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Realidad por natalia clow

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Notas del capitulo:

Que decir sobre este capitulo!! 

Dios.. sé que se van a llevar una gran... grandisima sorpresa!!! espero les guste y sin nada más que deicr 

BUENA LECTURA!

 

 CAPITULO 5

“HABLEMOS CLARO ESTA VEZ”

Le faltaba arreglar sus desaliñados cabellos un poco y ya podría irse a la universidad. Joshua miraba perdidamente la figura del espejo y sentía que le faltaba algo para estar completo. Si era sincero se sentía extraño desde hacía un tiempo dado a las evasivas que recibía de parte tanto de Maurice como de Matthew. Tenía que arreglar las cosas, pero eso era en extremo complicado si no podía verlos.

Por el momento tenía que ir a la universidad, pero no tenía ganas. Bajaba las escaleras sin ánimo y se despidió de su mamá lo más rápido posible.

Hoy tenía tan solo tres clases así que esperaba que por la tarde pudiese encontrar a Matthew o a Maurice en alguna de sus respectivas casas. De alguna manera sentía un mal presentimiento sobre esos dos, ya que conociendo a Maurice con lo impulsivo que es, muy seguramente habrá querido contactar o pedir explicaciones a Matthew y estas quizás no llegaron a buenos términos así que sería por ello tantas evasivas.

No quería seguir especulando sobre lo que no era seguro, ya tendría que corroborar o desmentir todo lo que le aquejaba. Hoy tenía una clase en intercambio con otra universidad. Si era sincero, le molestaba mucho aquellas clases compartidas con otras universidades, pero no le había quedado otra opción que aceptar ello.

Llegando a su universidad, se metió a su clase de historia. Él había decidido estudiar sociología.

El salón era amplio y se sentó en una esquina mientras miraba con curiosidad a los conocidos de su universidad  combinados con los extraños que estaban ahí por aquella clase. No había nada relevante, eso le aburría a sobremanera. Sacando su celular, se limitó a mirar si alguien le había respondido sus muy insistentes mensajes sobre reunirse; al mirar la pantalla se sintió pesaroso.

Una voz lo sacó de su ensoñación y esta era la del profesor. Un hombre de aproximadamente unos treinta y cinco años, pero sus líneas de expresión le hacían ver más adulto de lo que era. En general era un hombre bastante amable, pero la verdad es que tenía una fama que hacía temblar a cualquiera. Federico Smith era el nombre de aquel profesor.  La voz retumbó con fuerza mientras hacía que los retazos de rebeldía que había en el salón fuesen suprimidos.  Todos sentados habían creado el ambiente que el profesor utilizaba para disponer de su lección. Se paró al frente de las primeras filas de sillas y comenzó a explicar que hoy daría cátedra sobre la evolución económica desde la edad media hasta el siglo XVII.

Debía aclarar que su universidad no era precisamente lo  que se llamara una institución de lujo y renombre, cosa que incomodaba a muchos estudiantes que venían de universidades más capaces y por las clases de intercambio terminaban ahí. Al parecer era el caso de unas cuantas personas que se encontraban fijando su mirada molesta en el profesor.

La clase comenzó con el feudalismo y sus métodos de funcionamiento. Comentaba acerca de los títulos nobiliarios, de los terratenientes, de las condiciones de vida de los campesinos. La verdad es que eso ya lo había estudiado desde hacía mucho tiempo, pero confesaba que habían cosas que no había escuchado nunca en su vida, por ello se mantuvo bastante atento a aquellos detalles. Cuando comenzaron a llegar al renacimiento, no pudo evitar sentirse gravemente ofendido cuando un chico alzó la mano con petulancia como si tratara de hacer quedar en ridículo al profesor.

— Encontramos que el imperio naval y comercial que era Inglaterra representaba un gran problema para el resto de Europa. Cuando los ingleses comenzaron sus luchas con su colonia en América, la economía comenzó a tambalearse.  

El chico levantó la mano y con ese aire que caracteriza a los mocosos inmaduros interrumpió.

