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Realidad por natalia clow

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Notas del capitulo:

BUENAS Y SANTAS Y MUCHAS TANTAS!!

Con este capítulo vengo súúpeer motivada. Mi corazón estaba que se salía del pecho con toda la escena y solo podía seguir escribiendo.

Después de mucho rato al fin pude hacer un capítulo emocionante que haga que Nika me llame a las  3 a.m. ¡Yuju! y si no me llama, sé que con el siguiente capítulo lo hará.

 

en fin, espero que les guste y dejen comentarios AuA.

 

Buena Lectura

Capítulo 33

«Un simple deseo, es ahora un elaborado error».

 

Ya no tenía confianza en su imagen personal. No se veía propiamente feo sin cabello, pero de alguna forma su aire andrógino se perdió, dando a lugar a permitir que una cara mucho más masculina apareciera. Como si de la nada el cabello fuera el único culpable de su fisonomía delicada. Todo ese cambio había valido la pena. Uno de los progresos que más podía recalcar cualquiera con tres dedos de frente, es la forma en la que se había desapegado de su familia y la forma en la que ya quería asumir su vida autónomamente. Bueno, cabe aclarar que esta sería la explicación eufemística del deseo tan desmedido de ver a Joshua. Claro, agregándole al caso que su ansiedad se acrecentaba por la falta de respuesta.

Creo que es conveniente que vaya a Londres en estos días, dijo en la última comida que habían tenido todos. Su hermano abrió los ojos haciendo énfasis con ellos de la extrañeza que sus palabras no manifestaron.

— No creo que la casa de nuestro tío sea propiamente… algo acogedor para lo que te queda de vacaciones.

— No es por eso que quiero volver…

— No hay problema, lo entiendo. — se rió su madrastra. — Dejaste a tu novia por allá ¿Verdad?

Elliot se ruborizó mientras abría la boca como un pez fuera del agua intentando decir que no era eso. Todos terminaron la conversación con frases como «Debiste decir eso desde un principio», «Saludes a mi cuñada», «Deberías invitarla aquí un día de estos» y demás cosas por el estilo.

Después de esa escena tan bochornosa, una vez en su cuarto pagó a través de internet un tiquete para volver a Londres ese mismo fin de semana. Ya empezaba a preparar lo que necesitaba para irse, después de todo, también quería ver si su ofrenda había permitido que el deseo se realizara satisfactoriamente. Quizás sonara muy de niña quinceañera enamorada e injustificadamente obsesionada, pero con su cabello deseó que Joshua consiguiera la solución a todo lo que lo preocupaba. Había dicho esas palabras así de impersonales, por la sencilla razón, de que le daba a una vergüenza infinita inclusive consigo mismo decir «deseo ser la cura de todo lo que le preocupe a Joshua». Eso daba pie a que deseara llegar lo más pronto a su lado y hacer que su persona se convirtiera en ese oasis de la vida de Joshua.

Sólo había que esperar a ese ansiado fin de semana.

***

Arrastraba sus maletas por el aeropuerto, sin dirigirse realmente a ningún lado. Le había mandado los datos de su llegada correctamente a Joshua, pero ese no se aparecía por ningún lado. Se entristeció más de lo que le hubiese gustado. En su cabeza, ya tenía idealizado su encuentro. Un abrazo fuerte, unas palabras amables, una cena, algún interés por él. La realidad era dura.

Sacó su celular y le mandó un mensaje tratando de reafirmarle su llegada, sin embargo nada ocurrió. Una hora después, se cansó de hacer el gilipollas y se fue para la casa con su tío.

— ¿Tanto esperabas verlo?

— Me vine hasta aquí, sólo por eso.

Su tío mascullado su respuesta, ató cabos.

— ¿Él es tu lobito?

Elliot se sobresaltó visiblemente y su boca de nuevo le fallaba en responder.

— No debes esperar que un lobo salvaje, se convierta en un lindo perrito doméstico.

— ¡No estoy esperando eso! —ni supo por qué terminó gritando.

Su tío se burló sin reparo sobre su ya muy obvia revelación. Ya estando en el apartamento, le ayudó a desempacar y seguía esperando que su sobrino dejara de gritarle, por cada cosa que le decía de su lobo. Para el final de la noche, estaba recostado sobre la cama sin saber a dónde dirigir su frustración, sus sentimientos o su ansiedad ¿Tal vez el único que estaba ansioso por verse era él? Se desanimó con sus propias palabras.

