Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mundo corrompido por PalomaNegra

[Reviews - 264]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo XXX: Libres

 

Era medio día, cuando a las afueras del edificio donde se alojaban los alumnos del Instituto ANBU, comenzaron a escucharse unos gritos muy fuertes que provenían de una mujer.

Era Matsuri que se encontraba forcejeando a uno de los guardias.

— ¡Ya suéltame! ¡Me iré sola, conozco la salida! – decía la muchacha de ojos castaños.

—Usted no debería estar aquí, señorita. Este es el alojamiento de los hombres. Además tengo entendido que usted no pertenece a este Instituto. Su permanencia fue temporal. – le decía el guardia casi arrastrado a la joven hasta la entrada principal.

— ¡Solo venía a saludar a mis amigos! – se quejaba Matsuri mirándolo enojada. — ¡No tiene por qué tratarme así!

—Me extraña que no sepa las reglas del lugar después de haber estado un tiempo en este Instituto. En primer lugar, las alumnas  tienen prohibida la entrada a este edificio y segundo, solo los familiares director pueden pasar con el permiso correspondiente. Usted pasó sin permiso y sigilosamente. Lo cual la hace muy sospechosa. Si el señor Danzou estuviese mirando las cámaras de seguridad en estos momentos, de seguro se metería en grandes problemas. Así que le pido que por favor, se retire lo antes posible y así los dos nos evitamos problemas. – dijo el guardia abriendo el portón y haciendo un ademán para dar a entender a la joven que debía salir.

La muchacha infló sus mejillas y salió del Instituto muy molesta. Tras alejarse varios metros del lugar, su semblante cambió drásticamente. Suspiró y luego sonrió. Había logrado su cometido. Un pequeño favor que le había pedido Gaara.

 

Mientras tanto, a varios kilómetros del Instituto, en el antiguo templo se vivía una tensa conversación entre director y alumno. Sai debía dar una respuesta. Perdonar o no perdonar a Danzou. La primera respuesta que su mente le daba era un gran no. Pero luego se ponía a pensar detenidamente si debía ser tan frío con él. ¿Realmente estaría bien actuar con tanta frialdad como él siempre lo había sido con él? No sabía si ponerse a su nivel sería un acto de maldad o si sería un acto inmaduro. Tal vez solo por eso dudaba de su respuesta. Entre tanto pensamiento que pasaba por su mente, llegó un momento en que  quedó con la mirada perdida hacia la pared. Ignoró por completo el hecho de que Danzou estaba arrodillado en el suelo suplicándole perdón.

El anciano había pasado menos de diez segundos en el suelo, diez segundos que habían sido eternos, cuando de pronto, comenzó a sentir un fuerte dolor en su pecho. Le costaba respirar y perdía fuerzas con cada segundo que pasaba. Sai despertó nuevamente y notó que el viejo estaba sufriendo en el suelo. Se asustó muchísimo y se agachó a ayudarlo.

— ¡Señor Danzou! – exclamó Sai intentando sentar al mayor.

—Sai, aun no quiero morir. – dijo el viejo apretando con fuerza el brazo de su alumno.

La mano le temblaba y sus ojos parecían transmitir miedo. Su rostro había cambiado totalmente desde que empezó a sufrir esos dolores. Le costaba respirar y de pronto comenzó a sentir fuertes mareos.

—Iré a buscar ayuda. – dijo Sai acomodándolo al pie de una banca.

Danzou se tomaba el pecho y luchaba por seguir respirando. Miraba una estatua de la virgen que la iluminaban unos rayos del sol. Por un instante pensó en rezar, sin embargo, antes de que se decidiera a hacerlo, su vista se nubló y  lo siguiente que vio fueron escenas donde todo se movía hacia los lados. En primer lugar, Sai se aparecía con el chofer y lo llevaban al automóvil.  Luego veía el paisaje de los hermosos prados de la ciudad de Konoha. Después  veía la ciudad con unos cuantos habitantes caminando por la calle. Casi al final, logró ver  el único y antiguo hospital que existía en el pueblo. Allí dentro había una mujer rubia que hacía muchas preguntas y lo miraba seriamente. La siguiente escena se fue a negro.