— Pero profesor,  Creo que usted está cometiendo un error en eso que está afirmando. –El aire de superioridad le ensanchaba el pecho. –Al usted afirmar que la economía se tambaleó por la lucha con la colonia americana es poco objetivo, la economía no dependía estrictamente de Inglaterra, también podemos encontrar el mercado veneciano y genovés.

Joshua sintió algo en su cabeza que retumbaba como un gigante que caminaba por entre las vírgenes montañas y hacía destrozos en su avance, no fue capaz de reprimirse y se levantó.

— Disculpe compañero. –Con brusquedad interrumpió al petulante muchacho. —Creo que el que debería tener cuidado con las afirmaciones no es el profesor si no usted precisamente. Contradigo lo que usted menciona del mercado italiano dado a que es verdad que era un centro comercial importante se veía regido por el control ingles que tenía en los mares. Le tendría yo que recordar que Inglaterra era quien controlaba el mercado de Europa dado a su flota, su producción y capacidad de abastecimiento económico que opacaba a las otras naciones.

El chico se quedó callado mientras le miraba con escepticismo y cierta ira. Sonrió con frustración mientras que rebuscaba en su cabeza algo más de datos para no quedar en ridículo, pero entonces antes de poder  responder Joshua con cierta malicia terminó de afirmar.

— Puede usted decirme entonces después de la independencia de los Estados unidos de Inglaterra ¿Qué sucedió con todos los recursos que tenía el país naciente en contra de lo que Inglaterra había perdido? ¿Acaso eso no repercutiría en la economía europea? ¿En ese caso el comercio italiano tenía trascendencia alguna?

Sentándose con las mejillas coloreadas por la excitación de sus expuestas ideas, se vio rodeado de miradas atónitas y de una que de seguro rayaba los limites de odio y del desprecio. Aquel chico altanero se sentó y el profesor carraspeando un poco expuso algunos puntos más amablemente para responder la pregunta de aquel chico y luego, la  clase siguió su rumbo normal.

Sentía las manos frías por la ansiedad y no estaba seguro que todas las afirmaciones que había dicho estuvieran correctamente argumentadas, pero eso recordaba haber leído y creía firmemente en lo que había aprendido, de todas formas no había sido corregido por ello tenía más confianza.

Si era sincero, lo que más le molestaba en una persona es que fuera incapaz de respetar a un profesor. Ese chico arrogante se había ganado su enemistad en seguida y sabía que era “gratamente” correspondido.

El aspecto de ese chico no era nada fuera de lo común pero a su vez se hacía notar. Quizá fuera su mala actitud, su despotismo o su forma de hablar, pero había hecho que su odio floreciera rápidamente.  Era un chico bastante bajo, o bueno exageraba tal vez, pero estaba seguro que no medía más de 1.68 m o quizás 1.70 m, realmente no es que fuera muy alto. Tenía unos ojos verdes esmeralda y su cabello crespo de color rojizo detonaba una inocencia que no existía en su portador. Los pequeños pero carnudos labios del chico solo servían de marco para sus grotescas y vacías palabras. Al parecer era escocés o irlandés, lo decía por su aspecto y su acento al hablar.

Sin darse cuenta se había quedado distraído de la clase, debía reconocer que se sentía eufórico por humillar a ese pequeño chico (creía que era prueba de su superioridad). El profesor dejó algunas guías para leer para la próxima clase y Joshua despertando de su dulce ego que le había embargado todo el rato, no notó la mirada intensa que estaba sobre él.

Unos ojos verdes y astutos como aquellos gatos callejeros, le miraba con una intensidad asesina. Joshua había enaltecido su ego, pero había destruido el de alguien más, el chico haría que se arrepintiera de eso estaba seguro.

