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Mundo corrompido por PalomaNegra

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Capítulo XXVIII: Resentimiento

 

Los gritos de Sai se iban apangando con el pasar de los minutos. Sasori no podía reaccionar de ninguna forma. Se había paralizado al escuchar el lastimoso llanto del artista. Cuando la habitación quedó en silencio, se atrevió a acercarse unos cuantos pasos. Notó que su cuerpo sufría grandes espasmos por los sollozos. Verlo así lo conmovía. No sabía qué debía hacer para subirle el ánimo ya que no había vivido lo suficiente como para ver la reacción de otras personas. Tampoco había tenido  mucha experiencia en el orfanato con ese tipo de situaciones. Al sentir que el tiempo pasaba y Sai seguía tirado en el suelo, sus ojos comenzaron a cerrarse. No quería creer lo que estaba viendo, y  al mismo tiempo, quería sentirse útil. En el fondo, sabía que  algo terrible había sucedido tras la conversación con Danzou para hacerlo reaccionar así.  Le daba miedo preguntar, pero más aún, le daba miedo decirle alguna palabra de ánimo, ya que desconocía por lo que estaba pasando Sai. Lo único que le impidió seguir pensando de esa forma, fue el continuo sollozo del artista. Esto comenzaba a inquietarlo tanto que se decidió por hacer algo de una buena vez. Tragó saliva y se agachó para abrazar a su amigo con fuerza. Parecía que su intención era dejarlo inmóvil. No dejaba de abrazarlo aferrándose a su cuerpo. Lentamente apoyó su cabeza sobre la espalda de su amigo.

—Sai. — dijo el menor con la voz quebrada. —Si puedo hacer algo por ti para que dejes de estar triste, dímelo. — añadió cerrando sus ojos.

El azabache abrió sus ojos y sintió el apoyo que le brindaba el menor. Se  secó las lágrimas e intentó sonreír. No todo estaba perdido si Sasori estaba ahí. Fue en ese momento que sintió que ese pequeño pelirrojo era el ser humano más gentil y benévolo que había conocido.

Se acomodó para poder verle el rostro. Ambos seguían apoyando sus rodillas sobre el suelo. Cuando estuvieron frente a frente se  miraron a los ojos y luego Sasori le dio un abrazo, acomodando su mejilla en el pecho del mayor.

—Sigue así y verás que de apoco comienzo a recuperarme. — dijo Sai con un tono de voz apagado.

Seguía triste, pero sin duda esa muestra de afecto era lo que más necesitaba para no sentirse completamente solo. Su mente se había despejado un poco más después de toda la angustia y confusión liberada hace unos minutos atrás. Ahora necesitaba dejar de lado su rabieta y pensar con la razón a pesar de que le sería muy complicado volver a ser como antes.

De pronto, el pelirrojo sintió que el corazón de Sai comenzaba a latir más fuerza. Supo en seguida que él debía ser esa fortaleza que ayudaría al artista  a ponerse de pie.

—No te preocupes, yo estaré siempre contigo. — dijo el menor antes de morderse el labio inferior para evitar llorar debido a que no quería demostrarse tan vulnerable. Debía ser fuerte para Sai.

—Gracias, Sasori. — le dijo el azabache acariciando la cabellera del menor.

El artista sintió la suave textura de su cabello y luego con las yemas de sus dedos tocó el cuero cabelludo del pelirrojo. Comenzó a masajearlo para que se relajara un poco, ya que sentía lo tenso que se encontraba en esos momentos. Sasori se ruborizó de inmediato al sentir la punta de los dedos sobre su cabeza. Además por el hecho de estar tanto tiempo en contacto con el mayor,  le dio un poco de vergüenza.

 

En otro lugar del pueblo, Matsuri conversaba con Gaara en un lugar muy apartado del colegio. La joven tenía miedo de exigirle que le diera una explicación, pero aun así se armó de valor para pedírselo. Este notó la preocupación de la joven, sin embargo no pensaba explicarle el asunto. Su más grande secreto lo sabían unas cuantas personas y el solo hecho de contárselo a alguien era algo chocante para él y para el oyente.

—Matsuri, no es bueno meterse en asuntos ajenos. — le dijo el pelirrojo   seriamente.

—Pero, ¿Tú sabes cómo está Sai? — preguntó la muchacha frunciendo el ceño. —El día en que me fui del Instituto él seguía confundido y eso fue hace muy poco. Lo podrías dejar más tranquilo si le explicarás la razón por la cual lo dejaste. Se encuentra muy mal de salud. Ha bajado de peso, no se preocupa de su salud…

—Sai. — susurró el pelirrojo bajando la mirada. —Ese no es mi problema.  — añadió dándose media vuelta.

