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Realidad por natalia clow

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Notas del capitulo:

Buenas y santas y muchas tantas.

Después de año y medio de haber pensando esta escena, al fin la escribo y apesar de que fue imprecisa a lo que había pensando hace tiempo, en esencia se cumplió. 

Ahora ya saben por qué dibuje hace tiempo a Elliot vestido de mujer y demás. 

Aquí les traigo unos dibujos.  para que se entretenga un rato 

 

Dibujo 1 (Capítulo 28)

Dibujo 2 (Capítulo 26)

Dibujo 3

Dibujo 4 (Capítulo 29) 

 

Capítulo 29

«La princesa y el retro»

 

Halloween, fecha que actualmente como todas las festividades, solo tenía un propósito mercantil. Sin embargo ¿Quién se ponía en contra de la multitud? Todos querían este evento. Cada facultad, organizó su propia fiesta de Halloween. Joshua estaba anormalmente interesado en lo que estaba organizando la facultad de Matthew. Aunque no había mucho que extrañar de eso.

— Te estoy confirmando los datos para llegar a tiempo. No me hagas quedar como un idiota llegando al lugar equivocado ¿vale?

— Que sí, ya te lo repetí mil veces. 

Matthew le colgó a Joshua que lo había llamado unas veinte veces preguntando lo mismo. Después del problema que hubo en aquel seminario, el cambio tanto para Elliot como para Joshua, fue radical. Extremo. La figura apagada de Elliot, ahora desprendía un entusiasmo sospechoso; para Joshua, cabía mencionar su felicidad contagiosa, además de su característica personalidad extrovertida.

Estos dos se reconciliaron, pensó concluyendo el asunto. Ni tenía que hacer el intento de formular una explicación. Esta estaba tan clara que se mostraba sola.

Volviendo al tema de la fiesta, como era de esperarse, era una fiesta de disfraces. Él había escogido un traje de vaquero. Era lo más asequible que tenía. Tampoco era de los que pensaran en despilfarrar una fortuna para solo unas cuantas horas, pero ya podía ver uno que otros disfraces un tanto estrambóticos.

La fiesta empezaba desde las siete de la noche y duraba hasta las dos de la mañana. Ya faltaba poco para que comenzara. Se sintió sobrecogido por una emoción extraña. Era como una añoranza y a la vez nostalgia. De alguna forma, le recordaba a la última fiesta que tuvo en la secundaria. Esa noche, justo esa noche, el tiempo se había congelado. En aquel colegio, en aquel pasillo, en aquel baño, junto a Maurice. Quizás debiese hacer alguna ceremonia simbólica para darle la mano al Matthew de ese entonces.

Su celular sonó. Rodó los ojos imaginando que de nuevo sería Joshua, reconfirmando por infinitésima vez los datos, pero para su sorpresa era Elliot.

— ¿Aló?

— Hola. — su voz era un susurro.

— ¿Qué sucede?

— Necesito que me ayudes.

— ¿Qué pasó?

— Un accidente ¿Puedes venir?

— ¿Dónde estás?

— En los baños de artes.

— ¿Y tú qué haces por allá?

— Tú solo ven y ya te cuento.

Cerrando la conversación, apuró paso hacía la facultad de artes. Estaba preocupado por el pelirrojo. Después de veinte minutos de caminata, llegó a la facultad. Corrió por el pasillo y tuvo que llamar a Elliot.

— Ya estoy en la facultad ¿En dónde estás?

— Estoy en los baños del segundo piso, al fondo del pasillo.

— Está bien, ya voy.

Subió las escaleras corriendo y casi tumba las puertas del baño.

— Elliot ¿Dónde estás?

— Aquí, en el segundo cubículo.

Matthew se paró enfrente de la puerta e intentó abrirla.

— Está cerrada.

— Vale, pues ábrela.

— No, solo escúchame. Necesito que me traigas una muda de ropa.

— ¿Por qué?

— Te voy a decir, pero no te burles.

— Está bien.

— Con unos compañeros hicimos una apuesta y el que perdiera, tenía que ir a la fiesta de disfraces vestido de princesa...

— Y perdiste.

— Exacto.

 No pudo evitar sonreír. Podía imaginarse la figura que se encontraba tras esa puerta.

— Pero no sé si mi ropa te sirva.

— No me importa, lo que sea está bien. Mientras no sea este vestido.

