Las coloridas hojas y el frío otoñal que nos vieron enamorar ahora presenciaban el terrible espectáculo de nuestra despedida. Era obvio que en algún momento llegaría, tal como el ciclo de la vida, el ciclo del amor tiene su fin.
Luces hermoso, tu rostro delicado me parece lo más bello que he tenido la dicha de contemplar en mi vida…
Mi mamá solía decirme que sabría reconocer al amor de mi vida con solo verle, mi corazón lo sentiría y que estaría con esa persona para siempre porque los hilos rojos del destino son irrompibles… Mentiras, el adiós estaba ocurriendo y yo no podía hacer nada para evitarlo, tenía que dejarlo ir, ser libre.
Recuerdo cómo comenzó todo, decidiste conocer el mundo, siempre habías sido así, un pequeño disparatado que no podía estar quieto un segundo pero por mí intentaste cambiar, “ser bueno”, tus constantes idas al bar, las desastrosas fiestas con tus amigos y borracheras disminuyeron progresivamente hasta casi ser inexistentes, dejaste de vivir de hotel en hotel, y aparentemente no tenías ojos para nadie más que yo, pero te cansaste, querías desahogarte un poco y recordar tu vida de antaño, no me pareció mal, lo acepté de buena gana porque sabía que te haría feliz.
Habías cambiado todo por mí en cambio yo no lo hice por ti
“Eres perfecto”, “me gustas tal como eres”, “por favor nunca cambies”, siempre me lo repetías, una y otra vez sin importar la hora o el día, en estos momentos en los que mi mente parece clara, me pregunto si en realidad lo que buscabas era escuchar también esas palabras de mí. En realidad lo único que obtenías de mi parte eran reproches, siempre tenía algún problema: tu personalidad vivaracha, que fueras tan liberal y desvergonzado, tu forma maleducada de hablar, todo. Cuando cambiaste vivías pegado a mí, sentía que me sofocabas, te dedicabas a nuestro hogar y a tu trabajo juiciosamente, pero nunca hubo una felicitación por ello ¿cómo pudiste soportarme por 7 años?
Lagrimas silenciosas caen por mi rostro y en un tierno intento por consolarme las limpias, aún ahora piensas que eres el culpable de todo ¿no? Te abrazo y beso tu cabello, percibo ese olor a canela que me volvía loco a la hora de hacer el amor y me doy cuenta de que momentos como esos no volverán a suceder. Te vas lejos… Bruselas, es perfecta para ti y para tu arte, me dices.
Quiero gritarte y obligarte a quedarte conmigo para siempre, encerrarte en un sótano para que nunca puedas escapar, hacerte mío una y otra vez hasta morir, me avergüenzo de mis pensamientos porque sé que no te lo mereces, ya es hora de retribuirte, ya es hora de mi sacrificio.
Murmuras que quieres tostadas y un chocolate caliente, sonrío porque sé que intentas alargar el momento tanto como sea posible aunque sea doloroso. Acaricio tus cabellos y acomodo tu bufanda, recuerdo cuanto amabas que hiciera eso “Me siento querido, nunca nadie antes me ha tratado así”, mi corazón parece quebrarse, tiene una herida enorme que nunca sanará, una herida que yo mismo propicié. Te contesto suavemente que podríamos ir a un café, pero haces un mohín de inconformidad “Quiero una última vez” dices con determinación, no lo niego esas palabras me sorprendieron, agarro tu mano y te jalo caminando a paso rápido, nuestro antiguo departamento es el destino. Abro la puerta y te hago pasar, te sientas tranquilo mirando a todos lados, pareces incómodo al notar que no he cambiado nada durante los 6 meses de tu viaje, me dirijo a la cocina para preparar tu petición, rápidamente el apartamento se inunda del olor del chocolate y de buenos recuerdos.