En la sala de espera de hospital, Sai estaba sentado al lado del chofer. Este tomaba una taza de café y veía su reloj cada cinco minutos.

—Joven, Sai. – dijo el hombre sacando sus lentes de sol y guardándolos en un bolsillo. El muchacho volteó a mirarlo. — ¿Le molesta si desaparezco por unos minutos? Debo cargar el estanque con gasolina.

—Vaya con calma, yo estaré esperando aquí el diagnostico de la doctora. – respondió el artista cruzando sus dedos.

Aunque no lo parecía, el muchacho estaba muy nervioso. Nunca había pensando que el señor Danzou estaría tan cerca de la muerta ante sus ojos. Por más odio que sentía por él, no podía dejarlo abandonado en el templo. En esos momentos sintió compasión por el anciano. Él no tenía familia. No tenía hijos, esposa, hermanos, primos. Parecía que estaba tan solo como él.

Llegó un momento en que la espera se volvió tan irritante que comenzó a rascarse las manos, a tal punto, que comenzó a hacerse heridas. De pronto, una mano azotó con fuerza sus dedos. Se sobresaltó y miró hacia arriba. Era Shin que lo miraba con desaprobación.

—No hagas eso, te haces daño. – dijo el muchacho de cabello gris con enojo y luego dedicándole una dulce sonrisa.

—S-Shin. – decía Sai sin creer que su hermano mayor estuviese con vida y le estuviese hablando en ese instante. Le era una sensación muy extraña verlo tan grande, sano y feliz. Ese día había tenido  muchas emociones al límite y no sabía si podría seguir aguantado. Quería un poco de calma. —Siento que me voy a derrumbar. – murmuró bajando la mirada.

—No digas eso, Sai. Este tipo de situaciones ponen a prueba tu fortaleza. Estás a un paso de convertirte en un adulto así que sigue luchando. – dijo el mayor tocándole el hombro. 

—Siento que me dará una crisis nerviosa en cualquier momento. – respondió Sai con un nudo en la garganta. Respiró profundamente, y tras pensarlo por unos segundos, se puso de pie para estar de frente con su hermano y poder observarlo a los ojos. — ¿En verdad eres Shin? – preguntó con la voz temblorosa. Al observar con detención esos oscuros ojos  supo en seguida que se trataba de él. Se le humedeció la mirada y sintió una sensación de alegría y pena inmensa.

—Sí, soy tu hermano. – le dijo desordenándole el cabello. —Soy tu familia.

El artista rompió en llanto y sonrió de felicidad. Finalmente se convencía de que esa persona, a pesar de no compartir un lazo de sangre, su hermano y lo más cercano que tenía de familia. En otras palabras, era parte de su historia y de sus recuerdos.

—Sai, tengo tantas cosas que contarte. – dijo Shin dándole unas cuantas palmadas en la espalda a su hermano menor que seguía llorando.

Varias veces el joven azabache intentó decir algunas palabras, pero le costaba hablar por la emoción. Después de un rato, Shin comenzó a acariciar el cabello del menor. Sai parecía estar más tranquilo.

— Yo también. Tenemos que juntarnos a conversar, siempre estoy en el Instituto, así que solo anda a visitarme cualquier día de estos.

—Claro, iré a verte, pero antes, preferiría saber qué pasará  con Danzou. No confío mucho en él. – le dijo el joven de cabello gris.

— ¿Eh? ¿Cómo te enteraste sobre lo de Danzou?

—Las noticias malas llegan rápido, supongo.

—Entiendo. – dijo Sai limpiándose los ojos y sentándose en una de las sillas de la sala de espera.

Shin se sentó a su lado y observó el rostro de preocupación de Sai. Era obvio que había pasado por situaciones muy extremas para que tuviera ese rostro más pálido de lo normal y esos ojos tan cansados. Pero no entendía por qué se encontraba tan delgado.

—Te noto muy flaco. Deberías comer algo. Si quieres te invito a comer. Es casi la hora del almuerzo. – dijo Shin sonriéndole.

