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Realidad por natalia clow

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Notas del capitulo:

Buenas y santas y muchas tantas.

 

Ya poco a poco vamos llegando a la recta final y espero que podamos tener un prospero año 2014.

 

Gracias a todos por leer  y feliz navidad y propsero año.

 

 Capítulo 30

«Lo que aún falta por afrontar»

 

La actitud que había tenido últimamente  Margareth, era algo que tenía a Joshua más prevenido que siempre. Parecía como si fuese a explotar si no expresaba la emoción que la embargaba. Conocía bien a su madre y no podía suponer nada mejor cuando ella se ponía así. Claramente su novio le había hecho la propuesta del siglo. Eso no le agradaba en lo más mínimo.

No podía expresar su usual egoísmo con su madre. Nada le permitía decirle que estaba cansado de parecer un fantasma en su vida. No era el momento de comportarse de nuevo infantilmente. Se había prohibido eso desde siempre.

Su celular comenzó a vibrar y reptó para contestar.

— ¿Sí?

— Hola, soy Elliot.

Se respingó cuando su cerebro hubo descodificado lo que esas palabras significaban.

— ¿Cómo has estado?

— Contento, tenía que llamarte a contarte todo.

— ¿Qué pasó? — comenzó a verse contagiado con su alegría.

— Mis padres me han llamado y me han dicho que quieren que vuelva a Escocia para navidad. Mi hermano pequeño ya nació.

Comenzó a responderle con sincera alegría. Sabía que eso era importante para el pelirrojo. Desde aquella fiesta, su relación se había vuelto más estrecha. Sin lugar a duda, nunca antes había llegado a pensar que una persona pudiese hacerlo sentir tan confortante.  Elliot caprichosamente se había rehusado a entregarle aquella «cosa» de la cual lo había privado. Tampoco parecía muy entusiasmado a reclamarla. Estaba contento con las cosas como estaban.

— Y pensaba si podíamos vernos hoy ¿Podrías?

— Claro. Si quieres ven a cenar hoy.

— Perfecto. Estaré por allá pronto.

Le sonrió al vacío cuando hubo terminado su conversación. Se levantó de la cama y comenzó a arreglar la ropa que se pondría para recibir a Elliot. No negaba que se sentía algo triste al saber de la partida de Elliot para esas fechas tan representativas,  Para qué iba a mentirse, quería haberlas pasado con él. No estaba en estado de común atención con su «hogar», por ello no tenía ni idea que para esa noche había planes.

— Joshua. — su madre llamó desde el pasillo de su cuarto.

— ¿Qué pasó?

— Necesitamos hablar.

Esa frase no le traía ninguna buena referencia a su cabeza.

— ¿Qué pasó?

— Baja por favor.

Se colocó una camisa cualquiera y abrió la puerta de su cuarto. Buscó con la mirada a su mamá y la encontró que ya estaba bajando las escaleras. Siguió sus pasos y al ir descendiendo, pudo vislumbrar la figura del novio de su madre. No necesitaba tener una maestría para saber qué era lo que querían hablar. 

— Siéntate. — el novio pronunció con aire conciliador.

Joshua se arrastró hasta la silla que quedaba al frente de la pareja. Los ojos no querían cifrar correctamente las formas en las que se le mostraba la realidad. Algo estaba mal, lo presentía y no se equivocaba, no faltaba más que escuchar a su madre hablar y confirmar absolutamente todo lo que no había querido ver.

— Padraig y yo nos queremos casar. 

En su rostro aparentemente no había ninguna reacción, pero en su interior se tocaron las trompetas del apocalipsis. El problema no era el casamiento, era el hecho de afrontar un desligamiento contra su persona. Ahora oficialmente eso lo hacía sentir excluido de lo poco o mucho que tenía. Su madre estaba como una imbécil quinceañera. Llena de ilusiones sin siquiera ver la realidad que la atañía. Estaba haciéndole daño, nunca le demostró en todo ese noviazgo que él también iba a hacer parte de la nueva familia que conformara una vez hubiesen consumado su relación. Pero cómo quejarse  ¿verdad?