Y el celular seguía sin dar ningún rastro de vida de parte de Joshua.

***

Elisa hacía un ruido por su nariz de afirmación ante todos los mensajes que ya se había tomado la molestia de mirar en el celular de Joshua. No obstante al grado de cordialidad que tenían y a la intensidad, Joshua nunca le comentó nada acerca de aquel personaje. Nunca manipuló esos mensajes, tan solo los leía y los dejaba tal cual, nunca pareció molestarle al hacer eso.

— ¿Ya estás listo? Me estoy fosilizando esperándote. — Elisa botó el celular al escritorio.

— Oye ten cuidado con mi celular. — se ponía una camisa a cuadros. — No sé a qué viene la prisa, estamos a tiempo ¿no?

— Eso creo, tú sólo apúrate y cállate.

Era raro que en tan poco tiempo, una confianza que permitiera tales expresiones se hubiese dado. Elisa era así, un derroche de fuerza que te hacía bajar la cabeza y pensar que debes seguirle.

— Sé qué no es muy prudente de mi parte, pero  Joshua ¿Por qué nunca le contestas los mensajes a Elliot?

Los ojos miel se inyectaron de sangre y se voltearon a ver la figura confianzuda de Elisa en su cama.

— ¿Por qué… lo sabes?

— No sé qué te sorprende,  ya sabes que he estado revisando tu celular.

Elisa se quedó mirando fijamente a Joshua que parecía un perro acobardado que se iba a esconder en el rincón en cualquier momento.

— ¿Le odias  o algo por el estilo?

— ¡Para nada!

— No tienes que gritarme ¿Sabes?

— Lo siento. Es qué, tengo miedo de ver a Elliot… porque puedo hacer algo de lo que pueda arrepentirme.

Una sonrisa se dibujó gatunamente en Elisa que se arrastró hasta Joshua y le puso una mano a su hombro haciendo fuerza para que su oído quedara pegado a su boca.

— ¿Te gusta? ¿Eres gay?

Joshua se separó abruptamente  y retrocedió unos pasos. La sonrisa juguetona no se quitaba de la cara de ella y eso lo hacía sentir aún más incordiado.

— ¡Vámonos creo que se ha hecho tarde!

Una risa llegada desde el fondo del pecho de Elisa resonó.

— Ya te dije que no tienes que gritar, amiga mía.

Con el sutil tono que lo dijo, logró hacer que a Joshua se le pusiera la piel de gallina ¿Qué le daban de comer a esa niña?

— Tranquilo, no soy homofóbica ni nada por el estilo. Esto de hecho es bastante interesante.

No supo en qué momento, ella ya estaba dando por sentado que era gay, o quizás era él que había sido muy obtuso para no haberse dado cuenta que era probable que fuera bisexual o algo así.

— Por cierto, por ahí leí que el vuelo de él, debe haber llegado hace una media hora. Qué lástima que tenemos otro compromiso. Igual si quieres, podemos ir a hacerle una visita nocturna al típico estilo gallardo.

— ¡Querrías callarte!

Su cara hirvió al punto que se podía cocinar un huevo en sus mejillas. Lo único que le faltaba es que su única distracción de Elliot, se convirtiera en su Pepe Grillo ¿El destino estaba confabulándose en algún tipo de desquiciada tramoya?

Joshua apresuró el paso y Elisa no tuvo más que correr para alcanzarlo, no sin antes gritarle unas cuentas cosas que se dicen entre amigas.

 

Esa noche no pudo evitar repasar, todos y cada uno de los mensajes allí recibidos. Elliot se sentía tan cerca, que sus manos cosquilleaban de deseo por abrazarlo, por volver a sentir esa sedosa piel y poder acariciar esas tentadoras pecas que había en su espalda. No sabía en dónde meterse para evitar que la lujuria lo embargara. No supo en qué momento de ese largo mes, ese sentimiento dulce de desear tan solo estar con él, se había transformado en el deseo de desnudarlo, de permitirse sentir ese cuerpo en su plenitud.

Lo que más deseaba en ese instante era poder aspirar ese olor característico, lamer su cuello, besar sus hombros y bajar por su espalda. No, no y no, tenía que detenerse en fantasear esas cosas, pero para su instinto, ese aviso era muy tarde. Su miembro comenzó a cosquillear dentro de sus pantalones anunciado su semi-erección. Eso ya era prueba irrefutable que algo ya estaba mal con él.