Elliot Mackenzie era el nombre del chico al que Joshua no había dudado en callar. Era mitad escocés y mitad inglés, pero, no tenía mucho contacto con su parte inglesa por lo que había vivido en Escocia casi toda su vida, hasta que se vio forzado a vivir con sus parientes ingleses que eran por parte de su madre. Él tenía una vida que le gustaría no haber abandonado dado a que había sido muy consentido toda su vida.  Su papá se desvivía por él igual que lo hacía su madrasta y su hermano mayor. Se había acostumbrado que todo lo que él quisiera, se obtenía y todo lo que él decía era irrefutable, por ello tenía un ego grande y a la vez extremadamente susceptible. Podría decirse que él era la encarnación de la eterna niñez e inmadurez.

Su papá le comentó que ya era hora que buscara nuevos horizontes y prácticamente metiéndolo en el avión a la fuerza terminó viviendo en Inglaterra.  El motivo por el cual su papá lo había sacado, él lo entendía bien; a pesar de ser amado por su familia, su madrasta esperaba un nuevo bebe y sabían que querían dedicarse completamente al pequeño. Si lo confesaba, quizás le odiara un poco, pero se sentía realmente ridículo estar pensando en odiar a un bebé que aún no había nacido.

Esperaba poder  atraer la atención y de esa manera no sentirse desatendido, pero solo había sido el primer día y ya lo habían puesto en ridículo. Eso era totalmente inadmisible para él.

Lo que más parecía enfurecerle era esa risita malograda a costa de su humillación. Ese tipo se estaba buscando una muerte pendeja, sin duda alguna.

Sabía que no era muy imponente presencia dado a el bajo de su estatura  (que no se explica el por qué si su mamá miden 1.77m y su papá mide 1.80m) pero con sus 1.69m haría su mejor esfuerzo por intimidar a ese chico que pareció declararle la guerra sin ninguna tregua.

Caminó haciendo sonar la suela de sus botas al estilo militar de forma intimidante y se dirigió hacia la figura de un Joshua que ni siquiera se percataba de su presencia. El ser ignorado le ponía aún más de malgenio pero estaría sencillamente perfecto a la hora de insultar a ese tipo.

Joshua ya había cogido todas sus cosas y se estaba encaminando a la salida pero fue detenido.

— Al parecer al señor le gusta hacer enemigos. —Dijo con sincero repudio.

La mirada indiferente de Joshua congeló a Elliot en su sitio, pero no perdía ese porte orgulloso.  Joshua sólo sonrió con burla mientras le dio la espalda y eso hizo que los humos de Elliot perdieran la visibilidad de su norte mental.

El maldito era grande (como a él le hubiese gustado ser) le calculaba que quizás mediría 1.80 ó 1.82, pero por ello no se dejaría intimidar.

— Te vas a arrepentir de esto, te lo juro. —Dijo el pelirrojo con la mayor de la ira. —Me dejaré de llamar Elliot Mackenzie si no hago que muerdas el polvo.

Y con un aire furibundo empujó a Joshua que solo se había quedado pasivamente mirando cómo le declaraban la guerra, aunque por dentro solo quería burlarse de él.

No imaginaba que ya se hubiese ganado de enemigo un estudiante de otra universidad, solo esperaba que ese año pasara rápido para poderse deshacer de ese pequeño engendrito.

Caminando centrado en cómo solucionar el problema que le representaba Matthew y Maurice, de improvisto saltó la cara del enano declarándole guerra y no pudo evitar reírse con gracia.

— Elliot ¿Ja? Ese enano… —No supo como terminar la frase y terminó riéndose. —Definitivamente es un gran imbécil. —Resolvió por decir.

***

— Vale, ya entendí. —Río con gracia Matthew mientras era empujado por una pequeña chica.

— Qué cruel eres. —La chica hacía un puchero mientras de improvisto le agarró la mano.

Matthew seguía riendo pero por dentro solo pensaba “Chica, tú intento de coqueteo es lo peor que he visto en años, además no estaría contigo ni porque me pagaran”.

— Yo no me estoy burlando, que quede claro. —Quito su mano del agarré aprehensivo de la chica mientras subía sus brazos en símbolo de inocencia mientras los agitaba como queriendo demostrar que estaba sin dobles intenciones.