—No, gracias, primero quiero saber los resultados. – respondió Sai serenamente. El joven de cabello gris suspiró y sacó una revista para hojearla.

—Bien, haré hora contigo. – comentó antes de ponerse a leer un par de artículos.

Pasaron un par de minutos cuando una mujer de cabello rubio salió de la sala de urgencias. Sus ojos eran castaños y vestía encima de toda su ropa, una larga bata blanca. Sus zapatos tenían un taco considerable que disimulaba su baja estatura. Miró hacia todos lados y tras divisar a Sai, se acercó a él.

—Está estable. – dijo la mujer secándose el sudor de la frente. — Tuvo un preinfarto. Lo daremos de alta en unos momentos. Las causas deben haber sido por su mala alimentación y por un estilo poco saludable que ha tenido durante  estas semanas. – tras decir eso, los dos jóvenes sintieron un poco de alivio.

—Desde la muerte de Sarutobi que ha estado así. Al parecer le importaba mucho. – dijo Sai.

—Era su amigo de toda la vida. No muchos pueden hacer durar una amistad por tantos años. – comentó la mujer sonriendo. —Debe estar pasando por una etapa de depresión.

—Entonces si está por salir, mejor me iré. No quiero causar problemas al director, después de todo, su corazón debe estar debilitado. – dijo Shin poniéndose de pie y dejando la revista en un mesón.

—Disculpa, no te había visto antes. ¿Eres algún conocido de Danzou? – preguntó la rubia observándolo de pies a cabeza.

—Fui un alumno de Instituto ANBU por un tiempo. Pero digamos que las cosas no terminaron bien. Así que prefiero ahorrarles los problemas e irme.

—Eres muy considerado. – dijo la mujer sonriéndole insegura sin entender a lo que se refería.

Shin se puso de pie, y tras despedirse de la doctora y de su hermano, partió hacia el hostal donde se alojaba por esos días, ya que estaba pronto a comprar una casa en ese pueblo.

 

Luego de unos minutos apareció Danzou en una silla de ruedas. Sai se alegró por dentro de que estuviese vivo, pero no pudo sonreír ya que no era algo que le naciera  y tampoco era algo que quería fingir.

En el camino de regreso al Instituto, nadie habló. Danzou solo se despidió cuando Sai estaba bajando del automóvil y aprovechó de decirle que fuera a visitarlo en una semana más para saber la respuesta a sus disculpas.

—Recuerda que eres libre. – dijo el anciano seriamente unos segundos antes de que el artista cerrara la puerta.

Sai regresó a su habitación para descansar. El día había sido muy agitado para él y lo único que quería era relajarse un rato. Al entrar, fue directo a su cama. Se recostó boca abajo y metió sus manos bajo la almohada.

A pesar de su cansancio, no logró dormir y de apoco se fue moviendo de un lado a otro. En un momento se sobresaltó al sentir una extraña textura que había debajo de su almohada. No parecía la textura de algún cojín que estuviese acomodado por ahí, tampoco eran las sábanas, y tampoco era el  cobertor. Se sentó sobre el colchón y sacó la almohada que tenía encima de sus manos. Vio un pequeño trozo de género acolchado de color café. Lo tomó y lo jaló hacia él.

Se paralizó cuando descubrió que se trataba de un muñeco de felpa. Y no cualquier muñeco de felpa, sino el oso de peluche de Gaara. Él mismo que su madre le había hecho antes de morir. Él único recuerdo de ella.

— ¿Por qué? – se preguntó Sai con un poco de miedo. No sabía cómo había llegado ahí y tampoco sabía por qué el recuerdo más preciado del pelirrojo lo tenía él.

Tras observarlo por un instante, vio que había una nota amarrada a una de las patas del peluche. Tomó el papel y lo desplegó: “Gaara me ha pedido que te trajera esto. Me dijo que desde ahora, era tuyo. Matsuri.”

Sai volvió a mirar el viejo oso de felpa y sonrió con la vista cansada. Tomó el peluche y tras asegurarse que estaba completamente solo en esa habitación lo abrazó fuertemente.