— Elliot… ¿qué has hecho conmigo? — Dijo en una voz ronca que más que una queja hacía el pelirrojo, era  una que buscaba una solución.

A su mente llegaron destellos de aquel vestido de princesa. Él es su neófita experiencia haciéndolo con hombres, trataría de no hacerle sentir nervioso y en ese mismo baño lo haría.

Subiría su mano desde su tobillo, como un entregado servidor hasta su muslo, lentamente dejando descubrir el contorno de sus piernas lechosas. Se le antojarían hasta tiernas las líneas azules que demarcarían el trasegar de la sangre y lamería con fervor aquello que conducía su vida. Escucharía su melodiosa voz tímida y llena de vergüenza diciéndole que se detuviera, pero él no lo haría, ya no había forma de hacerlo.

Los dedos lentamente se reservarían el honor de bajar su ropa interior y dejar ver ese miembro rosáceo con reserva. Un vello rojizo acompañaría la vista y eso no le molestaba. Delinearía en círculos con su lengua, la punta del miembro y se concentraría en acaparar todos los sonidos que de esa estilizada garganta saldrían.

Elliot plañiría como si su vida dependiera de ello y para Joshua eso era suficiente para casi llevarlo al orgasmo. Susurraría su nombre y se perdería en aquellas esmeraldas que tendría por ojos, sacudiendo su interior en una revolución imparable y reformadora de todo su universo.

Cerró su puño con decisión sobre su miembro y con una definitiva sacudida, sus piernas se tensaron y el hormigueó le mantuvo los músculos tensos. Arqueó su cabeza para atrás y con sus ojos a medio abrir suspiró el objeto de su deseo.

 — Elliot… ¿qué has hecho conmigo?

Se acurrucó con el celular en su centro y planteándose la idea severa de en verdad responder o no.

***

 

Elisa parecía una guía turística, tenía plan para todos los días. Ese trajín era lo que le había ayudado a ignorar sus sueños en donde Elliot era suyo y la realidad en dónde no paraba de pensar en cómo hacerlo suceder. Sin embargo, nunca se planteó la idea de que el cronograma del día pronosticado por Elisa, tuviese ese toque de maldad para desatar lo peor.

— Te dije que tenemos que llegar súper puntuales, nada de cinco minutos tarde.

— ¿Hoy amaneciste con la regla o qué rayos te picó?

— ¿Qué tiene de raro querer llegar puntual? Eres inglés, la puntualidad debería ser tu fuerte ¡Saca lo inglés de ti!

Joshua encanó una ceja esperando que la prisa fuese para ver un elefante africano que jugara blackjack y apostara en la ruleta.  

En el camino al lugar de encuentro, estuvo escuchando un montón de instrucciones de comportamiento, hasta el punto de preguntarse si Elisa no se había vuelto loca. Una de esas cosas despelotadas era que apenas llegara al lugar tenía que tomarla de la mano y estar siempre muy pegado a ella; después tenían que abrazarse como lo harían un par de novios y lo demás lo dejaba a la imaginación de él.

— No entiendo el porqué de todo esto.

— Confía en mí, esto se va a poner bueno.

Y con esa última cosa, cerró su plática.

El lugar citado era nada más ni nada menos que el Shard London Bridge. Alzó la mirada hasta la punta del edificio y se preguntó ya con más seriedad ¿Por qué en ese lugar tendría que comportarse tan meloso con Elisa?

— Tómame de las manos, rápido. — le susurró.   

Joshua no se le ocurría ninguna teoría creíble para esa actitud, pero siguió la corriente y la tomó de la mano.

— Ahora vamos al mirador.

Y avanzaron a la marcha de Elisa. Sonreía como si estuviera en verdad con una cita, hasta el extremo de que Joshua ya la tenía diagnosticada con personalidad múltiple. Después de acordar los gastos para ir al mirador, subieron por el ascensor y sólo en ese instante Elisa le soltó la mano, la frotó contra su falda y esperó a llegar al piso 72.

— Escúchame bien Joshua, sólo tenemos una oportunidad, así que tienes que hacerlo lo más creíble posible. Incluso creo que tendremos que besarnos. 

— ¡¿Qué?! ¿Pero qué rayos pasa contigo? ¿Te volviste loca?

