Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Realidad por natalia clow

[Reviews - 83]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Buenas y santas y muchas tantas. 

En este capítulo si me deschavaté, así que espero que me comprendan XD. 

Espero les guste

 

Capítulo 28

«Te daré el tiempo que necesites»

 

El sabor amargo, seguía insistente en su lengua. No importaba cuanto tratara de apagarlo con algo de dulce, era indeleble. Seguía pensando en Matthew, pero este parecía volverse un sueño.

«Maurice, no puedes seguir esperando a la nada ¿Por qué no nos damos otra oportunidad?», su exnovia había dicho días después de su fiesta de cumpleaños. No estaba de acuerdo en decir que era esperar a la nada. Había la oportunidad, solo tenía que aprovecharla. O quizás tan solo estaba siendo obtuso. 

No importaba la excusa, quería volverlo a ver. No obstante, en este momento estaba tan inseguro que no se había tomado la molestia de llamarlo aunque sea.

Ese día no tenía nada que hacer. Se levantó y se dirigió a la cocina. Abrió la nevera, sacó unos huevos y el jugo de naranja. Se sirvió el vaso y cocinó los huevos. Al servirlos  hizo su aparición su madre.

— Buenos días cariño.

— Buenos días mamá.

— Te traje un regalo de cumpleaños. 

— Gracias.

No se emocionó, su madre hace mucho tiempo se había dejado de comportar como tal y pensaba que con solo darle comida y dinero, eso ya era ser una madre. Desde el problema con su padre había sido así.

— No sabía que regalarte, así que pensé que esto sería más útil para ti.

Le pasó una bolsa grande. La cogió y no con mucho entusiasmo la abrió había un chaquetón grande.  Y en los bolsillos de la prenda, había una Tablet.

— Muchas gracias.

— Te amo hijo.

— Yo también.

Su madre se sentó a su lado y esperó que terminara de comer.

— También quería invitarte a un lugar esta noche.

— Claro mamá.

Ese acto se sentía tan vacío.  No dudaba que su madre lo quisiera, lo que dudaba era que si ella en realidad no estaba haciendo toda esa parafernalia para ganar puntos. El cariño de él y su preferencia hacía alguno de los dos padres, implícitamente se había vuelto el trofeo por el que querían luchar su madre. Así que en eso terminó convirtiéndose en su relación.  

— Nos vemos en la noche.

— Yo te llamo avisándote donde nos encontramos hijo.

Ahí estaba de nuevo su madre huyendo. Esperaba que le diera la oportunidad a su padre de reconciliarse.

***

— ¿Podemos vernos esta tarde?

— Mira, podemos, pero si es por lo de la otra noche…

— No voy a atacarte ni nada Matthew. Solo veámonos ¿sí?

— Vale.

Después de concretar la cita, colgó. quería ver a Matthew, solo por el simple hecho de confirmar que su existencia era real y que no se estaba volviendo la alucinación de un momento crítico.

Todavía faltaba mucho tiempo antes de que ser la hora del encuentro tanto con su madre, como con Matthew. Su padre estaba trabajando. Así que sin nada mejor que hacer, decidió hacer una limpieza superficial al apartamento. Fue a la habitación de su padre y recogió la ropa sucia, la volteó y la dejó en remojo antes de meter a la lavadora. Tomó la aspiradora y empezó a limpiar toda la sala. Corrió los muebles en donde se había sentado todos a comer la pizza y encontró pedazos debajo del sofá. Se sentó un rato.

¿Será que estoy haciendo las cosas mal?, se preguntó repentinamente. Tenía tiempo para pensarlo. Estiró las piernas y miró al techo. A su mente vino el impulso que le dio por besar a Matthew.  ¿Qué rayos sucede conmigo?, murmuró en voz alta. El sonido de la aspiradora hacia disturbios en sus pensamientos. Como un aullido lejano que te hace recordar que no estás solo. Antes de sentirse molesto por el ruido, se sintió arrullado por este. Se quedó dormido.

Tuvo un sueño.

