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Mundo corrompido por PalomaNegra

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Capítulo V: Ratón de laboratorio 

 

Danzou seguía mirando con seriedad al joven de cabello azabache que recién acaba de llegar. Se puso de pie segundos después de que Sai había cerrado la puerta. Caminó lentamente con la  ayuda de su bastón hasta donde se encontraba el menor. Se detuvo a medio metro de él cambiando inmediatamente su expresión. Ahora sonreía mostrando todas sus marcas en el rostro por el paso de los años.

 

—Espero que esta experiencia te sirva para renovar tu arte. Tus pinturas necesitan tomar un nuevo rumbo. Sería bueno que expresaras cada emoción que viviste en casa del director Namikaze. Me imagino que conociste cosas nuevas y viste de cerca cómo es una familia.

 

—Claro, profesor Danzou.- respondió un poco atemorizado porque la última vez que habló con él había recibido una fuerte bofetada.

 

—Y no te lo estoy pidiendo. Tómalo como una orden que debes acatar. No quería decirlo, pero me veo obligado después de que los compradores disminuyeran sus encargos. He recibido muy pocas ganancias en tus últimos trabajos. Sabes muy bien que eso afecta en el presupuesto para los dos institutos... Sobre todo el instituto que está al lado. Si sigue así me veré obligado a quitar las becas de algunos alumnos. No de unos cuantos, podría llegar a ser el veinte por ciento de toda esa escuela. Por eso debes preocuparte más por tus pinturas. Necesito que generen el doble de ganancia, el nivel de vida sube cada año y los gastos son cada vez mayores. Tal vez te estoy presionando con esto, pero debes considerarlo normal. Cada año que pase, tendrás más responsabilidades. De alguna forma te estoy preparando para lo que viene, porque en el futuro abriré otra escuela y necesitaré que te dediques por completo al arte. De esa modo se podrá financiar las tres escuelas.- dijo el hombre de avanzada edad aproximándose hacia la puerta. Sai se había sorprendido al escuchar las palabras de su director. Si antes estaba atemorizado ahora solo parecía preocupado. Si llegara a dedicarse por completo al arte, lo más probable es que no tendría tiempo libre. Y si no tenía tiempo libre, no podría pasar tiempo con la familia de Naruto, ni mucho menos ver al pelirrojo. —Por cierto, Sai. Supe que estuviste en el hospital por lesiones menores. Si vuelvo a enterarme que estuviste en ese lugar, independiente del tipo de lesión, me temo que no volverás a salir de aquí. Aun así he tomado algunas medidas para que ese tal Gaara no te vuelva a hacer daño. Ya verás que recibirá su merecido por andar golpeando a unos de mis alumnos más talentosos.- añadió sonriendo como antes. Sai frunció el ceño. No le dio tiempo para pensar las cosas. Tomó de las ropas al mayor y lo acercó a su rostro totalmente furioso. Rápidamente su sangre se calentaba y su mirada había cambiado completamente. El hombre de avanzada edad dejó instantáneamente de sonreír y lo miró con seriedad.

 

—No se atreva a tocarlo.- dijo el azabache antes de apretar sus dientes. Danzou cerró sus ojos y suspiró.

 

—Sai, podemos conversar sobre eso. Pero no te comportes de esa forma.- dijo el anciano seriamente. El azabache lo soltó un poco asustado y miró hacia todos lados. Si había algo que debía evitar era faltar el respeto a su director. Él era prácticamente el dueño de su vida, y si lo hacía enojar, él pagaría las consecuencias.

 

—Lo lamento. Yo no quise hac..

 

—Dos fines de semanas.- interrumpió el hombre de avanzada edad. —No podrás ir a la casa de Minato en dos fines de semanas. Si vuelves a tener esa actitud me temo que no podré dejarte salir en meses. Ese comportamiento no es propio de ti.

 

—Pero…Profesor Danzou, ¡usted no puede!- exclamó con desesperación el menor.