— Está bien, te traeré algo. Espera aquí.

— Gracias.

Ya bajó con más calma y emprendió el largo camino hacia los dormitorios. Ya había salido de la facultad de artes y estaba caminando por detrás de esta para tomar un atajo. Su celular vibró.

— ¿Aló?

— Matthew, ¿En dónde carajos te metiste?

— Joshua, joder, deja de ser tan intenso.

— Pero es que ya llegué, no estabas dónde dijiste.

— Tuve que atender un problema.

— ¿Estás bien?

— Sí, pero Elliot no, así que me pidió un favor.

— ¿Qué le pasó a Elliot? — El tono desesperado sorprendió a Matthew.

— Pues nada de lo que debas preocuparte, solo necesita un cambio de ropa.

— ¿Por qué?

— Le ha sucedido un impase. Como te digo, nada de lo que preocuparse.

— ¿En dónde está él?

— En los baños del fondo del pasillo del segundo piso de la facultad de artes.

— Ya voy para allá.

— Oye príncipe gallardo, cálmate. No es nada.

— Ya voy para allá.

Y le colgó. Matthew miró su celular y no daba razón de la conversación que acababa de tener. Este hombre se volvió loco, pensó. Pero a pesar de todo, tenía que traerle sus ropas lo más rápido posible. No podía quedarse la princesa encerrada en el baño toda la noche.

***

No tenía ni la más mínima idea de dónde quedaba la facultad de artes, pero preguntándole a prácticamente todo el mundo, pudo llegar después de dar muchas vueltas. Subió el segundo piso y corrió hacia los baños. No había ni qué preguntar en qué cubículo estaba porque solo había uno cerrado.

— ¿Elliot?

En respuesta, solo escuchó como se movía dentro del cubículo. 

— ¿Estás bien? ¿Qué pasó?

Comenzó a golpear la puerta.

Eras la persona a la que menos quería ver en este momento, pensó Elliot. Su pulso empezó una carrera por aumentar la frecuencia. No tenía ni la más remota idea, de por qué estaba Joshua ahí.

— Estoy bien. Solo necesito cambiarme de ropa.

— ¿Alguien te hizo algo?

— No, no es eso. Tan solo perdí una apuesta. — suspiró resignado. — y ¿Qué haces aquí?

— Bueno, me invitaron a la fiesta, así que quería venir a conocer.

— Ah, ya veo.

Elliot quería irse por el escusado en ese momento. Tenía mucha vergüenza. Sus malditos compañeros se encargaron de dejarlo prácticamente solo con la ropa interior, obligándolo a portar el vestido. Así que no iba a salir en paños menores, solo por evitar la vergüenza de llevar un vestido.

— Lamento no poderte abrir, pero… en este momento, tengo algo puesto muy vergonzoso.

Eso solo logró picarle la curiosidad a Joshua.

— ¿Qué llevas puesto?

— Un vestido. —dijo por bajo.

— ¿Un qué? No te escuche.

— Un vestido. — volvió a susurrar.

Joshua se sintió tentando ante esa imagen. No podía ser tan malo. Elliot podía hacerse pasar por una mujer, por su contextura física. Debía verse bonito.

— Vamos, abre la puerta. No hay nadie más que nosotros dos.

— ¡Cómo se te ocurre!

— Vamos ábrela.

— ¡No!

— Si no la abres, me obligarás a hacer algo más extremo.

— ¿Qué? ¿De qué  hablas? ¿Qué vas a hacer?

No estaba bromeando, en serio quería verlo. Joshua se metió al cubículo de al lado, y como estos no estaban separados completamente. Alguien lo suficientemente habilidosos podía pasarse al cubículo vecino por encima. Joshua se paró en la cisterna, y se quedó mirándolo desde arriba. 

Cuando lo vio, el aire se le fue de los pulmones. Como si le hubiesen pegado un puño en la boca del estómago. Elliot estaba sentado en el escusado y tenía un vestido verde que parecía de terciopelo. El cuello del vestido era abierto y dejaba ver su piel blanca tanto de su pecho como de su espalda. Tenía ligeras pecas desperdigadas por sus hombros y sus omoplatos. Tenía un corsé de un verde más claro, pero parecía no le estaba apretando mucho. Sostenía una peluca en sus manos de color marrón oscuro.

— Te ves en verdad muy bonito.

Elliot levantó el rostro y lo vio colgándose de la división.

