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Mundo corrompido por PalomaNegra

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 Capítulo II: Amigo

 

Habían pasado cerca de dos semanas, desde que Sai había sido golpeado por el director. Ya se había mentalizado que no podría salir de ese lugar. Tenía muy claro que si seguía insistiendo tendría un castigo mucho más severo, y además desconocía el  uso de la palabra perseverancia. Aun así, trataba de quedarse la mayor parte del tiempo en los pasillos para ver una porción de la silueta de ese joven pelirrojo. Ya era cosa de todos los días, y cuando ese chico notaba que lo observaban del edificio de al lado, volteaba a observar, distinguiendo solo una sombra moverse.

 

— “Casi logra verme esta vez…”- pensó el azabache algo nervioso y asustado. Se había sentando en el suelo cerca de la ventana. Se quedó varios segundos en esa posición sonriendo con dificultad, pues había logrado, otra vez, ver al chico de ojos verdes. Además andaba  con un atuendo diferente al de los días anteriores, llevaba puesto un uniforme deportivo. Eran unos short, con una camiseta de manga corta. Su piel la veía blanca como la leche, y se notaba que era de contextura delgada. Su felicidad llegó a su fin, cuando unos compañeros de otra clase aparecieron y comenzaron a fastidiarlo.

 

—Mira ese rarito…Siempre anda solo.- decía uno de los jóvenes.

 

—Eres el favorito del director solo porque eres huérfano…Deja de dar lástima y trata de hacer algo mejor. No te creas superior solo porque tu arte vende más.

 

—Deja de molestar a ese autista. Es demasiado tonto para defenderse.- comentó otro largándose a reír, seguido de sus dos compañeros. Sai solo los observaba sin poner ninguna mueca de enfado o desagrado. Tenía una expresión tan seria  y ambigua que provocó que sus compañeros dejaran de reírse y lo miraran con rareza. El azabache de pronto sonrió cerrando sus ojos. Uno de los chicos, apretó su puño y le dio un golpe en la mejilla. Dejando a Sai botado en el suelo.

 

— ¡Para qué sonreís, estúpido!- gritó enojado. — ¿Crees que eres más listo solo porque te limitas a sonreír? ¡De qué sirve que tengas ese asqueroso talento si ni siquiera tienes una vida normal! ¡Danzou se acerca a ti por interés! No tienes a nadie que se acerca por la persona que eres, y sabes por qué, porque eres un maldito engreído que se cree el mejor. Y porque realmente eres desagradable.

 

Los compañeros miraron con preocupación a su amigo, y diciéndole que se calmara, se lo llevaron, dejando nuevamente solo al azabache que ya se había vuelto a sentar después de ese golpe en la cara. Su labio tenía un rasguño por el cual comenzó a brotar la sangre. Estaba más que desorientado. No entendía por qué sus compañeros eran así, él jamás le hizo mal a alguien y evitaba de cualquier forma relacionarse con alguna persona que no sea Danzou. Tenía, por educación, el deber de pensar solo en él. De no ayudar a nadie, de no conversar, de no ser amable, evitar contacto visual. Todo se le había limitado desde muy pequeño y era natural que se comportara indiferente con el resto.

Y si había sonreído es porque su director le había dicho una vez: Una sonrisa puede salir de una situación difícil, incluso si es falsa.

 

Raramente no le había funcionado y eso lo hacía estar aun más desorientado.

 

Sin tener que hacer otra cosa, se puso de pie y caminó por los pasillos limpiándose la sangre que le quedaba en el labio.

Una vez llegó a su habitación, notó que alguien estaba sentando en una silla de su escritorio. Esa persona se puso inmediatamente de pie y sonrió avergonzado. Era rubio, muy alto, ojos azules, cabello alborotado y tenía una piel bronceada. Llevaba puesto un chaleco azul, pantalones azules y unas sandalias negras.

 

—Hola, Sai, lamento haber entrado a tu pieza sin permiso…Estaba descansando en tu silla porque he pasado todo el día de pie.- dijo el rubio excusándose para no parecer tan maleducado.

 

—Si Danzou lo ve, tendré problemas, váyase de mi habitación.- dijo el azabache sin mirarlo a los ojos y acomodando su ropa que ocuparía el día de mañana. No se había ni molestado en saludarlo ni mucho menos en preguntar quién era, tan solo lo quería fuera de su alcoba.