—Todavía me aprecia. – decía en voz alta sonriendo en tanto sus mejillas comenzaban a tomar color.

 

En otro lugar del pueblo, el pelirrojo se encontraba inquieto caminando de un lado a otro. Tenía el bebé de Temari en sus brazos y lo alimentaba con un biberón.

—A esta hora Sai lo habrá visto, ya ha pasado mucho tiempo desde que Matsuri me avisó que lo dejó en su habitación, así que debo suponer que ahora solo me queda hablar con él. ¿Cómo empiezo? – le hablaba a la pequeña que tenía en brazos con una expresión de preocupación. Hacía tiempo que ese bebé lo consideraba como su confidente y podía estar varios minutos contándole todo lo que pensaba.

De pronto apareció Temari vistiendo un pijama color rosa. Andaba un poco despeinada y caminó pesadamente hasta sentarse cerca de su hermano.

Gaara intentó ocultar su nerviosismo e intentó sonreír y luego hacer como que miraba hacia un lado.

— ¿Qué te sucede, hermano? – preguntó la joven madre cruzándose de brazos.

—Nada especial.- respondió con un tono más calmado, pero con su corazón latiendo rápidamente.

—No me logras engañar. – dijo la rubia haciendo una mueca expresando su inconformidad con la respuesta.

Gaara miró fijamente los ojos de su hermana y luego bajó su vista hacia el suelo. Pareció que sus hombros también bajaron.

—Es sobre Sai.- respondió triste el pelirrojo.

— ¿¡Eh!? – exclamó la mujer sorprendida al escuchar ese nombre. —Al fin lo mencionas, tantas veces te pregunté por él durante estos últimos meses y siempre me ignorabas. ¿Qué pasa con Sai? ¿Se encuentra bien?

—No lo sé. – respondió sin ánimo. —No sé nada de él. Y estaba pensando que pronto deberé aclarar las cosas. Contarle sobre mi padre y  lo que pasó hace  unos años atrás.

—Pero. – dijo Temari entrecerrando sus ojos. — ¿No sería mejor intentar olvidar ese hecho? Ni Kankuro ni yo seríamos capaces de mencionárselo a alguien. Es un secreto de familia.

—Si no se lo cuento, seguiré distanciado de él. Quiero dejar todo muy claro y no seguir huyendo. – contestó firmemente sentándose al lado de su hermana. —Él es. – dijo solo moviendo sus labios. —“Muy importante para mí”- pensó antes de suspirar cansado.  

La mujer, sorprendida por la respuesta de su hermano, le sonrió de oreja a oreja y lo miró con admiración. Estos gestos eran prueba de que Temari  lo estaría apoyando  independiente del resultado de la conversación que tuviera con Sai.

 

A unos kilómetros de ahí, Sai, que seguía acostado en su cama abrazando el oso de peluche de Gaara,  recordó las palabras que escuchó de Danzou antes de marcharse a su casa.

“Eres libre”

Su libertad la tenía después de tanto tiempo y podía hacer lo que quisiera. Supo que ese instante era para ir donde Gaara y decirle acerca de sus sentimientos. Él sabía sobre su pasado, y ya lo había asumido. Era ilógico pensar que Gaara era la misma persona que actúo deliberadamente hace varios años atrás. Sabía que su forma fría y distanciada de ser era por el poco afecto que recibió durante su niñez. Y hasta hace poco, cuando por fin comenzó a experimentar un poco de amor en su vida, había cambiando totalmente. No quería echar a perder esa relación por culpa de algo tan puntual que le había sucedió a Gaara. Cuando salió de su habitación, había eliminado cualquier prejuicio sobre el actuar del pelirrojo.

Al momento de llegar al primer piso del edificio donde vivía, comenzó a correr. Sasori iba caminando por el patio cuando observó a Sai correr velozmente hacia la salida.

— ¿Hacia dónde vas? – preguntó el niño a gritos.

— ¡Iré a hablar con Gaara! ¡Quiero aclarar las cosas! – le respondió gritando.

— ¡Éxito! – volvió a gritar Sasori alzando su puño hacia arriba.