— No sé qué decir. 

— Sé qué es una noticia un tanto repentina, pero no podíamos esperar más para contarte.

— Se nota. — aunque no quería, utilizó un tono de ironía.

— Sabemos que es algo repentino, pero contamos con tu apoyo. — Padraig sonó con aire paternal.

No se puso a analizar el por qué que ese señor dijera esas palabras le había puesto de tan mal genio. No quería ponerse a hacer una pataleta. El punto no era incomodarles. La cuestión es que ya sentía que claramente lo estaban excluyendo. Esa familia le había sido arrebatada ya dos veces. Esa frustración no tenía como expresarla.

— No sé qué decir. No es cosa de que esperen mi apoyo, no quiero sonar aguafiestas.

Margareth se molestó con esa actitud. Se levantó indignada y arrastró a Joshua a otra habitación. No podía creer que a esas alturas tuviera que aguantarle todavía los caprichos de su madre.

— ¡¿Qué te pasa?! No me quieres ver feliz, no seas egoísta.

La ira fluyó en respuesta a las exigencias de su madre. Ella exigía felicidad, pero él nunca la había recibido. Todas las cosas que poco o mucho habían conseguido, eran apunte de una lucha desesperada. El que estuviera con su madre y no con su padre, daba muestra de ello.

— Es increíble que me diga esas cosas. A ver si coge un poco de vergüenza Doña Margareth.

Era de las pocas veces que le respondía a su madre, pero esa vez lo sentía necesario.

— No puedo creer que yo esté escuchando esas cosas de ti. Pensé que como mi hijo ibas a alegrarte que yo hubiese rehecho mi vida.

— ¿Rehacer? ¿Sobre cuantas personas pasaste para que rehagas tu vida? Cómo siempre siendo tan oportunamente olvidadiza. En este momento no serías feliz si no fuera por mí.

— Si en este momento soy feliz es por mi novio, no por ti. Ahora solo me estás haciendo desgraciada.

Esa fue la gota que rebasó el vaso. No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Cuánto lucharon por enfrentarse a su padre para obtener su custodia? ¿Cuántos sacrificios no se hicieron, para que su madre pudiese levantarse otra vez? Y ahora resultaba que él era el que la hacía desgraciada.

— Si no respondo con grosería, es por el mucho o poco respeto que me queda por ti, pero ándate y cásate o haz lo que se te dé la gana. A mí no me vengas a joder con eso. Ya que soy la desgracia de tu vida.

Salió enfurecido de la habitación y cerró fuertemente la puerta. Con el rabillo del ojo vio como Padraig salía al rescate de su madre. Qué patético, pensó. Y al final, si mostró su pataleta y sus niñerías.

***

Para el momento en  que Elliot arribó, Joshua se relajó. En ese momento la presencia de él se le antojaba edénica. Se aferró en su mente a lo poco o mucho que tenía por decir y lo calló para no hacer la visita algo incómodo. En ese momento, lo llevó a su cuarto, él otro no decía nada, ni trataba de mencionar activamente la razón de su estado descontrolado. Eso le hizo bien.

Una vez estuvieron puertas dentro y cerradas, se dejó desplomar sobre Elliot. Este no parecía extrañado en el contacto tan repentino, sólo acarició su cabeza.

— ¿Crees que soy infantil? — Joshua creyó conveniente preguntar.

— ¿Qué te pasó?

Esas palabras lo arrullaron. Se aferró aún más fuerte a ese cuerpo que tenía algo por devolverle. Esa ecuanimidad, no volvió a saber que era. Esa calma había sido llevada. Caprichosamente exclusivamente se podía sentir bien con ese ser.

— Mi mamá quiere casarse de nuevo.

— ¿Y te molesta?

— No especialmente. ¿Tú crees que soy una desgracia?

