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Realidad por natalia clow

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Notas del capitulo:

Buenas y santas y muchas tantas.

Este capítulo viene bien rosa y con pandicoridos pro todo lado 

espero les guste

 

Capítulo 27

«Semillas que se plantan esperando florecer».

 

No podía verse en el espejo, sin que al ver su figura evocara el momento. Se sentía culpable y algo confundido. No quería entrar en una relación amorosa, ni mucho menos, tan solo quería hacerle volver a andar al tiempo estancado del Matthew de hacía tres años. No tenía que protegerse de nadie, no tenía que atacar a nadie, tan solo tenía que vivir. Pero Maurice, parecía todavía estar peleando con la sombra de una persona que nunca conoció. Collin ya no era un enemigo, ya no era nada, pero sentía que tenía el ego herido por culpa de él.

Había que resumir eso en un episodio totalmente incómodo. En ese momento, la insistencia de Maurice y cómo lo manipuló esa noche, implícitamente, lo dejaron desarmado. Sin embargo, ya tenía claro que tenía que enmendar ese error. No quería volverse a equivocar por  la misma piedra.

Quería tener tiempo para sí mismo,  para reconocerse y volver a pensar en el último punto de partida. Era eso lo que necesitaba.

En la mesa al lado del libro de economía, el celular comenzó a vibrar. Salió del baño  y se estiró para alcanzar el celular.

— ¿Aló?

— Buenos días.

— ¿Joshua? ¿Qué pasa?

— No soy Joshua, son Allan.

— Ah…Lo siento, cuéntame.

— Necesito tu ayuda hoy ¿Tienes tiempo?

— Tengo clase a las cuatro ¿Importa?

— No, de hecho es perfecto.

— Uno de los monitores del seminario de hoy no va a venir y te quería pedir el favor que lo remplazaras.

— Por mí no hay problema.

— Nos vemos a las nueve, en el auditorio ¿está bien?

— Vale.

No quedaba más que alistarse y salir inmediatamente. Poco antes de las nueve, ya estaba en la puerta. Allan corrió hacía él con la camiseta del staff  y le agregó un programa que debía seguir. Era sencillo. El seminario era de entrada libre, tenía como ponentes un interdisciplinar entre un politólogo, un economista y un filósofo. Al parecer estaban bastante interesados en ese seminario, porque la cantidad de gente era impresionante. Ya no le extrañaba que estuviesen dispuestos a buscar remplazos de monitores. Cada persona era necesaria.

Le tocó en el ala C de la sala. Se ubicó en la puerta y después de que diesen las diez de la mañana, se abrieron las puertas. Poco a poco se fue llenando en salón. Estaba un tanto desubicado, pero poco más de diez minutos, ya se encontraba haciendo su trabajo bien.

El salón era majestuoso por su diseño, estaba repartido de forma escalonada hacía arriba y separado en tres secciones que estaban divididas por las escaleras de entrada. Tenía una capacidad para dos mil personas. Era bastante grande. El que se le denominaría el escenario, estaba en el centro junto con pantallas blancas para proyectar los video beam.

La bulla fue comenzando y junto con sus compañeros debían seguir llenando los puestos. Después del punto de rebasar las sillas disponibles, la gente se fue acomodando en las escaleras, pasillos y cualquier lugar disponible para sentarse. Al terminarse cuarenta minutos acomodando a la gente, se cerraron las puertas.

Comenzó el seminario. No estaba particularmente interesado en el tema, pero tampoco era como si fuera a hacer oídos sordos. Acomodaron las sillas y los tres ponentes hicieron presencia. Continuada la ronda de aplausos, empezaron a hablar.

 

Tres horas más tarde, se dio por terminada la primera parte del seminario. Se les daba una hora de descanso para que fuesen a almorzar y la segunda parte,  estaba a cargo de otra triada. El ala C se fue drenando, Matthew solo estaba pensando en que quería salir un rato. Entre su despotismo hacía el público que desfilaba al frente suyo, La cabellera roja de Elliot lo despertó. Estuvo aguardando el momento en que estuviese frente suyo.

— Elliot ¡hola!

Al llamar la atención del pelirrojo, se encontró con su mirada verde esquiva. Este le sonrió un poco y tenía planeado seguir derecho, pero Matthew no lo dejó.

— Qué coincidencia encontrarnos aquí.

No pensaba que realmente lo fuera. Muchos profesores utilizaban este tipo de actividades como nota en sus clases. Por lo tanto, también cabía la posibilidad que hubiese sido obligado a venir.

— Tienes razón. 

La gente iba a empujando a Elliot poco a poco, pero lo apartó de allí. Se notaba sin mucho esfuerzo que estaba incómodo.

— Hazme compañía un rato ¿vas a entrar a la segunda parte?

— No, solo tenía planeado venir a esto.

— Ya veo ¿cómo has estado? Últimamente me huyes mucho.

— No estoy huyendo.

— Claro que sí.

Guardó silencio. No había por qué ponerse a luchar con respecto a lo obvio. Había estado huyendo a toda costa de cualquier cosa relacionada con Joshua, punto, era evidente. Lo que no tenía que esperar era a recibir un interrogatorio.

