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Mundo corrompido por PalomaNegra

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Capítulo XXIII: Dejar en claro y huir

 

Sai había perdido toda la confianza y seguridad que tenía en esos momentos tan solo al ver los ojos amenazantes de Kankuro. Intentó tragar saliva como pudo, y por poco se atora. Gaara gruñó al ver a su hermano ahí parado y caminó hacia él lentamente.

Si alguien hubiese hecho una comparación para saber cuál era el aura más terrible entre esos dos,  hubiera sido imposible llegar a un resultado claro, ya que los dos Sabaku eran lo suficientemente aterradores en esas circunstancias.

— ¿Se iban a besar? ¿Verdad? — preguntó Kankuro con el ceño fruncido e intentando controlar su fuerte respiración. —Maldito bastardo. — le dijo refiriéndose a Sai. —No te sirvió de nada pasar la noche con esas putas. Sigues  siendo un enfermo de mierda.

— ¡Cállate! — Gaara gritó con todas sus fuerzas. Su voz había salido tan fuerte que a Kankuro se le erizó toda la piel. — ¿De qué estás hablando? ¿Acaso tú planeaste todo?

Cada pregunta atemorizaba aún más al castaño. Este comenzó a retroceder lentamente porque le era difícil enfrentarse a la furia de Gaara en su estado más peligroso. Definitivamente el aura aterradora del pelirrojo superaba a la de su hermano mayor.

—¡¡¡Vete de aquí!!! — volvió a gritar el menor empujando a su hermano y cerrándole la puerta en la cara. Luego le puso seguro para quedar encerrado en la habitación con el artista.

De lejos se escuchaba unos pasos en la escalera y alguien hablando en voz alta. Temari había llegado un poco asustada para ver qué estaba sucediendo. Cuando vio a su hermano tirado en el piso con una expresión de susto fue mayor su duda.

Sai había quedado con la boca abierta al ver toda esa escena. Gaara tan solo volvió a gruñir y luego suspiró para intentar calmarse. Cuando se dio media vuelta para regresar con el azabache,  lo pilló tapándose la boca e intentando no reír. El menor lo quedó mirando raro, no entendía el por qué de su risa.

— ¿Y tú de qué te ríes? — preguntó mirándolo de reojo.

Sai intentó hablar pero el ataque de risa volvía solo para interrumpirlo. Gaara esperó enojado que se le pasara y cuando estuvo a punto de perder la paciencia, el azabache ya había vuelto a la normalidad.

—No te enojes, Gaara. — le dijo el azabache sonriéndole. —Es que, no pensé que serías capaz de cerrarle la puerta a tu hermano.

—Ese desgraciado. — murmuró el pelirrojo desviando la mirada y sonrojándose. —No tenía por qué llegar ahora, se supone que tenía que haber llegado en una hora más. — añadió mirando el reloj de pared que tenía en su habitación.

— ¿Te molesta que nos haya interrumpido? — preguntó acercándose al pelirrojo y agarrándolo de la cintura.

 —N-no es eso. — respondió Gaara cerrando sus ojos y haciendo un puchero.

—Te ves tan lindo cuando te pones así. — le dijo abrazándolo con fuerza.

—Oye, suéltame. — decía el pelirrojo moviéndose hacia atrás y tropezando con la alfombra.

Ambos cayeron sobre la cama y Sai se encontraba sobre el menor. Gaara se puso más nervioso y dándose media vuelta intentó escapar rápidamente gateando, pero Sai se abalanzó sobre su cuerpo y lo acorraló en medio de la cama.

—No te vas a escapar… - le dijo el azabache sonriéndole con malicia y rosando su nariz por la nuca del menor. —Me preguntó qué tanto habrá visto Kankuro…

El pelirrojo llegó a ponerse blanco de tan solo pensarlo. No estaba seguro de qué habría alcanzado a ver. Solo recordó que cuando buscaba pañuelos desechables para limpiarse las manos no sintió nadie que estuviera observando desde la puerta de su habitación. Así que suponía que Kankuro habría llegado unos minutos después. De igual forma le aterraba pensar que estar en esa situación con Sai lo había hecho ignorar cualquier cosa a su alrededor.

