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Piano Duet por MiyukiNamikaze

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Notas del fanfic:

Ningún artista mencionado aquí me pertenece y nada de lo que acontezca en esta historia debe ser tomado como verídico. Todo ha salido de mi imaginación.

Notas del capitulo:

Últimamente muchas ideas rondan por mi mente, muchas referentes a escribir un oneshot a pesar de que ya tengo mi fic y estoy trabajando en él. Quise pensar que dejaría el oneshot para más tarde pero no aguanté y aquí estoy, publicándolo y esperando que a muchos les guste. De nuevo, es uno GacktxHyde y esta vez basado en Piano Duet, canción de VAMPS. Si alguien no la ha escuchado les recomiendo lo hagan, es una canción preciosa.

Espero que sea de su agrado y les divierta leerlo tanto como a mi me divirtió al escribirlo <3

¡Disfruten!

 

La vida siempre enseña lecciones. Buenas o malas, al fin y al cabo son lecciones. Muchas ayudan a crecer, superarte y si no las sabes interpretar, sólo a hundirte en la miseria que representa la vida en ocasiones. Todo se da por un propósito, nada surge de la noche a la mañana sin un motivo, no importa lo oculto que esté entre nieblas, palabras, verdades o mentiras. Debes aprender de ello y levantarte, superarte y crecer porque de eso se trata la vida: Crecer y superarte.

El manojo de llaves resonó con un familiar eco por todo el apartamento mientras giraba, removiendo como era debido el seguro que clausuraba toda entrada a la residencia. Con un sonoro “click” la puerta fue abierta. El pomo giró con suavidad y desgano, dejando entrar a la persona que por suposiciones lógicas, debería ser dueño de tal lote en medio de la ciudad tokiota, capital del país del sol naciente. Gotas de agua brotaban desde el paraguas en la mano del bajo sujeto, deslizándose por la negra y suave superficie y muriendo en el pulido suelo de madera, cayendo desparramadas y formando un pequeño y trasluciente charco de agua por donde era arrastrado. Fue abandonado en una esquina donde la luz no alcanzaba, a las cercanías de un enorme ventanal que adornaba con modernidad pero preciosura el apartamento. El día afuera era triste, gris y sin vida, como un lienzo en blanco y negro; vacío, justo como todo en el interior de ese hogar comenzaba a sentirse.

En medio de la enorme sala, adornada con caros sofás y cara fornitura descansaba un piano de completo color negro y sin importar lo profundo del color, la luz del día se reflejaba sobre la madera brillante, que en su momento fue bañada en barniz para dar la apariencia elegante que poseía. El dueño de la casa, un sujeto de baja estatura y precioso cabello marrón profundo (al igual que sus ojos almendrados),  y de cuerpo estilizado, caminó hasta el piano. Rozó la madera con sus dedos, adornado uno de estos con un anillo que poseía en su gema un llamativo  pentagrama, acariciando lo suave de la madera. Deslizaba con infinita suavidad la mano, bajándola hasta las teclas blancas. Pareció dudar antes de presionar una de ellas, inundando la sala con una suave y delicada nota de piano. Una sonrisa adornó los labios de él, una sonrisa tan llena de alegría como de tristeza: desconocía como sentirse. La mano que no acariciaba el instrumento se levantó, atrapando la bufanda negra que protegía del frío clima al hombre y la tiró, colocándola a un costado y sobre el sofá. El viaje de los dedos continuó sobre las teclas, tocando un par más. Antes de poder fijarse tomó asiento frente al majestuoso piano, colocando las manos sobre las teclas. Tomó un respiro y así, todo comenzó.

Me pregunto si esto era lo que pensabas,

Cuando tus manos se extendían de esa manera

La melodía resuena sobre las teclas del piano

 

Puedes hacerlo…–formuló un pensamiento interno, presionando las teclas para dar inicio a una suave melodía, llena de dedicación, dulzura y nostalgia.

La suave música continuó por un breve lapso, inundando toda la estancia con precisión. Cada rincón de aquella sala recibía el sonido que las teclas al ser presionadas producían un distintivo sonido, una canción compuesta por alguien que pareció ser todo un maestro al tocar el piano. La dulce melodía continuó, parándose en seco y siendo bruscamente detenida.

