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Rock ya no por favor por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

Edades.  Aproximados Primo: 25
Dino: 23
Mukuro: 20

Alaude: 23
Byakuran: 22
Hibari tiene 16.

Capítulo II.

Segundo Escenario.

 

+Llegó La Noche+

-¿Y bien? –preguntó el dueño de la cabaña mientras platicaba con sus compañeros de maldad; estaban los tres en la cocina.

-Ahg, vamos, Alaude-kun, deja que duerman aquí esta noche~ -dijo Byakuran dejando que su gesto juguetón declarara sus intenciones.

-Primero, -respondió Alaude –hubiera jurado, que ibas a mentarles la…

-Que se queden –dijo Hibari que estaba recargado en la repisa, cruzado de brazos y manteniendo su mirada clavada en la oscura ventana –, sería estúpido de su parte decir que desean lo contrario.

-Lo sé, hermanito –dijo Alaude suspirando hondamente.

Si, esos dos eran demasiado parecidos como para negarles algún parentesco.

-Ahora, lo que queda es que podamos mantenernos al margen –murmuró el de cabellos cenizos.

-Yo no quiero mantenerme así –alegó Byakuran, de cabellos de puercoespín color blanco y ojos de zorro en modelo amatista –esos tres es lo que hemos estado buscando desde hacía años.

-En eso te doy la razón –dijo el mayor –, pero no podremos mantenerles siempre aquí, debemos pensar en alguna buena razón para retenerles lo suficiente como para…

+En una habitación+

Estaban en el segundo piso. Habían dos camas allí y Primo permanecía cerca de la ventana mientras Mukuro seguía torturando a Dino.

-¡Ja! ¡Lo sabía! –dijo el oji azul, le encantaba regodearse en el sufrimiento de otros.

-¡Ya cállate! –estaba mordiendo una de las almohadas –¡No sé qué me ocurrió allá abajo!

-¡Oh, sensei! ¡Yo si que lo sé! ¡Te enamoraste como una colegiala de esas que tanto te gusta coger!

-No es cierto –gritó y le aventó varias cosas –¡Primo, dile!... ¿Hermano?

-¿Nn? –el guapo moreno no había estado prestando atención en lo mínimo, así que hasta apenas se apartaba de la orilla de la habitación y caminó hasta Dino para tomarle lentamente de las mejillas para darle un corto beso en los labios.

Los dos, Mukuro y el potro, se quedaron hechos piedra.

-¡¡¡¡¿E-Es-Eso por qué fue?!!!!

-Para que te calles –se separó –, además, estoy pensando en algunas cosas.

-Me imaginé –soltó Mukuro sentándose en la cama cruzado de piernas, extendió la mano derecha y le dio a Primo la señal para que pudiera hablar sin problemas.

-Esos tres nos esconden algo.

-Ah, nosotros también –respondió el ángel de cabellos azules –, ya, dinos ¿qué es lo que realmente concibes?

-Nos pedirán quedarnos –dijo en tono bajo, mirando el espacio entre el piso y la puerta desde su sitio –, y lo que ustedes dirán será que no lo deseamos.

-yare, yare, eso es algo que no me esperaba, creí que algo te había interesado de este lugar.

-Precisamente por eso –contestó y ensanchó una risita. Mukuro captó, pero Dino, al seguir ensimismado en su divague, se quedó atrás –, quiero que nos imploren.

-¡Demoniaco! –le aplaudió el ojiazul.

-¡Esperen! –murmuró Dino haciendo cuenca con su mano para acercarse y decirles a los dos –, yo quiero irme de este lugar, hay, hay, hay un fantasma.

-Tú jamás has sido tan marica como para temerles –refutó Primo y fue directamente a la puerta, pues ya había escuchado pasos subir por las escaleras –, dejen que yo me encargue de lo primero.

-Disculpen –una voz madura les llamó a la puerta, tocando suavemente, era Alaude –, nos gustaría que bajasen a cenar…

-Vamos enseguida –dio por respuesta el mayor abriendo la puerta, quedando divinamente conquistador ante la mirada atónita del hombre de cabellos ceniza.