La chica río con menos gracias que antes mientras que caminó un poco más lento que Matthew y solo quedó callada. En ese momento Matthew bendijo que esa chica se quedara callada y siguieron caminando.

Ese había sido su primer día en la universidad. Debía mencionar que había sido tan aburrido como esperaba que lo fuese, pero entonces esa pequeña chica lo abarcó de tal forma que no le quedó otra forma que seguirle el juego y pretender ser amigos, aunque era claro que la chica iba a por más.

En ese instante ya estaba viviendo en los dormitorios de la universidad en vez de la casa de sus abuelos. Debía mencionar que todo era extremadamente incomodo, pero había algo que lo mantenía amañado en ese lugar. Para que iba a ponerse con rodeos a estas alturas de la vida; efectivamente cierto personaje le mantenía extrañamente cómodo entre sus claros intentos de conquistarlo.

El monitor de los dormitorios Allan Novotny, desde el día en el que se mantuvo con él todo el rato mientras hacía los papeles para trasladarse a los dormitorios, no había parado de acosarlo creativamente. Efectivamente algunas veces respondía afirmativamente a sus intentos y otras sencillamente pasaba de largo, pero el chico no se detenía y para él eso era fundamentalmente emocionante.

Llevaba viviendo en los dormitorios cuatro días. Sus abuelos no hicieron mucho escándalo cuando dio su veredicto sobre irse a vivir a los dormitorios pero sabía que estaban tristes.  Esa misma noche fue con una muy perversa inventiva fue seducido a usar esa llave que desde hacía siete días tenía en sus manos.  Debía reconocer que Allan era extrañamente atractivo para él, pero no sentía algo más trascendental (no es que lo buscara realmente).

Era débil ante la tentación y esa noche lo había demostrado escabulléndose al cuatro de Allan y claramente éste le esperaba. No había pasado nada trascendental, si quería llamarle así al hecho de simplemente casi hacerlo.

Se reía por bajo mientras recordaba cómo fue extrañamente arrebatado de los brazos de la cordura. El maldito Allan sabía lo que hacía y a él eso le encantaba. El beso con el que comenzaron no fue algo a lo que se pudiese llamar pudoroso. Esos labios que aprisionaban los suyos de formas tan obsesas le hacía sentir una corriente que bajaba por toda su columna descargándose en su entrepierna.

Las manos que parecían haber investigado todos sus puntos sensibles le tocaban desvergonzadamente. Se sentía especialmente febril cuando amasaban con cuidado sus pezones. Maldición  no podría evitar sentir como su cuerpo se entumecía cuando le lamían y oprimían con cuidado los pezones.

Ese tratamiento era los que le gustaba recibir. Estaba seguro que la chica que tímidamente caminaba a su lado y que a veces se lanzaba como si quisiera exprimirlo, nunca sería capaz de hacerle sentir ese placer que él sentía cuando él era quien era tratado.

Recordaba que cuando intentó estar con una mujer, no la pudo complacer y de paso tampoco se complació a sí mismo. Había intentado estar con mujeres pero su cuerpo fue entrenado por Collin para ser delicadamente complaciente con los tratamientos que generalmente se le dan a las mujeres.

 La chica lo hizo volver a la realidad cuando cogiéndolo del brazo le jaló para llevarlo a un pequeño café. Maurice se dejó arrastrar y pensaba que quizás había sido una mala idea, pero entonces rectificó con gracia que había sido un acierto. El querido Allan estaba sentado tomando un té  y leyendo un libro. Matthew sonrió para sus adentros y entonces decidió jugar un poco con la pequeña chica. Pasó sus brazos sobre los hombros de la chica mientras la acercó a su cuerpo y con especial cuidado llamó la atención de Allan quien solo subió un poco su mirada, pero no pareció inmutarse.

Matthew acaramelado con la pequeña chica miraba de reojo las reacciones de Allan, pero este pasaba de largo como si no existiera.

