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Realidad por natalia clow

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Capítulo 37

«Por nuestra amistad»

 

Los abuelos de Matthew estaban contentos con su llegada. No sabía qué era lo que los ponía tan alegres, porque en una situación normal, nadie se alegraría que alguien hiciera una visita a su casa a las diez de la noche.

— Matthew ya nos avisó que venías. Nos dijo que te ibas a quedar en su cuarto, así que si quieres puedes subir y dejar las maletas allá. Te haremos algo de comer.

La hospitalidad de los abuelos, lo dejó más tranquilo y con eso cabe aclarar que en un sentido tan absoluto que hasta las ideas sucias que se reunieron en su mente fueron dispersadas.  Se sintió culpable que estuviera pensando en cómo intimar con Matthew, cuando él seguramente lo había hecho desde otro punto de vista. Supuestamente se había prometido que le esperaría, que estaría ahí para el momento en que Matthew se reencontrara consigo mismo y pudiese abrir su corazón a nuevas posibilidades. No iba a forzar ninguna entrada, pero helo ahí, pensando en cómo hacer que Matthew bajara la guardia consigo.

Los abuelos lo llamaron al rato y se quedó en la sala tomando un té con galletas. Todos estaban esperando a que llegara Matthew e hiciera de puente entre los dos. Si bien los abuelos ya lo conocían, no era que fuesen propiamente amigos. Maurice sacó unas palabras de agradecimiento por la acogida y de nuevo se quedó callado. No tuvo que esperar mucho después de eso cuando entró Matthew.

— Ya estás acá, menos mal, estaba preocupado que siguieras por la calle tan tarde.

— Suenas como una madre. — Maurice le sonrió mientras se levantó a darle la bienvenida.

— Esa llamada me dejó con el corazón en la mano. Tienes que contarme qué pasó.

El rostro de Matthew había tenido un cambio que fisonómicamente no se notaba sino que era algo mucho más interior. Se mostraban unos ojos inocentes, puros y llenos de alegría. La expresión era una de completa paz y no de una lucha que fanfarroneaba con destruir su vida.

— Abuelitos, muchas gracias por dejarlo quedar.

— Siempre con gusto. — el abuelo sonrió y se despidió junto con la señora.

Matthew le invitó a sentarse en la sala y quedaron frente a frente.

— Cuéntamelo todo ¿Qué pasó?

Cuando Maurice hizo contacto visual con Matthew, su corazón y sus pulmones se paralizaron. Sintió un nudo en la garganta cuando el azul de sus ojos, infinito como el cielo lo cobijó en una expresión inocente de honesta preocupación. Su vista se nubló con una cortina de lágrimas y sin contenerse se puso a llorar.

Matthew atónico se quedó pensando en qué hacer. Se sentó a su lado y pasó su brazo por detrás de su hombro y lo atrajo contra sí. Apoyó su cabeza contra la de Maurice y se quedaron así un buen rato. Maurice pasó los brazos por la espalda de Matthew y se apretó contra él para poder seguir llorando. Era una fase patética de él, pero en verdad estaba herido por todo lo que había pasado. Quizás también se estaba liberando de esos diez años de paz hipócrita que tanto daño habían hecho.

La mano de Matthew era una grande y poderosa. Pasaba por sus cabellos y los peinaba y la otra mano le frotaba la espalda. Era tan reconfortante, tan diferente a lo que él se había imaginado. No sólo era alguien que ya no necesitaba ser protegido, sino que era alguien que protegía. Ahora él era el soporte, él era quien se había enfrentado a todos los daños para crecer. Matthew es increíble, pensó.

Una vez se calmó, se alejó de su abrazo. Se quedó mirando hacia el suelo tratando de organizar su mente y sus sentimientos. Matthew se quedó callado a su lado, sólo con su presencia diciéndole que no estaba solo.

— Mi madre…— rompió el silencio Maurice. — Mi madre ha decidido separarse de mi papá y con ello dejarlo sin nada. Quiere dejarlo en la ruina. Eso no pude aguantarlo, no pude y hui.

La voz no le salió más. De nuevo quiso desahogarse con el acto humano que fue conferido para esas situaciones.

— No te preocupes, si quieres llorar, hazlo cuanto quieras. Yo estaré aquí para ti.

Esas palabras lo seguían abrigando con una confianza que Maurice se rindió ante Matthew y se recostó contra su pecho para evitar ser visto. Apretaba con fuerza sus puños en la camiseta que tenía puesta y murmuraba entre sollozos todo lo que había querido decir por tantos años. Quizás Matthew no le entendiera, tal vez después le explicaría, pero por el momento, eso era cuanto había.

Matthew no pudo aguantar y abrazó con fuerza a Maurice. Lo quiso proteger del dolor que no sabía de dónde provenía, él quería ser el amigo que enfrentara cualquier problema por él, así como él había sido tiempo atrás. Se sentía de alguna forma como una madre con él. Le besó la cabeza, quiso detener con su presencia esos temblores de ira que tenían dominado a Maurice.