Matthew se molestó con ese silencio y esa actitud tan déspota y displicente. Si no quería que le hablara, pues prefería que se lo dijera en la cara en vez de con esos gesto, faltos de cojones.

— Si hice algo que te molestara te pido disculpas. No sé qué habrá sido, pero fue sin la menor intención.

— No hiciste nada.

— ¿Entonces por qué me evitas? ¿Qué pasó? ¿Fue Joshua el que te dijo que no te juntaras conmigo? Ya lo sabía yo que este era un…

— ¡No! Espera, no saltes a conclusiones apresuradas.

— ¿Entonces? No me digas que te pusiste de malgenio porque no quise contarte lo de la cicatriz, porque si es eso…

— Deja de decir idioteces Matthew. — La ira afloró en esa frase.

Ni el mismo Elliot entendía por qué eso lo había sacado de sus casillas. Todo se reducía a Joshua, pero a la vez no. La confusión no era algo eludible y Matthew lo hacía más inmediato.

— Díme ¿qué pasó?

Matthew por estar de espaldas a la fila no se percató. Pero Elliot que estaba de frente, sí. Sin la mayor delicadeza de despedirse aunque sea, salió corriendo como un conejillo asustado.

— ¡Hey Elliot! ¡Espera!

A los pocos segundos, sintió como la mano estrujaba su hombro.

— ¡¿Qué pasa?! … ¿eh? Joshua.

— ¡Matthew ¿Qué pasó con Elliot?!

Los ojos inyectados de sangre, advirtieron a Matthew. Nunca había visto tan desesperado a Joshua, por algo que no fuera él.

— ¿Escuchaste algo de lo que estábamos hablando?

— No… no pude, pero ¿Dijo algo de mí?

Matthew no tuvo ni tiempo de contestar. Joshua lo empujó contra la pared  y salió a la fuerza, arrastrándose gente por delante. No había que ser un genio para saber que era para seguir a Elliot.

***

Desde que se había sentado, vio a Elliot a unas cuantas filas frente suyo. Tenía que presentar un informe, pero la mitad de las cosas que había escuchado en el seminario, no les había puesto cuidado por andar mirándolo. De un momento a otro se ponía a divagar. Entre sus desvaríos, pensaba que podían empezar de cero y con sosiego, poder buscar la parte de sí que se había perdido en Elliot.

Deseaba que se acabara la conferencia para tratar de acercársele. No tenía ningún propósito en específico, quizás cruzar algunas palabras y dejar que pasara más tiempo.

Al acabarse la primera parte del seminario, Esperó a que ya estuviese en la fila y fingiría que fue una coincidencia. Sin embargo la multitud las separó más de lo que él había presupuestado. Seguía estando pendiente de no perderlo. Ya llegando casi a la salida, vislumbró que Elliot se salía de la fila y estaba agradecido que no siguiera avanzando. Al otro personaje que le hacía compañía, no tardó en identificarlo.

No le gustaba ver esa cara de fastidio que tenía Elliot. Por lo que supuso que Matthew estaba incordiando. No podía permitir que le arruinaran su oportunidad de hablar con él. Iba empujando gente para poder acercarse rápidamente y por sus ojos no pasó desapercibido, lo que parecía ser una discusión.

Matthew no la cagues, pensó. Ya faltando, escasos cincuenta centímetros para llegar a la pareja. Su mirada se encontró con la de Elliot y ante sus ojos vio la metamorfosis de la ira, al miedo. Antes de arremeter contra la pareja, este salió huyendo.

Zarandear a Matthew no le dio ninguna respuesta, solo quedaba esperar que pudiese encontrar a ese cobarde. No le importaba lo mucho que lo maldijeran por andar atropellando a todo el mundo, solo quería alcanzarlo. No entendía muy bien de dónde salía esa adrenalina que le hacía sudar frío y bombear la sangre fuertemente.  Hacía mucho tiempo no se sentía tan nervioso y estimulado.

— ¡Elliot cobarde, deja de huir!

A pesar de decir con eso con tono pendenciero, en su boca se formó una sonrisa abierta. Maldecía saber que por solo estar persiguiendo a ese idiota lo pusiera tan contento.

La densidad de la gente fue disminuyendo y se le hacía más fácil correr así. Elliot sin parar su marcha, siguió a todo lo que daban sus pies. No obstante, era obvio que Joshua lo iba a terminar alcanzando.

Después de recorrer toda la facultad de economía, a ese trote, Elliot se metió al edificio intentando hacerle perder, pero fue como meterse a una ratonera.

Al llegar al segundo piso, ya los pulmones le ardían. No podía seguir corriendo más. Así que se escabulló en uno de los salones. Para su desgracia había clase, por lo que le profesor le pidió amablemente que se saliera. Se quedó en el pasillo meditando unos segundos. Miraba paranoicamente el entorno pensando en qué momento se encontraría con Joshua. Recuperando el aliento, estaba dispuesto a emprender de nuevo la marcha.

— Maldito cobarde, sí que tienes buenas piernas para huir. — Joshua jadeaba desde las escaleras.