Sonriendo con pena dejó de actuar, pero había entendido algo; el correcto e intachable Allan Novotni ¿haciendo un show de celos? Quizás dentro de un millón de vidas, pero no en esta ni mucho menos en ese instante.

La chica no alcanzó a terminar de tomar su café y tuvo que irse por una llamada de celular. MAtthew por dentro sonreía casi histéricamente dado a que por fin estaría solo o bueno, eso pensaba.  El cuerpo de la chica desapareció de su vista y entonces se encontró con una mirada ciertamente fogosa que se centraba en él.

Los ojos color miel de Allan parecía dulces pero tenían una trapa indescriptible. Tenía el cabello hasta la mitad de la nuca y lo tenía cuidadosamente arreglado. Sus cabellos castaños encerraban su rostro de forma armoniosa y sus ojos seriamente sensuales daban la impresión de un felino asechando a su presa con indescriptible precisión. En ese instante la presa era Matthew.

Mientras tomaba su último sorbo de té, sonrió contra la taza tratando de disimular la excitación que le producía la situación. Levantándose de la mesa y llevando el recibo a la caja, pudo sentir la mirada morbosa de Allan en su espalda y esperaba que así como lo miraba le atacara.

Saliendo del café Matthew aminoró el paso esperando que Allan lo alcanzara, pero no sucedió y después de entender eso, sólo sonrió y se dirigió para su dormitorio.

La tarde había caído y comenzaba la noche, Matthew se encontraba concentrado leyendo un grueso libro de economía. No se había dado cuenta que estaba a punto de perder su comida, pero no podía abandonar la lectura.  Su puerta tocó varias veces hasta que no aguantó y se levantó a abrir. Abrió la puerta con malhumor y antes de poder decir “¿Quién es?” se vio empujado dentro de la habitación.

Matthew enfocaba a su atacante, pero no había mucho misterio en la historia, era quien esperaba que fuese.

Allan salvajemente se mostró como la fiera que agarra por el cuello a la pequeña presa y juega con ella sin llegar a matarla. Ese tipo de pasión y de crueldad era lo que el cuerpo de Matthew  pedía a gritos. Allan era definitivamente un grata sorpresa en lo que pensaba que sería su monótona vida.

***

 

— ¿Te gusta?

 Maurice sonrió con una niebla notable a su mamá. Tomó su mano con extremada delicadeza y asintió. Ya había vuelto de su día en la universidad, pero debía reconocer que algo no estaba bien con él. No sabía exactamente qué había sucedido con él  y quería saberlo, pero no hallaba la forma de preguntarse qué le sucedía.

Por alguna extraña razón todo el día estuvo pensado en Joshua y de vez en cuanto se colaba en su mente Matthew, pero lo desalojaba de sus pensamientos rápidamente. Él no tenía ninguna obligación de ir a donde Joshua y decir le “Amigo… efectivamente Matthew es gay y al parecer Collin fue su pareja. Exacto ¿Qué cosas no?” El solo pensarlo era como para quererse reír hasta el cansancio. Aún así tenía un lazo de lealtad hacia Joshua y quería contarle, pero ¿Para qué? Estaba seguro que no por eso dejarían de ser amigos. Él no era  como él.

Despidiéndose de su mamá se dirigió a su cuarto y queriéndose olvidar de todo, puso su música a todo volumen. A todo lo que quería huir, parecía más bien que corría en su búsqueda. Colocando la almohada sobre su cara se quedó meditando largo rato mientras tarareaba las canciones y entonces apareció el motivo de sus tormentos ese día.

Joshua hizo su aparición y dejó de una sola pieza a Maurice que solo se quitó los audífonos y se quedó mirándolo.

— ¿Qué haces aquí?

Joshua se sentó en la cama mientras que suspiraba pesadamente sin decir nada más.

— Tuve que venir a buscarte para que dejes de huirme.

Maurice bajó la mirada y se quedó meditabundo un rato. Realmente no sabía que decir, estaba abrumado por todos esos pensamientos molestos que había tenido en todo el día. Despeinándose con algo de desesperación se levantó de su silla y se botó hacia la cama acostándose al lado de Joshua.