–Maldición…–masculló el sujeto frente al piano, bajando el rostro y ocultando así su realidad. La realidad que esa canción le traía desde ese día, día que recordaba tan bien como si hubiese sido ayer.

La peor noticia que siempre se puede recibir, además de pensar que has quedado en la ruina, es la pérdida de una persona demasiado especial, una persona que conforma parte esencial de tu vida, como la pieza de un rompecabezas listo para armar. Esa siempre es una noticia difícil de pasar, una que no todo el mundo traga a la primera y a muchos, cuesta superar. Siempre le tocará a una persona sufrir de esa tragedia, tragedia que le sucedía a él en esos momentos. Sí, había perdido a su persona especial. Las palabras de consuelo no servían, los abrazos y miradas de ánimos sólo aumentaban el dolor creciente en su pecho, sin apaciguarlo en ningún segundo. Fue difícil y aún era difícil. Le hacía falta esa pieza para completar todo su rompecabezas, el rompecabezas que conformaba su vida. Allí sentado frente al piano, le recordaba tocándolo como si fuera ayer. Recordaba tan bien que creía verlo y tan perfecto que comenzaba a cuestionarse tantas cosas a las que ahora no podía encontrar respuestas.

Un suspiro escapó mientras Hyde, aquel sentando frente al precioso piano de cola negro, extendía sus pequeñas manos sobre las teclas, alcanzándolas con exactitud y reiniciando la nostálgica canción. Se preguntaba muchas cosas mientras tocaba, entre ellas si esa persona que tanto quería sentía lo mismo que él en esos momentos: muchas preguntas y pocas respuestas. Esa sensación era incomoda, inundaba el pecho y revolcaba todo allí, dando un estado ansioso y nervioso, sin saber qué decir, qué hacer o qué preguntar. A veces con los ánimos suficientes y la pregunta adecuada podía contestar esa interrogante y aliviar los nervios pero…para Hyde ya era demasiado tarde. Ya no podía contestar tantas preguntas. Fue lento, demasiado despistado y ahora que quería hablar no podía. No había nadie allí para poder escuchar.

Ah, nunca noté lo mucho que me amaste

Sin darme cuenta ahora ya es demasiado tarde

 

Divagando entre pensamientos incoloros, comenzaba a cuestionarse… ¿desde cuándo había sido tan despistado? Era por naturaleza bastante listo pero ahora comenzaba a pensar que no lo era. Fue tan lento para no darse cuenta de que alguien lo quería, tan lento como para no percatarse que por amor, esa persona ahora ya no estaba allí. ¿Por qué perdió todo rastro de listeza en un momento así? No entendía, no era capaz de hacerlo y tampoco lo haría. Por un descuido todo resultó así, por despistarse perdió a alguien que quería y hasta perderlo no fue capaz de darse cuenta de algo que todo el mundo sabía: esa persona lo amaba. Era tan lógico, tanto que se sentía estúpido. Los detalles, las noches de desvelo, los abrazos, los besos en la mejilla y sobre todo…la canción que compuso el día de su cumpleaños y ahora él mismo tocaba con pasión, como si estuviese allí escuchándolo.

–Era tan obvio–se hablaba a sí mismo en la soledad de la casa, escapándosele una sonrisa nostálgica.

Los ventanales del apartamento fueron repentinamente atacado por cristalinas gotas de agua que se arrastraban por todo el mismo, cayendo y empapando toda la ventana. Primero fueron unas pocas gotas pero en cuestión de segundos, cuando un rayo cegador partió en el cielo, la lluvia comenzó a caer a cantaros sobre Tokio, sumergiendo en una fuerte llovizna a la moderna ciudad. La lluvia sin saberlo, atrajo con su imagen triste un recuerdo lleno de cariño.