Y ahí tenía un punto. Quizás sí seguía sintiéndose herido por su madre hasta ese punto ¿Qué respuesta habría sido la adecuada sin vulnerarse?

— Para nada, eres tan caprichoso como yo. — Elliot soltó con una risa al final. — ¿De qué tienes miedo?

Joshua subió la mirada hasta encontrarse con los ojos verdes esmeralda de Elliot. No respondió nada, porque supuso que la respuesta estaba dentro de lo que se reflejaba en su mirada.

— No quiero sentirme invisible, inútil, inexistente.

— No eres nada de eso. Aquí estamos, los dos y te siento abrazándome fuertemente y yo de igual forma, te correspondo el abrazo.  Si no existieras, no podríamos hacer esto.

— Pero mi madre...

No tenía muy claro que era lo que quería decir. En sí no se oponía a que se casara. Estaba en todo su derecho de hacerlo, sin embargo ¿Por qué hacerlo cuando aún él estaba en su vida? O mejor debería decir ¿Por qué hacerlo sin tener en cuenta que estaba en su vida? Ese era el problema. Poco a poco ella ya no tenía conocimiento de su hijo que se supone que debería aún cuidar de él, en el sentido estricto de la palabra.

— Eres un pequeño cobarde. Aún tienen cosas que hablar con ella ¿No quisieras intentarlo?

— Quizá… tal vez… no lo sé.

— Quedémonos un rato, ya luego piensas en eso.

— Elliot, aún tengo una deuda contigo. — cambió el tema sorprendentemente

El pelirrojo le quitó el cabello de la cara a Joshua y buscó su rostro.

— ¿De qué hablas?

— Ahora que estamos así, que te tengo, creo que ya puedo hacerlo. Por ti y por mí… más que por nadie.

— ¿Perdón? Me perdí en alguna parte de la conversación.

— Voy a hablar con Matthew de lo que pasó con su amigo que vino de visita… con lo de su celular.

Elliot soltó una exclamación ahogada. No pensaba que eso actualmente estuviese en la cabeza de alguien. Ya había olvidado el problema y solo estaba concentrado en seguir escudriñando sobre Joshua. Aun así se sentía aliviado de haber logrado eso.

— ¿Lo harías?

— Te lo debo. — escondió el rostro en el pecho de Elliot. — Pero pase lo que pase, solo te pido que te quedes conmigo.

— Lo haré. Claro que lo haré. — no podía ocultar la alegría en su voz.

Esa tarde, a pesar de que había venido a otra cosa, Elliot no exigió nada de quien se acurrucaba en sus piernas y esperaba un aliento de su parte. El calor en su estómago, no se detenía con su constante martillar. Fundiendo todo hasta el punto de querer diluirse en el cuerpo que lo contenía.  Era la primera vez en su vida que se sentía así.

***

Varios días habían pasado desde que Joshua no le dirigía la palabra a su madre y ella no parecía con la intención de dar un paso a la reconciliación. Sabía que seguía adelantando sus planes de boda sin él ¿Qué tenía que decirle en ese caso? Igual parecía que sin importar las palabras que articulara, ya no había vuelta de hoja.

Quería concentrarse en lo que tenía aún por hacer. Se sentía en la época perfecta de dar fin a todos los secretos y malas acciones que había cometido en el año. Levantó la bocina y marcó a teléfono de Matthew.

— Hola.

— ¿Qué tal? ¿Cómo estás? —la voz no le salió muy diestra.

— Bien, gracias ¿Estás bien Joshua?

Y ahí estaba la buena percepción de Matthew. No por algo era su amigo de tantos años. Tampoco estaba siendo muy hábil en ocultar ese temblor en su voz por los nervios que tenía.

— La verdad no. Tengo que hablar urgentemente contigo.

— ¿Te pasó algo?

— No estrictamente así, pero tengo cosas que hablar contigo.

— Claro, no tengo problema en vernos.

— Que sea hoy.

— ¿Qué es tan urgente?