Bebes y comes con tranquilidad, a mi mente se vienen las imágenes de nuestras incontables comidas juntos: El primer desayuno en nuestro hogar, las cenas después de llegar del trabajo, la primera vez que cocinaste como conmemoración de nuestro aniversario, tú comiendo dulcemente el Shabu-shabu que preparé por tu cumpleaños que realmente sabía terrible… Tantos momentos juntos. Terminas de comer y me sonríes, “Lo que dije antes… No es una broma ¿sabes? ¿Me regalarás esa última vez?” Te miro serio, no entiendo tu empeño por sufrir y por hacerme sufrir “¿Por qué dices eso? ¿Comprendes la magnitud de tu petición?” “Te necesito” “No debemos…” Palabras van y vienen, me niego a aceptar porque sé que serás el más dañado sin embargo tú intentas convencerme con palabras firmes.
Nunca peleabas, entre tus amigos tenías fama de ser un gamberro pero conmigo siempre eras tierno y paciente, aunque dabas tu punto de vista y lo sostenías hasta el final no reñías conmigo y si me enojaba te rendías y aceptabas mi petición, en estos momentos me pides y no parece que cambiarás de opinión pero nada cambiará, te irás y todo acabará de la forma menos cruel posible.
Te aferras a mí y lloras, “Perdón, ésta es la única forma que encuentro para disculparme, te abandono y arruino todo lo que teníamos, convierto nuestro ‘juntos para siempre’ en un recuerdo y a nuestro hogar en cenizas. Sé perfectamente que no hay vuelta atrás por eso quiero entregarte de nuevo todo mi ser, haz lo que quieras con él, ese es mi…” “¿Premio de consolación? No Yomi, estás equivocado, yo arruiné todo lo que teníamos lo sé y acepto las consecuencias, no necesitas eso para deshacerte de una culpa que no es tuya.” Me ves sorprendido, las lágrimas caen de tus ojos pero no pareces notarlo, es comprensible nunca antes me había disculpado o aceptado mis errores, era un niño mimado y necio pero el presente me obligó a madurar y a aprender de mis errores.
“Jamás pensé que viviría para verte disculpándote por algo” intentas sonar divertido pero tú voz entrecortada te delata, “Después de todo es cierto que las personas cambian, para bien o para mal...” Dejas de hablar para evitar que las lágrimas caigan nuevamente, “Sí, parece que es cierto”
Te levantas murmurando un gracias y te diriges a la puerta, el momento definitivo ha llegado y siento que ocurre en cámara lenta, mi mente viaja al momento cumbre de nuestra relación, por supuesto que todo había ido desmoronándose con el tiempo debido a mi estupidez y egoísmo y a tú pasividad para conmigo y aunque tu viaje fue la primera señal del fin esa carta que encontré en tu maleta al regresar fue la gota que rebasó el vaso.
“¿Recuerdas cuando nos conocimos en mi galería de arte? Parecías encantado con mis pinturas por lo que estaba emocionado y no paraba de hablar contigo, aunque eras un completo desconocido comencé a contarte incluso de mi vida hasta te confesé mi más loco pensamiento: ‘A veces pienso que en otra vida fui un ave y que por eso no puedo quedarme mucho tiempo en algún lugar, tengo la necesidad de sentirme libre. ¿Sabes? Incluso siempre sueño que vuelo por los cielos y mi casa son los árboles del mundo entero…’ reíste con ganas después de escucharme y me aconsejaste alejarme del amor porque éste posee jaulas que pueden quebrar alas y aprisionar por la eternidad, también reí divertido y te di la razón, ¿Quién diría que esas palabras se firmarían nuestra historia?
En estos momentos lo siento tanto, ya no puedo soportar mis ganas de volar por el cielo, no puedo llevarte conmigo porque nunca pretendiste volar sólo vivir tranquilo, feliz y a tu manera, te digo adiós en estos momentos y de la forma más cobarde pero sé que no podré decírtelo a la cara porque no quiero ver como se borra esa hermosa sonrisa de tu rostro.
Lamento no poder cumplir mi promesa de llevarte a conocer el Kiyomizu-dera este otoño.
Espero que puedas perdonarme. NUNCA DEJARÉ DE AMARTE.
Siempre tuyo, Yomi.”