—Debo suponer que si me hubiera visto cómo te tocaba allá abajo, y te besaba por aquí,  lo más probable es que tu hermano le hubiese dado un ataque. — le susurraba al oído. —Aprovechando que tenemos la puerta cerrada, ¿quieres continuar? — preguntó subiéndole la polera que llevaba puesta el menor y masajeando su abdomen lentamente y metiendo uno de sus dedos en el ombligo.

El pelirrojo se le escapó un gemido al sentir la yema del dedo índice de su amigo tocar esa parte de su cuerpo.

—Me estás gustando mucho, Gaara. Tienes una gran cantidad de zonas erógenas. — le dijo Sai riendo seductoramente y moviendo su dedo para seguir escuchando esas reacciones.

— “¿Erógenas?” — se preguntó el pelirrojo intentando escapar de las traviesas manos del azabache. No podía evitar gemir cada vez que sentía la presión en su ombligo.

—No te escapes…  — lo agarró aún más fuerte de la cintura y apoyó su cabeza en la parte baja de la espalda del menor. Gaara tenía su cabeza enterrada en la almohada y podía sentir el peso del cuerpo de Sai sobre la parte inferior de su cuerpo.

—Andas demasiado animado después de todo lo que pasó con mi hermano, ¿qué te sucede? — le preguntó el pelirrojo sin mirarlo a la cara. Se había quedado quieto en esa posición y su cuerpo se encontraba totalmente rígido. El artista había entendido que el pelirrojo no querría seguir con ese juego.

—Ah, bueno, es que, tengo la entrepierna del porte de un buque… — confesó Sai un poco angustiado y sentándose en la cama para contemplar el cuerpo de su amigo que se encontraba boca abajo. —Comienza a doler... y estoy algo ansioso…

Gaara se volteó sobre la cama y luego se sentó cerca de Sai.

—Anda al baño. — le dijo el pelirrojo seriamente. El joven artista sintió una flecha atravesar su estómago. Le era difícil entender cómo Gaara podía llegar a decir esos comentarios tan crueles. Y lo peor es que cuando lo decía, hablaba siendo muy sincero.

—El baño más cercano está en el pasillo y ahí está tu hermano que me quiere moler a golpes. — se quejó el artista apretándose los labios con los dientes. —Ayúdame, Gaara, solo… Solo usa tus manos. — le pedía con una expresión de preocupación en su rostro. Por nada del mundo lo iba a obligar a hacer algo que él no quisiese, así que solo se limitaba a dar sugerencias o a preguntar.

—Pídele ayuda a esas prostitutas. — le respondió el pelirrojo con un tono molesto.

—Oye, no seas malo. — dijo Sai comenzado a respirar lentamente. —Esas señoritas…— hizo énfasis en esas palabras. —… además de tener mucha experiencia en el tema, me dieron muchos consejos, y contestaron muchas dudas que tenía acerca del sexo entre hombres.

—“¿Realmente existe algo como eso?” — se preguntaba Gaara en tanto muchas cosas extrañas pasaban por su mente. Lo único que se le ocurría en una situación así era el uso de manos y la boca.

—Hace un rato ni te acordabas de eso y ahora me lo vienes a echar en cara cuando tengo el problema… - dijo Sai poniéndose de pie y caminando hacia la puerta. — Ni modo, tendré que arriesgarme. — agregó abriendo la puerta y encontrándose frente a frente con Temari, la cual estaba un poco agachada. Al  ver al azabache se enderezó y comenzó a reír de manera muy sospechosa.

—Hola Temari. — saludó el joven de ojos negros un poco más tranquilo al notar que se trataba de la hermana de Gaara.