 

—Claro que puedo. Soy el director de esta escuela. También soy tu tutor legal. Por lo tanto, debo encargarme de que recibas disciplina. Así que todas las decisiones que tome tendrás que seguirlas. Te guste o no.

 

Sai bajó la mirada y apretó su puño, no podía hacer más que agachar la cabeza y seguir las órdenes de su director.

 

— ¿Qué pasará con Gaara?- preguntó de pronto el azabache en voz baja.

 

—Estará en observación… Si alguna vez te vuelve a golpear, tendremos que tomar medidas drásticas.- decía en tanto su celular sonaba. Buscó su móvil en su enorme bolsillo. Su larga y abultada túnica siempre era molesta para buscar objetos pequeños. Una vez que lo encontré, contestó la llamada.

 

— ¿Ya lo tienen?- preguntó el anciano. Unos murmullos se escucharon de ese objeto. —No, no le hagan nada. ¿Ah? Ya lo hicieron. Espero que no hayan sido muy violentos. Llevaré a Sai, él se encargará del resto…

 

El azabache miraba disimuladamente al hombre. Estaba completamente confundido. Esperó que el mayor cortara la llamada para saber qué ocurriría. Danzou guardó su teléfono e hizo una señal para que el artista lo siguiera. Juntos estuvieron caminando por largos pasillos. Salieron del edificio y entraron a otro donde suelen hacerse las clases. Luego de subir varios escalones, llegaron a un ascensor. El camino era silencioso y cada vez, el azabache sentía más nervios.

 

Después de pocos minutos, el hombre se detuvo frente a una enorme puerta de metal. Este portón se abrió sin problemas, ambos entraron a una habitación que tenía dos puertas muy separadas entre sí.

 

—Sai, abre la puerta de la derecha y entra, por favor…Luego ya sabrás lo que tendrás que hacer.- dijo Danzou dejando aun más confundido al menor.

 

El anciano camino a la puerta de la izquierda y tras cerrarla, se sintió cómo le ponía seguro a esa puerta. Sai se había quedado solo. Miró ambas puertas. Al principio dudó en hacer caso a las palabras de su director, pero tenía tanto temor a desobedecerlo, que caminó apresuradamente a la puerta que le habían indicado. La abrió y entró con los ojos entrecerrados al notar que esa habitación era muy iluminada. Cerró la puerta y tras hacer esto, la luz ya no era tan luminosa. Solo en esas condiciones distinguió una persona en la mitad de la habitación. Estaba sentada en una silla. Tenía un saco en la cabeza y parecía estar amarrado de pies y manos.

 

“Luego ya sabrás lo que tendrás que hacer” resonó ese dicho en su cabeza al ver a esa persona sin capacidad de moverse y que vestía ropas negras.

Sai no se demoró en sacarle el saco que tenía en la cabeza. Retrocedió con temor y abrió sus ojos por la sorpresa al ver que era Gaara. El rostro del pelirrojo estaba morado. Parecía que había sido brutalmente golpeado al llegar a ese lugar. Aunque, además de los moretones que tenía en su cara y las  manchas de sangre en su labio y en su nariz, no parecía tener otra lesión.

 

— ¿Quién te hizo esto?- preguntó el azabache horrorizado. Gaara lo miró con odio y no le respondió. —Te desataré…- murmuró sin esperar por la respuesta del pelirrojo. Se agachó a desatarle los tobillos, y en cuanto flexionabas sus rodillas sintió su rostro un poco mojado. El joven de ojos verdes le había escupido en plena cara. Sai se puso de pie y se limpió con su manga, pues pañuelos no tenía en esos momentos. Al principio había sentido sorpresa por ese acto, pero luego supuso que era su culpa que el menor estuviera en esas condiciones. Y es  que además de sentirse mal por ser el culpable, también lo estaba porque de alguna forma esa acción era una muestra de desprecio. Poco le importaba si era agradable o desagradable para sus compañeros, pero sentir el rechazo continuo del pelirrojo le bajaba rotundamente sus ánimos.