Sai le sonrió  y siguió corriendo. Tras salir del Instituto, comenzó a correr por la orilla del camino hasta llegar al pueblo. Su respiración estaba agitada y comenzaba a sentir que todo su cuerpo se calentaba. Al llegar a la casa de Gaara, golpeó la puerta con fuerza y gritó el nombre del pelirrojo varias veces.

Temari abrió la puerta rápidamente y le indicó que guardara silencio, ya que su hija estaba tomando una siesta.

Sai se disculpó avergonzado y preguntó si podía hablar con Gaara en otro lado. La rubia le sonrió y dijo que lo llamaría. Tras eso, le dijo lo mucho que extrañaba que se juntara con su hermano y luego lo invitó a pasar. El azabache insistió en quedarse afuera a esperarlo, convenciendo a la rubia de inmediato.

Fue así, que Gaara apareció después de un rato. Vestía un polerón verde, unos jeans y zapatillas deportivas. Cerró la puerta de su casa y saludo fríamente a Sai. Aun así, parte de él se sentía emocionado de volver a verlo. Más aún porque lo notaba más guapo de lo normal. De seguro se trataba de la camisa, los pantalones hechos a la medida y los mocasines que llevaba Sai que le daban un aire más formal y maduro.

Tras el corto saludo, caminaron hasta un parque que quedaba cerca de su casa y se detuvieron frente a una fuente de agua. En el camino, habían   conversado como si nada. Los dos parecían muy tranquilos. Incluso Gaara que bien sabía su prohibición de juntarse con Sai, pero que en ese rato, poco le importaba desobedecer las reglas.

—El señor Danzou está delicado de salud. – dijo el artista observando el correr del agua. — Ya no va a interferir más en nuestras vidas. – añadió con un tono más sereno. Gaara se quedó callado por un par de segundos intentando comprender el  significado de esa frase.

— ¿Tú crees? – preguntó el pelirrojo mirando fijamente el rostro del joven de cabello azabache.

—Él me dio a entender eso. – respondió bajando la mirada. — Además, me confesó que había hablado contigo para que me abandonaras…Y eso que yo siempre pensé que me dejaste porque no te agradaba la idea de estar conmigo.

Gaara abrió los ojos a más no poder y comenzaron a temblarle los labios. Olvidó por completo lo último que había dicho Sai, ya que lo encontraba totalmente absurdo. Era imposible que a él le llegara a desagradar su presencia o compañía. El tema era qué tanto había hablado con Danzou durante ese rato.

— ¿Te mencionó algo sobre mí? ¿Sobre mi pasado? – preguntó con miedo y comenzando a sentir una horrible presión en su pecho. Sabía que si no se lo había contado, sería en ese momento en que él mismo le contaría lo sucedido. 

Hubo un silencio que se prolongó por más de un minuto. Sai no sabía qué responder a eso. Por supuesto que Danzou le había mencionado parte del oscuro pasado de Gaara, pero eso se lo había contado hace bastante tiempo atrás. El artista tenía una expresión tan ambigua, que el pelirrojo no lograba descifrar con exactitud lo que quería transmitir.  

—Sai, no sé qué te habrá dicho Danzou, pero yo te contaré mi versión. Te contaré todo sobre mi pasado…– decía el joven de ojos verdes comenzando a sentir un nudo en la garganta, con cada palabra que decía se le apagaba la voz. Intentó respirar profundamente para calmarse, pero lo único que conseguía era sentir más presión. Cerró sus ojos para intentar revivir esos momentos de angustias en los cuales solía vivir de pequeño. Sentía hinchazón en la zona de sus ojos y una horrible sensación de angustia en su pecho. 

— ¡No Gaara! – exclamó Sai observando que el pelirrojo parecía estar a punto de colapsar. Le tomó la mano con fuerza y la acarició. —El señor Danzou me habló de tu pasado,  ¡No es necesario que lo recuerdes!