—Hola Sai. — saludó la mujer rascándose la nuca. — Quería decirles a ti y a mi hermano que no se preocupen por Kankuro. Lo mandé a comprar algunas verduras. Llegamos un poco antes de lo planeado porque olvidamos la lista de compras. Ya hablaré después con él para arreglar las cosas. Ah, por cierto, no entiendo muy bien lo que pasó, pero creo tener una idea. Sai, no te hagas problemas. Siempre serás bienvenido en esta casa. De alguna forma haré que Kankuro entre en razón. Ese idiota no soporta que alguien esté tan cerca de Gaara. Es medio celoso. Tarde o temprano tendrá que entender que personas como tú hay en todos lados y son cosas de gustos…

—“Por favor que se calle.” — pensaba el artista apretando el picaporte de la puerta con fuerza. No sabía por cuánto tiempo más tendría que aguantar en esas condiciones.

—Ten todo mi apoyo, Sai. Conozco poca gente que admita tener una orientación sexual diferente a la mayoría, pero sé que existen y son tan normales como el resto del mundo. Si Kankuro hace otro estúpido intento por cambiarte, solo avísame para que vaya a darle su merecido. No sé de dónde habrá sacado esas ideas tan descabelladas, es un cabeza hueca…

—Temari, por favor — dijo Sai que le comenzaban a temblar las rodillas.

—Oh, qué te sucede Sai, te noto un poco pálido. Creo que más pálido que de costumbre.- dijo la rubia un poco asustada.

—Tu hermano me dejó así. - dijo el azabache con dificultad y señalando su pantalón. La mujer miró detenidamente para entender lo que estaba sucediendo. Cuando fijó su mirada en la entrepierna de Sai pudo darse cuenta que había un enorme bulto que empujaba toda la tela del pantalón hacia adelante. Por un momento pensó que se había metido algún objeto en el pantalón, pero al ver la forma que tenía, supo en seguida qué estaba ocurriendo. Todo su rostro se enrojeció rápidamente y llevó sus manos a la boca. —Estoy que reviento…

Temari se quedó callada y agarró con fuerza la muñeca de Sai y lo lanzó prácticamente al baño que estaba a unos pasos de allí. Luego le cerró la puerta y se dirigió a la habitación de su hermano.

— ¿Puedo pasar? — dijo antes de ingresar a la pieza. El pequeño pelirrojo aceptó sin pensarlo y ella entró caminando lentamente. Llevaba un vestido un poco largo que se le ajustaba a toda su figura maternal. Le faltaba una par de semanas para que el bebé naciera. Su cabello lo llevaba suelto y un poco desordenado.

—Oye, Gaara. — le dijo la mujer sentándose en la silla que estaba al frente de un viejo escritorio. El joven estaba sentado sobre la cama con los brazos cruzados escuchándola atentamente. —No tengo problemas en aceptar tu relación con Sai. — hizo una pausa. —Te mentiría si te dijera que desde un comienzo pensaba lo mismo, verás, cuando me enteré de los gustos de Sai, no me afectó en lo más mínimo, pero cuando pensé que tú podrías tener algo con él, me preocupé mucho. Todo es diferente cuando uno lo vive de cerca. Al final Shikamaru habló conmigo y me hizo entrar en razón… Así que aquí estoy, y quiero que sepas que no te preocupes por lo que diga la gente.  Yo te seguiré queriendo y seguirás siendo mi hermano. Si alguien te llega a molestar le daré una paliza. Oh, bueno, ya sé que tú eres más fuerte que yo, pero nadie puede meterse con una embarazada. — dijo riendo y poniéndose de pie para acercarse a Gaara.

—Gracias. — dijo el pelirrojo que ya poseía un semblante más sereno. Estaba feliz por dentro, le alegraba contar con el apoyo de alguien de su familia.

—Por cierto, si te gusta Sai, tienes que decírselo y si lo amas, tienes que demostrárselo. — dijo Temari haciendo que el menor hiciera un puchero.