— Aunque no lo creas, esto nos conviene, así que más te vale que confíes en mí y en mi sexto instinto.

— ¿Pero cómo rayos me convendría a mí besarte?

— Tú te vas a callar y lo vas a hacer.

En ese justo instante se abrieron las puertas del ascensor y de nuevo Elisa cambió de personalidad. Se agarró a su brazo y empezó a hablarle en un tono meloso. Joshua siguió avanzando con ella hacía los grandes ventanales y miraba para todos los lados, esperando a que apareciera algo que le explicara toda esa locura.

— Tendremos que esperar unos minutos, pero cuando yo te diga, nos besamos.  

Estaba a punto de pegarle un manotazo a Elisa y salir corriendo. Sin embargo, no podía hacerlo;  algo dentro de sí le decía que estaría bien si seguía esas locas indicaciones. Después de unos minutos al lado de ella, sonó de nuevo el ascensor que anunciaba que había llegado otra carga de turistas. Al son de ese timbre, Elisa espabiló y se movió.

— Sólo tengo que decir una cosa antes de que nos besemos Joshua. — Elisa se puso frente a él. — Lamento haber robado el número de Elliot.

Joshua abrió los ojos e iba a exigir una correcta exposición de esa frase, pero para ese momento Elisa lo acalló con la yuxtaposición de sus labios. Fue un beso pasivo y corto, tan sólo no había podido procesarlo. Pocas milésimas después del contacto, ella se aferró en un abrazo a su pecho y susurró unas palabras que no había escuchado, pero al parecer su cerebro si entendía que significaban. «Voltea a mirar al ascensor», eso hizo y en su interior se desintegraron todos y cada uno de los órganos que lo mantenían con vida.

— Elliot... ¿qué haces aquí?

Su pecho martilló con violencia y sintió una ira apocalíptica. Separó a Elisa de un empujón y trató de ignorar como el verde brillante de su mirada, se transformaba en una masa amorfa de un color pálido que quería recrear lo que eran sus ojos.

— Fue un largo tiempo, Joshua.

La voz que llegó a Joshua, le detuvo en llegar hasta él. Eran unos fonemas cargados con ira, tristeza y ¿celos?

— Me entusiasmé cuando esta mañana, me mandaste ese mensaje diciendo que querías que nos viéramos hoy, pero debiste decirme que ibas a venir con tu novia.

— ¡No… espera, ella no es…!

— No intentes justificarte, no te estoy juzgando.  — sonrió Elliot con astillado sentimiento.

Elliot acomodó su gorro y se acercó a Elisa. Le extendió la mano y se presentó con una cordialidad exagerada. Joshua lo entendió en ese momento como una epifanía, el porqué de su repentina atracción hacia Elisa, el no poderle negar nada, el sentirse cómodo con ella, el olvidar a Elliot con ella; en su subconsciente, Elisa era la versión permitida de Elliot. Juntos parecía que fueran dos partes de una misma persona. No lo decía tanto por la parte física, sino más bien, por esa aura que desprendían.

Elliot duró mucho tiempo imponiéndose con sus caprichos, con sus ideas de ojo por ojo y Elisa en ese tiempo había representado algo parecido. Los dos habían arrasado con un montón de paja que había en su cabeza y ahora tenerlos al frente, le hacía sentirse como un títere de la voluntad de esas dos personas.

— Es un placer conocerte, no sabía que Joshua tenía novia, nunca me lo dijo.

— Qué cruel eres Joshua. — Elisa le faltaba ponerse a llorar. — Sin embargo, yo si te conozco bien. Joshua no paraba de hablar de ti, al punto de hacerme sentir celosa.

Los ojos de Elliot recuperaron un poco su brillo perdido y alzó su mirada hacía la igualmente sorprendida de Joshua. En ese momento, los dos se sonrojaron sin poderlo evitar. No era muy refrescante que esa frase saliera tan casual.

— Pero no te preocupes, no soy una novia posesiva, ustedes pueden estar todo lo que quieran.

Entre esas palabras ella sonrió y se dio la vuelta como reafirmando su voluntad de dejarlos solos. Caminó hasta perderse en la multitud de turistas.

— Elliot, antes de que sigas con un malentendido en tu cabeza, déjame te digo que ella y yo no somos novios, sólo amigos.

— ¿Y debo suponer que los amigos se besan, se cogen de las manos y se abrazan?

