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MEDS por Yumiko yumi

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Notas del fanfic:

Este texto no me pertenece. Como dice el resumen, es de la autora Rockmyheartbeats, yo solo se lo subo (con su permiso) por que su cuenta no funciona.

Songfic de la canción Meds, de Placebo.

 

Notas del capitulo:

Disfrutadlo.

 

Ni siquiera recordaba de donde venía, tan sólo sentía mi cuerpo echado sobre la gran cama, excesiva para una persona, abundante para una pareja. Las blancas sábanas creaban olas bajo mi espalda y con ambas manos extendidas, una a cada lado de mi abdomen, recogía y soltaba aquellas ondas sin razón u objetivo alguno.

 

Mirando al techo de la habitación, moví mis labios de aquella forma que solía hacerlo cuando un cigarro en encontraba atrapado entre ellos, no obstante la nicotina era un caso cerrado, pues decidí llevar una vida menos perjudicial.

 

Me sentía tan relajado...

 

Comencé a cerrar los ojos y aspiré profundamente para, después de medio minuto, expulsar el aire contenido y disfrutar de aquella sensación que se acercaba, aunque poco, a la asfixia. Intenté desconcertar mi mente, pero no servía para nada; a pesar de no recordar por qué me encontraba en casa, no estaba por la labor de hacer un esfuerzo para conocer la razón. Por ello, cuando noté aquel dulce escozor en los ojos, deje mi cuerpo sucumbir entre los brazos de aquel Dios griego.

 

En sueños que se sentían reales, notaba la ausencia de algo. Pero pronto lo recuperé.

 

 Aquellas generosas manos enredando sus dedos en mis largos mechones azabaches, aquellos carnosos labios besando mi mandíbula y mentón, donde dejé crecerme una discreta perilla. Cuando recibí un cariñoso beso en la mejilla; como el que una madre regala a su hijo; decidí abrir mis rasgados ojos.

 

Y ahí estaba, frente a mí, con aquella sonrisa que sólo él poseía, violada por el sangriento pelo que caía sobre su rostro.

 

Sonreí y estiré los músculos de mi cuello para acercarme y propiciarle un beso de bienvenida. Cuando nos separamos aquella mueca seguía plasmada en su rostro, más amplia que anteriormente y colocando ambas manos alrededor de mi cuello, inclinó mi cabeza sobre la cama y nos deshicimos en un beso real.

 

“Te amo tanto,” Susurré y él suspiró “Daisuke.”. Acto seguido, sus labios se arrimaron a mi oído y de ellos escapó mi nombre. “Kaoru.”

 

Ambas manos yacían en cada lado de sus caderas, mientras notaba cómo sus huesos se resquebrajaban por el movimiento brusco que creaba la fricción de nuestro cuerpos desnudos, el suyo sobre el mío, dejándose penetrar fiera y constantemente. Sus susurros y suspiros se volvieron en gritos, ruegos y jadeos y mis caricias ahora trataban en hundir lo más profundamente posible tanto mis uñas en sus caderas como mi miembro en su recto.

 

Un grito que resonó entre las paredes del lugar, tensión, una sensación tibia y acogedora en nuestro punto de unión; todo lo añorado volvió como un golpe en mis sentidos y nos dejó sin aliento. Su cuerpo cayó sobre mi pecho y sin dudarlo, recorrí su cintura con mis brazos, para no dejarlo escapar nunca más.

 

“Cariño,” de pronto, aquella cabeza que había permanecido posada sobre mi pecho se irguió y sus ojos mocha se clavaron sobre los míos. “¿has olvidado tomarte tus medicinas?”

 

Una última sonrisa se formó en sus labios y después aquella llama de fuego se desvaneció. Mis ojos se abrieron en un espasmo y sobresaltado, volví a mirar a todas partes.

 

Pero no estaba solo.

 

Aquel cuerpo que reposaba sobre el mío se movió levemente en respuesta a mi repentino movimiento y aquella cabeza de cabellos cortos y negros se alzó. Sus pequeños ojos me miraron con ternura y sus manos se acercaron a calmarme, posándose en mis sienes. “¿Te encuentras bien, amor?”

 

Me incorporé y obligue a mi compañero a hacer lo mismo. “Yo. Él.”

 

Aquella sonrisa que entonces el joven dibujó no era la de Daisuke. Esa sonrisa mostraba un dolor profundo que desde hace tiempo intentaba ocultar toda desesperación y sufrimiento.

 

 “Kaoru, él ya no está aquí, recuérdalo.” Calló un momento, como si dudase. “El cáncer.” Después se alejó desnudo de aquella cama, se hizo con un pequeño frasco que se encontraba sobre la cómoda y me lo entregó.

 

“Deberías tomarte las medicinas que el psicólogo te recetó.” Y su sonrisa intentó calmarme inútilmente.

 

 

 

 

Notas finales:

Prometo que la autora leerá los comentarios, dejad alguno y hacedla feliz!


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