— ¡Pervertido!

Joshua se rió cuando escuchó esas palabras.

— Pues mira que hasta gritas como una niña.

— ¡Cállate! ¡Bájate de ahí! ¡No me molestes!

— Pero que te lo estoy diciendo en serio, te ves bonito.

— ¡No quiero escuchar eso de ti!

No podía estar más divertido en ese juego. Quería que le creyera, no estaba diciéndolo por adular nada más, desde el fondo de su corazón pensaba que se veía bonito.

— Ya te vi, no tiene gracia que te escondas de mí. Abre.

— Ni muerto.

— Bueno, en verdad no quería hacerlo, pero si me obligas.

Antes de dejarle preguntar a Elliot de qué estaba hablando, pegó un salto y se pasó la división. 

— ¡Estás loco!

— Dalo por hecho.

Después de soltarse y caer al lado de la puerta. Elliot quedó acorralado contra la cisterna. 

— ¡Estás demente! ¡Pervertido! ¡Degenerado! ¡Violador!

— ¿Quieres calmarte? 

— ¡No!

— Tú fuiste el culpable, yo quería hacerlo por las buenas.

Elliot tenía un sonrojo marcado. Su piel blanca no ayudaba a ocultarlo. Lo único que podía hacer para esconderlo, fue colocarse la peluca en la cara.

Joshua encontraba cada gesto, más adorable que el anterior. En ese momento agradecía todas las posibles razones que hubiesen ocasionado que estuviese vestido de princesa.

— Ven, deja de hacer bobadas.

— Cállate anciano.

A Joshua ya se le había olvidado que llevaba puesto también un disfraz. Él era el rey de la falta de creatividad a la hora de ese tipo de detalles. Así que escogió algo práctico. Vestirse al estilo de los cincuentas.

— El rey del reto y la princesa, hasta suena a nombre de cuento de hadas.

— ¿Puedes callarte? No estás ayudando en nada.

Las carcajadas de Joshua rebotaron en todas las paredes del lugar. En verdad estaba disfrutando eso. Lo único que acompañó su risa, fue el timbre de su celular.

— ¿Sí?

— Hola Joshua, ya llegué ¿dónde estás?

— Maurice, estoy un poco ocupado ahora, pero ya voy para allá.

— ¿Y Matthew? 

— Tranquilo,  tú deja que yo me encargue.

— Vale, te espero entonces.

Después de colgar, ocultó su sonrisa.

— Querida princesa mía, al parecer ya tenemos que irnos.

— Ah no, querrás decir que tú te vas.

— No, te vienes conmigo.

— ¡¿Es qué ya perdiste el buen juicio?!

— No, aquí está todavía.

— Pues no parece. De aquí no me voy sin mi muda de ropa.

—Vamos.

— ¡Qué no!

Joshua disponía de poco tiempo, antes de acomodar el plan. Así que recurrió a su plan B.

— Lo lamento por no hacerlo a la forma ortodoxa, pero así nos rinde más.

Se acercó a Elliot y puso sus manos de sus caderas.

— ¡Ni te atrevas!

Elliot impotente, se vio cargado de nuevo en la espalda de Joshua.  Por más que pataleaba, no lograba que Joshua lo bajara.

— Por favor, déjame bajar.

Ya sentía el nudo en la garganta. La voz flaqueó y sus ojos se comenzaban a humedecer.

— No quiero salir así, por favor.

Joshua vibró con ese tono de voz y lo bajó. No había alcanzado ni a abrir la puerta.

— Está bien, toma.

Se quitó su chaqueta y la colocó sobre los hombros de Elliot.

— En verdad tenemos que irnos. No te preocupes, tendremos tu muda de ropa, pero mientras tanto, ayúdame ¿Sí?

Joshua le quitó la peluca y se la colocó. Los Mechones estaban totalmente desordenados. Sin embargo, el cabello largo enmarcaba mejor su cara y le daba un aire más andrógino.

— Te ves en verdad adorable.

Joshua deslizó sus brazos por debajo de sus axilas y lo apretó contra sí. El olor de Elliot se mescló en su nariz y le hizo despertar de nuevo ese calor en la boca del estómago. Deslizó sus manos hasta arriba de su espalda y tocó un poco de su piel expuesta. Era tersa y fresca. Donde rosaban sus dedos, iban erizándose sus poros.

