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Mundo corrompido por PalomaNegra

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Capítulo XIX: Recuerdos

 

Temprano por la mañana, Sai había despertado lentamente. Estiró sus brazos y sus piernas, mientras abría su boca como un león para bostezar. Se sentó en la cama y sonrió al mirar a su lado. Estaba Gaara durmiendo como un bebé.

Todo parecía tan tranquilo cuando de pronto el pelirrojo abrió lo ojos, se movió para mirar su reloj y salió de la cama al ver la hora. El mayor lo observó como se encerraba en el baño sin decir una palabra. Pensaba decirle algo, pero todo había pasado tan rápido que se quedó con la boca abierta.

—"No creerá qué…" – pensó el joven artista mientras se destapaba y se ponía de pie. Al hacer esto, sintió la caída de un ligero objeto hacia el piso. Provenía del lado de la cama donde había dormido el menor. Se dio la vuelta para ver qué era y descubrió que era un oso de peluche de color café claro. El diseño del oso era bastante simple y su tamaño no superaba los treinta centímetros. Lo tomó con ambas manos y lo observó. Lo dejó sentado en el colchón, apoyándolo en la almohada.

Luego de eso se dirigió al baño, donde se encontraba el joven de ojos verdes. Tenía que decirle algo importante que de seguro había olvidado. Pidió permiso y abrió la puerta. El sonido del agua se escuchaba a lo lejos, pero Gaara aun no se encontraba al interior de la ducha. Ambos se miraron por un par de segundos. El menor pretendía sacarse la parte superior de su pijama, pero al notar que Sai lo observaba se había detenido al sentirse intimidado.

— ¿Qué sucede? –preguntó el pelirrojo cerrando la llave del agua y mirándolo con cierta desconfianza.

—No deberías apresurarte… Acuérdate que hoy es el aniversario del Instituto. Así que en la mañana no habrá clases y en la tarde se hará una conmemoración. Solo eso…

Gaara desvió la mirada y regresó al dormitorio en dirección a la cama. Se sonrojó al ver al oso de peluche acomodado a propósito en esa posición. Había olvidado por completo guardarlo en un lugar donde nadie lo viera. Apresuró el paso, se metió a la cama y escondió el peluche entre las sábanas. Sai también regresó. La habitación estaba un poco oscura por las gruesas cortinas, pero igualmente se podía ver por dónde caminar.

—No me había dado cuenta que trajiste eso a mi habitación cuando llegaste con tu maleta el otro día…- dijo el joven de ojos negros acostándose sobre la cama. El menor no contestó al comentario. —Es muy lindo. Me acuerdo que cuando era niño vi a una compañera con un perro de peluche. No era común que los alumnos llevarán ese tipo de cosas al salón. El profesor la regañó y esa niña no quiso guardarlo. Al final se lo quitaron y ella comenzó a gritar. Parece que tenía mucho valor, bueno, después comenzó a decirle al profesor que era un recuerdo de su abuela. Me imagino que el oso de peluche que tienes igual debe traerte recuerdos de alguna persona, porque lo cuidas mucho y lo tienes en buen estado.

Gaara asomó su cabeza y observó un poco molesto al azabache.

—Lo hizo mi madre…

—Ya veo, no estaba tan equivocado… ¿y duermes con el peluche?

El pelirrojo no respondió y bastó con una mirada fija hacia Sai para dar a entender que no hablaría más. Luego se escondió entre las sábanas.

—No te enojes. Yo dormiría con un peluche si me lo hubiera regalado alguien especial. Supongo que me sentiría un poco más cerca de esa persona.

El joven de ojos verdes se sentó sobre la cama y por primera vez sentía un poco de compasión por alguien. Quería decirle algunas palabras para subirle el ánimo, pero no se atrevía a mostrar su lado sensible.

—Por qué no mejor desayunamos. — comentó en voz baja con un tono molesto. El azabache que estaba algo decaído levantó la mirada, le sonrió y le acarició la cabeza. El menor lo miraba mientras se dejaba acariciar. — ¿Puedes dejar de hacer eso? — preguntó avergonzado. El comportamiento de Sai a veces le resultaba inexplicable. No entendía cómo alguien que vivió sin afecto podía ser tan amable y cariñoso. Unos días antes lo hubiera golpeado, pero ahora cómo sabía un poco más de ese chico, no quería tratarlo mal.

