-¡Cloud! – una chica alta y rubia de unos 16 años se dirigió, atravesando el jardín de la gran casa, hacia el fondo del mismo hasta que llegó a casi al lado de la verja que separaba su jardín del contiguo donde halló a un niño de unos cinco años con el pelo rubio, Cloud. Este estaba en cuclillas y ablando con algo que parecía un pequeño gatito negro, pero no alcanzó a verlo bien ya que este huyó poco antes de que ella lograse situarse al lado de Cloud.
-Cloud – lo llamó de nuevo – vamos, el profesor particular te espera – el mencionado, tras ver como huía el gato, se giró mirándola molesto.
- No tengo ganas. Quiero jugar – le replicó.
-Ya sabes que no puedes faltar a las clases – le dijo pacientemente – Además, si te portas bien y vas a las clases si rechistar, compraré comida para gatos. – Ante el chantaje, Cloud no pudo evitar el abrir mucho los ojos sorprendido.
- ¿De veras? – Ella asintió - vale – aceptó finalmente.
-Bien, vamos. – Poco después, Cloud volvió a su habitación donde intentó afrontar las tres horas de clases particulares lo mejor que pudo, aunque le fue casi imposible. A pesar de esto en cuanto terminaron las clases, estuvo haciéndole varias preguntas intentando, como siempre que venía, que estuviese con él y así distraerse al menos un rato, aunque (como siempre) sus intentos fueron poco productivos; y es que en cuanto su profesor se marchaba, el se quedaba sin nada que hacer ya que, debido a su débil constitución, sus padres no le dejaban ir a jugar a la calle con los demás niños y su hermana mayor solía pasar las tardes fuera con sus amigos o estudiando por lo que él se quedaba solo y aburrido en esa casa que a él le parecía inmensa y aburrida. Mientras maldecía si cuerpo, comenzó a observar a los niños que jugaban en la calle, envidiándolos.
Mientras pensaba en lo divertido que debía ser tener al menos un amigo con el que pudiese pasar los días, vio cómo el balón con el que jugaban los niños se coló en el jardín de su casa y lo sintió por ellos.
Las pocas veces que se habían dado situaciones similares, y los niños habían intentado recuperar sus balones, habían sido totalmente ignorados, excepto las veces que su hermana mayor estaba en casa y se tomaba la molestia de devolverlos a sus dueños. Desafortunadamente, su hermana había salido momentos antes por lo que podían darla por perdida. O eso creía Cloud.
-¡Hey chico! – lo llamó uno de los niños que estaban jugando. Cloud se lo quedó mirando algo sorprendido
-¿Me hablas a mí?
-¿A quién sino iba a hablarle?-le respondió algo extrañado – em… ¿podrías pasarme la pelota? Es que se nos ha colado en tu jardín y nadie nos la devuelve. – Al principio, Cloud se mostró algo dubitativo, pero finalmente decidió salir al jardín y poco después le devolvió el balón.
-Toma, aquí tienes.
-Gracias, por cierto, ¿te quieres venir a jugar con nosotros? – Ante la invitación, el rubió se entristeció y dirigió su mirada al suelo - ¿qué ocurre?
-Nada…es que mi mamá no me deja salir a jugar
-¿Por qué no?
-Porque estoy enfermo, o eso dice ella.
-¿Así que no sales? – Cloud negó con la cabeza - ¿y tienes amigos que te acompañen? – Cloud negó nuevamente - ¡Ya sé! De ahora en adelante seremos amigos y vendré todas las tardes a jugar contigo. – En ese momento la cara del rubio se llenó de alegría
-¡¿En serio?!
-Sip. Por cierto, me llamo Zack.
-Yo soy Cloud.-Se presentó emocionado.
A partir de ese día, tal y como le había prometido Zack, el moreno estuvo visitándole todas las tardes y las pasaban jugando juntos o simplemente hablando, sobretodo de sitios que les gustaría visitar. Durante esas conversaciones, Zack se dio cuenta de que aunque nunca había salido de su casa, a Cloud le apasionaba la playa y , sin poder evitarlo, el moreno le prometió que algún día lo llevaría a la playa.