El shock se hizo presa de mi cuerpo al leer la carta que nunca te atreviste a enviar y luego lloré desconsolado sobre nuestra cama aún con ella en mi mano, llegaste y al verme con el papel en el que habías escrito tus más profundos sentimientos no supiste que hacer, lo arrancaste de mis manos y comenzaste a gritarme, “¿Cómo te atreviste a leerla?” “¿Por qué no respetas mi privacidad?” “¡Eres un tonto!” de tu boca no dejaban de salir palabras dolidas mientras yo me encontraba incapaz de replicarte, pero pronto te cansaste y comenzaste a llorar desesperado sin saber qué hacer o decir, me abrazaste y no dejabas de murmuras disculpas con voz apagada en cambio yo no podía siquiera responder a tu abrazo. “Me voy, hablemos después” mi voz me pareció fría y lejana “No… Iré a casa de Hitsugi, necesito… pensar” dijiste.
Días pasaron y no sabía nada de ti hasta que apareciste en el departamento y comenzaste a recoger tus cosas sin decirme nada, intenté oponerme pero un “Necesito irme” fue lo único que recibí en respuesta, desorientado y en pánico simplemente te dejé hacer, con tus maletas en mano me miraste y te dirigiste a la puerta tal y como lo haces ahora, sólo un adiós y un te amo salen de mis labios.
Ahora 6 años he vivido sin saber nada de ti, en varias ocasiones las revistas comentaban acerca de tu grandioso trabajo y de la gran fama que estabas adquiriendo en el extranjero en el campo de las bellas artes, por supuesto que me alegraba por ti pero no era ese tipo de cosas que necesitaba saber ¿Cómo estabas? ¿Habías encontrado pareja? ¿En qué lugar del mundo te encontrabas? ¿Me recordabas?...
Es primavera y aquí en el Cairo todo parece brillar, me siento en otro mundo, decidí viajar fuera de Japón por primera vez y fui convencido por mis amigos de que Egipto era el mejor lugar, cosa que en estos momentos dudaba gracias al calor asfixiante del país pero en esos momentos maravillado por la hermosura y grandiosidad de la Mezquita de Alabastro no me importa demasiado, repentinamente creo verte, corro hacia ti y sostengo tu hombro pero la decepción hace presa de mí al ver el rostro sorprendido de la persona que sostengo, no eras tú, murmuro disculpas y me alejo rápidamente.
Camino lo más rápido que mis piernas me permiten pero unos brazos rodean mi cintura fuertemente, “Kai” escucho decir con voz dulce “Oh por dios Kai, eres tú, realmente eres tú, has venido” me tenso ¿realmente está sucediendo? Volteo lentamente con el corazón en la boca y mis nervios carcomiéndome por dentro porque sé que eres Yomi, MI Yomi, miles de preguntas y la sorpresa se adueñan de mi mente. El color rojo y las cientos de lámparas del lugar le dan matices hermosos a tu cabello y piel, pareces un ser completamente nuevo, tus ojos brillan de una manera indescifrable ¿Por felicidad, amor…? Tu sonrisa también se nota mucho más sincera e inocente, pareces completo.
“Sabía que tus amigos no me fallarían” me dices lleno de emoción y un click suena en mi cabeza, ahora todo encajaba, la insistencia de los chicos para que fuera precisamente a Egipto, la necedad de mi guía para asistir a ese lugar aun cuando moría de cansancio después del recorrido del día anterior, las casi nulas probabilidades de encontrármelo en este lugar pero que aun así haya sucedido, todo. Parece que en esos 5 años Yomi había vuelto a ser el pequeño demonio de antes.
“Te extrañé tanto, por favor ven a mí, te necesito” sin palabras y con lágrimas a punto de salir traicioneras de mis ojos te abrazo y sin pensarlo demasiado repito mil veces que sí, “No me importa volver a Japón y dejar nuevamente todo lo que tengo por ti, mi ‘perfecta’ vida no significa nada sin ti” y una segunda oportunidad se presenta ante mis ojos y de ninguna manera lo arruinaré de nuevo “No, ya es hora de volar contigo hasta lo más alto del cielo”