—Está bien. ¿Pero puedo abrazarte?

A lo más pasó un minuto desde que escuchó esa pregunta. Gaara no estaba interesado en esas muestras de afecto por lo que se puso de pie y fue a darse una ducha.

—"Tal vez debería ser más directo…" —pensó el azabache poniéndose de pie para ir a buscar su desayuno.

Durante esa tarde, unos hombres llegaron a la habitación de Sai para armar una cama. Se habían tardado en llegar a esa pieza en específico, pues todas las habitaciones donde los alumnos compartían tenían instaladas una cama extra desde que empezó el problema de calefacción.

Los días pasaban y el azabache siempre que podía intentaba entablar una conversación con su querido compañero. Sabía que si seguía insistiendo, sutilmente, podría seguir conociéndolo. Quería llegar y descubrir cómo era el verdadero Gaara. Y algo había descubierto durante esa semana.

Ya con la llegada del viernes, Gaara se había ido por la tarde a su casa. El azabache hizo algo parecido. No tenía familiares, pero siempre tenía una familia dispuesta a acogerlo; los Namikaze.

El joven de cabello negro estaba feliz y ahora lo estaba aun más, porque finalmente estaría con personas que lo aceptaron desde el primer día que lo conocieron. El auto, donde él iba, avanzaba en una dirección más lejana a la casa que él conocía. Por un momento pensó que se habían cambiado de casa o que pasarían a comprar algo a un almacén. Pero sus dudas fueron aclaradas en cuanto Minato, que conducía con una sonrisa en sus labios, le mencionó que irían a casa de los Uchiha. Al llegar, Naruto se encontraba con Sasuke jugando videojuegos en la sala. A veces se pescaban del cabello cuando uno de los dos perdía. Pues el rubio siempre intentaba hacer trampa y el azabache se molestaba. Fugaku se encontraba colocando unos platos en un mesón muy bajo. Luego comenzó a poner palillos.

Los Uchiha se caracterizaban por ser una familia muy tradicional en cuanto a sus raíces. Eso se notaba claramente en su casa que era de un estilo japonés.

Tras saludar a todos lo de esa habitación se unió a los más jóvenes.

En el segundo piso estaba Itachi, el hermano mayor de Sasuke, leyendo un libro sobre su cama. En otra habitación se encontraban dos mujeres tomando un poco de té y riendo con sus ocurrencias. Una llevaba puesto un vestido largo, ceñido a su cuerpo, sin mangas y con un escote muy discreto. La otra llevaba una blusa azul, semitransparente con encaje y una falda a la rodilla.

—Mikoto, no digas esas cosas. — reí un poco avergonzada. —Es un encanto. Cuando llegue, lo vas a conocer. Él es tan correcto para hablar y tan respetuoso. Cualquier madre lo quisiera como hijo. A veces me da tanta pena pensar que el pobre creció sin padres.

— ¿Y dónde dices que está estudiando? —preguntó una mujer de largo cabello negro mientras acomodaba su blusa.

—En el Instituto ANBU. Ese viejo Danzou se lo llevó cuando era un recién nacido…

Mikoto dejó el té sobre la mesita y su rostro cambió de expresión tomando un aire de seriedad. Kushina la miró preocupada.

—Si dices que tiene dieciséis, significa que… ¡Yo lo conozco! – exclamó emocionada mientras miraba un punto fijo y comenzaba a hacer memoria. — ¿Se llama Sai?

Kushina asintió con la cabeza al escuchar la pregunta. Ella se encontraba tan sorprendida como su amiga.