-Entonces, no tarden –el sencillo Alaude inclinó la cabeza ligeramente y se dio la vuelta, mostrando a Primo que poco le había valido el intento por llamar la atención.

-Hummm –masculló el moreno y se quedó viendo el firme trasero que poseía el otro adulto –, ya escuchaste, Mukuro, bajemos.

-¿Y yo?

-Te quedarás encerrado aquí, ¿qué no es obvio? Con tu situación de “definirte” podrías soltar la bocaza y decir algo que no me favorece en mi plan.

-¡Ahhh! ¡Ya me podré cobrar, algún día!

-Claro~ por lo mientras piensa en lo bien que podré acosar sexualmente a ese lindo corderito de cabellos negros –dijo Mukuro marcándole a Dino una sonrisa a manera de reto, el rubio ya se levantaba para enfrentarle cuando quedó encerrado en esa habitación con una silla impidiendo el paso –, kufufufu.

+En la cena+

Nadie se desesperaba por decir algo.

En ese mutismo destrozador, Primo miraba insistentemente a Alaude que permanecía calmado sentado en la cabeza de la mesa. Mukuro no despegaba sus ojos azules de Kyoya Hibari que se había presentado con un simple movimiento de labios.

Byakuran quería llamar la atención de Mukuro. Pero Mukuro quería atraer a Hibari, que ignoraba a todos, o trataba de hacerlo.

-¿Dino-san no bajará? –inquirió en algún momento, el pensativo Alaude.

-Está a dieta –respondió Mukuro encajando su tenedor en la pasta y le lanzaba una miradita coqueta a Kyoya, el cual se puso nervioso al notarlo.

-Ah, ya veo… -dijo, algo decepcionado –, quería que estuviesen todos –dejó el plato limpio y se pasó una servilleta por la boca, ninguna acción era perdida por Primo.

-¿Por qué el interés? –preguntó el Bronco.

(N/A: de ahora en adelante, XD, Primo será “Bronco” y Dino el “Potro” por si tenían dudas.)

-Por nada en especial –le dijo Alaude y se levantó.

Byakuran lanzó una aceituna en el plato del ojiazul.

-Hey, fíjate a quién molestas, estúpido copito de nieve –dijo Mukuro, realmente molesto, estaba tan resuelto a bajarle la presa a Dino que no iba a permitir desconcentraciones tan absurdas.

-Oh, pero si yo quiero joder a Mukuro-kun –contestó Byakuran poniendo una mano sobre la mesa y recargar su mentón en ella mientras sonreía.

-¿Cómo sabes mi nombre? –se puso a la defensiva y se levantó de la mesa.

-¡Oya! ¡Pero qué descuidados somos! –dijo el albino –, o mejor dicho…

-Que despistados son ustedes, los herbívoros –intervino por primera vez, Hibari Kyoya, mirándoles con el entrecejo fruncido –, todos en el país saben de su identidad.

-Ah, esperábamos pasar desapercibidos –soltó Mukuro mirándole con ojos de borrego a medio morir por haber encontrado al borreguito dueño de su corazón.

Byakuran se enojó, pero no logró demostrarlo, pues aparecía Alaude trayendo un par de cajas y las dejó caer en la mesa sin problema alguno.

-Los famosos “Mortality”, el “Bronco”, el “Ilusorio” y el “potro”, todo este poblado los sigue desde que se hicieron famosos, o tal vez antes de eso –se sacudió las manos y dejó que Primo descubriera lo que había dentro –, entre ellos hay tres personas que son lo suficientemente estúpidas como para intentar seguirles las huellas o su polvo –se encogió de hombros.

-Ya recabé en los motivos –se echó a reír el Bronco mientras esculcaba varias revistas con artículos, portadas, discos, todo relacionado con su maravilloso grupo de Rock –¿qué quieren de nosotros? No planeamos quedarnos más tiempo, a no ser que tengan pensado secuestrarnos.

