este se sobresaltó al sentir que ahora la mano estaba tocando su entrepierna que solo lo cubría una delgada tela de algodón. Sus movimientos eran limitados a causa del pantalón que llevaba puesto el menor, pero eso no evitaba que el contacto fuese  mucho más intenso. Gaara comenzaba a desesperarse, no veía nada, pero sentía la humedad, el calor y la dureza en esa parte de su cuerpo que estaba siendo tocado constantemente. El placer que le producía  esto se notaba por las veces que decía en voz baja el nombre del azabache y le temblaban los labios por el sin fin de emociones que se le mezclaban en su cabeza.

Sai, completamente satisfecho con lo que lograba, comenzó a olfatear el cabello del menor y a rosar su nariz por la nuca, no podía dejar de disfrutar y sonreír al hacer esto. Luego posó sus labios por el cuello y le repartió un par de besos detrás de la oreja. Le mordió el lóbulo izquierdo con suavidad y deslizó  la punta de su lengua por toda esa zona. Gaara se había inclinado un poco para que el azabache acomodara bien su cabeza. En su interior solo pensaba que eso parecía un extraño sueño. Un extraño y fascinante sueño. Jamás pensó que su mejor amigo estaría haciendo ese tipo de cosas con él. Sobre todo el hecho de darle placer de tantas formas.

De un momento a otro, el joven de ojos verdes parecía que estaba llegando a su límite. Se agarró como pudo de la pared y enterró sus uñas. Dejó su boca entre abierta y tenía pequeños espasmos en todo su cuerpo. Sai seguía tocando su entrepierna con suavidad, pero cada vez aumentaba la velocidad de su movimiento. Su ritmo era constante hasta que en ocasiones apretaba el erecto miembro del joven.

 El roce de la ropa con su piel era algo que le incomodaba por completo al pelirrojo, así que en un intento rápido, apretó sus labios y aun con los ojos tapados, comenzó a sacarse el cinturón escuchándose un ligero sonido metálico provocado por las hebillas. Después se desabotonó el pantalón y se bajó el cierre torpemente. Seguía aguantando esos eternos segundos, hasta que se quitó la mano de Sai que seguía encima de su ropa interior y liberó desesperadamente su erección.

Comenzó a masturbarse sin la ayuda de Sai, y este un poco molesto, se unió con las dos manos. El pelirrojo no quiso abrir los ojos a pesar de que el azabache ya no le estaba tapando la vista y entre tantas caricias, se escuchó un suspiro a Gaara, un suspiro un poco más prologando que los anteriores. Echó su cabeza hacia atrás y Sai sintió que su mano se manchaba de semen.  El resto había caído en la pared y en la mano de Gaara.

Ambos estaba completamente sonrojados, Sai le besó el cabello y lo abrazó posesivamente desde donde estaba. Gaara al fin se atrevía a abrir los ojos y ver con claridad lo que había ocurrido. Su corazón latía con mucha fuerza, todo su cuerpo seguía agitado y se sentía nervioso al tener a Sai apegado a su espalda abrazándolo.

Cuando vio la pequeña mancha de semen en la pared que comenzaba a gotear lentamente, sus mejillas se enrojecieron aún más por la vergüenza. No podía creer que eso era de él, tampoco podía creer lo que  había pasado en su habitación, en plena mañana. No sabía si estar arrepentido o feliz por haber hecho algo tan osado, dejarse llevar no era a lo que estaba acostumbrado.

 Una parte de él, no lograba entender por qué Sai había actuado de esa forma. Siempre pensó que esas extrañas costumbres solía tenerla con todos. Sabía que molestar o andar repartiendo afecto era propio de él. Pero lo que había pasado hace un rato era distinto, eso era llegar muy lejos, un afecto demasiado íntimo. Lo más que le preocupaba era que ese tipo de cosas también lo hubiese hecho con otros y que él solo se sumaba a su lista.

Después de un rato pensando esas cosas, Gaara se subió la ropa interior y luego los pantalones. Sai lo volteó con fuerza y lo miró directamente a los ojos. Nunca se había sentido tan afectado por mirar los ojos de su amigo. A veces se ponía nervioso porque su mirada parecía la de un acosador, pero esta vez era completamente distinto, mucho más intimidante e incómodo.