— ¿Por qué no me contaste sobre él antes? — le preguntó con un tono molesto. —Él…lo crié durante sus primeros meses de vida. No sé si recuerdas, pero una vez trabajé cerca de ese Instituto. En el tiempo que había nacido Itachi. Ellos no se llevan por mucho. — contaba la mujer cambiando su tonalidad por una más calmada. —Trabajé como ama de llaves para el señor Danzou. Me tocó ir un par de veces al Instituto, pero finalmente me quedé trabajando en la casa del director. Estaba en mi oficina administrando el dinero de la casa, cuando me llamaron urgente al salón de visitas. Fue ahí donde me pasó un bebé envuelto en mantas. El pobrecito tenía horas de recién nacido y estaba un poco frío. Pareciera como si lo hubieran dejado en la intemperie la noche anterior. Aún así, no se quejaba. Se veía tranquilo. Estaba con sus ojos cerrados y tenías sus manos empuñadas. Me acuerdo haber sentido unos pequeños espasmos en su pequeño cuerpo. El señor Danzou me dijo que lo cuidara por un par de días y que le buscara ropa. Él sabía que había tenido a Itachi unos meses antes, así que no habría nadie más preparado para criarlo. En un comienzo pensé que el señor Danzou quería tener un heredero o quería formar una familia. Pero su forma de tratarlo no parecía la de un padre. Ya que eran muy extrañas sus solicitudes. — dijo la mujer bajando la mirada. Kushina la seguía escuchando con atención. —Me pidió que no me encariñase con él y que le diera leche materna solo en biberón a pesar de que podía amamantarlo. También me exigió usar un tono de voz neutral. No lo entendía. Y tampoco le haría caso. Era solo un bebé y no merecía un trato tan indiferente. Supongo que el director descubrió que no seguía sus reglas al año y medio, después de eso me despidió y nunca volví a ver ese pequeño. Intenté infiltrarme a su casa para verlo, pero por poco me descubren. Fugaku se enteró de que había salido de casa solo para ver a ese niño y se enojó conmigo así que no volví a intentarlo. Con la llegada de Sasuke, dejé a un lado ese episodio…y cómo mencionaste hace un rato atrás a ese joven, simplemente me vino todo este recuerdo a la mente. No puedo esperar a ver a ese pequeño convertido en un lindo jovencito.

—Me imagino que era muy adorable cuando era un bebé.- dijo la pelirroja sonriendo.

— ¡Ahora que me acuerdo! —exclamó la mujer de cabello negro poniéndose de pie e ignorando el comentario de su amiga. —Debo tener una foto de él. Pero debe estar entre todas esas cajas que están el garaje… Bueno, otro día la buscaré, ya que me llevará a lo menos dos días seguidos ordenar ese lugar y encontrar esa foto…

— ¡Búscala cuando puedas! ¡Quiero verlo!—le gritó emocionada la mujer de ojos violetas. —A todo esto, me pregunto cuándo llegarán. Minato me dijo que no se iba a tardar…

—Hey Kushina…si todavía no llegan deberíamos aprovechar de cambiarnos. Aun estamos con la ropa que usamos para salir de compras. Acuérdate que debemos usar kimonos para esta cena.

—Tienes toda la razón, además debo desempacar el kimono de Sai…

Ambas mujeres se pusieron de pie, iban a buscar sus ropas para la cena japonés que tendrían esa noche cuando la puerta corrediza de su habitación se abre un poco. Un saludo muy cortés se escuchó del otro lado. Su voz era grave, pero agradable al oído. La pelirroja sonrió y miró a su amiga. La otra también sonrió pues sabía quién era.

— ¡Pasa! —gritó Kushina emocionada. Sai entró lentamente saludando a las dos señoras. Las miró detenidamente cómo iban vestidas pues se veían muy arregladas.

—Se ven muy hermosas, señoras. — dijo el azabache sonriendo. Las dos se sonrojaron al mismo tiempo y rieron nerviosamente. —Usted debe ser la esposa del señor Fugaku. Me llamo Sai, mucho gusto.