-Ah, no, claro que no –dijo Byakuran –, el rapto siempre es mejor idea, pero en este Siglo se encuentra sobrevaluado.

-No nos interesan los sueños frustrados que tengan para vivir aquí, en este… -miró despectivamente el techo de la casa – lugar, ya decidimos que nos marcharemos en cuanto supiéramos sus intenciones.

-Pues… -se levantó Hibari y se puso ante Mukuro para sacar un par de tonfas –, me temo que ahora más que ser un trío de invitados se han convertido en nuestros prisioneros.

-¿Qué? –dijo Mukuro, divertido, realmente, del asunto, el joven de cabellos negros era una delicia en cuerpo, y tenerlo debajo suyo en la cama… ah, qué situación más divina sería –, creo que tu grosera boca quiso decir otra cosa.

-No, está hablando en serio –refutó Alaude sacando una pistola y un par de esposas –, en nombre del Comisario “Altamira”, el grupo Mortality queda bajo arresto domiciliario por haber ocasionado el derrumbe del Hotel “Sunshine” esta mañana –sacó una pequeña nota, escrita a mano que se había tomado de un reporte por la radio.

Esto si que fue una respuesta.

-Nos han ahorrado el trabajo de ir a buscarles, ¿creían que éramos un par de idiotas que los idolatraba? –masculló Alaude apuntando firmemente contra Primo –. Bienvenidos sean, a esta improvisada cárcel.

+Capítulo III+

Escenario III.

-¡Entonces estamos encerrados aquí! –dijo Dino sin poder creerlo, no sabía todos los detalles de la cena, sino era segura la muerte de Mukuro.

-Yo no exageraría hasta ese punto ¿has visto la construcción? No es más que una cabaña antigua y en mal estado.

-Dirás eso, pero las esposas te van de maravilla –dijo Mukuro irónicamente mientras mantenía las muñecas unidas entre sí por un par de argollas plateadas, igual que Dino.

-Lo sé –aceptó engreído el Bronco. Esa tranquilidad no era infundada, siempre iba a mano de algún plan ingenioso.

-No serán tan tontos como para dejarnos aquí, nos llevarán a otro lado, y cuando eso suceda, será uno por uno, en caso contrario, temerían nuestro escape, ya los vieron, se ven fuertes pero no son más que un trío de campesinos.

-Un trío de campesinos que como buenos ciudadanos nos arrestaron.

-Esto es ilegal, y bien lo sabes, Mukuro.

-Ah, me encanta hacerle a la emoción; y si es como dices que será, entonces quiero que me guíe a la perversión, perdón, a la perdición el precioso Hibari-chan.

-¿Hibari?

-Ah, si, un conejo que conocí allá abajo

-¿Me crees idiota?

-¡Oh, dios, hemos tenido un avance! ¡Dino Cavallone piensa que yo lo veo como un pendejo!

-¡Dije idiota no…!

+Abajo+

-Bien, Alaude-kun, parece que se te pasó un poquitín la mano, ¿No?

-Como si mostrases signos de eso.

Estaban los tres en la sala.

-Debemos seguir con el plan, no será que esos herbívoros se sientan escapistas –Hibari se levantaba y sacaba sus amadas armas para encaminarse hacia ese lugar de allá arriba.

-Deja que yo me encargue primero de… Dino-san –pidió Alaude a su hermano, sosteniéndole del hombro.

-Como quieras, ese maldito potro no hace más que asquearme.

-Yo diría, Alaude-kun –terció el albino con su zorruna mirada –, que tu fueras el encargado de Primo-kun, en determinado caso solo tu podrías manejarlo –Kyoya le asesinó con sus ojos –, no lo digo porque Hibari-chan no fuese capaz de partirle la cara si el momento se necesita, pero, ya sabes –miró de perfil al mayor –, parece que quiere tener una “charla” privada contigo.

Alaude se mostró ligeramente nervioso.

-No me interesa –respondió un minuto después y fue subiendo los peldaños.