Matthew le esperaba en la panadería de siempre, tenía una falda puesta, unas medias veladas de color negro, unos botines beige, un abrigo azul oscuro y una blusa blanca. Tenía el pecho abultado y curvas marcadas como si fuera una mujer. El cabello largo le caía  hasta la mitad de la espalda. Sonrió en cuanto lo vio.

Se supone que debía estar sorprendido por ese cambio, pero fue lo más natural para él. Asumiendo caso tal de que las cosas siempre habían sido así.

— Te hice esperar mucho.

Las delicadas manos de Matthew se escabulleron entre sus brazos.

— Para nada. Incluso pensé que era yo quien estaba retrasada.

La voz dulce y aguda llenó sus oídos. En el momento que su cuerpo hubo hecho contacto, sintió el dulce aroma que desprendía. Era una mujer, sin lugar a duda.

— ¿Entonces seguimos?

Los ojos delicadamente maquillados que resaltaban el azul despampanante, lo hipnotizaron al instante. Era una belleza completa. Siguió caminando sin resistencia a donde decía Matthew. Lo había cogido de la mano y esta pequeña, se acomodaba en su palma de forma sutil. De un momento a otro, la calle desapareció y Matthew también. Estaba solo en un pasillo negro.

 — ¡Matthew!

Se asustó al verse solo y una puerta de la nada se mostró. En ella tenía puesto un letrero que decía «Que solo se pueda hacer tu voluntad». Cuando la abrió, vio un cuarto de motel.  La cama doble estaba desordenada. Habían nos cuerpos que se revolcaban entre las sabanas, pero no podía ver quiénes eran.

— ¿Qué está pasando aquí?

Impaciente se acercó a la cama y quitó las sabanas. La sorpresa lo dejó paralizado. Matthew versión masculina, estaba teniendo sexo con Matthew versión femenina. Lo miró a los ojos y su expresión no trasmitió ningún mensaje.

— Matthew… ¿Qué carajos estás haciendo? ¡Suéltala!

— Maurice, no puedo quedar embarazada de ti. — el Matthew femenino mencionó.

— No estaba buscando embarazarte ¿De qué hablas? ¡Sal de ahí!

Se abrazaron los Matthew y reanudaron la penetración. El pene firme hallaba fácilmente la vagina y se hundía con total parsimonia. No había sonidos, por más que la penetraran, no gemía. Tampoco parecía disfrutarlo. Era un acto vacío.

— ¡Es qué no ves que no le gusta! Matthew suéltala, por favor.

— Si la quieres, tendrás que asumir que este es un acto estéril. ¿Crees que si la penetras tú gemirá? ¿Pedirá por más? ¿Dirá que tú pene duro era lo que estaba deseando?

El Matthew masculino abandonó a su otro yo y se acercó gateando  hasta el borde de la cama. Se abrió de piernas mientras seguía arrodillado y miró a los ojos a Maurice.

— Si quieres tenerla, debes asumir en primer lugar que ella no existe.

— ¿De qué carajos hablas? Ella está ahí.

— Intenta poseerla entonces, tocarla por lo menos.

Maurice empujó al Matthew masculino y se arrastró hasta el cuerpo de la mujer. Pasó su mano sobre su pecho, lo recorrió, pero no sintió nada. No hubo reacción de ella, no hubo sentimiento cálido en la palma de su mano.

— Es como tocar una pared ¿verdad?

Buscó la mirada de Matthew, pero solo lo encontró gateando hacía el lado de su otro yo.

— Soy el único que puede poseer la fragilidad de mi existencia. Esta mujer existe, pero es intocable, existe, pero es frágil, existe pero es temerosa. ¿Qué vas a saber tú de cómo cuidarla? Si quieres unirte a ella, deberás asumir que este es un acto estéril.

— Entonces ¿Cómo debo aceptar ese hecho? 

— Ella es yo y yo soy ella.  Intenta tocarme, yo existo en el mismo plano que tú.

— ¿Me estás diciendo  que tengan sexo contigo? —tartamudeó un par de veces.