 

—Oye, tengo el permiso de Danzou, muchacho.- comentó el hombre sonriendo animadamente. —Así que no te preocupes por eso.- añadió haciendo que Sai levantara la mirada y se interesara por lo que decía el mayor.

 

—Entonces, ¿por qué está en mi habitación?- preguntó el joven curiosamente. — ¿Tendré clases con usted?

 

—No precisamente. A pesar de que soy profesor de educación física, actualmente  no hago clases. Y eso es más que nada porque estoy a cargo de la dirección del colegio que está al lado.- esto último había logrado captar toda la atención de Sai. Y es que en el colegio que se encontraba al frente de su instituto se encontraba ese chico de ojos verdes que tanto anhelaba conocer. —Bueno, lo que sucede es que estaba pensando seriamente en invitarte a mi casa para que pases el fin de semana fuera de este lugar. Danzou me ha dado el permiso, ahora solo espero que tú quieras.- añadió haciendo que el azabache se sorprendiera enormemente y quedara con la boca abierta. —¿Qué te parece?- preguntó el rubio.

 

—M-me encantaría…- respondió el azabache que empezaba a sentir una extraña sensación. Sus ojos se le habían humedecido y sentía su corazón palpitar con más rapidez. Sai observó a esa persona con tal admiración que al hacer esto, notó que tenía unos hermosos ojos azules. Se sonrojó levemente  y contempló por varios segundos a ese hombre.

 

—Oye, ¿qué sucede?- preguntó el rubio un poco incómodo.

 

—Es que tiene unos ojos muy hermosos. Tienen un color muy poco común.- dijo Sai sin dejar de mirarlo. —Muy rara vez veo ojos como los suyos.

 

El hombre rió un poco avergonzado mientras se rascaba la nuca. Sin duda ese joven tenía un comportamiento muy particular y parecía que decía de forma muy honesta todo lo que pensaba.

 

—Gracias por el halago….- dijo el hombre posando su mano sobre la cabeza del azabache. Sai había reaccionado cerrando los ojos con fuerza y agachando levemente la cabeza. El rubio alejó su mano y  se sorprendió por esa acción. El azabache al no sentir nada, abrió los ojos y miró al hombre. Su expresión denotaba temor.  —No pensaba hacer nada malo, solo te iba a acariciar la cabeza…Suelo hacerlo con mi hijo.

 

Sai no respondió ante ese comentario. Se sintió más aliviado y hasta soltó un suspiro.

 

—Oye, muchacho. Conmigo no tienes que estar a la defensiva, no te haré daño. Hasta te invité a mi casa para que puedas salir de este ambiente y conozcas cosas nuevas.- reía mientras decía esto. —Ten por seguro que te divertirás. Además conocerás a mi hijo que tiene tu misma edad. De seguro serán buenos amigos. Por cierto, empaca algo de ropa porque partiremos ahora mismo.

 

— ¿Ahora?- preguntó el azabache sorprendido. El rubio asintió con la cabeza.

 

—Te esperaré en el patio.- dijo el hombre caminando hacia la salida. — ¡Ah! Creo que olvidé presentarme, me llamo Minato Namikaze.- añadió antes de salir de la habitación.

 

Sai no dejaba de sorprenderse. Al momento de escuchar la puerta cerrarse, reaccionó y comenzó a buscar ropa. Nunca antes había salido de ese lugar, con las excepciones de las idas al hospital, pues en un instinto como ese, se preocupaban mucho de la salud de sus alumnos.

 

Se apresuró en tener listas sus cosas, ya que no quería hacer esperar al rubio. También había aprovechado de cambiarse de ropa. Siempre con colores oscuros.

 

Antes de salir del edificio con su mochila, fue a la biblioteca a sacar un libro a cerca de cómo relacionarse con personas. Y es que Minato había mencionado que tenía un hijo de la misma edad y Sai tenía muy claro que eso de andar teniendo amistades era algo prácticamente desconocido para él.

 

Ya al estar fuera del edificio, buscó al hombre, pero no lo encontró. En vez de eso, una enorme camioneta estaba aproximándose lentamente. Se escuchó un par de bocinazos, y luego se detuvo a unos metros del joven. Sai distinguió que el conductor era Minato, por lo que rápidamente se subió en el asiento del copiloto.