—Mikoto, el gusto es mío. — respondió la mujer de cabello oscuro acercándose al menor. Lo miró un rato a los ojos y le sonrió con ternura. —Ha pasado tanto tiempo. — agregó abrazándolo como si fuera su propio hijo. Sai no entendía lo que sucedía, pero aceptó el abrazo con agrado, pues hace días quería darle uno a Gaara. De pronto Mikoto comenzó a repartirle besos en la frente. El muchacho se había ruborizado por aquella muestra de afecto. De todas formas nunca pensó en alejarse. Solo quería seguir a su lado, pues todo eso se le hacía muy agradable. —Sai, me imagino que no lo recuerdas, pero yo te cuidé cuando eras un bebé. No puedo olvidar esos ojos tan lindos que me miraban con curiosidad cuando querías jugar o comer. Tampoco puedo olvidar esos labios tan marcados que tienes. Te gustaba hacer pucheros para que siguiera alimentándote. Te veías tan adorable. Mírate cómo has crecido. — dijo en tanto lo abrazó un poco más fuerte y se puso a llorar. Le acarició el cabello y lo besó. — ¿Qué te ha hecho ese director?

El azabache se sentó en uno de los cojines y sonrió con ternura después de escuchar todo el relato. Tanto como Mikoto y Kushina se sentaron cerca del muchacho. Sai no quería recordar todo lo que tuvo que soportar. Hace poco se lo había contado a Gaara en esas conversaciones que tenían por la noche y no quería volver a relatarlo. Su mirada triste y nublada, conmovió a las dos mujeres.

—No Sai, no llores. — dijo Kushina abrazándolo por la espalda.

—Me hubiera encantado criarte como mi hijo… Tal vez no sea demasiado tarde para adoptarte. — comentó Mikoto acariciando su mejilla.

— ¿Y por qué no lo intenta? —preguntó en voz baja el joven de ojos negros un poco avergonzado. Saber que esa mujer lo había cuidado cuando era muy pequeño lo hizo sentir como si ella fuera una persona importante para su vida. Y eso es lo que era.

—Sai…- dijo la mujer besándole la frente y sacándole las lágrimas acumuladas en sus ojos negros. —Créeme que lo intentaré. Pero no será fácil. El señor Danzou tiene mucha influencia en este pueblo…

Dicho eso lo volvió a abrazar. El azabache sintió su corazón latir con más fuerza. Hacía tantas semanas que no salía de ese Institutito que había olvidado lo bien que se sentía una muestra verdadera de cariño. Y esta vez era doble. Se sentía feliz y querido.

—Oye, no es justo, Mikoto. Yo también lo quiero como un hijo. Tú lo cuidaste cuando era bebé… Déjame criarlo ahora que es joven y está madurando. — le dijo Kushina abrazándolo con posesión. La otra mujer la miró mal y también abrazó a Sai con desesperación.

— ¡Suéltalo, es mío! Es mi pequeño… ¡Yo lo quiero como hijo!

— ¡Claro que no!

— "Esto puede ser un poco asfixiante…"- pensaba el azabache comenzando asentirse nervioso e incómodo. Los abrazos cada vez eran más fuertes y estaba totalmente aprisionado. Por atrás, tenía a la pelirroja y por delante a la mujer de cabello negro.

— ¡Dejemos que él elija!- gritó Mikoto soltando al menor, su amiga hizo lo mismo. — ¿Quién quieres que sea tu madre?

Sai subió un poco los hombros y miraba de un lado a otro. Sus labios comenzaron a temblar, las miradas de esas dos señoras se volvían más intimidantes por cada segundo que pasaba.

—Las dos…- dijo en voz baja cerrando con fuerza los ojos.

Tanto como Kushina y Mikoto lo volvieron a abrazar, cada uno por un lado y comenzaron a besarlo en la mejilla. Ambas gritaban de la emoción al ver al joven comportándose como un niño. Sai se tranquilizó al no sentirse presionado y comenzó a reír mientras seguía siendo besado por esas dos mujeres. En un momento que nadie vino venir, la puerta corrediza se abrió y una mirada que reprobaba ese acto interrumpió.

— ¿Itachi?

—Madre. ¿Todavía no se cambian? – preguntó el joven que tenía unas marcas en sus mejillas. Él vestía un kimono negro. En la parte de la espalda tenía un abanico blanco con rojo. —Queda una hora para la cena y sé muy bien que siempre te demoras en cambiarte. —añadió antes de cerrar la puerta y retirarse.

Mikoto comenzó a rascarse la nuca y comenzó a reír. La pelirroja acarició por última vez el cabello de Sai y se puso de pie para ir a buscar los kimonos. El azabache observaba con atención todo lo que hacías las mujeres. Veía cómo abrían unas enormes cajas de cartón que en su interior parecían tener telas de vivos colores con hermosos estampados. La mujer de largo cabello negro comenzó a desabotonar su camisa cuando miró al joven sentado con la boca un poco abierta.