Le incomodaba hablar sobre ese tema con quien sea y no sabía qué responder  en aquel momento. “Haré mi mejor esfuerzo” o “Seguiré tus consejos” era lo más apropiado que se le ocurría decir, pero que por ningún motivo se atrevería.

—Sai es un imbécil. — dijo finalmente el joven de ojos verdes mirando hacia otro lado. Temari no entendió muy bien a qué iba eso, pero soltó un par de carcajadas porque adoraba ver a su hermano menor ser tan expresivo y honesto. Lo que no sabía era que Gaara lo trataba así porque se encontraba enojado después de enterarse que Sai había pasado la noche con dos prostitutas. Tan solo recordarlo lo hacía suprimir cualquier pensamiento  cariñoso  destinado a Sai.

—He vuelto. — dijo el azabache más aliviado y sonriendo como si nada hubiese pasado. Comenzó a buscar su camisa en el suelo y cuando la encontró se la puso. —Oh… No. — se quejó al ver que le faltaban tres botones de la parte delantera y ver que los restos de los botones estaban sueltos.

— ¿Qué le pasó a tu camisa, Sai? — preguntó Temari mirando la ropa del joven artista.

—Tuvimos una pequeña pelea y quedé así. — respondió riendo un poco nervioso.

—Se le rompió cuando aceptó pelear conmigo. Solo quería presumir. — dijo Gaara mirándolo seriamente. —Al final le di una paliza.

Dos flechas cayeron sobre el estómago de Sai y este bajó la cabeza. Los comentarios hirientes que venían del menor se los tomaba muy en serio.

—Eres cruel, Gaara. — susurró el azabache con los hombros caídos.

—Oh, Vamos, no te pongas así, Sai. Después de la pelea igual los dos salieron ganando, ¿o me equivoco? — preguntó la rubia riendo malvadamente. —Me hubiera gustado ver cómo pasaron de la pelea a estar a punto de besarse. Kankuro justo llegó en ese momento.

—Hermana, podrías dejar de hablar. — dijo Gaara con una mano en la frente.

Lo que decía Temari comenzaba a ser sumamente incómodo tanto para Sai como para él, pero por sobre todo para él. Ya no tenía cara para mirarla, pero por otra parte se alivió de escuchar a su hermana diciendo esas cosas.

“Solo vio eso” pensaron los jóvenes al mismo tiempo. Ambos suspiraron del alivio y Temari comenzó a reír por la perfecta sincronización que habían logrado.

Gaara se sonrojó un poco y se puso de pie para retirarse. Tomó el brazo de Sai y se lo llevó con él. Antes de salir de su casa avisó que almorzaría en casa de Naruto. La rubia se sorprendió al escuchar esto y no pudo evitar despedirse con una sonrisa.

 Eran las dos de la tarde cuando en la casa de los Namikaze estaban todos sentados en la mesa. Kushina tenía apoyado los codos sobre la mesa y miraba con admiración a los dos jóvenes provenientes del Instituto ANBU. Naruto comía su tercer plato de ramen y Minato leía una revista donde en la portada salía el rostro de una celebridad de la capital. Era común verlo leer ese tipo de cosas pues consideraba que esas revistas, enfocadas a un público femenino, traían muchos consejos y datos útiles para el hogar.

Sai y Gaara no se hablaron durante toda la hora de almuerzo. Solo la pelirroja los hacía hablar, pero en ningún momento ellos se miraron a los ojos o se pasaron la comida. Parecía que evitaba cualquier tipo de contacto.

— ¡Chicos, quieren ir a la playa! — exclamó Minato dejando la revista en la mesa y sonriendo muy animado.  

—¡¡¡Sí!!! — gritaron madre e hijo poniéndose de pie.

— ¿Sai, Gaara? — preguntó el carismático hombre. — ¿Quieren ir? Tengo espacio suficiente en la camioneta para llevarlos a ambos. Iremos hoy en un par de horas más y volveremos el lunes por la tarde. Recuerden que el lunes es feriado, así que no se preocupen por sus clases.