— Está bien… pero suéltame. — Elliot susurró. Su corazón iba a toda prisa y no quería que se diera cuenta.

Cuando se cortó el abrazo y se vieron a la cara, un deseo extraño pasó por sus cabezas. El pelirrojo pensó desprevenidamente, que debería ser bueno ser mujer en esos momentos y poder dejarse llevar del momento.  Mientras que Joshua pensaba que sería bueno saber si  podía aunque sea besarlo sin que hubiese ninguna repercusión negativa.

— Entonces arréglate la peluca y vámonos.

Elliot abrió el cubículo y se puso frente al espejo, arreglo los bucles que tenía la peluca. No se demoró mucho, pero mientras más se detallaba en el espejo, más esperaba que esa imagen fuera en verdad agradable. Que se viese bien para Joshua por lo menos.

— ¿Así?

Elliot buscó la mirada aprobatoria, pero no encontró más que la sonrisa sin mensaje de Joshua.

— Lo sabía, esto debe verse terrible. Déjame aquí. — Ya iba a quitarse la peluca.

— ¡Espera! No te lo quites, tan solo que te veías tan bonito, que no sabía que decir.

Elliot abrió los ojos por la sorpresa y la sangre su acumuló en sus mejillas.

— Ya veo. —tartamudeó.

— Ahora salgamos.

Joshua le tomó de la mano sin previo aviso y lo sacó así.

— Es vergonzoso, suéltame  la mano.

— No quiero, quizás alguien te robe por ahí.

Esas palabras hicieron que se le estremeciera todo el cuerpo a Elliot. Si fuera una chica, de seguro que ya se habría enamorado mil veces esa noche. Podía decirse que estaba preso bajo el hechizo de cenicienta, así que se permitió apretar esa mano. 

¿Joshua, en qué se ha vuelto nuestra relación?,  a través de sus pupilas, Elliot le mandó esas palabras.

 

***

En cuanto hubo llegado al baño, lo encontró solo. Tenía en su mano el cambio de ropa. No se sentía ni siquiera molesto. Ya se esperaba algo así en el momento que Joshua parecía desesperado por Elliot.

Pobre, no sabe en que se acaba de meter, pensó Matthew. Habiendo probado de primera mano lo obsesivo que podía llegar a ser Joshua,  compadecía a Elliot. Había que estar demasiado entregado a Joshua para ser capaz de llevar los sentimientos que él portaba.

Se devolvió camino al dormitorio para dejar la bolsa con ropa. Suponía que ya no la iba a necesitar. Entre su caminata ya daba cuentas de que la fiesta había comenzado. Todo estaba solo. Él era el único que estaba en la mitad de la nada.

— Ay Elliot, debiste haberme avisado aunque sea.

El reproche iba para el viento. En esas, el timbre de su celular se alzó sobre el silencio.

— ¿Aló?

— Matthew,  necesito un favor.

— Joshua ¿A dónde carajos te llevaste a Elliot vestido así?

— Respecto a eso, ven al gimnasio con la muda de ropa.

— No jodas Joshua ¿Te lo llevaste a la fiesta con vestido?

— Bueno, aquí te explico,  vente para acá.

Apresuró el paso. Se podía imaginar al pobre de Elliot corriendo desde la facultad de artes hasta el gimnasio con vestido. Joshua debía tener un pésimo pasatiempo si fue capaz de hacer eso. Recorridos los veinte minutos de trayecto,  no se le dificultó encontrar a Joshua, pero no estaba Elliot con él.

— ¿Qué pasó?

— Bueno, respecto a eso, antes de darme cuenta  Elliot se perdió adentro del gimnasio.

— No, espera y cuéntame bien. Estaba en el baño de artes, ahora me sales con qué se perdió en la fiesta ¿Qué hiciste?

— Lo saqué del baño y ya ves, lo quería traer a la fiesta, pero cuando entramos, no pasaron ni tres segundos y se perdió.

— Hombre, estás loco.

— Necesito que me ayudes a buscarlo.

— Cómo digas.

Se metieron los dos en el gimnasio. No cabía ni un alma más. Se escabulleron como pudieron hacia el fondo. La densidad de gente iba disminuyendo y se iba siendo más fácil transitar.

— Joshua ¿cómo carajos vamos a encontrar a Elliot?

— No sé, separémonos.