 

—No causas más que problemas desde que apareciste en mi vida…- dijo el pelirrojo mirándolo fijamente. —He tenido una vida miserable para que vengas tú y lo empeores todo.

 

—Gaara, lo siento, yo no quise…

 

— ¡Deja de llamarme por mi nombre! - gritó el joven con una potente voz que llegó a sobresaltar al azabache. — ¿Quién mierda eres tú? ¿De dónde saliste?...He tratado de ignorarte, ¡Pero ahora cómo puedo hacerlo si te tengo al frente mío y me tienen amarrado!

 

—Lo siento, la verdad es que yo no sé por qué estás aquí. Si quieres no te molestaré más…- trataba de excusarse el joven de ojos negros bastante dolido y con una angustia tremenda. Sentía que en cualquier momento él mismo empezaría a llorar al sentirse tan mal por todo lo que le ocurría a Gaara. —No me volverás a ver si eso quieres…

 

— ¡Ya cállate! ¡Y déjame ir!

 

Sai lo miró a los ojos con temor y rápidamente comenzó a desatar. Al hacer esto, vio que le habían dejado marcas rojas las ataduras en las muñecas y parte de los tobillos. Se sentía mucho peor al verlo así. Sabía que era su culpa.

 

Una vez que el joven de ojos verdes estaba libre, se puso de pie y rápidamente tomó la ropa del azabache. Comenzó a empujarlo mientras caminaba hacia la pared. Lo azotó contra el muro y le apretó fuertemente  las mejillas con una de sus manos.

 

—No quiero volver a verte.- dijo el pelirrojo mirándolo directamente a los ojos. Su voz era espeluznante, y su mirada parecía la de un asesino. Sai sintió un dolor en su pecho. Parecía que su relación solo podía catalogarse como enemigos, pero ahora mismo, Gaara daba a entender un fuerte rechazo contra el azabache. Dicho eso, caminó buscando la puerta por donde el joven de ojos negros había ingresado. Pensó que podría escapar fácilmente, pero uno de los trabajadores de Danzou, adormeció al pelirrojo una vez que salió de esta habitación tan vacía,  donde ahora se encontraba Sai sentando en el suelo con una mirada pensativa. En su rostro se podía distinguir la tristeza que tenía en esos momentos. A veces sentirse rechazado por una persona que aprecias, podía ser algo más doloroso que sentirse solo.

 

Danzou entró a los pocos minutos. Siempre acompañado de su bastón. Se acercó al joven  y se puso delante de él.

 

—Sai, no pensé que pasaría esto. Tú eres tan amable, y él rechaza tu compañía. Debe ser triste…Por cierto, ¿cuál es tu interés por Gaara?- preguntó interesado. —Es raro verte tan preocupado por alguien… Yo te enseñé a preocuparte solo por ti. De tu bienestar. No veo la razón para ayudar a ese chico que además de ser violento contigo, te trata irrespetuosamente.

 

—No lo sé…- respondió en voz baja el azabache. Hizo una larga pausa mientras pensaba. —Realmente, él es un chico que me llama mucho la atención por su aspecto físico. Además siempre lo veo solitario en los pasillos de la escuela y creo que se parece a mí…

 

—Él no está en esta escuela.

 

Sai abrió los ojos algo asustado. Se había delatado él mismo. Sus mejillas se tornaron rojizas por la vergüenza y agachó su cabeza para ocultarlo.

 

—Con que eso era lo que veías por la ventana del instituto…- dijo Danzou sonriendo bastante satisfecho. Sai solo se avergonzó más. —Tenemos cámaras en los pasillos, eso es más que nada por seguridad, así que no creas que estamos grabando por todos lados. Además solo me enteré porque el guardia me informó de tu extraño comportamiento. Pensé preguntarte personalmente si se seguía repitiendo durante esta semana, pero me he llevado una gran sorpresa…- comentó el hombre dándose media vuelta. —Sai, puedes ir a tu habitación, ya es tarde…

 

— ¿¡Y Gaara!?- preguntó el azabache sin darse cuenta en qué momento su voz había salido con tanta fuerza. Parecía que esa pregunta se le había escapado de su mente, pues no tenía planeada hacerla en voz alta.