—La playa… - dijo Sai pensando y poniéndose contento. —Nunca he ido. A lo sumo he visto esos lugares en fotografías, o cuando solía viajar, cuando era más pequeño, veía las playas desde el avión. Me encantaría ir. — respondió finalmente observando al pelirrojo. Le emocionaba tanto la idea que lo único que quería era compartir esa experiencia con el menor.

—No lo sé. — dijo Gaara preocupado. —Tendría que hablarlo con mis hermanos.

Sai también sintió la misma preocupación que él cuando recordó que la situación con Kankuro aún no estaba arreglada. Si fuera solo por Temari, sabría que no tendría ninguna excusa para rechazar esa invitación. El pelirrojo se retiró de la mesa y dijo que lo iría a conversar con sus hermanos.

 

Esa misma tarde, unas horas después de ese almuerzo, Minato se encontraba guardando las últimas cosas en su camioneta. Sai estaba sentado junto a Naruto en los asientos de atrás y Kushina en el asiento del copiloto.

—“Me pregunto si habrán dejado a Gaara venir a la playa” — pensaba Sai angustiado. Sabía que no sería lo mismo sin él.

—Oye, Sai, será una excelente oportunidad para que tu piel tome otro color. Eres tan pálido que a veces das miedo. — dijo Naruto dándole una fuerte palmada en la espalda.

—Ah, Claro. — respondió Sai sin haber escuchado lo que decía el rubio.

—Hey, Sai, pareces muy deprimido. — dijo Kushina mirándolo desde el espejo retrovisor.

—Estoy preocupado por Gaara. — dijo el artista bajando la mirada. —Tal vez su hermano no lo deje ir.

— ¿Acaso su hermano tienes miedo de que vaya contigo? — preguntó Naruto riendo.

—La verdad es que sí. Nos vio cuando estaba punto de darle un beso.— respondió Sai comenzando a jugar con sus manos.

Tanto Naruto como Kushina se sorprendieron de la respuesta y se quedaron callados. El rubio supuso que el azabache intentó hacerle una broma al pelirrojo ya que era imposible para él que ese casi beso hubiese sido correspondido. Por otro lado, Kushina sabía que las cosas marchaban bien entre esos dos, pero no pensó que avanzarían tanto esa mañana.  

— ¿Qué sucede? — preguntó Minato al verlos a todos tan callados. Luego de una respuesta improvisada de la mujer, el hombre encendió el motor y se dirigió hasta la casa del pelirrojo. El rubio, sin saber lo que estaría pasando en la casa de la familia Sabaku, le había dicho a Sai que fuera a buscar a Gaara y a preguntarle si iría con ellos a la playa.

El artista un poco inseguro se bajó del auto y tocó la puerta. Para su fortuna le abrió Temari. Ella le sonrió amablemente y lo hizo pasar a la casa.

—“Maldición, debí haber ido yo. Si se encuentra con Kankuro podría pasar algo muy malo, ese chico debe odiar a Sai.” — pensaba Kushina mordiéndose la uña del pulgar.

En casa de Gaara, Sai se encontraba sentado en el sillón de la sala de estar,  esperando que apareciera el pelirrojo.

La rubia le había dicho que bajaría en seguida ya que estaba ordenando sus cosas para salir. Al artista le brillaron los ojos cuando escuchó eso, pues solo significaba una cosa; Gaara podría ir a la playa. Lo único que le preocupaba en esos momentos era saber qué había pasado con Kankuro y el hecho de saber  si ya se encontraba en la casa o estaría en otro lado. Si no fuese por eso, no se encontraría tan nervioso y tampoco hubiera encontrar la espera tan eterna.

De pronto se escucharon unos pasos en la escalera, cruzó sus dedos esperando que fuera el pelirrojo para largarse lo antes posible de ahí, y cuando finalmente esa persona que bajaba las escaleras se asomó a la sala de estar, vio que se trataba de Kankuro. El artista se quedó quieto del susto. Temari lo miró enojado y parecía como si ambos se hubiesen puesto a discutir con los ojos. Sai prefirió agachar la cabeza y esperar a su amigo sin decir alguna cosa.