En días de lluvia siempre te acurrucabas a mi lado

Y cantabas mientras yo tocaba el piano

Las notas flotaban en el aire así como lo hacen ahora

 

Hyde levantó el rostro tocando las teclas de memoria, como lo hacía en los momentos que esa persona le hablaba desde la lejanía de la cocina o de otros lugares del hogar. A diferencia de esas ocasiones, enfocó la mirada oscura en la ventana. Si estuviera allí en esos momentos, estaría acurrucado a su lado en el blanco sofá, sintiendo las relajantes sensaciones que producían las talentosas manos de quien tanto quería al acariciar su cabello. Se abrazarían y él se prepararía un chocolate caliente que espantaría al otro, espanto del que él se reiría y tras hostigarle lo obligaría a beber un sorbo. También recordaba cuando en ocasiones, el otro tocaba con perfección el piano y él añadía la voz, haciendo la combinación perfecta. Después de todo, eso fue lo que les hizo conocerse. El enorme talento con el piano le atrajo a él y su voz, con aquella que siempre lograba transmitir sentimientos y erizar cada vello de la piel, atrajo al otro. ¿El uno para el otro? Sí, pero él no fue capaz de darse cuenta por ser un tonto despistado. Ya casi no servía de nada recordar y anhelar, porque no volvería; no volvería por su culpa y a pesar de todo eso, mantenía la tonta y pequeña esperanza de que llegara a estar allí y podría…

Si tan sólo hoy estuvieras conmigo

Sé que podría decirlo con toda sinceridad

Pero allí en el cielo no te puedo alcanzar

 

Repentinamente, Hyde retiró los dedos del piano, deteniendo así la dulce melodía. Se movió un poco hacia atrás, haciendo uso de los pies y así pudo colocarse de pie. Pasó una mano por las teclas del piano una última vez y así emprendió una suave marcha. A paso suave llegó posicionarse frente a la enorme ventana del apartamento, donde las gotas de lluvia resbalaban y pudiendo apreciar desde allí la hermosa vista que obtenía de Tokio. Las personas cubriéndose con paraguas, algunas corriendo hacia sus respectivos apartamentos y claro…el enorme, precioso e infinito cielo. Seguramente allí estaría él. En el cielo, alegrando a todas las personas y a los seres que allí habitan, regodeado de belleza, a diferencia de todo lo que rodeaba la tierra. Por egoísta que sonase, deseaba que no estuviera allí, que por un simple día, ese día, estuviese a su lado, de pie frente al ventanal cubierto de gotas. Tomaría su mano y armándose de todo valor liberaría esas preguntas que se atrancaban en el fondo de su garganta, creando un nudo que se reflejaba en los ojos llorosos que en ocasiones, todos esos recuerdos le traían. Estaba tan seguro que podía decirlo que se preguntaba por qué justo cuando se daba cuenta, todo esto debía suceder. No podía decir nada y las palabras morirían en su garganta.

 

Elevó una mano y aunque en un principio pareció querer tocar el cristal, no lo hizo. En cambio la colocó sobre su hombro, acariciando lo que bajo la piel estaba oculto: su tatuaje. A muchos le agradaba ese tatuaje, lo amaban y otros deseaban tenerlo en la espalda. Recordaba que cuando lo hizo, su intención no era que fuesen así, pero por azares del destino y por decisión suya, culminaron siendo unas bellas alas de ángel adornando su espalda. Se convirtió en una clase de ángel con alas tatuadas, las alas que lo identificaban y ahora las consideraba inútiles. ¿De qué le servía tenerlas si no podía usarlas para llegar hasta el cielo? Si sirviesen las usaría para poder volar hasta allí, estar a su lado y decirle dos simples palabras, o mejor dicho, tres, cuatro o cinco preciosas palabras y sabrá cuantas más ¡Las quería usar! ¡Quería ir allí con toda la desesperación que lo invadía! ¿¡Acaso podía llegar a sentirse más inútil de lo que ya se sentía?! No bastó con haberse despistado al cruzar la calle y que por un sacrificio de esa persona, él se hubiese salvado y el otro no, ahora resultaba que tampoco podía usar las alas en su espalda para poder verle. Apretó la mano sobre su hombro, pegando la frente contra la ventana y cerrando los ojos.