 

—Estará bien…- dijo Danzou volviendo a sonreír de forma burlona. El azabache esperó a que su director saliera primero para después retirarse. Tenía mucha vergüenza y no quería que nadie lo viera así. Al esperar un par de minutos, se puso de pie y comenzó a correr muy rápido por las escaleras y pasillos. Al llegar a su pieza, le colocó seguro a la puerta y se quedó de pie mirando el suelo.

 

Antes de hacer cualquier cosa, suspiró al sentirse nuevamente solo, luego tapó su boca con su mano y empezó a respirar cada vez más rápido. Se puso a pensar en todo lo que había pasado. Se sentía el ser más desafortunado del mundo. Otra vez quería llorar, pero al mismo tiempo quería evitarlo. Poco a poco él mismo se fue controlando.

 

Ya más calmado, sintió su garganta seca. Estaba a punto de ir al baño para tomar un poco de agua y lavarse la cara, sin embargo sus planes cambiaron cuando dirigió su mirada a su cama y encontró al pelirrojo recostado con los ojos cerrados y respirando tranquilamente. El azabache abrió su boca de la sorpresa. Dio unos cuantos pasos y se sentó en el piso. Al pie de la cama. La luz de la luna entraba por su ventana tocando la blanca piel de ese joven pelirrojo. No podía creer que la persona más violenta que había conocido en toda su vida, podía llegar a ser tan hermosa y tener un aspecto tan inofensivo. Se sintió maravillado, se atrevió incluso a tocarle el cabello con las yemas de sus dedos. También había aprovechado de tocarle las mejillas y el tatuaje que tenía en la frente. Al hacer contacto en esa parte de su piel, específicamente en la frente, se dio cuenta que eso no parecía un simple tatuaje. Al parecer era una cicatriz. Era como si alguien le hubiera hecho un corte en la frente.

La piel de Sai se enfrío. Tragó saliva al darse cuenta de aquello mientras su mano temblaba. Pero su miedo desapareció al sentir la cálida respiración del menor cerca de él. El azabache sonrió con dificultad mientras acomodaba sus brazos sobre el colchón y apoyaba su mejilla en su antebrazo. Ahora no dejaba de mirar a Gaara con toda su  atención. Sus párpados negros, su boca entreabierta, su cabello rojo, su piel blanca. Todo era perfecto para él. Parecía que esa imagen no se le borraría fácilmente de su cabeza. Pero como quería asegurarse, buscó entre sus cuadernos una hoja en blanco y comenzó a dibujarlo. Los minutos pasaban y el dolor que debía sentir en sus rodillas al estar sentando en el suelo, no existía para él. Estaba demasiado concentrando dibujando y observando a ese chico.

 

Ya cuando terminó su dibujo, lo guardó en una caja y volvió al lugar donde estaba el pelirrojo. Esta vez se sentó en la cama para nuevamente observarlo.

A veces deseaba que el menor despertara y se comportara de una forma gentil y cariñosa. Pero sabía que si despertaba lo más probable es que terminaría golpeado. De todas formas, aprovechó esos instantes con él para imaginarse un sin fin de momentos agradables y felices.

 

De pronto, un sonido de los pasillos lo despertó de sus pensamientos. Tocaron la puerta tres veces. Se levantó algo curioso y caminó rápidamente a la entrada de su habitación. Sacó el seguro y abrió. Era uno de los tantos trabajadores de Danzou.

 

—Tengo que llevar al chico a su casa.- dijo el hombre que llevaba un uniforme azul.

 

—Ah…- fue lo único que dijo Sai algo desanimado mientras veía como el viejo entraba con una silla de ruedas y acomodaba al pelirrojo. Cuando se iba, el azabache lo detuvo y lo miró detenidamente. — ¿Estará bien?- preguntó preocupado.