 — Bingo. — Le sonrió pícaramente mientras se recostaba en el pecho de su otro yo.

Matthew abrió las piernas de la mujer y empezó a botar saliva por su sexo, como si la quisiera lubricar. Con sus dedos lo esparcía por los labios.

— Cómo este es un lugar estéril, no sirve a ningún propósito más que fisiológico, hay que cuidarlo.

Ya había asumido que iba a tener sexo con Maurice. Dando a entender que la vagina de su otro yo era su mismo ano, por eso se esmeraba en dilatarlo y en lubricarlo.

— Solo tienes que asumir, que ningún fruto saldrá de este acto simbólico. Los dos estamos vacíos y secos.

Maurice tragó saliva fuertemente y sacó su pene de sus pantalones. Su erección parecía sobrenatural. Era como si ya se hubiese preparado para levantarla desde mucho antes de entrar allí. Parecía invencible.

— Solo debes aceptarlo.

Matthew penetró de nuevo a su otro yo, mientras que incitaba a que Maurice hiciera lo mismo con él. Este se quitó los pantalones y se posó detrás de las níveas nalgas de  Matthew. La cabeza de su miembro resbaló con facilidad en los interiores de su esfínter. Sentía como su sexo era absorbido en la incandescente sensación. Sus caderas comenzaron a moverse, buscando de nuevo el placer de lo inútil.

— ¿Por qué… te siento tanto? — Apenas si podía hablar, tenía dormida la boca.

— Es porque existo.

Cogió las caderas de Matthew fuertemente mientras que el vaivén lo hacía más intenso. Solo quería pensar en llegar a lo más profundo de esa sensación de calor. El sonido de las pieles chocándose. El gemido de la versión femenina de Matthew empezó a esparcirse en el espacio luchando por acallar los mismos gemidos de su versión masculina.

— ¿Ves? Cuando aceptas que no existe, cuando asumes mi existencia, ella puede sentir el placer.

No entendió nada de lo que estaba diciendo, solo estaba concentrado en penetrarlo hasta destrozarlo. Su pene ardía gustoso en las estreches de su interior. Parecía un animal en celo desesperado.

— Quiero… venirme.

— Está bien…  vente dentro, intenta embarazarnos. — La versión femenina de  Matthew gimió.

 

Un sonido gutural le hizo despertar. Su mismo orgasmo lo trajo a la realidad. Miró su entrepierna y no sabía cómo esconderlo.

— ¿Qué demonios… acabó de soñar?

Mientras se limpiaba la entrepierna y lavaba sus boxers, se quedó meditabundo. Ese sueño era el más raro que jamás había tenido en su existencia. ¿Por qué un Matthew versión femenina? ¿Por qué no existía? ¿Qué significaba todo eso? Quizás solo estaba frustrado sexualmente. Seguro era eso.

Al mirar el reloj, se dio cuenta que había estado dormido durante tres horas. Estaba a tiempo para cumplirle la cita a Matthew. Aunque no sabía que cara iba a hacer propiamente. Se bañó con agua fría, hasta que hubo calmado su libido. Se cambió con un buzo azul oscuro, unos pantalones negros  y unas botas militares. Dejó su cabello mojado de lado. No tenía tiempo de peinarse y salió con el tiempo en contra.

Tomó el autobús y puso su música a todo volumen. Lo estrambótico de las canciones lo calmó. Solo tenía que permitirse olvidar ese sueño tan extraño. Veinte minutos en autobús. El paisaje se difuminaba, ya estaba absorto, no faltaba mucho para llegar y en la penúltima parada, se subió una chica que lo sacó de su despotismo.

Se podía decir que era muy parecida a la versión de Matthew femenina. Solo que habría que añadir algunos detalles, como que en vez de falta llevaba un pantalón negro, unas botas de color azul claro y un gabán del gris.  No pudo quitarle la mirada de encima. Tenía unos ojos coquetamente delineados en negro y su color verde, era muy vivo. Parecían los de un gato.