— ¿Qué sucede? —preguntó la mujer sonriendo.

—Es que… He visto los kimonos solo en fotografías, bueno, acabo de ver a su hijo con uno, pero los kimonos de las mujeres son distintos y siempre me he preguntado cómo se colocan.

—Quédate con nosotras y lo sabrás.- dijo Kushina que ya andaba en ropa interior buscando parte de su kimono. —Tú también usarás uno. —dijo mientras sacaba algo de una caja. —Te traje este, solo míralo, te quedará lindo.

Sai lo miró y sonrió, pues jamás pensó que ocuparía uno, lo tomó y comenzó a inspeccionarlo.

—Para que el kimono pueda lucir bien en una mujer, debe ocultar sus atributos. — dijo la pelirroja colocándose una especie de bata blanca muy delgada.

—Pero ustedes…- dijo mirando a Mikoto y luego a Kushina. —Cómo lograran ocultar sus atributos. Tienen sus curvas muy marcadas.- agregó el azabache confundido. Las mujeres comenzaron a reír en tanto sacaban de las cajas algunos lazos que utilizarían para vestirse.

—Ya te dije que lo sabrás…

—Oye, Kushina. Apresurémonos, también debemos ayudar a Sai a vestir su lindo kimono.- dijo la mujer de cabello negro atándose una especie de cinturón blanco para ajustar su bata. La pelirroja también hizo lo mismo. Parecían vestirse sincronizadamente. La morena se pondría un kimono morado y la otra usaría uno rojo. El joven miraba con atención cada capa de ropa que se ponían para ocultar sus curvas. En el momento que terminaron, cada una comenzó a hacerse un sencillo peinado.

— ¡Bien! Hemos terminado. – dijo Mikoto que se había recogido el cabello dejando unos cuantos mechones sueltos. Kushina sonrió al terminar de cepillar su largo cabello que lo había dejado suelto, y luego extendió el kimono que usaría el menor.

El joven de ojos negros que estaba sentado tranquilamente sobre los cojines miró a las dos mujeres. Retrocedió usando sus manos y pies al verlas acercándose. Era como un animal siendo acechado. Eran dos contra uno, así que finalmente decidió por dejarse estar. Suspiraba mientras le sacaban su camiseta y sus pantalones.

—Sai…Tienes tu piel muy pálida. Pero está muy suave y tersa.- decía Kushina tocándole los brazos e inspeccionando el resto del cuerpo con la mirada. —No sabía que tenías músculos… ¡Oh por Dios! ¡Mikoto, mira su abdomen! Los tiene bien marcados… Y sus oblicuos. — añadió muy sorprendida mientras se sonrojaba. —Debe ejercitar mucho…

— ¡Kushina cochina! Deja de mirarlo así… - decía la mujer sacándole las zapatillas y calcetines al joven. —Que tenga ese físico significa que tiene una buena rutina de ejercicios y una buena nutrición. Me preocupa un poco su piel tan pálida. Algún día deberíamos ir a la playa… ¡Oh! Sai, quién te entrena para que tengas esas piernas tan tonificadas…

—Bueno, tengo mi entrenador personal. Él estuve trabajando con personas famosas en la capital…- contestó el joven que estaba recostado sobre los cojines mientras terminaba de ser desvestido. — ¿También me saco esto? —preguntó comenzando a bajar sus calzoncillos.

— ¡S-Digo no! — gritó Kushina subiéndolo un poco avergonzada. —No es necesario…- añadió riendo. Sus mejillas se habían enrojecido.

— Claro que debe sacárselos…Podría usar un fundoshi.- dijo Mikoto cubriendo parte de su rostro con la manga de su kimono para cubrir su sonrisa.

— ¿Qué es un fundoshi? —preguntó el azabache mirando a la morena.

—Mmm…Déjame buscarlos.- decía la mujer sacando una tela muy larga y de un ancho no considerable. —Es una ropa interior que usan los japoneses. Bueno, ahora prefieren usar calzoncillos o bóxer, pero esta prenda era muy usada en la antigüedad.