Cuando por fin llegó el pelirrojo, este parecía estar muy tranquilo. Llevaba un bolso de mano y una pelota de fútbol.

— ¿Quieres que te ayude con el bolso? — preguntó el artista poniéndose de pie y acercándose a Gaara.

 Este no respondió y tan solo le lanzó la pelota con el pie. Sai planeaba agarrarla con las manos, pero su reacción había sido distinta. Le dio un cabezazo haciendo que la pelota se desviara y cayera en pleno rostro de Kankuro. Cuando el balón rebotó, la expresión fría que tenía el castaño había cambiado a un semblante totalmente aterrador. Sumado a eso, un aura asesina comenzó a emanar de su cuerpo.

Temari cubrió sus manos con la boca por un desesperado intento de aguantar la risa, pero ese día andaba con tan buen ánimo que no pudo evitar soltar carcajadas muy fuertes. Gaara había cerrado los ojos y mirado hacia un lado. Sus hombros se movían rápidamente de arriba y abajo. Sin darse cuenta igual le había causado demasiada gracia esa situación y no tuvo que pasar mucho rato para que se largara a reír.

Sai quería que se lo tragara la tierra y fue a buscar el balón para después sujetarlo firmemente entre sus brazos.

—Lo siento… - se disculpó entre todas las risas. Sai no le parecía para nada gracioso lo que había pasado. Sentía el aura maligna del hermano mayor de Gaara.

Kankuro estaba a punto de regañar a Sai  y gritarle a sus hermanos que se callaran, pero no pudo hacerlo debido a que su hermano menor reía sin control. Verlo tan feliz hizo que sonriera y hasta olvidó, por un momento, el motivo de su enojo con el azabache.

—Este día ha sido tan gracioso. — dijo la rubia sonriendo y abrazando al azabache con uno de sus brazos. —Sai se disculpó, Kankuro. No seas pesado con él. — le dijo haciendo que el castaño lo mirara un poco enojado, ya que no sabía cómo reaccionar ante todo eso. —Por cierto, Sai, quiero obsequiarte esto. Ábrelo cuando llegues a tu hospedaje, pero no puede verte nadie, ni Gaara. — añadió pasándole una misteriosa caja de color blanco.

El azabache la aceptó dando las gracias y luego se despidió de todos. Se retiró con el balón de fútbol y la caja en sus manos. Gaara quedó observando muy curioso la situación, pero no quiso preguntar nada y lo único que hizo fue despedirse de sus hermanos. Luego caminó para salir de su casa, y cuando estaba por cruzar la puerta, Kankuro le agarró el hombro y lo quedó mirando fijamente.

—Oye Gaara. — le dijo el muchacho seriamente. —Anda con cuidado y disfruta tus vacaciones. — añadió sonriéndole con una expresión de preocupación.

El pelirrojo en respuesta le dedicó una sonrisa muy sincera y se retiró. Tanto Kankuro como Temari se sonrojaron al ver esa expresión tan poco usual en su rostro. Hace un rato atrás lo había visto riendo y ahora sonreía de una forma muy tierna que les hizo recordar su infancia. El castaño comenzaba a cuestionarse si realmente era malo que Gaara estuviese tan apegado a Sai. Se le veía tan feliz que lo hizo recordar las veces que jugaba con él en el parque cuando eran muy pequeños. Toda esa nostalgia comenzaba a ablandar su corazón.

—Kankuro, creo saber lo que estás pensando, nuestra vida no ha sido fácil.  Hace poco logramos unirnos como familia y no quiero que eso se eche a perder por cosas de gustos.

—Jamás aceptaré esa relación, Temari. — le respondió orgulloso. —Es que ese Sai, maldito Sai, además de que me hizo gastar mucho dinero en esas putas, es tan… detestable. No quiero que esté con Gaara.