-Alaude-kun aún sigue con rencores ¿verdad? –le preguntó al menor.

-Parece que si –respondió neutralmente, realmente molesto por la razón de Byakuran –, no perdonaré a ningún Cavallone.

-No seas así, Hibari-chan –le abrazó por la espalda –, el único traumado debería ser Alaude –le revolvió los cabellos –, vamos, mientras él se encarga del primero nosotros haremos nuestra parte.

+Arriba+

-Tú vas primero –dijo el de cabellos cenizos con fastidio, se aseguró de que las esposas siguieran bien sujetas y de que los otros dos permanecían quietecitos en la cama. Sin prestarle verdadera atención a Primo, Alaude, intentó buscar con la mirada a Dino, pero el primero se interpuso.

-¿Seguro que viniste por mi? –se burló el Bronco, al punto de que Alaude solo chasqueó la lengua y dispuso a Primo a caminar delante suyo.

Cuando se quedaron Mukuro y Dino solos.

-¿No crees que Primo está actuando más raro de lo normal?

-Es tu hermano, a mi no me vengas con esas preguntas tontas –dijo Mukuro, acostado y mirando al techo.

¡Vaya que estaban tranquilos!

Hasta ese punto confiaban en el que parecía su Padre.

-Ya lo sé, pero a veces eres casi su alma gemela, lo entiendes mejor que yo.

-Eso se debe a que tú te la pasas tanto tiempo jugando a “anguila en la cueva” que no tienes tiempo para él.

-Ahg, no me lo recuerdes –se golpeó con la cabecera de la cama.

-¿Cómo? –inquirió con los ojos fuera de sus órbitas –. El gran potro “quita virginidades” se empieza a sentir culpable.

-¡Claro que no! –se echó a reír –, lo digo para que te detengas, en verdad, necesito a una buena hembra, no haber tenido sexo en todo el día me está triturando los nervios –talló sus piernas entre sí.

Mukuro rodó los ojos.

-Bueno, tendré que emplear otros medios para conseguir lo que quiero –dijo el de cabellos largos para sí. El Ilusorio se dio cuenta de que alguien escuchaba tras la puerta, pues una sombra impedía el paso de la luz debajo –, dime, Potro, ¿Qué necesitas, dices? Es que no escuché.

-Humm, un buen par de mujeres, todas tetonas y con caderas enormeeeeeees. Tal vez con eso me sacaría esta loca idea que traigo en la cabeza.

-Oh, ya, ¿cuál?

-No sé, alguna como tener una orgía.

-Ese es tu pan de todos los días ¿no?

-¡Ah, cierto, cierto! Han pasado apenas hace doce horas de aquella fiesta y ya extraño mi vida de excesos.

-Quien te escuchase, pensaría que solo te acuestas con cualquiera para divertirte.

-Bueno, teniendo el dinero que yo tengo ¿alguien me podría culpar? Es más, creo que hasta su envidia…

Se quedó petrificado peor que una vil piedra, otra vez, pues entraba, sin hacer ruido, Hibari Kyoya.

-Vine por el estúpido Ilusorio.

+Afuera+

El frío viento le calaba los huesos de las manos. Y claro, ¿cómo no iba a ser así? Después de todo, su vientre era calentado pericialmente, pero sus manos estaban recargadas sobre el fresco árbol.

-Sue-Suéltame –masculló Alaude –, te-te mataré, maldito.

-Hump –Primo levantó su mano derecha hacia su boca. Y saboreó malévolamente el esperma que había nacido de Alaude después de una espesa masturbación –, antes de haberme hecho tu prisionero lo hubieras pensado mil veces, o al menos… -enseñó las esposas abiertas para inmediatamente ponerlas en las muñecas de Alaude –, para la próxima úsalas tú, así me ahorrarás problemas, hace mucho que no escapaba de una cárcel, y déjame decirte, victimario de cuarta, que estás a mil años de poder atrapar a Primo Cavallone.

Notas finales:

Esto tendrá  6918


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