 

—Profesor Minato. ¿Su casa queda muy lejos?- preguntó el joven mientras se ponía el cinturón de seguridad.

 

—Solo queda a unos diez minutos de la escuela. ¿Podrás creer que mi hijo siempre llega tarde a pesar de vivir tan cerca?- preguntó soltando una pequeña risa.

 

— ¿Tiene algún problema su hijo?      

 

— ¿Cómo?

 

—No es correcto llegar tarde a clases. A parte de distraer a los compañeros, es una falta de respeto para un profesor.- dijo Sai seriamente.

 

Minato se quedó callado. Pudo notar en seguida que ese joven estaba demasiado disciplinado.

 

El camino fue bastante silencioso. El rubio iba manejando concentradamente mientras Sai leía un libro que había sacado de la biblioteca.  Al momento de llegar a la casa, estaba Kushina, la esposa de Minato, al lado de la puerta y sonriendo como de costumbre.

 

— ¡¡¡Naruto!!!- se escuchó gritar a la mujer. — ¡Ha llegado el chico!- volvió a gritar. El hijo bajaba las escaleras algo cansado por su jornada escolar. Incluso todavía llevaba su uniforme, aunque un tanto desarmado. Miró a su madre e hizo un puchero.

 

— ¿Se quedará todo el fin de semana?- preguntó Naruto mirando a su mamá que tenía un largo cabello rojo que llegaba casi hasta el suelo. Además, la mujer andaba usando un largo vestido con mangas cortas.

 

—Naruto, compórtate. Este chico es de la otra escuela, sé amable con él.- dijo la mujer dándole un coscorrón al menor.

 

Cuando Sai bajó del auto con sus cosas se dirigió a donde lo estaban esperando. Se detuvo a medio metro de la mujer y sonrió.

 

—Buenas tardes, hermosa señora.- saludó el azabache. Kushina se sonrojó al escuchar ese adjetivo y también le sonrió.

 

—Hola jovencito, veo que eres alguien muy educado y bastante apuesto.- dijo la mujer mientras tomaba por los hombros a su hijo y lo ponía delante de ella. —Él es Naruto. Mi hijo…- decía la pelirroja. —Saluda Naruto…- murmuró.

 

—Em… Hola, te llamas Sai, ¿verdad?- preguntó el joven rubio sin mucho interés. El azabache asintió la cabeza y observó de reojo al muchacho que tenía adelante suyo.

 

—Hola Naruto. Cómo estás.

 

—Ah, bueno. Estoy bien, gracias.- respondió un poco confundido y rascándose la mejilla. —Oye Sai, puedes dejar tus cosas en mi habitación, después de todo, ahí dormirás.

 

— ¿Dormiré contigo?- preguntó el azabache muy impresionado.

 

—Sí, acompáñame.- dijo el rubio siendo inmediatamente seguido por el joven. Kushina y Minato sonrieron mientras ambos chicos subían y se dirigían a la habitación de Naruto.

 

—Esta es mi habitación, tú dormirás en mi cama y yo dormiré en el suelo con un saco de dormir.

 

Sai observaba con atención el lugar y realmente todo le parecía fantástico.

 

—Gracias, Naruto. Eres muy amable.

 

—No hay de qué…- respondió el rubio sonriendo. —Oye, te ayudaré con eso.- añadió mientras tomaba la mochila del azabache y una especie de cuadernillo que llevaba junto a un libro. De pronto, el cuadernillo cayó al suelo lo que provocó la preocupación de Sai. Los dibujos del chico pelirrojo habían quedado esparcidos por todo el piso. El corazón del azabache comenzó a latir rápidamente mientras un rubor en sus mejillas delataba su vergüenza.

 

—Ups, lo lamento...- dijo el rubio agachándose para recoger alguno de los dibujos. Tomó uno y lo observó con atención, aunque rápidamente Sai se lo quitó y recogió con rapidez todos sus dibujos.  Naruto miró con extrañeza al muchacho. Conocía al pelirrojo y le pareció muy raro que Sai tuviera muchos dibujos de él.