 

—Por supuesto, muchacho. Danzou me ha dado la orden de llevarlo a su casa. Así que eso haré.- contestó el hombre canoso antes de alejarse lentamente del lugar.

 

Sai no conocía y tampoco hablaba con los trabajadores. A lo sumo hablaba con sus profesores, pero siempre esas charlas estaban relacionadas con la clase. De todas maneras, sintió cierta confianza en las palabras de ese hombre.

 

En otro lugar del instituto, Danzou se encontraba en una enorme sala que tenía una  mesa redonda al centro. Además de él, se encontraba un hombre y una mujer. Tendrían su misma edad, pues ambas personas tenía cabello blanco y la piel arrugada.

 

—Qué intentas hacer con ese chico.- preguntó la anciana en tanto archivaba unas hojas en una carpeta. Parecía más preocupada de interrumpir el silencio que del tema de conversación.

 

—Solo estoy haciendo un pequeño experimento. Nada más.- respondió Danzou como si se tratara de algo normal

 

—Puede ser peligroso. Podría volverse enfermo mental. No es bueno jugar con la mente de las personas.

 

—No cuestionen mis decisiones.- comentó el viejo golpeando su bastón contra el suelo y frunciendo el ceño. Los miró por un par de segundos y después caminó por la sala. Se sentó en el sillón más grande y juntó sus manos. —Todos sabemos que ese chico es un diamante en bruto. Debemos pulirlo y sacar el máximo provecho. Solo así haremos que esta ciudad progrese. La educación es fundamental para el desarrollo. Y si tenemos que sacrificar a uno para el beneficio de miles, no le veo el problema. Además recién estamos comenzando esta estrategia y no se nos ha presentado ningún inconveniente. El tiempo dirá si está bien o está mal. Pero lo que estoy haciendo servirá en gran medida para todos. Por cierto, tampoco debemos olvidar que se trata de un huérfano…

 

—Tienes razón, es solo un huérfano. Si le pasa algo nadie sentirá dolor…Aunque espero que tu plan funcione. Porque si falla, perderemos por todas partes.- dijo el otro anciano.

 

—No seas pesimista. Ya verás que todo marcha bien. Le tengo mucha fe a este proyecto. Sé que Sai logrará hacer unas pinturas asombrosas. He comprado lienzos enormes que se venderán muy caros cuando estén acabados. Llegaremos a ganar una gran fortuna con cada uno. Y ahora que el muchacho está en plena adolescencia, ganaremos más. Ya que es una etapa llena de cambios y lo más seguro es que se vuelva rebelde… ¡No! En realidad, lo más probable es que ese joven se enamore y conozca el sufrimiento de no ser correspondido. Eso es…Sufrirá, reirá, amará, tendrá miedo. Todo en extremo. Juntando esas emociones y reacciones logrará hacer verdaderas obras de arte. Su desahogo será pintar. Estará tan inspirado que sus creaciones serán comparadas con grandes artistas de la historia. Obviamente tenemos que trabajar para que eso ocurra. Haremos lo posible para que Sai pase por esas situaciones. Si tenemos que pagar a la gente para que actúe con él, lo haremos. Si tenemos que hacer un montaje en su vida, lo haremos. Él es nuestro ratón de laboratorio. Y como tal, solo sirve para hacer experimentos.

 

Los dos ancianos escuchaban con atención las palabras de Danzou. Parecía perdido y obsesionado con Sai. Sus ojos tenían un brillo extraño cuando hablaba de esa forma. Sin duda estaba dispuesto a todo por cumplir sus objetivos. No le importaba en lo más mínimo jugar con las emociones, reacciones  y sentimientos del azabache. Y es que jamás llegó a encariñarse con él.

 

Para Danzou, Sai solo era un huérfano a su servicio y sentía que tenía el pleno derecho de hacer con él lo que quisiera.

 

Desgraciadamente, para el menor, Danzou tenía cierta sospecha de la atracción que sentía Sai hacia Gaara, y no dudaría en aprovecharse de eso.

 

 

Continuará...

Notas finales:

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