— ¿Tanto te cuesta dar una explicación razonable? — preguntó la chica viendo cómo se alejaba del lugar. La joven comenzaba a impacientarse. Hace un tiempo atrás había intentado hablar con Gaara sobre el tema sutilmente, pero no había conseguido nada. Ahora estaba decidida a entender lo que le sucedía. Corrió tras él y lo encaró nuevamente.  — ¡Tú, Gaara! — exclamó con la voz temblorosa. — ¡Eres un cobarde! —añadió con más seguridad y dándole una cachetada.

El pelirrojo abrió sus ojos a más no poder y se quedó callado por unos segundos.

Él  había golpeado a Sai de la misma forma, pero más violenta el día que lo dejó. Tan solo lo hizo porque estaba desesperado en ese momento.

Ahora él se encontraba en el lugar de Sai. Sentía el calor que había provocado esa cachetada y veía los ojos llorosos de la joven. Nunca se hubiera imaginado que esa joven tan débil podía tener la mirada de una guerrera. Notó también la desesperación de su acto. Bien sabía que Sai era una persona importante para él y entendía su preocupación. Para él, Sai también era importante, pero no lo demostraba con hechos tan evidentes. 

—Matsuri. — le dijo mirándola fijamente.

Se había resignado a seguir encerrado en su mundo. Con la llegada de su sobrina había intentado olvidar a Sai para vivir una vida más tranquila, sin embargo, le atormentaba pensar cómo se encontraría. Tantas promesas rotas, momentos inolvidables y nuevos sentimientos que vivió con él no era menor. Sai era una persona muy importante en su vida y lo había dejado de lado de la peor forma. Parecía que había llegado el momento de enfrentar la realidad.

—Mi vida será arruinada si me quedo con él. — dijo Gaara.

— ¿Por qué dices eso? — preguntó incrédula.

—Porque Danzou se encargaría de hacerlo. — respondió enojado.

— ¿El señor Danzou está detrás de todo esto? — preguntó la joven asustada.

—Él arruinó mi vida. — respondió Gaara con la voz temblorosa. Se le vino a la mente la escena donde Sai lo esperaba con una sonrisa en los labios. Parecía tan feliz e inocente esa tarde bajo el árbol. Se le veía apuesto, bien arreglado y hasta sus ojos los tenía lleno de brillo. —Si no hubiera nacido mi sobrina ese día, hubiese preferido estar muerto.

—No digas eso. — dijo la joven mirándolo con tristeza. — ¿Qué fue lo que hizo? — preguntó sin esperar una respuesta. —Yo buscaré una forma de hacerle saber a Sai lo que sucedió sin que se entere el señor Danzou. Ya verás que entenderá. — dijo la muchacha angustiada.

—Es complicado. — respondió el pelirrojo. —No puedo contárselo a nadie. Y si Sai se entera no sé si cambiará algo. Danzou parece que lo tenía todo muy bien planeado, así que no hagas nada. No quiero tener problemas.

Matsuri suspiró cuando Gaara terminó de hablar e intentó darle un poco de ánimo. Le preguntó si tenía algún recado para Sai porque ella podría arreglárselas para comunicarse con él sin que Danzou se entere. Su respuesta fue negativa y se marchó. Durante la salida, el pelirrojo le pasó discretamente un pequeño papel en sus manos y se marchó sin decirle nada. El papel decía: “Cuidado con los autos negros. Danzou tiene oídos en todos lados. Esta noche en la tienda de abarrotes que está al lado del “Ichiraku Ramen”. Siete en un punto, no faltes”.

La joven leyó el mensaje una vez que tomó asiento en el autobús con una de sus amigas. Vio que Gaara se fue caminando y luego miró por su ventana la cercanía de los dos edificios: el colegio Konoha y el Instituto ANBU.  Si no fuera por esa muralla de piedra y fierro, sería muy fácil pasar al otro lado. Luego observó discretamente si había algún automóvil negro, solo vio uno y muy grande que parecía tener una antena en el techo.

 

A esas horas, en el Instituto ANBU, Danzou se encontraba al interior de un automóvil. Se había cambiado de túnica para ir a visitar a Sarutobi. En vez de andar solo de blanco y negro, optó por una túnica completamente negra. Cualquiera diría que estaba vestido para un funeral.

El trayecto fue silencioso desde que salió del Instituto hasta llegar al hospital de Konoha. Ni si quiera se animó a iniciar una conversación con su chofer o con la enfermera encargada de cuidar a Sarutobi. El director del Instituto caminó lentamente por los pasillos haciendo sonar su bastón. Seguía de cerca a la enferma quien lo guiaba hasta la habitación de su viejo amigo y rival. El trabajador de Danzou iba a unos pasos detrás. Cuando finalmente llegaron a la habitación donde se encontraba el gobernador de Konoha, Danzou hizo un ademán para indicar que quería entrar solo. Fue así, que los otros se apartaron y vieron como el anciano, entró y cerró la puerta.