 

— “¿Lo vió?...De seguro lo vió.”- pensaba Sai comenzando a angustiarse y notando el silencio incómodo que había en la habitación.

 

—Oye, ¿tú también lo conoces?- preguntó el rubio.

 

—N-no…- respondió el azabache asustado.

 

—Entonces, ¿por qué tienes dibujos de este chico? – volvió a preguntar. —Él está en mi colegio, no en el tuyo que yo sepa.

 

—Pues…Lo veo a lo lejos, de repente. Solo eso…Y es que e-estoy, practicando mi dibujo.

 

— ¿Y por eso lo dibujas solo a él?- interrogó. —Alcancé a ver muchos dibujos de su rostro y con sus distintos uniformes…- comentó el rubio mirando al joven con algo de burla. — ¿No será que te has obsesionado…o enamorado de ese chico?- volvió a preguntar sonriendo y riendo.

 

Sai se había puesto rojo. Se sentía vulnerable. El rubio observó que su nuevo compañero estaba más que avergonzado y asustado, y en seguida se preocupó por él.

 

—Oye Sai, no te pongas así…Solo estaba bromeando.- alcanzó a decir en voz baja antes de que el azabache saliera corriendo de la habitación y se encerrara en un baño.

 

Tras el portazo apareció Kushina. Notó que la puerta del baño estaba cerrada y luego caminó hasta la habitación de su hijo.

 

— ¿Qué le has dicho?- preguntó la pelirroja molesta.

 

— ¡Mamá!- exclamó asustado. – Solo…Pues estaba bromeando. Pero no sabía que le afectaría tanto.

 

—Hijo…- dijo la mujer suspirando y acercándose al menor. —Sai es un joven que ha estado encerrado por mucho tiempo. Su comportamiento no es el de una persona normal. Debes tratar de tener cuidado cuando le hablas. Cualquier cosa la puede malentender.

 

—Si mamá…- dijo el rubio agachando su cabeza. Kushina le dio un beso en la frente a su hijo y luego se fue. Sabía que Naruto arreglaría ese problema con el chico nuevo.

 

Pasaron solo algunos minutos cuando el rubio al fin se armó de valor y se dirigió a las afueras del baño. Tocó la puerta muy despacio y esperó una respuesta.

 

— ¿Eres tú, Naruto?- se escuchó desde el interior del baño.

 

—Si, soy yo…Lo lamento Sai. No te volveré a molestar con eso. Pero sale del baño y ven a acomodar tus cosas. Además te puedo contar cosas sobre ese chico, tal vez te interese, no lo sé…- dijo el rubio. Con esto logró en seguida que Sai saliera del baño. La mirada del azabache parecía muy curiosa, y es que tenía unas ganas enormes de saber algo sobre el pelirrojo.

 

Cuando ambos ya estaban en la habitación, cada uno se sentó donde se le era más cómodo. Naruto en su cama, y Sai en un sillón.

 

—Bueno, dime qué quieres saber de él. Creo saber lo básico.

 

— ¿Cómo se llama?- preguntó apoyando sus manos sobre sus rodillas y mirando fijamente el suelo. Parecía avergonzado al estar preguntando ese tipo de cosas.

 

—Se llama Gaara. Sabaku no Gaara.

 

— ¿Gaara?- preguntó en voz baja y sonriendo.

 

—Su nombre significa el demonio que solo se ama a sí mismo. Puede parecer muy extraño, pero la verdad es que su personalidad le hace mucha fuerza a su nombre. Yo que tú, no lo molestaría porque cuando se enoja puede volverse violento.- dijo esto seriamente. — Mmm…otra cosa que sepa...- pensaba en voz alta. — ¡Ah! Ya me acordé… Tiene dos hermanos, son mayores que él, aun así no logran controlarlo del todo a pesar de que tenga solo 14 años… Al igual que yo.- dijo esto último sonriendo. —Si lo ves de cerca notarás que lleva un tatuaje en su frente con el kanji amor.

 

 

 

 

El azabache seguía escuchando con atención y haciendo un gran  intento para retener toda la información en su mente.

 

—Por cierto, él vive a pocas cuadras de acá…Suele andar solo y es difícil acercarse. Ya que tiene una mirada muy amenazadora. No te confíes de su tamaño. Puede ser bajito, pero tiene una gran fuerza. El otro día lo asaltaron y dejó a los delincuentes gravemente heridos.