Le regaló un gesto lleno de poca confianza. Entre todas esas personas, era muy poco probable que lo encontraran. A menos que utilizaran los parlantes como si fuera en un centro comercial.  

Llegando a la mesa en dónde estaban dando las bebidas, se le ocurrió lo más lógico de todo. Al punto que podía adjudicarse una cachetada por su estupidez. Sacó el celular y le marcó a Elliot. A los primeros tres intentos no le contestó, al cuarto, ya pensando en rendirse si no contestaba, respondió.

— ¿¡Sí!?

— ¡Hola ¿En este momento dónde estás?!

— ¡Al frente de la tarima!

Apenas si podían escucharse gracias al ruido. Pensó que era inútil intentar seguir hablando con él, así que se limitó a acercarse a la tarima. En cuanto se pudo mover en la multitud y llegar a la tarima, seguía sin encontrarlo. 

Se me olvidó lo más elemental ¿Cómo lo voy a reconocer si no sé cómo está vestido?, agregó a su lista de estupideces de esa noche. Seguía mirando las caras de la gente, tratando de reconocerlo. Pero no tuvo que buscarlo, porque fue él quien lo encontró. Lo agarró del brazo para llamar su atención.

— Menos mal encontrarte es fácil.

— ¡Elliot!

Matthew por la sorpresa,  le había costado reconocer que quien estaba agarrando su brazo fuera el pelirrojo. Tenía una peluca que le caía en bucles agraciados enmarcando su cara. Agregándole al caso que el vestido delineaba su cuerpo, extrañamente bien.

— Casi no te reconozco. 

— Qué susto me he llevado cuando me perdí de Joshua.

— Me imagino, si quieres vamos al baño para que te cambies.

— Gracias.

Se abrieron paso por la gente y se fueron por el pasillo que quedaba detrás del escenario. Al fondo, se encontraban los baños.

—  Toma, aquí te traje un pantalón y una camiseta.

— Gracias.

Matthew le pasó la bolsa con su ropa.  Se quedó parado en la puerta esperando a que Elliot saliera. Miraba a la gente que se contorsionaba al ritmo de la música, pero lo sentía vacío. Se sobreponía sobre su realidad los recuerdos de ver a Joshua pararse sobre la tarima y dar su descabellada explicación del juego de san Valentín. Afloró una sonrisa desprevenida. Había sido una buena noche, todo había terminado en paz.

— Bienvenido de vuelta Matthew. 

Una voz grave lo sacó de sus pensamientos. Cuando volteó el rostro hacía la puerta del baño, vio que de allí salía Maurice. Estaba vestido sacerdote. Su cabello estaba peinado hacía atrás. El gel firmemente sostenía sus cabellos.

Matthew abrió la boca como un pez fuera del agua. No podía articular palabra.

— No pensé que te fueras a sorprender tanto. Desde aquí nos habíamos quedado ¿no?

Nunca se esperó que estuviesen pensando en lo mismo o incluso que el mismo Joshua hubiese vuelto a hacerla tres años después. Lo había engañado para volverlo a juntar con Maurice. Incluso había participado Elliot en hacer que eso pasara.

— No me digan que planearon todo esto.

— Te mentiría si dijese que no, pero con lo que no contábamos era con Elliot.

Matthew miró hacía la puerta del baño y vio como salía Elliot aún sin cambiar de ropas con Joshua a sus espaldas. Se sentía como en una cámara escondida. No dijo nada. El pelirrojo se excusaba y Joshua se reía mientras decían que iban a dejarles el tiempo para que estuviesen solos. La pareja desapareció en la multitud, dejándolos en ese pasillo.

— Tomando en serio tus palabras, pensé que era una buena forma de empezar de cero ¿no crees?

— Me sorprende que estuviésemos los tres pensando lo mismo.

Maurice volteó su rostro buscando hacer contacto visual. Su mano serpenteó hasta agarrar la de Matthew.

— Entonces, hagamos todo lo que no hicimos esa noche. Ahora el tiempo no es un impedimento.

No hubo respuesta. Matthew quería llorar. Se escondió bajo su sombrero de vaquero y apretó la mano que estaba tomándolo firmemente. Ese había sido un lindo detalle por parte de ese par.

El segundero comenzó de nuevo su ritmo en el reloj congelado. Los mecanismos funcionaban con esmero. Nada estuvo roto en todo ese tiempo, nada fue inútil, todo lo llevó a poder revivir aquella vida.

 


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