— Ya lo sabrás a su tiempo. En el lugar de siempre a las cuatro.

— Está bien.

La conversación se disecó, con la intención de ser hidratada en el momento adecuado. Pero por el momento, tenía  todas esas arrugas y ese tamaño encogido, que realmente guardaba una tiránica tempestad en su interior.

 

Ya poco antes de las cuatro, Elliot se encontraba ya en el café-bar. Se había pedido un té, pero ya estaba frío. Los nervios podían con él. No tenía idea de cómo iba a reaccionar Matthew. Esperaba que en el momento en el cual, ya sabía que Joshua tenía esos comportamientos tan poco éticos, la noticia tuviera menos impacto. Pero al fin y al cabo, solo eran suposiciones.

Lo primero que reconoció, fue la cabellera de Joshua y después degradando sus ojos hasta el suelo, confirmó su identidad. Levantó la mano señalándole que ya estaba esperándole y detrás de él se apareció Matthew.

— ¿Elliot? — no pareció muy complacido  Matthew de verlo. — Joshua pensé que lo que tenías que hablar era conmigo.

— Y lo es, yo fui quien le pidió a Elliot que viniera, porque él también tiene que ver con esto.

El azul de los ojos se puso turbio. Matthew ya debía sospechar que esta noticia no iba a ser muy buena.

— Escucho entonces.

— Primero que todo, quiero que no vayas a inculpar a Elliot en nada de lo que te voy a decir. Él hizo lo que consideró correcto, no lo hizo con mala intención.

Matthew arrugó su frente y sus cejas buscaron acercarse. Después de unos segundos asintió y dejó que la conversación fluyera.

— Antes que nada, tengo que hacer la mención de que no me imaginé que las cosas se fueran a salir tanto de las manos. Yo solo quería evitar más confrontaciones contigo, con Maurice.

No hubo respuesta. Joshua tomó una de las servilletas y las comenzó a doblar en pequeños pliegues.

— Te debo una disculpa y estoy seguro que también un merecido puño tuyo.

— Bien…  Ya puedo imaginarme qué hiciste.

— No, dudo que te imagines Matthew, por qué te estoy pidiendo disculpas y por qué estamos hablando aquí.

— ¿No es que amenazaste a Elliot con no volverme a hablar?

— ¿Perdón? — Joshua barrió con los ojos tanto a Elliot como a Matthew. — No, yo no hice tal cosa.

— ¿Entonces?

— Para ir directo al grano… hace varios meses, cuando vino Jostein, yo escondí tu celular y me llevé a Jostein a mi casa para que me contara lo que habías pasado en Canadá. Elliot me vio cuando intentaba  hacer  «reaparecer» casualmente tu celular para que no sospecharas nada.

Pasaron unos segundos de silencio. Elliot estaba dispuesto a interponerse efectivamente a cualquier disputa, pero todo parecía congelado. No podía entender la razón. La guerra parecía estarse llevando en las miradas. Joshua  con un aire derrotista y el mismo demonio posado en las pupilas de Matthew. Después de un tiempo incontable, sin muestra previa de su manipulación,  Matthew en su indignada posición estiró su puño con toda su fuerza. Joshua recibió pasivamente el puño y se cayó al suelo con silla y todo.

— No te estoy pidiendo nada menos a esto, pero en verdad lo siento.

— ¡Es increíble! ¡Imperdonable! ¡Contigo las cosas siempre son igual!

— Lo siento.

Matthew rodeó la mesa y se acercó al Joshua que estaba en el piso. Se puso a su mismo nivel y con un susurro cargado de ira proclamó:

— ¿Hasta qué punto quedas satisfecho? ¿Te hizo bien saber todo lo que supiste?

— No me trajo nada de claridad el saber tu pasado, pero me sentí más cercano a ti, en honor a la verdad.