Pueden llamarlo casualidad, destino o simplemente suerte, pero a pesar de que habían varios puestos vacíos, se sentó a su lado. El aroma que desprendió, era un muy fresco. Parecía frutal. Era adictivo.

Pegaba ligeras miradas sin parecer un pervertido. En definitiva, esa mujer podía hacerse pasar por un Matthew versión femenina.

El bus anunció la siguiente parada, le tocó pararse. Se acercó a la puerta y le regaló la última mirada a la mujer y sus ojos se encontraron. La mujer firmemente no retiró la mirada, mas él si rehuyó de ella.

Hoy es un día demasiado extraño, pensó. Después de caminar unas cuantas cuadras, vio a Matthew esperándolo como en el sueño.

— Hola.

Matthew no respondió, solo le sonrió.

— ¿Quieres que entremos? 

— Vale.

Lo llevó a un café-bar. Se fueron a la mesa del fondo; las luces medio apagadas y la lámpara de aceite en la mitad daban el ambiente equivocado. Esto parece una maldita cita joder, se recriminó fuertemente. El sueño se asentó en su memoria.

— Maurice, antes de que me digas cualquier cosa, quiero hablar contigo.

— Cuéntame.

— No quiero pensar nada equivocado de esto. Yo quiero volver a empezar de cero todo, no quiero que sigas insistiendo en una relación amorosa.

— ¿Empezar de dónde? ¿Te das cuenta que ya ninguno somos los mismos de hace tres años?

— Eso lo sé, pero siento que me quedé estancado en ese entonces. Quiero avanzar, quiero recuperar el tiempo perdido con ustedes. Quiero construir algo nuevo. Una vida en dónde no esté peleando con nadie.

— Ya veo…

— Por eso quiero que te rindas, que me permitas hacer esto. Que no te cierres a que seamos amigos, a que nos conozcamos, a que olvides que Collin alguna vez existió.

— Collin… —bufó— ¿Puedo saber ese que tiene que venir a hacer aquí?

— No nos digamos mentiras Maurice. Tú sigues celoso de él, sigues pensando que somos algo, cuando ya claramente te dije que termínanos.

— Y seguiré celoso por lo que me reste de cariño por ti, por todo lo que él obtuvo de ti y que tú nunca me diste.

— Lo que él me dio, no es nada que envidiar. Puedes estar seguro que has hecho mejores cosas por mí, que él.

— ¿Entonces? ¿Qué estás pidiendo?

— Maurice, en este momento no quiero preocuparme por relaciones amorosas tortuosas, por dolores innecesarios. Quiero hacer el tiempo avanzar, quiero darle fortaleza a toda mi vida para llegar a ser yo lo más importante.

— ¿Cuánto tiempo necesitas? ¿Un año? ¿Dos? Te daré el  tiempo que necesites.

— Maurice, no, no quiero eso. Quiero que seas feliz y esperarme no lo va a hacer más fácil para ti. ¿Qué puedo darte yo? Soy como un desierto, estéril.

Cuando usó esas palabras específicamente, sintió una corriente por su espalda.

— ¿Estéril dices? — Se rió— No te estoy pidiendo que engendremos nada. Te daré el tiempo que necesites, igual, no tengo nada mejor que hacer que esperarte.

— No me hagas esto, Maurice.

Una sonrisa se delineó en su rostro. Quizás a eso se refería el sueño. Algún aliado suyo de una dimensión superior le mandó ese mensaje. Tenía que aceptar que nada iba a crecer en ese acto, en síntesis, debía esperar a que la misma naturaleza nutriera el desierto. Así tuviese que destruirse la tierra y volverse a hacer. Quizás era lo mejor. Intentar retar a la suerte para vivir en un imposible, era demasiado.

— Te esperaré… debo ser un idiota gigantesco.

— Cállate. 

Matthew no sabía en dónde meterse. Sintió sus mejillas arder a lo más profundo. Podía jurar que se le iban a caer a pedazos. 

— Esto es jugar sucio, Maurice.

— Seguro. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).