Joshua no fue capaz de refutar absolutamente nada. Los había visto… desde el comienzo los había visto. Se quería morir en ese mismo instante.

— Sé que suena confuso, pero te pido que no malinterpretes esto.

— Joshua, yo sólo quería verte para hablar contigo, pero podías haberme dicho que tu novia te tenía ocupado, habría entendido.

A pesar de que estaba diciéndolo sinceramente, no hubo forma de ocultar su ira. Él había dejado a su familia, se había pegado el señor viaje, para que Don Joshua estuviera besándose con esa señorita.

— No, espera,  escúchame por favor.

— Ya veo, así que por eso tampoco contestabas mis mensajes, tu novia no te dejaba.

Joshua se enfureció por el salto tan grande en el que las conclusiones de Elliot llegaban. Por un momento se olvidó de todo, de todos y del lugar, para tomarle los hombros con sus manos y estrujarlo levemente, acercándolo a su cuerpo.

— Escúchame por favor, no te estoy pidiendo más.

El pelirrojo sintió que sus piernas se estaban volviendo mantequilla. Su corazón pegó un sobresalto ante la cercanía de Joshua y sus mejillas se colorearon de un tierno rosa. No pudo evitar agarrar los brazos de Joshua y tratar de mitigar sus nervios.

— Está bien, cómo digas, pero suéltame.

Su voz era un susurro lleno de un deseo contenido en el dolor, pero para Joshua sonó como un afrodisiaco sonido que quería capturar.

— Te lo suplico, no me odies por esto.

— No podría, no seas idiota, estoy más feliz por verte que por cualquier otra cosa.

— Yo también me moría de ganas de verte Elliot.

Los labios del más bajo temblaron en un febril impulso y maldijo dentro de sí, no haber deseado con su cabello, poder besar a Joshua sin ningún miramiento.

Su cuerpo se movió solo para acurrucarse en el pecho de Joshua en un abrazo. Eso hizo que su corazón se llenara de una paz y una tortuosa restricción. El verlo con esa mujer, le confirmaba que Joshua no habría de estar interesado en él de otra forma más que un amigo. El dolor que produjo su pensamiento, le llenó los ojos de lágrimas.

— Lo siento Joshua. Creo que es mejor que me vaya.

— ¿Qué pasa? —A Joshua se le encogió el corazón en un puño al escucharlo llorar.

— Oh nada, es sólo qué….

El nudo subió sobre su garganta, tragándole todas las palabras y la voluntad de quedarse a su lado. Empujó a Joshua de un solo tirón y se escapó como solía siempre hacerlo. Siempre huyendo de Joshua y los abrumadores sentimientos que traía consigo. Pero sabía algo que le hacía flaquear las piernas y es que por más que huyera, siempre  Joshua lo atraparía.

Joshua por más que intentaba luchar con la multitud para que le dejaran atrapar a ese huidizo roedor, se vio cercado y no tuvo más que tratar de trazar otro camino para intentar alcanzarlo, pero no tuvo éxito.

***

Había bajado las escaleras a todo lo que daban y estuvo a tiempo de tomar el ascensor en el piso 60. No podía detener su llano, ni su dolor, ni sus sentimientos. Se dio cuenta muy tarde de que probablemente estaba enamorado de Joshua.

Todo el sufrimiento se derramaba por sus ojos, asustando a todos los usuarios, pero él no podía evitarlo. Era algo que lo superaba de uno a mil. Maldecía por bajo, cada uno de los momentos en los que estuvo persiguiendo a Joshua, buscando ese dolor que estaba sintiendo.

Y el padecimiento de ese agónico suplicio, no le quitaba el deseo de no perder a  Joshua.  En su mente solo estaban las formas en las que le sonreiría al día siguiente, en cómo le hablaría.

Al llegar al primer piso, corrió desesperado para encontrar algún refugio en dónde se pudiese deshacer en gritos y lágrimas y que no hubiese problema. A su cabeza no llegó ninguna locación en especial y dejó que su instinto le guiara. Y después de unas horas, llegó a un lugar que en su estado normal, no habría acudido, el cuarto de Matthew.

El rubio se espantó al ver el estado de Elliot y pensó lo peor. Le preguntó desesperado si había sido asaltado, si había tenido algún accidente, pero todo fue en vano, lo único que escuchaba era al más bajo, aferrarse al llanto y abrazar su almohada.


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