—Mikoto, ¿estás segura? —preguntó la pelirroja que seguía sonrojada.

—Claro que sí… No tiene nada de malo. — dijo la mujer esperando que el menor comenzara a sacarse la ropa. Sai se puso de pie y se bajó los calzoncillos hasta sacárselos por completo. Las dos mujeres abrieron sus ojos hasta más no poder. Luego abrieron sus bocas y sus caras tomaron un color rojo muy intenso.

— ¿Qué sucede? —preguntó el joven confundido.

—N-nada Sai. — contestó la pelirroja dándose aire con un abanico y mirando hacia el piso.

—Vaya que has crecido…- murmuró la mujer de cabello negro mirando también hacia el piso.

—Mejor ponte tus calzoncillos. Será mejor que un hombre te lo enseñe.- dijeron las mujeres al mismo tiempo mientras intentaban desviar la mirada del cuerpo del muchacho. El menor comenzó a colocarse la ropa interior. En tanto comenzaba a subirse el calzoncillo, Naruto y Sasuke movieron la puerta corrediza de esa habitación. Sonó el viento muy fuerte, azotando un poco el techo mientras veía esa escena. El rubio quedó blanco de la sorpresa. Sasuke arrugó su cara y luego frunció el ceño. Kushina se puso de pie comenzando a reír nerviosamente mientras Mikoto hacía lo mismo. Sai, por su parte se terminaba de subir la ropa interior.

—¡MAMÁ!- gritó Naruto agitando los brazos hacia los lados.

—No puedo creerlo. – dijo Sasuke mirando con desaprobación a su madre.

— ¡Eres un pervertido, Sai! ¿Qué clase de espectáculo estás haciendo? — seguía gritando el rubio totalmente avergonzado.

El joven de cabello negro miraba con extrañeza al rubio, pues no entendía por qué lo trataba de pervertido.

— ¡No le digas así! – regañó la pelirroja a su hijo mientras abrazaba al joven.

—Realmente no sé si él es el pervertido o ustedes que lo observan desvergonzadamente…- comentó mirando a su madre, para luego mirar como el joven de pálida piel le correspondía el abrazo a Kushina.

—No trates así a tu madre, y tampoco trates así a la dueña de esta casa… Solo dame un minuto y te lo explico todo… ¡Tú eres el único pervertido por pensar esas cosas de tu madre!- exclamó la mujer de ojos violetas con furia.

— ¿Y tú mama?—preguntó Sasuke con desconfianza mirando a su madre.

—No tengo por qué darte explicaciones. No he hecho nada inapropiado. —dijo Mikoto con un aire de orgullo.

Después de haber aclarado ese episodio todos fueron a sentarse en la sala de estar para cenar. Naruto y Sasuke aun parecían desconfiar de Sai, pues no era la primera vez que estaba metido en insinuadores situaciones con sus madres. Sai parecía bastante tranquilo. Comenzó a comer muy animado al recordar que Mikoto lo había cuidado de pequeño y aun lo recordaba. También comenzó a recordar todos esos besos que le repartieron las cariñosas madres. Sabía que eso era una muestra de cariño muy cercana, pues lo había leído un libro. Él sabía mejor que nadie que experimentar esas muestras de afecto era mucho mejor que leerlas e imaginarlas.

— ¿Por qué sonríes tanto? — dijo Naruto mirándolo raro.

El joven no respondió, y observó el rostro del rubio. Parecía enojado. Y él no quería que se sintiera así, por lo tanto se movió un podo de su lugar para estar aun más cerca del l joven de ojos azules y le dio un par de besos en la mejilla. Obviamente pensó que con esto lo alegraría. Aunque la única reacción que logró fue que Naruto se pusiera nervioso y se alejara unos centímetros.

— ¿¡Qué rayos fue eso?!—gritó el rubio tratando de alejarlo.

—Solo estoy demostrando que te quiero… Es que te vi un poco tenso. — dijo Sai sonriendo.

—A veces abusas de la confianza…- murmuró el rubio mientras comía un pedazo de pescado.