— ¿Qué pasó? ¿Por qué no quieres ni siquiera mirarme a la cara?

La voz de Joshua parecía resonar en algún tipo de tono grave que hacía que vibrara en su pecho y le daban ganas de llorar o algo parecido. Las amables manos de Joshua tocaron los cabellos de Maurice que estaba hundido en la cama.

— ¿Pasó algo con Matthew? Lo buscaste ¿Verdad?

Maurice no quería hablar, sabía que si lo hacía, diría absolutamente todo. Se aferró desesperadamente a sus cobijas y no dejaba que Joshua le mirara a la cara.

Joshua al verlo así, no necesitó palabras para saber que realmente había pasado por algo realmente difícil. Estaba seguro que tenía que ver con Matthew y atando cabos, no era difícil saber qué había pasado. No sabía que decir para aliviar a su amigo así que decidió hacer algo, quizá demasiado arriesgado, pero habría la posibilidad de decir que todo era una broma.

— Que te gusten los hombres no es tan malo. —Dijo como si creyera en eso, pero él mismo sabía que no pensaba eso. — Yo sería capaz de besarte y no sentiría asco.

Sintió bajo sus dedos como se tensó Maurice y entonces logrando que levantara la cabeza de las sabanas, vio la mirada estupefacta de él.

— ¿Quieres intentarlo? Entonces sabrás realmente si te desagradan los hombres, sé que no estás seguro o si no, no estarías así  ¿verdad?

Maurice tuvo su mirada esquiva un rato y entonces tragando fuertemente saliva le miró fijamente y en un tono ronco dijo:

— Inténtemelo entonces.

Joshua sintió un golpe en su estomago y supo que no se esperaba esa respuesta y un remolino de ansiedad se había creado mágicamente.

 Se miraron con cierto recelo, como si esperaban que alguien corrigiera esa situación sencillamente diciendo “Qué es una broma, ¿Cómo te la has podido creer?” Sabían que ninguno de los dos iba a decir eso.

Maurice se sentó bien al lado de Joshua y se quedaron un tiempo vacilando y mirándose con vergüenza. Joshua posó la mano sobre la de Maurice y tomándola con delicadeza la transportó a su rostro, para que acunara su mejilla. La temperatura comenzó a subir y Joshua sentía que la mano sobre su rostro quemaba.

Se relamió los labios y vio como Maurice lo imitaba. Joshua posó su mano sobre el hombro de Maurice y los dos sabiendo que ya estaban listos comenzaron  a acercarse. Tanto Maurice como Joshua sentía en sus odios un sonido constante, sabía que era el sonido de sus latidos desbocados. Sus narices se rozaron y sentían el aliento ajeno sobre sus labios y entonces golpeó la puerta varias veces con delicadeza.   Los dos se respingaron y saliendo del encanto, estuvieron un momento en el caos. La mamá de Maurice había subido unas bebidas y Maurice recibiéndolas cerró la puerta y se quedaron mirándose con Joshua por un rato considerable.

Joshua se acercó a Maurice y este quedándose paralizado, solo observo como una de las bebidas que tenía en las manos se la quitaba Joshua y este con la cara considerablemente roja, de un sorbo se tomó la bebida.

— Lamento la molestia. —Dijo en un susurro mientras se iba sin decir nada más.

Maurice se quedó sin mover un musculo viendo como se iba y cuando escuchó la puerta cerrarse, sintió las piernas de gelatina, se dejó caer y el jugo se regó encima de él. No se preocupó por haberse mojado y haber mojado el piso, solo estaba pensado lo que había estado a punto de hacer y tapándose las manos, sintió como su cara estaba ardiendo.

“Me estoy volviendo alguien muy raro” pensó con depresión.

 

Notas finales:

¿qué tal? de locos no?

jaja espero poderlos tener engachados con mi hisotria un capitulo más!! graicas por estar conmigo y ya saben 

SIN COMENTARIOS NO HAY CAPITULO!!

BYE BYE


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