 

 —Qué bien…tal vez lo pueda ver.- dijo Sai en voz baja mientras se imaginaba ese encuentro ignorando la anécdota del asalto.

 

— ¿Qué dijiste?

 

—N-nada…- contestó desviando la mirada. —Oye Naruto, creo que no te había dicho que eres muy atractivo, al igual que tus padres.- dijo de pronto el azabache para cambiar el tema y al mismo tiempo para “vengarse” del rubio por haberlo hecho pasar tanta vergüenza.

 

El rubio se ruborizó de inmediato y sonrió.

 

— ¿Tienes novia?- preguntó el joven dibujante mientras se acercaba donde el rubio y se sentaba en la cama para mirarlo de pies a cabeza.

 

—Oye…Se supone que eras tímido… ¡Desde cuando agarraste tanta confianza!- exclamó el rubio retrocediendo para alejarse del azabache.

 

—Vaya, parece que me estás evadiendo la pregunta…- sonrió de forma burlona.

 

—N-no tengo… ¡Todavía!- exclamó haciendo un puchero.

 

—Y cómo logras calmar tu calentura… ¿Te tocas?

 

— ¡¿Qué clase de pregunta es esa?!- gritó Naruto comenzando a sudar por los nervios.

 

—Tienes pene, ¿verdad?- preguntó tomando el pantalón del rubio y tratando de bajarlo.

 

— ¡¡¡Ahhh!!! ¡Suéltame pervertido!- gritó el rubio saltando de la cama y corriendo a la salida con sus pantalones un poco caídos. Al abrir la puerta vio que estaba Sakura que se acercaba a la habitación con una bandeja que tenía tres vasos llenos de jugo de limón. La chica miró hacia abajo, y notó que Naruto estaba exhibiendo casi por completo sus partes nobles. La joven se sonrojó de inmediato en tanto el rubio suspiraba del alivio al notar que Sakura había llegado a su “rescate”. No pasaron muchos segundos cuando la joven tomó un vaso y le lanzó el contenido a la cara mientras gritaba.

 

El rubio recibió el líquido en plena cara y rápidamente se subió sus pantalones.

 

—Eres cruel Sakura-chan…- dijo el rubio desanimado.

 

— ¡No deberías andar mostrando tus partes a una chica!

 

—Yo no veo a ninguna…- murmuró Naruto.

 

— ¡¿Qué dijiste?!- exclamó la chica de cabello rosado.

 

—No grites tanto…Tengo visitas y se dará cuenta en seguida la clase de persona que eres. Al menos trata de aparentar.- comentó para molestarla.

 

Sakura apretó su puño y miró la habitación para inspeccionar. Al hacer esto notó que un joven de cabello negro estaba sentado tranquilamente en un sillón.

 

—Ya verás Naruto… Tendrás tu merecido, pero por ahora no haré nada. Sé comportarme.- dijo la chica entrando a la habitación y saludando al joven azabache. Además aprovechó el momento para ofrecerle un vaso con limonada que el muchacho no demoró en aceptar.

 

Ese día había pasado realmente rápido. Sai no tuvo mucha participación en la conversación, o más bien, discusión, que solía tener Sakura con Naruto durante esa tarde, pero aun así, se sintió cómodo y ambos jóvenes eran de su agrado.

 

Al irse la chica, tanto como Sai y Naruto fueron a acostarse después de cenar. Eran cerca de las doce de la noche y al día siguiente lo más probable es que saldrían a pasear.

 

El azabache tenía puesto su pijama de color azul oscuro, y el rubio solo vestía unos calzoncillos con una camiseta de manga corta, además de un  gorrito negro para dormir.

 

—Oye Naruto…- decía Sai que estaba acostado y arropado en la cama del rubio. —Si está muy incómodo el suelo, puedes dormir a mi lado.

 

— ¿Eh? – reaccionó el joven comenzando a reír. – No… No es necesario.

 

—Te prometo que no te molestaré…

 

—No, ya dije que no. Aquí estoy bien.

 

—Amanecerás con un horrible dolor de espalda, además podría caerme sobre ti…

 

—Deja de insistir…- se quejaba el joven de ojos azules algo nervioso. —Para qué quieres que duerma contigo. Tendrás menos espacio.