El azabache aprovechó que el menor se encontraba quieto y se acercó a sus labios tomándolo de la cintura. El pelirrojo se movió asustado y se fue alejando hasta que chocó contra la pared.

— ¿Qué haces? — preguntó el joven de ojos verdes que parecía un cachorro asustado.  

—Estoy curando tus heridas. — le respondió Sai sonriéndole tiernamente y tocando el pecho del chico con una de sus manos. El pelirrojo sentía que su corazón latía tan rápido que chocaba con la palma del azabache. —Te dije que te curaría todas las heridas del corazón.

—P-pero, tú. Tú no tienes que hacer todo esto, me basta con que actúes como siempre. Esto ya fue demasiado. — dijo Gaara sin pensar lo que decía.  En su mente se contradecía todo lo que estaba hablando en ese instante. Lo único que quería saber era la razón de ese cariño tan desmedido. Le aterraba pensar que Sai estuviese jugando con él o peor aún, practicando para hacer eso después con el supuesto hombre que amaba. No le gustaba ninguna de las dos ideas. Él solo quería vivir una vida tranquila, alejado de los problemas, pero con Sai estaba lejos de llegar a eso, pues este siempre tenía algún motivo para desordenar su rutina.

—Tú me gustas, Gaara. Me gustas mucho. Cuando hago esto es porque voy en serio. — le dijo mirándolo fijamente a los ojos. Sus pálidas mejillas se encendieron rápidamente. Había liberado el secreto que lo obligaba reprimir sus sentimientos cada vez que estaba con él.

Gaara abrió los ojos a más no poder. Su mar de dudas despareció en el segundo que escuchó esas palabras. Sintió una gran felicidad por saber que podía llegar a hacer que otra persona sintiera algo por él, aunque realmente estaba más contento por saber que se trataba de Sai.  

—Qué bien. — le respondió el pelirrojo sonriendo tímidamente y sonando como si estuviese aliviado.

El artista lo abrazó con fuerza cuando escuchó su respuesta. No entendió el significado por completo, pero le bastaba con ser aceptado por él, y nadie más que él. El joven de ojos verdes también lo abrazó y cerró sus ojos. Así estuvieron un buen rato, hasta que el mayor interrumpió.

 

—Oye Gaara — le decía mientras lo abrazaba. — ¿Te puedo dar un beso? — preguntó con inseguridad pensando que el menor se negaría sin pensarlo.

El pelirrojo se puso mucho más nervioso que antes. Todo lo que estaba experimentando con el azabache era nuevo para él, y el tema del beso no era ajeno.

—Espera, quiero limpiarme las manos y sacarme esto. — le respondió agachando la cabeza y separándole del mayor. Sai observó lo torpe que parecía Gaara al buscar unos pañuelos desechables y regresar al lugar donde estaba. Le pasó un poco a Sai para que también se limpiara la mano y cuando parecía que ambos estaban listos, lo miró con un poco de miedo. Este le sonrió amablemente haciendo que el pelirrojo desviara la mirada.

— ¿Y ahora? — preguntó Sai acercándose lentamente a Gaara.

El pelirrojo no estaba seguro de lo estaba a punto de suceder. Jamás pasó por su cabeza besar a su amigo. El azabache notaba lo nervioso que se encontraba y volviendo a repetir lo que había hecho desde un comienzo, le tapó los ojos al joven con una de sus manos. Se fue acercando lentamente hasta que un fuerte golpe rompió toda la atmósfera de esa escena. Ambos llegaron a saltar del susto y se separaron inmediatamente a observar que había ocurrido.

El hermano mayor de Gaara se encontraba al lado de la puerta, con su puño apoyado en el mueble que acaba de golpear. Su fuerte respiración se escuchaba en toda la habitación del menor. Los ojos del castaño parecían los de un asesino.

 

 

Continuará… 

Notas finales:

¿Comentarios? 

Para los que no se dieron cuenta, el título tiene doble sentido. - aunque en ninguna parte menciono como estaba Sai en esa parte de su cuerpo, pero es un poco obvio - 

Gracias por todos los comentarios, estoy muy contenta de haber llegado a los 200 reviews.

Saludos


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