Gaara quedó paralizado al enterarse de que Sai lo sabía todo. No quería verlo a los ojos. Se sentía sucio y culpable que alguien tan bueno como él lo estuviese tocando. Quiso soltarse, pero no pudo. No encontró fuerzas para hacerlo, o más bien, no quería alejarse de él. El artista se acercó aun más y lo rodeó con sus brazos.

—No tuviste la culpa, Gaara. – le susurró al oído. —Olvida todo y volvamos a estar juntos. – añadió besándole la frente y haciéndole cariño en la cabeza para tranquilizarlo.

El pelirrojo sentía que toda su piel se erizaba con cada acción del azabache. Y eso, sumado a las dulces palabras de Sai, eran suficiente para sentir una agradable sensación de alivio dentro de su cuerpo.  Recién en ese momento correspondió al abrazo.

Así permanecieron durante un largo rato, para luego, caminar lentamente hacia un lugar más escondido dentro del parque. Se sentaron bajo un árbol, uno al lado del otro. A esa hora del día, el sol calentaba, pero el aire se sentía un poco frío. Las horas fueron pasando, y se mantuvieron sentados en el parque observando el cielo en  silencio. Ninguno tenía la necesidad de conversar. Ambos querían un rato de calma y reflexión, después de todo, ese  día había sido demasiado agitado.  Cuando comenzó anochecer, se pusieron de pie, casi de forma simultánea y regresaron a sus respectivas casas, no sin antes ponerse de acuerdo a la hora en que se verían mañana. 

 

Al día siguiente, se encontraron a las afueras del Instituto. Los dos se notaban  más descansados y con un rostro más alegre. Caminaron juntos hasta el pueblo y tomaron desayuno en un local que se encontraba cerca de la casa de Gaara. En la mesa de al lado habían dos ancianos que también desayunaban. Uno leía el diario, y el otro le ponía azúcar a su café.

— ¿Supiste? – preguntó el viejo revolviendo el contenido de su taza con una cuchara. —El director del Instituto ANBU estuvo en el hospital, escuché que ayer le dio un ataque al corazón.

— ¿Cómo te enteraste? – preguntó el viejo sorprendido. —Aquí no dice nada sobre eso. Y es el diario de hoy.

—Ayer lo vi entrando al hospital con la ayuda de dos personas, se veía muy mal.

— ¡No te puedo creer! – exclamó el anciano bajando el periódico.

Gaara no pudo evitar escuchar la conversación y sentirse preocupado. Dejó de comer y esperó que Sai terminara su desayuno. Al momento de salir, decidieron caminar por el pueblo. Hace rato que el joven artista veía en su acompañante una rara expresión de intranquilidad.

 — ¿Qué te sucede, Gaara? – preguntó el azabache.

—Se trata de Danzou– respondió el pelirrojo metiendo sus manos en los bolsillos. —Siento que nuestra seguridad está en peligro con él estando tan cerca.

—Sobre el señor Danzou. – dijo Sai pensativo mirando el cielo. Gaara aprovechó ese momento de distracción para acercarse un poco más al artista y caminar más apegado a él. —Me pidió perdón por lo que te hizo.

— ¿Hablas en serio?– preguntó el pelirrojo sobresaltado ya que no esperaba que el anciano fuera capaz de arrepentirse de sus actos. Sai asintió con la cabeza seriamente.

—Por  poco le da un infarto de tanto esperar mi respuesta. Me dijo que en una semana fuera a su casa a conversar con él.

— ¿Y qué le dirás? – volvió a preguntar.

—Lo perdonaré. – respondió Sai sin pensarlo. Gaara pareció no estar contento con la respuesta. —Tal vez no estés de acuerdo con eso, pero es una decisión que tomé cuando me encontraba en el hospital esperando que lo dieran de alta. Es injusto que unos pocos tengan que cargar con el progreso de este pueblo a costa del sufrimiento o de alejarse de su humanidad. Danzou no lo admitió, pero él perdió parte importante de su humanidad y empatía por moldearme a su manera. Los dos sufrimos durante el proceso, así que no tengo mucho que perdonarle. Lo único que me dolió, fue el hecho de que te haya involucrado. Tal vez por eso dudé tanto en perdonarlo, pero a final de cuentas, prefiero optar por lo sano y perdonar todas las faltas para empezar desde cero.Además, sus disculpas eran sinceras.