Lo primero que vio fue las paredes de la habitación. Eran blancas, al igual que el suelo. La cama también era blanca, tenía un pequeño velador al lado. Y sobre este mueble, había flores naturales puestas en un jarrón. Luego vio una silla que se encontraba cerca de la cama y fue a sentarse para descansar.

Le pareció extraño que la cama estuviese desordenada, pero más extraño era que no veía a Sarutobi en la habitación. Por un momento pensó que estaba escondido. Pero luego se dio cuenta que era imposible, ya que el bulto que había debajo de las sábanas, era demasiado pequeño para corresponder al cuerpo de una persona. Miró hacia una puerta del fondo de la habitación. Pasaron unos pocos segundos para que esta puerta se abriera y apareciera Sarutobi caminando lentamente. Casi sin energía. Tenía la mirada cansada, la respiración agitada y hasta parecía quejarse por cada paso. Cuando se dio cuenta de la presencia del director se apresuró en llegar a la cama y acostarse.

—Danzou, Danzou Shimura. — dijo Sarutobi acomodándose la bata blanca que traía puesta. Tuvo que tomar un poco de aire para seguir hablando. —Me alegra que hayas venido.

Dicho eso el viejo frunció el ceño y miró con mayor atención el rostro de Sarutobi.

—Nunca te había visto tan mal, pareces un fantasma. — bromeó Danzou sonriendo con maldad. —Siempre que me topaba contigo, te decía que dejaras de fumar. Debo suponer que el tabaco te ha dejado así.  

—De algo hay que morir. — dijo Sarutobi en voz baja y bajando los hombros.  —Si hay algo que extraño desde que entré al hospital, es mi pipa. Me prohibieron fumar en el hospital, ¿puedes creer eso?

—Claro. Eso te hace mal. — respondió el mayor.

—Mi último deseo en esta vida es probar, una vez más, el tabaco. — dijo cerrando sus ojos.

—Puedes pedirle a tu hijo que te traiga tu pipa algún día de estos. Al parecer lo tuyo no es tan grave.

—No lo sé, Danzou. Ahora estoy bien, pero puedo asegurarte que no me queda mucho tiempo de vida. Mi fin está cerca y quería conversar contigo.

— Bien, hablemos de lo que quieras. — dijo Danzou molesto y buscando su reloj de pulsera. Luego de arremangarse la tela para ver la hora, volteó a mirar al hombre que estaba acostado sobre la cama.

—Eres unos de los pocos exalumnos del Instituto de la primera generación que sigue viviendo en el pueblo. Los demás están haciendo sus vidas en otros lados. ¿Sabes?, yo te considero un buen amigo.

Danzou levantó una ceja al escuchar con atención lo que seguía conversando el mayor. Él también lo consideraba un amigo, pero además de eso, era su eterno rival y hasta sentía odio hacia él. Le daba rabia escucharlo, y pocas veces sentía que el lazo que tenía con él era una amistad de toda la vida. Más bien era una eterna rivalidad que parecía estar por acabar.

El viejo Sarutobi se veía muy animado al contarle varias anécdotas a Danzou. Parecía que eso lo mantenía con un poco de vida. En ocasiones, se emocionaba tanto que le venía un poco de tos cuando intentaba reírse. Una tos seca que parecía quitarle todo el aire y energía.

—Recuerdo ese día que me dieron un premio al mejor alumno del Instituto. A veces pienso, y estoy seguro, que tú debiste haberlo ganado. Yo ni si quiera ayudé a construir ese edificio. Solo fui un día a ayudar a mi padre. No como tú, Danzou. Yo siempre veía que estabas trabajando en la construcción. Eras muy maduro para tu edad. Todos los niños querían jugar, pero tú insistías en trabajar. Tu piel era blanca y se volvió morena por el arduo trabajo bajo el sol. Además también ayudabas a tu madre en el campo.

—Siempre quise lo mejor para este pueblo. — comentó el director bajando la mirada y arrugando su cara al hacer una expresión que denotaba amargura.

—Danzou, ¿Recuerdas cuando me preguntaron cuál era mi sueño? — preguntó Sarutobi con una voz firme.