— ¿Abusar de la confianza? —preguntó Sai antes de ponerse a pensar. —Pero un beso en la mejilla también se podría considerar un saludo, no tiene nada de malo. En todo caso el mío no era un saludo, tan solo quería que te sintieras bien porque como dije hace un rato te veía muy tenso.

Naruto se ruborizó de inmediato y trató de ocultarlo llenando su plato de comida. Kushina le sonrió al azabache y le acarició la cabeza.

—Sai tiene buenas intenciones para todos. Deberías dejarlo ser, Naruto. Con nosotros tienen la posibilidad de relacionarse, ya sabes que en ese Instituto tienen reglas muy horribles.

—Está bien, está bien…Pero intenten no desnudarse cada vez que los veo, o eres tu mamá o es Sai.

Un silencio muy incómodo se apoderó de la habitación. Kushina comenzó a reír junto a Mikoto. Sasuke siguió comiendo tranquilamente, Itachi andaba algo malhumorado y los hombres mayores comenzaban a enfadarse.

—Pero solo querían ayudarme a colocar un fundoshi, al final solo me vistieron con el kimono… Bueno, también me ayudaron a desvestirme, no me pude resistir…

Minato comenzó a hacer una mueca con el ojo. Fugaku frunció el ceño y miró hacia un lado. Luego Sai comenzó a relatar lo sucedido anteriormente con mucha tranquilidad.

— ¿¡QUÉ DICES?!- gritó Minato golpeando la mesa. — ¿Tú y Mikoto se desvistieron y vistieron delante de Sai?

—No lo tomes a mal…- dijo Kushina riendo. —Sai nos da mucha confianza. No nos sentimos incómodas con él. Le gusta estar con nosotras.

Los hombres comenzaron a comer lentamente. Cortando la carne con furia y masticando con desagrado.

—Oye Sai, ¿Qué ha sucedido con Gaara? Escuché que está en tu mismo Instituto, ¿Le has mostrado las decenas de dibujo que hiciste de él? - preguntó el rubio con el propósito de molestarlo.

Sai se quedó callado. Miró su plato de comida comenzando a sentirse nervioso y avergonzado.

—Eres realmente raro…- dijo Sasuke mirándolo fijamente. —Te avergüenza responder una simple pregunta, pero tienes suficiente valor para andar desnudo en mi casa.- añadió sonriendo con malicia.

—Chicos, dejen de molestarlo. —dijo Kushina enfadada.

Tanto como Minato y Fugaku comenzaron a inquietarse. Sai sentía el silencio y las miradas de todas las personas que estaban en la mesa. La presión era cada vez mayor y no lo pudo soportar. Soltó sus palillos y pidiendo permiso se retiró de esa habitación. Tanto como Kushina y Mikoto planeaban ponerse de pie, pero al final solo Kushina salió a buscarlo. La morena prefirió quedarse para explicar todo.

— ¿Por qué lo trataron así? Sai es un chico sin maldad en su corazón. A veces trata de acercarse a las personas con gesto que para ustedes son raros… Pero para él es la forma más adecuada de demostrar sus sentimientos. Si es muy cercano a las mujeres será porque nos entiende mejor. Es un joven muy sensible, por algo es un artista. No lo juzguen y tampoco lo critiquen si no saben por lo que ha pasado. Él jamás me ha faltado al respeto. Ni a Kushina ni a mí y eso se los puedo asegurar.

Sasuke hizo una mueca de desagrado, pues sabría que tendría que disculparse más tarde con el joven. Naruto se sintió mal y agachó la cabeza para seguir comiendo sin decir alguna palabra. Minato intentó alegrar el ambiente con varios comentarios, pero en esa mesa el ambiente seguía tenso.

 

 

Continuará...

Notas finales:

Como pudieron leer, este capítulo fue menos tenso que los anteriores. Quería aliviar un poco las emociones.

Así que no se extrañen si predomina la comedia. - Al menos yo lo considero así -

Espero que sea de su agrado, y recuerden; Cualquier queja y comentario será bienvenido. (Las quejas no, lalala)

(Así que bombardeen este capítulo de comentarios para que pueda sonreír al leerlos)

Saludos

Si quieren pueden dejar esta historia en sus favoritos. 


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