 

Sai se sentó en la cama y suspiró.

 

—Realmente no quiero que estés incómodo durmiendo en el suelo. Tú has sido muy amable y de alguna forma debo agradecerte. Solo eso.- dijo el joven mirando con determinación al rubio.

 

Naruto logró ver el rostro de Sai por la luz que atravesaba la cortina. Una luz tenue, pero era suficiente para tener algo de visibilidad.

 

—Está bien…- dijo el joven en voz baja mientras se ponía de pie. Luego se acostó al lado del muchacho de ojos negros. Ambos se quedaron dormidos en un par de minutos.

 

A la mañana siguiente el rubio despertó lentamente. Era muy temprano, se secó la baba con su antebrazo y se sentó. En seguida notó que Sai no se encontraba a su lado, lo que le pareció muy raro. Caminó por los pasillos de la casa rascándose el trasero y bostezando sin taparse la boca. Entró al baño y comenzó a orinar.

 

En otro lado de la casa, específicamente en la sala. Estaba una mujer de largos cabellos rojos acostada sobre un enorme sillón. No llevaba puesta  ropa y parecía estar posando.

 

A unos metros de ella, se encontraba Sai con un cuadernillo haciendo un dibujo de esa mujer.

 

—Tiene un cabello muy lindo…Me gusta el color rojo.- comentó Sai mientras dibujaba concentradamente el retrato de la mujer.

 

—Gracias…- dijo Kushina sonriendo. —El color rojo suele representar el amor.- agregó haciendo que el azabache se sorprendiera por el comentario.   

 

— ¿Y el verde? – preguntó interesado. —El verde es un color muy hermoso.

 

— ¿El verde? Mmm…Suele representar muchas cosas. Pero está asociado con la naturaleza. También representa la armonía, fertilidad y frescura. 

 

—Eso suena muy interesante…- murmuró el azabache sonriendo tímidamente mientras seguía dibujando.

 

Todo parecía paz y tranquilidad en esa casa, hasta que el mayor de los rubios, Minato, entró despreocupadamente a la sala, encontrándose a su esposa completamente desnuda al frente del invitado. Rápidamente lanzó un gritó y sus mejillas se ruborizaron.

 

— ¿¡Pero qué!?- gritó el rubio sorprendido. — ¡Tápate Kushina! ¡Sai! ¡No la veas!- Exclamaba avergonzado y tapándole los ojos al azabache.

 

—Solo estoy haciendo un retrato…- dijo Sai tranquilamente mientras la pelirroja suspiraba.

 

— ¡Tápate Kushina! ¡Una esposa no debe mostrar el cuerpo a otra persona que no sea su esposo!

 

— Minato, no seas exagerado. Sai es un artista…

 

— ¿Papá? ¿Por qué tanto alboroto? – preguntó Naruto que se acercaba al lugar.

 

— ¡¡¡Naruto!!! ¡No vengas!- gritó Minato que seguía con sus mejillas sonrojadas. Parecía totalmente nervioso lo que causó aun más curiosidad por parte del joven rubio. El menor caminó sin hacer caso a las advertencias de su padre y en seguida vio a su madre desnuda. Se sonrojó de inmediato y pegó un grito.

 

- ¡¡¡Mamá!!! ¡¡¡Por qué te prestas para estas cosas!!! – volvió a gritar poniéndose las manos sobre la cabeza.

 

—Dios…Por qué exageran las cosas.- dijo Kushina desviando la mirada. — Sai solo dibuja…nada más…

 

— ¡Qué vergüenza mamá!- exclamó el rubio. — ¡¿Acaso no te das cuenta que para un hijo es vergonzoso que un amigo vea a su madre desnuda?!

 

— “¿Amigo?”- pensó Sai que seguía sin ver por las manos de Minato. Se puso de pie liberándose inmediatamente del rubio y fue donde Naruto para abrazarlo. Era la primera vez en su vida que tenía un amigo y a  pesar de toda la situación que era incómoda para los rubios, el azabache sonreía pensando en lo afortunado que era en esos momentos.

 

 

Continuará...

Notas finales:

Recuerden que pueden dejar un comentario antes de pasar al siguiente capítulo.


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