—Lo recuerdo perfectamente. — respondió el viejo apretando el apoya brazos de la silla con sus manos. —Recuerdo también tu respuesta. Querías ser gobernador de Konoha. Y lo lograste…

—Es algo raro cuando cumples un sueño que anhelas demasiado. Es como si ya no quisieras hacer nada más. A estas alturas de mi vida, no se me ocurre otro propósito que realmente valga la pena y que me haga sentir vivo. Tú, en cambio, logras todo lo que te propones, pero al mismo tiempo siempre buscas superarte. Todavía tienes muchos años más para poder cumplir tus metas. He notado tu felicidad  cada vez que en el titular del periódico aparece el nombre del Instituto mencionando algún logro. Ese chico artista que lo mantienes en el anonimato es realmente talentoso y en gran parte se debe a tu enseñanza. ¿Sabes, Danzou? Una de las cualidades que más me llamó la atención, fue tu ambición. Eras una persona que siempre estaba ocupaba haciendo algo. Siempre querías llegar muy lejos, y has logrado cosas asombrosas. Debo confesarte, que te tengo un poco de envidia.

 

El viejo quedó atónito al escuchar lo que parecían ser las últimas palabras de Sarutobi. Se había quedado sin palabras por esto último y hasta por un momento pensó que se estaba burlando de él. Frunció el ceño confundido y lo miró como pidiéndole que continuara la conversación.

—Hablo en serio, Danzou. No me mires así. Parece como si estuvieras mirando a tu peor enemigo. — dijo el anciano sonriendo. —Siempre he pensado que eres genial, por eso quise copiarte el sueño cuando éramos muy jóvenes.

Hubo un silencio tras esas palabras. El director ahora parecía realmente sorprendido. Por primera vez escuchaba de la boca de su amigo que el sueño de ser gobernador de Konoha era su sueño robado. Fue en ese instante, que recordó el día de su graduación, cuando todos estaban bien formados y Sarutobi hablaba frente a los presentes durante esa ceremonia. La directora de aquel entonces, le había preguntado sobre su sueño, y este, luego de mirar a Danzou entre todos sus compañeros, recordó la vez, que el joven Shimura le había comentado que quería ser el gobernador de Konoha y mantener la paz en el pueblo. Ese sueño se lo había comentado en una de las tantas charlas que tuvieron durante el tiempo que estuvieron estudiando.

 Todos esos recuerdos iban y venían en su mente.

—Debo agregar, que en mi vida jamás había conocido una persona que supiera enfrentar una vida tan difícil. Dios ha sido bastante jodido contigo, pero has sabido responder bien. Siempre has sido mi ejemplo a seguir y hasta el día de hoy, creo que jamás pude acercarme un poco a los logros que has hecho en toda tu vida.

—No. — pensó en voz alta. —No deberías admirarme, tú no. — añadió Danzou sin atreverse a mirar los ojos de su antiguo compañero.

— ¡Vamos, no seas tan modesto! — exclamó el mayor.

—No me admires, Sarutobi. — respondió Danzou cerrándole los ojos y quedando en silencio por varios segundos. Tuvo un poco de miedo de seguir hablando. Luego de haber pasado casi un minuto de silencio en esa habitación, levantó un poco la cabeza, y abrió sus ojos. Miró   fijamente al gobernador de Konoha. —He fallado en algo muy importante. — añadió con temor.

—La vida siempre da segundas oportunidades. Toma el camino correcto mientras tengas tiempo, Danzou. No todo estará perdido si realmente demuestras arrepentimiento. — dijo el agonizante hombre sonriéndole amablemente. —Sé que en el fondo, eres una buena persona, Danzou. Gracias por ser un buen amigo. — añadió con su último aliento.

—“Ya basta.” — murmuró el hombre comenzando a sentirse miserable. Los ojos de Sarutobi cada vez se apagaban más. Llegó un punto en que Danzou quería contarle todos sus pecados, pensando que, de esa forma, se podía liberar de la culpa que comenzaba a inquietarlo. Cuando se decidió a dirigirle nuevamente la palabra, y contar todas las atrocidades que había hecho con Sai, vio el rostro sin expresión de su amigo. Sintió que no respiraba y que además, tenía la mirada perdida hacia donde él estaba. Todavía no parecía muerto, pero era obvio que su cuerpo ya no tenía vida.

 

 

Continuará…

Notas finales:

¡AL FIN! Crean o no, cada vez que estoy más cercal del final de la historia se me hace más pesado terminar de redactar un capítulo. (Y más aún, mi intento de "betear"). 

Léanme por favor. ¡Hoy estoy de cumpleaños! (03.03)

No les diré mi edad porque me siento una viejita :'( Me encantaría recibir reviews  - ya saben, como regalín de cumpleaños. - Solo les pido eso. Me harán muy muy feliz <3

Ojalá les haya gustado el capítulo. 

Saludos

 

 

PD: Hijo mío, ayer estuviste de cumpleaños. -02.03- No creas que me olvidé...Bueno, te iba a saludar antes de las doce, pero se me fue DX pasó la hora volando... ¡Feliz cumpleaños, hijo mío! Ya sabes que piscis es el mejor signo del zodiaco jejeje. Espero que lo hayas pasado bien. 

 

 


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