El tiempo pasó, no se sabe cuánto, pero fue suficiente como para hacer que Maurice se quedara dormido en el pecho de Matthew. Justo como un niño que se ha cansado de tanto llorar.  Matthew sintió una sensación tan fuerte en su pecho al ver el rostro lloroso en su pecho que lo apretó aún más fuerte y sólo quiso jurar protegerlo y darle todo el apoyo que necesitara.

 

***

La mañana vino, advirtiendo que nada debía permanecer estático. Antes de las siete, toda la casa ya estaba en pie. Maurice tenía los ojos como los de un conejito, «eres adorable», Matthew estuvo diciendo eso todo el tiempo. No pudo contratacar esas palabras y sencillamente se dejó molestar cuanto quisiera.

Maurice se sintió más renovado en ese momento.  No había llorado así desde hacía un buen tiempo y toda la tormenta de su pecho se había calmado. De reojo miraba a Matthew que se alistaba con prisa para llegar al dormitorio antes de la primera clase y por primera vez se tomó la molestia de querer saber quién era el Matthew que estaba al frente suyo, no cómo un contraste con su viejo yo, ni como algo a ser juzgado según sus parámetros, sino como algo nuevo e importante que descubrir. Ese hombre que estaba al frente suyo, ya no era nada de lo que creía saber.

— Has vuelto a crecer ¿Verdad?

Matthew se volteó extrañado y miró sus piernas, como si así supiera cuánto medía. 

— ¿Eso crees? Yo me noto igual.

— No, mira, ya medimos lo mismo. — Maurice se acercó y pasó la mano por sus cabezas.

—  Es cierto.

Los ojos azules se encontraron con los suyos y volvió a sentirse sobrecogido por ellos. Ese hombre que estaba al frente suyo ¿Quién era?

— Yo tengo que salir volando porque todos mis cuadernos y libros están en mi dormitorio, igual tú siéntete libre de irte cuando tengas clase, a mis abuelos no les molesta tenerte aquí.

Maurice asintió y vio retirarse a ese nuevo ser que había entrado en su vida. Su corazón, había construido con los pedazos de recuerdos y con sus sentimientos incompletos una figura del Matthew ideal, el que no rompiera nada de su idealismo, sin embargo quien llegó hace un año, realmente destruyó todo eso. De nuevo quiso construir otra imagen creyendo que retrataría al Matthew actual, no obstante también fue otro error y ahora ese Matthew que se había presenciado anoche, era tan distintito al del año pasado, que de nuevo se derrumbaba todo.

Dejaré que seas tú quien construya tu propio ser en mi interior, le dijo a ese  Matthew que se alejaba cada vez más.

***

La clase de la tarde al fin había acabado y se resistía a prender su celular. En ese momento estaba seguro que tendría un millón de llamadas por parte de su madre y con certeza sabía que no quería escucharla ni nada por el estilo. Por otro lado, quería prender el celular para saber si su papá le había contestado alguno de los tantos mensajes que le había dejado tratando de ubicarlo.

No tenía paz dado al paradero desconocido de su padre. Necesitaba escuchar de él, lo que realmente habían hablado con su madre. Tenía bastante claro que era más que imposible que él hubiese accedido a perder todo lo que tenía, sólo por un acuerdo a llegar con su madre. Lo que más lo dejaba descolocado es el hecho de que sabía cómo era de impulsiva, caprichosa e inmadura esa mujer.

Alistó sus cosas y se dirigió hacia la casa de los abuelos de Matthew. Cuando estaba llegando a la salida, vio a su madre. Un sabor amargo y una rabia irrefrenable lo impulsaron a devolverse sobre sus pasos antes de hacer algo de lo que se arrepintiera. Desde lo lejos la observaba como su figura se mostraba cansada e intranquila. ¿Qué esperaba que pasara? ¿Qué corriera hacia sus brazos diciendo que no importaba nada que vivirían juntos así sin más? Estaba loca si así lo creía.

Prendió el celular sólo con la idea de lograr que su madre se fuera de la entrada de la universidad. Como se había supuesto, tenía cincuenta llamadas de ella y su papá no había respondido nada. Tratando de calmarse antes de llamar y sonar más dispuesto a llegar a un acuerdo, llamó a su madre.

— ¡Maurice!

— Hola…  necesito que hablemos.

— ¡Claro, lo que digas que haga!

— Necesito que vayas al restaurante que está cerca de la universidad se llama «Universe Cooking Miracle» es fácil llegar, te estaré esperando allí para que discutamos.

— Está bien, ya voy para allá.

Se quedó esperando a que su mamá saliera corriendo a ese restaurante y dejara la entrada libre. Espero unos quince minutos después de la llamada y salió corriendo sin miramientos. Hizo eso para evitar encontrarse con esa mujer, pero en ningún momento tenía la intención de hablar, sólo era un amague para poder escapar. No se sentía mal de que pudiese quedarse toda la tarde esperando, así como ella no se sintió mal que su padre quedara en la ruina.

Apagó su celular de nuevo y siguió corriendo hasta que las piernas se le entumecieron.

Notas finales:

Por nuestra amistadDibujo de la escena de este capítulo

está aquí


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