— Esto es lo más bajo que has podido caer. Pensé que con lo que hiciste en la fiesta estabas dando muestra clara de que te interesaba el Matthew de aquel otro tiempo. No que eras el maniaco que estaba guardando cómodamente en su mentira, toda esta traición. Esta vez no estoy seguro de saber si te voy a perdonar.

Y terminó su frase con otro puño. Elliot se había quedado sin saber cómo reaccionar. Se botó al suelo junto a Joshua y le mostró su apoyo.

— Y tú Elliot. Pensé que tenías un poco más claro tus códigos morales.

— Yo lo único que quería, es que fuera el mismo Joshua el que te contara, porque si viniera de mí, no quedaría más como en un chisme con intenciones apocalípticas.

En eso, las miradas se encontraron. El aire lleno de pesar se deslizó sutilmente en los pechos correspondientes. Los meseros no tardaron en hacer su aparición, pero antes de vislumbrar el adecuado código de etiqueta, Matthew ya no estaba.

— Lo que hiciste estuvo bien. Te felicito.

Elliot abrazó a Joshua que no parecía asumir correctamente todos logros o quizás errores hasta el momento.

— Menos mal te tengo a ti.

Y esa declaración, cerró con impulso totalmente nuevo, ese capítulo. Algo nuevo estaba a punto de darse.

 

***

Aquella tarde, a pesar de que Margareth quería hacer su trabajo como correspondía y curar las heridas de Joshua, este la evitó magistralmente.  Se encerró en su habitación y miró al techo esperando que en el entramado de su material, estuviese escondiéndose la respuesta a su vida. Como era de esperar, nada de esto era definitivo. Ni las respuestas, ni su vida, ni la rabia, ni la culpa, ni la soledad, ni nada.

¿Esto fue lo mejor?, se preguntó con ganas de responder inmediatamente. Nunca pensé que las cosas me fuesen a traer hasta aquí, las cosas inconclusas del pasado siempre te afectan en el presente, las palabras que se decía con aire filosófico no lo hacían sentir mejor. Pero de ser así, creo que por primera vez en mucho tiempo, he dicho las cosas correctas para cerrar el pasado, tanto con mi mamá como con Matthew, concluyó con un aire diferente.

Se levantó de la cama y fingió no sentir el dolor en su rostro. Salió de su cuarto y se encontró con su madre que parecía dar vueltas en el pasillo con todo el botiquín de primeros auxilios. En cuanto se encontraron, el corazón de madre pudo más que su rabia y se botó contra su hijo.

— ¿Qué te pasó cariño?

— Nada.

— Déjame curarte por lo menos, hagamos una tregua por eso.

Se dejó persuadir por esas palabras que sonaban tan convenientemente cómodas. Se fueron al baño y sentado en la cisterna, su madre lo atendió. El sentir las manos de su madre le dio más seguridad ante ello. Quizás era necesario terminar con todo de una vez, no tenía sentido seguir peleando.

— Mamá, no es que esté en contra de tu matrimonio.

Ella siguió en silencio.

— Tan solo, que no sé cómo decirte, que siento como si con esta unión con él, te hiciera olvidar de que existo. Soy tu hijo, que para bien o para mal, tiene un grado más alto que él en tu vida.

— Y nadie está compitiendo por eso. Tú eres mi hijo y él es mi pareja, los dos son importantes en mi vida. Y tienes razón, quizás he sido un tanto indulgente contigo en este tiempo, pero ha sido una linda época con él. Inevitablemente me siento feliz de estar en esta relación tan rejuvenecedora.

— En verdad me alegro por ti. Yo siempre quise que tuvieras a alguien que te mereciera.

— Te amo hijo. En verdad perdóname, por  todo esto, pero obviamente eres parte de la familia que quiero formar.

— Mamá, gracias.

Se abrazó a su madre. Ahora el dolor de su rostro se aliviaba con el que se diluía con su pecho.  Todo el cambio que estaba haciendo era gracias a Elliot. Ahora no tenía forma de agradecerle lo que ese pequeño ser había hecho por él.


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