Quizás son cosas mías, así que las ignoraré.
Me senté en el pasto, y seguí tomando mi refresco; las cosas se empiezan a poner interesantes, un avión en la puerta de Key celebrando que seamos vecinos me resulta macabramente atrayente.
Mientras pensaba en todo esto, vi unos tenis blancos frente a mí, elevé mi rostro y ahí estaba él otra vez, tenía una mirada seria, sentí que me congelé.
Pasarían algunas centésimas de segundo cuando automáticamente me sonrió. Se quitó el cabello de la frente levantándolo un poco, a la vez que movía su cabeza en dirección de donde quería tener el cabello, ahora que le veo, es castaño rubio.
—¿Entonces?
Se sentó frente a mí, eso me incomodó un poco.
—Que si no viste o tienes idea de quien pudo aventar esto a esta casa.
Le mostré el avión y apunté a la puerta de Key, por el cristal confirmé que seguía dormido pero ahora tenía una pierna flexionada sobre el sillón y su mano caída.
—No, apenas salía de mi casa cuando me hablaste —me lo regresó, pero sin duda pude ver que cuando lo veía tenía una sonrisa muy ancha en sus labios— ¿Te interesa saber quién es?
Me sonrió provocándome otro escalofrió, tenía una sonrisa entre dulce y aterradora como si fuera un lindo asesino.
Ja, ja, ja, el sol, el sol me hace pensar todo esto.
—Supongo.
Me limité a contestarle, nunca he sido ni seré muy abierto con las personas que recién conozco.
—Pues suerte.
Cambió su semblante a uno más relajado y amigable.
—Gracias oye, ¿vamos al mismo colegio? —pregunté— tengo la ligera sensación de haberlo visto en algún lado.
—Sí —contestó sonriendo— de hecho.
—Soy de quinto semestre.
—Lo sé —alcé mis cejas extrañado porque no llevo ni media hora de conocerlo y ya lo sabía—. Digo, lo sé porque te he visto entrando a ese salón.
—Okey...
—¡Me refiero a que tenemos el mismo profesor de química! pero a mí me imparte biología y una vez me dijo que mi trabajo lo llevará a tu salón… por eso sé.
—No recuerdo haberte visto nunca cerca de mi salón.
—Lo sé porque no entregué ese trabajo —una ligera risilla malévola salió de sus labios, cosa que me sorprendió—. No suelo ser muy “cumplido” con ese tipo de cosas.
Arrancó una hoja del pasto y la empezó a triturar con sus dedos.
—Ese tipo de cosas te hacen ir a Detención.
No pude evitar mirar cómo estrujaba la hojita.
—Ja, ja, ja ni que lo digas de siete horas que estoy en el colegio, dos estoy en Detención —aventó lo que le quedaba y arrancó otra–. Los profes son muy sensibles y por todo me mandan.
Más allá de verme, miraba y trituraba la hoja.
-Je, no lo sé —dije—, la última vez que asistí a ese salón fue porque uno de mi amigos me inculpó por algo que no hice.
Él arqueó la ceja y sonrió de lado.
—Ajá, no mientas Minho —arrancó otro par de hojitas. Pero…
—Cómo, ahah ¿sabes mi nombre?
—Yo he estado en Detención estos últimos días y te he visto, hoy entraste con un portapapeles que decía “pasillos”.
—Bueno…
—¡Minho! —Key abrió la puerta y alzó mi teléfono— ¡Tu celular está sonando!— las personas que pasaban por ahí lo miraron y él solo les saludó como sabe, moviendo los dedos de la mano mientras sonríe.
—Key —me levanté y me sacudí—, me alegra que hayas despertado.
Olvidé por completo que estaba acompañado.
—Je, je, je cómo no iba a despertar con tus tonos tan escandalosos…
—Ja, ja, ja, ok, dámelo.
Me acerqué hasta tomar mi celular, Key entró a su casa y este chico se levantó también por lo que dejé de ver la pantalla de mi móvil.
—Oye, espera —él se detuvó— ¿cómo te llamas?
—Mph, a diferencia de ti —me apuntó hasta que arqueé la ceja– Yo apenas estoy en tercer semestre, mi TAE por si te interesa es Expresión Corporal.
—¿Danza?
Su apariencia es un poco ruda como para estar en danza.
—Expresión corporal —me miró a los ojos y casi sentí como me congelaba—. Por favor, es Expresión Corporal. Y me llamo Lee Taemin.
Al final me sonrió después de usar un tono de voz demasiado agresivo.
—¿Taemin?
—Exacto. Nos vemos.
Se giró y empezó a caminar hacia su casa, levantó la mano, creo que sentía que aún lo miraba, giré mi cabeza para poder despejarme, igual, es sólo el vecino de Key, entré a su casa y ya estaba comiendo.
—¡Hey! —le reclamé— De menos pudiste haberme esperado.
Me senté a su lado para comenzar a comer.
—Cuando se enfría ya sabe mal, además, necesito comida después de dormir.
—Eres como los osos después de hibernar.
—No lo puedo creer —usó su tan típico tono de diva.
—¿Qué ocurre? —le pregunté a la vez que llevaba lo último de mi refresco a mi boca.
—¡Me duermo por cinco minutos y tú empiezas a ligar a mi vecino!
Escupí todo lo que tenía en la boca.