 

Gaara iba procesando todo muy rápido y había llegado a la misma conclusión. Era mejor borrar cualquier rastro de rencor para vivir en armonía.

 

—Entiendo. – dijo el pelirrojo. —Pero entonces, si ya tienes claridad en tu respuesta, ¿no crees que es mejor ir donde él y perdonarlo? ¿Para qué esperar la semana completa?

 

—Sí, lo sé. También planeaba ir antes. Lo estuve pensando cuando desayunábamos. Aunque… - dijo Sai antes de hacer una pausa. —Podría ser mañana…

 

— ¿Tienes miedo?

 

— ¡N-no! ¿Por qué tendría miedo? – le preguntó molesto.

 

—Entonces vamos ahora, yo te acompaño. – dijo Gaara seriamente y tomándolo tímidamente de la mano. Al hacer esto, con suerte pudo agarrarle tres dedos. Los apretó fuerte y después  miró fijamente  sus ojos.

 

Sai olvidó que hace unos segundos atrás se había molestado y rápidamente sintió la fortaleza en todo su cuerpo con ese apretón de mano que le daba Gaara. Ambos caminaron hacia las afueras del pueblo, donde se encontraba la casa de Danzou. Al llegar a la puerta, el corazón de Sai comenzó latir cada vez más rápido. Su espalda  se encontraban mojada por un sudor frío y sus manos cada vez se ponían más heladas. El pelirrojo frotó  su mano sobre los dedos de Sai para darles un poco de calor.

 

—Vamos, Sai. – dijo en voz baja el joven de ojos verdes mirándolo seriamente.

 

El azabache tomó aire y con la mano que tenía libre, tocó la puerta un par de veces. Le abrió una criada que se encontraba haciendo aseo cerca del comedor. Tenía la aspiradora conectada cerca de la sala de estar.

 

—Joven Sai, buenos días. ¿Viene a ver al señor Danzou? – preguntó la mujer con una sonrisa gentil. —Él sigue delicado de salud, pero esta mañana se levantó muy temprano a tomar desayuno. Ahora se encuentra en la biblioteca.

 

Sai escuchó con atención cada palabra y luego pidió que lo dejara pasar con Gaara. La mujer no se negó, pues se trataba de un pedido del joven artista.

Una vez que ambos llegaron al pasillo del segundo piso, donde estaba la puerta que daba a la biblioteca, Gaara lo soltó de la mano, dando a entender que se quedaría esperando afuera.  Fue en ese momento en que Sai movió el picaporte y entró pidiendo permiso. Dio unos cuantos pasos, distinguiendo en seguida a  Danzou sentado sobre una silla mecedora. Este lo miraba fijamente, casi como si lo hubiese estado esperando aquella mañana.

 

—Señor Danzou, vine a darle mi respuesta. – dijo Sai un poco inseguro  con la mirada hacia el piso. —Seré breve para no quitarle tiempo y para terminar de una buena vez con todo esto. – añadió subiendo la vista y mirándolo fijamente a los ojos.

 

Danzou también lo miraba y no pestañeaba. Tenía una expresión melancólica. Sai se acercó un poco más para quedar frente a frente.

 

—Tiene mi perdón, señor Danzou. Lo perdonaré porque no quiero que viva sintiendo culpa por algo de lo que realmente está arrepentido.

 

Tras esas palabras, se quedó callado esperando  alguna reacción por parte de Danzou. Necesita escuchar algunas palabras de él para sentirse satisfecho y marcharse. Sin embargo, la respuesta no llegaba, haciendo que el silencio que había en esa habitación, se fuese prologando.

 

La mirada perdida que tenía el anciano seguía fija hacia la puerta. Parecía estar ignorando al joven que tenía al frente. El viento que entró por la ventana, sacudió el corto cabello del viejo.

