Ese día, no era su día, oh no, definitivamente no. Le habían robado todo su dinero y dejándole en calzones lo abandonaron en un callejón, y para colmo, al llegar a su “dulce hogar” se encontró con la sorpresa que unos desconocidos ya estaban allí, todo eso le daba muy mala espina, y sí, dio justo en el clavo al sentir eso, aquellos hombres lo convencieron de ir con ellos.
Y ustedes se preguntarán: ¿Cómo lo convencieron?
Sólo habría que mirarle la nariz rota y sangrante para saber la respuesta a esa obvia pregunta.
Pues bueno, justo ahora era protagonista de una escena propia de película de acción. Llegó a parar aún en ropa interior a la oficina de un tipo que, no se necesitaba ser muy astuto para imaginar que era de la mafia. Frunció el ceño, ese sujeto le miraba desde su asiento frente a su escritorio con los codos apoyados en éste y las manos cruzadas frente a su rostro; su expresión podía llegar a dar miedo a cualquier persona, pero no a él, que ya le era común esa clase de situaciones.
-Bien chico. Sabes por qué estás aquí, ¿No es así? – habló con su voz gruesa el hombre que se hacía llamar “El Jefe”. Un hombre de ya pasados cuarenta años y la cabeza repleta de canas, ojos pequeños e intimidantes de color oscuro.
-Ehh…-
-Me debes una cantidad exorbitante de dinero, y , espero que hayas venido a pagarme.-Era muy tonto decir aquello contando que sus gorilas no le dieron otra opción más que ir con ellos.
-Pues… En realidad… Yo no…-trataba de explicarse, pero no encontraba cómo, aparte que no quería decir algo que fuese capaz de molestar al otro.
-¿No tienes el dinero?-preguntó, recibiendo tan sólo una negativa con la cabeza por parte del más joven.-Te he mandado a traer porque sabiendo que no podrás pagar ese dinero, he decidido que puedes pagármelo de otra manera.-
-… ¿Qué es lo que tengo que hacer?-chasqueó la lengua bajito, consciente de que lo que le fuera a decir el anciano frente suyo le arruinaría más aún su hermoso día.
El mayor de la sala se puso de pie, caminó hacia una pequeña mesita de fina madera que se hallaba en un rincón de la habitación, sobre ella estaba un portarretratos el cual sostenía una foto de un joven muchacho muy parecido al viejo.
-Este era mi hijo.-rompió el silencio aclarando con ello la duda de quién debía ser el chico de la imagen.-Y digo era porque lo asesinaron hace unos meses.-colocó de vuelta el objeto a donde estaba y miró ahora directamente a su invitado.
-Cuánto lo siento, pero… ¿Qué tiene eso que ver conmigo, señor? –en realidad eso le daba igual, tan sólo deseaba que el decrépito fuera de una buena vez al punto, tanta vuelta le exasperaba.
-Pues que creo saber quién fue, y quiero venganza.-entrecerró su mirar a la vez que en su voz se notaba el rencor con el que pronunciaba dichas palabras.-El hombre que más odio, seguramente mató a mi hijo para hacerme sufrir.-dirigió su andar hasta una ventana y miró a través de esta, apoyó su puño cerrado contra los frágiles cristales admirando el paisaje de la hermosa ciudad que se vislumbraba fuera de ese gran edificio.-Y no, no quiero que lo mates a él ya que eso no le haría sufrir tanto como sufrí yo.-
-¿E-Entonces…?-
-Quiero que mates a “El hada”.-
-Bueno, y…. ¿Quién es el hada?- a esas alturas ya movía frenéticamente su pie golpeando suavemente el piso en un gesto de impaciencia. Rodó los ojos.
-Es su hijo, obviamente.-dejó de mirar los autos pasar para fijar nuevamente su mirada en su visitante, el susodicho también le miró.
-¿Su hijo? Y a todo esto, ¿Por qué le dicen “El hada”? –arqueó una de sus cejas con sorna entretando decía eso con voz burlona.-¿Acaso tiene alitas y vuela mientras echa polvitos mágicos?-su propio comentario le sacó una leve sonrisa de diversión, a él y a su acompañante.
-Es homosexual.-