 

No podía alcanzarlo porque de nada había servido el haber intentado convertirse en un ángel…

 

Llegará el día en el que volveré a tu lado

Y entonces cuando nos encontremos, ¿podré decírtelo?

 

La inseguridad en ocasiones llamaba y se hacía sentir, pero a su vez traía consigo la insistencia de que, a pesar de todos esos sentimientos malos, lucharías para vencer toda inseguridad que pudiese intervenir con el objetivo. Así era como Hyde se sentía en esos momentos. Sentía que podía decirle las palabras que deseaba pero a su vez se preguntaba una cosa…cuando lo viese de nuevo, ¿podría decirlo? Sabía que llegaría el día en el que tendría que dejar aquel lugar, tendría que despedirse de todo lo que le rodeaba y así abandonar todo lo que conocía y a aquellos que le querían. Era duro imaginarlo pero así era y sería la ley de la vida y él estaba consciente de ello. Por esa misma razón tenía ese rayo de esperanza de que cuando eso pasara, podría volver a estar a su lado y allí le diría todo lo que sentía, lo mucho que le hizo falta y todos los deseos que sentía para poder escuchar su voz, sentir sus manos acariciar su cabello y la bella armonía entre las melodías del piano. La idea de poder verlo de nuevo hacía sentir su pecho lleno, como si estuviese allí escuchando sus palabras aún cuando no pudiese verlo y eso lo hacía sonreír, sintiendo esa calidez en su pecho que sólo con esa persona llegaba a experimentar. Suspiró, haciendo empañar el ventanal.

La inseguridad no era nada para él. Podría decírselo.

 

Ah, nunca noté lo mucho que me amaste, así que

Sin darme cuenta no pude decírtelo pero…

 

–Yo también te amo, Gackt…

Tan simple como esas palabras, logró decir todo eso que se acumulaba en el fondo de su pecho. Sentía claramente como su corazón se agitaba, latiendo con fuerza, asemejándose a la forma en la que se sentiría si esa persona estuviera allí; frente a él. ¿Acaso estaría allí, escuchándole?

Mantuvo la frente pegada al cristal y una preciosa sonrisa afloró al cabo de unos segundos en sus labios. Lo sabía. Estaba seguro. Lo había escuchado. Gackt estaba allí y había escuchado sus palabras. Pudo saberlo e incluso sentirlo cuando, de la nada, una suave brisa salida de un lugar imposible golpeó contra su rostro de forma sumamente suave, casi hasta delicada, como una suave caricia a su mejilla raspada, respondiendo a la confesión que salió de sus labios y casi en un intento de sanar esa herida allí posada. Aunque no podía verlo, lo sentía, había escuchando sus palabras, velando por él y estando presente cuando fue capaz de liberar las palabras que por mucho tiempo no salieron pero que ahora lo hacían en un momento de valor.

Con aquella cálida brisa sobre su mejilla, la mano en el hombro abandonó el lugar sólo para tocar la mejilla herida, manteniendo los ojos cerrados y así, curveándose los labios para formar una nueva sonrisa. Una sonrisa llena de tranquilidad y felicidad, porque sus palabras habían llegado a los oídos de quien ahora ya no estaba allí y a pesar de eso, le comprobaba que aún le escuchaba y…le amaba, tanto como para haber sacrificado su vida para mantener la de él a salvo y para que así pudiera darse cuenta de que le amaba y en ese momento, justo en ese lugar y a esa hora, pudiera hablar y expresar todo lo que en el fondo de su corazón había estado desde un principio. Todo ahora tenía sentido. El sacrificio de Gackt por salvarle, el haber fallecido y que sólo el quedase con vida ese día. Tan sólo quedaba algo más por hacer, una palabra qué decir…

–Gracias, Gacchan–murmulló con suavidad

Gracias

Gracias

–Gracias por amarme…

 

 

 

Notas finales:

Espero haya cubrido sus expectativas y haya sido de su agrado, pues admito que me esforcé para ello y hasta casi lloriqueo escribiéndolo xDU. 

¡Gracias por haberse tomado el tiempo para leerlo!


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