Elliot se alertó y puso en marcha sus piernas ligueras de nuevo. Esta vez el espacio reducido no le ayudó. Solo pudo pensar en correr hacía las otras escaleras que quedaban al final del pasillo, pero para su sorpresa, estaban subiendo un mueble para el salón del final. Así que los mozos que estaban en esa labor, solo le decían que diera permiso. Y sin darle tregua de pensar en un plan B, sintió las manos de Joshua sobre sus hombros. Su corazón dio un vuelco.

— Suéltame Joshua.  

Elliot asumía que era probable que hubiese escuchado su conversación Matthew y lo último que quería, es que se enterara que hubiese estado preguntando por él. Sabía que eso haría peor las cosas.

— Ni loco te suelto.

Quería darse un aire serio, pero la sonrisa tarada de su rostro no se quitaba. Ahora que al fin había cazado su presa, no iba a ponerse a hacer otra maratón por el pelirrojo. En dos pasos metódicos, cargó a Elliot en sus hombros, como si fuera un costal.

— ¡Qué demo…!

Antes de que Elliot terminara la frase, ya estaban en marcha.

— Te lo advierto, suéltame Joshua. —Su ira afloraba en cada sonido dicho.

Joshua solo seguía jadeando y sonriendo. No respondió nada. En esos últimos meses  se había sentido tan extraño. De alguna forma vacío. Y ahora estaba vital de nuevo, como si hubiese recargado baterías. Torturase la cabeza pensando en Elliot y sus palabras, los últimos meses no había servido para más que solo desgastarlo. Pero con solo tenerlo al frente e interactuar, las energías eran renovadas.

Se dirigió hacía el primer salón desocupado que encontró. Dejó a Elliot con relativa delicadeza encima de la mesa y lo cercó con su cuerpo para que no pudiese huir.

 — ¿Qué quieres? —Elliot se escondía entre sus cabellos rojos y sus mejillas ardiendo.

No hubo respuesta. Joshua estaba demasiado contento de solo poder escucharlo. Ya se decía que parecía una quinceañera enamorada, pero era inevitable. No podía racionalizar su felicidad y desfragmentarla en las razones por las cuales ese enano enfrente suyo parecía ser importante.

— Vamos, no tienes que darle ningún significado a lo que escuchaste. Eso lo hice hace tiempo,  ahora ya no tiene importancia.

— ¿De qué estás hablando?

Joshua ladeó la cabeza tratando de buscar contacto visual con Elliot. Este levantó la cabeza con sorpresa y quedaron con sus rostros rosándose las narices.

Los ojos miel y los verdes, se reencontraron con un sentimiento cálido en la boca de sus estómagos. Las bocas se callaron y la frecuencia cardiaca comenzó a subir de nuevo. Elliot apretó sus puños contra su pantalón y fue el primero en voltear el rostro.

— Ya… ya veo, no escuchaste nada. Entonces está bien.

Se separó un poco e hizo espacio entre ellos de nuevo.

— No, ahora no te dejaré ir hasta que me digas de qué estás hablando.

Elliot iba a protestar contra ello y levantó su rostro enfrentando a Joshua. Cuando vio su expresión, algo en su pecho comenzó a chocarse contra todas las paredes de su caja torácica. Los ojos claros de Joshua y su sonrisa abierta como la de un niño, lo desarmó. Era como ver un cachorro que recibe a su amo cuando regresa a casa.

— Haciendo esa cara, das miedo Joshua.

Elliot lo empujó y logró bajarse de la mesa, pero no conseguía dejar que Joshua lo soltara.

— No importa si mi cara te da miedo, no te voy a dejar ir hasta que me digas.

— No hay nada que decir.

Joshua se acercó de nuevo y sin previo aviso, solo por seguir los instintos de su cuerpo, lo abrazó.

— Está bien, esta es mi venganza por no decirme.

— Suel…ta…me. — La voz de Elliot se convirtió en un susurro.

Sentía que su cara debía estar desfigurada por esas sensaciones que invadieron su cuerpo. Sin embargo, sus brazos no podían ser controlados con sus firmes deseos. Sus manos se escurrieron hasta agarrarse de la espalda de Joshua. Quería alejarse de él para que no se hicieran más daño, pero ahora pensaba que había sido un acierto haber permitido que fuese ahora Joshua el que lo buscara.

Elliot había intentado arar en el desierto, cuando recién conoció a Joshua. Intentaba proteger a Matthew de una persona como él. Sin embargo, no contaba que había sembrado también en la arena, las plantas más resistentes, unos cactus de sentimientos por él y dirigidos hacía sí.  

— Yo…  no te odio Elliot. Volvamos a empezar de cero.

Era su sincero deseo. Joshua no pudo acallarse más. No quería volver a pasar como esos meses anteriores, quemándose los sesos buscando respuestas inexistencias.

Elliot mandó a Cafarnaúm, todos sus propósitos de querer hacerse el fuerte. El lobo que estaba herido, había salido a buscar al humano para recibir su ayuda. Ese debía ser la muestra más reacia de que había  avanzado hacia algún lado. 


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