 

— ¿Señor Danzou? –preguntó Sai extrañado. Esperó un par de segundos, pero el hombre no reaccionaba. Con un poco de temor, lo tomó de los hombros para moverlo. Parecía que todo su cuerpo estaba tieso. — ¿Señor Danzou? – preguntó en voz baja asustado y apoyando su oreja en el pecho del mayor. Esa era la primera vez que había estado tan cerca del anciano por tanto tiempo y jamás se le pasó por la cabeza que sería en una situación así.

 

—“Su corazón no está latiendo” – pensó Sai tapándose la boca con una de sus manos y alejándose del anciano.

 

Se quedó sentado contemplando lo que alguna vez fue su tutor. No pasó mucho tiempo  para que sus ojos se le humedecieran y se pusiera a llorar descontroladamente.

Gaara continuaba esperando afuera, sin embargo, cuando sintió los fuertes sollozos de Sai que provenían de la biblioteca, no dudó  en entrar.

 

— ¿Sai? – preguntó el pelirrojo empujando la puerta.

 

Se paralizó al ver a Danzou con los ojos abiertos observándolo desde su silla. Pero luego reaccionó al sentir el llanto de Sai. Caminó hasta el lugar donde se encontraba sentado el azabache y se agachó para quedar a la misma altura.

 

— ¿Sai? – volvió a preguntar con la intención de llamar su atención. El muchacho se sacó la mano de la boca y lo miró con tristeza.

 

—No alcancé a perdonarlo. – dijo con dificultad el joven artista  derramando lágrimas sobre sus mejillas enrojecidas.

 

Gaara tomó la mano de azabache, esta vez con seguridad, y luego le acarició el cabello.

 

—Lo importante es que tuviste el valor para hacerlo. – dijo el pelirrojo seriamente y con la mirada firme a pesar de que en su interior estaba a punto de derrumbarse. —Ahora ya no tienes de qué preocuparte, jamás volverás a sufrir solo. 

 

Sai apoyó su frente en el hombro de Gaara luego de escuchar esas palabras. Siguió llorando, pero esta vez sintiendo menos amargura.

 

Sabía que el  joven de ojos verdes no sólo se había convertido  en una parte fundamental de su existencia, sino que también se trataba de la persona indicada para sanar las heridas de su corazón.

 

 

 

 

Fin

Notas finales:

Mundo Corrompido: 07.10.2011-05.08.2014

 

Ok

Este fue  el fin. No sé si digno de este FF. (O más bien de la historia) A veces pienso que me fui por las ramas, que las personalidades resultaron poco coherentes durante la evoluciòn de los personajes... Problemas espaciales (sí, de espacios) temporales, físico de personajes... etc. Creo que en ninguna parte menciono la cicatriz de Danzou. :/ Grave error mío. 

Les seré sincera...Quedé con una extraña sensación... Pensé que estaría feiz al terminar este FF, pero no estoy feliz, tampoco muy emocionada.

Tal vez porque dije que lo subiría antes de que acabara el mes de julio. Rayos y centellas. Tendré que lanzarme a un pozo por la estúpida promesa que hice al momento de subir el penúltimo capítulo. No creo que pueda lanzarme a un pozo. (ya sé que muchos les gustaría ver eso... me incluyo) Tendría que encontrar uno primero. Difícil será encontrarlo en la ciudad.

Bien, no diré más para no aburrirlos. Y para que aprovechen su tiempo en  dejar un "review" (?) Comentarios con altura de mira, por favor. No sean tan crueles, que soy tan sensible como una mariposa.

 

Saludos y nos leemos en algún capítulo extra. (Si es que quieren satisfacer sus fantasías) --> A los que sabes  a lo que me refiero, menciónenlo en su comentario.

 

 Agradecimientos: a todos mis queridos lectores; a los que se leyeron la historia en unas horas, a los que empezaron a leerla desde que subí el FF, a los que se sumaron  después, a los que quisieron abandonar este FF, a los que comentaron algún capítulo, a los que se tomaron la molestia de poner códigos para escribir un comentario, a los que esperan ansiosos el lemon y por sobre todo, a los que siempre estuvieron pendiente de este FF <3

 También un agradecimiento especia  a Naty-sempai (?) por reunirse conmigo a discutir el final.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).