—Pareces una madre que no está contento con su yerno. — murmuró la rubia.

— ¿Qué? — preguntó el castaño sonrojándose. —No es eso, tonta. No quiero que Gaara se convierta en lo mismo que ese infeliz.

—En primer lugar tú fuiste el estúpido — hizo énfasis en la última palabra. — que se le ocurrió gastar tanto dinero en esas prostitutas. No sé cómo reaccionará Tenten cuando le diga.

—¡¡¡No, Cállate!!! ¡No le vayas a decir nada a Tenten! — exclamó preocupado y poniendo las manos en su cabeza.  —Por favor…- suplicó mirándolo con compasión.

—Bien, me quedaré callada mientras aceptes la relación que está por surgir entre Sai y Gaara. — dijo Temari cruzándose de brazos y sonriendo de forma arrogante.

— ¡Eso no es justo! ¡No puedo hacer hacer eso! — se quejó el castaño comenzando a rascar su cabeza con desesperación. —Si quieres te prometo que lo pensaré, pero no me pidas que ahora la acepte. No puedo.

—Está bien, está bien, pero no sufras tanto. — dijo la rubia suspirando y caminando hacia la cocina. Kankuro la siguió de lejos para tomar un poco de té. La mujer se acercó a la ventana y vio el auto estacionado. —Todavía no se van, parece que están aprovechando de revisar los neumáticos. — decía mientras observaba como Minato inspeccionaba una de las ruedas de adelante.

—Me encantaría ir a la playa este fin de semana para relajarme un rato, pero Tenten estará ocupada con sus exámenes. — se quejaba el castaño mirando su té y tomando un sorbo. Su tazón era de color blanco y eso le hizo recordar la misteriosa caja que la rubia le había obsequiado al artista. —Oye, Temari, ¿qué cosa le pasaste a Sai? — preguntó molesto.

—Ah, bueno, le regalé un kit de emergencia. — dijo la rubia sonriendo nerviosa. —Un fin de semana en la playa con tanto calor, solos… Algo podría pasar y tienen que estar preparados.

Kankuro botó todo el té que tenía en la boca al escuchar la explicación y salió rápidamente de la casa.

Vio el auto estacionado y corrió hasta alcanzarlo, pero justo la camioneta comenzó a avanzar. El castaño corría detrás de este alzando los brazos.

—Oye, ¿ese no es el hermano de Gaara? — dijo Minato viendo el espejo lateral. —Se nota que te quiere mucho, si hasta se está despidiendo…

—¡¡¡Deten!!! — se escuchó gritar a Kankuro quien iba alcanzando la camioneta. Kushina había logrado interrumpir el grito encendiendo la radio a todo volumen.

Tanto Gaara como Sai se dieron vuelta en sus asientos y miraron el aura asesina del castaño que cada vez estaba más cerca de alcanzarlos.

—Está haciendo señas para que me detenga, parece… - dijo Minato un poco extrañado al ver desde el espejo a Kankuro que seguía agitando sus brazos. —Tal vez se le olvidó pasarte algo, voy a detenerme…

—¡¡¡NO!!! — gritó Kushina entiendo lo que sucedía y tratando de usar el volante.

— ¡Manejen con cuidado! — se quejaba Naruto al sentir los bruscos movimientos hacia los lados.

— ¡Por favor acelere! — exclamó Sai comenzando a sudar y tomando el hombro de Minato con fuerza.

El automóvil comenzó a aumentar la velocidad y hacer un vaivén hacia todos lados. El castaño no pudo seguir avanzando por el cansancio y solo le quedó ver como la camioneta se iba alejando en el camino. Había dejado ir a Gaara con ese maldito de Sai.

 

 

Continuará…

Notas finales:

Último capítulo que subo en el mes. Espero que les haya gustado y me escriban algún comentario para hacerme feliz. Nunca es tarde.

Saludos


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