Una suave brisa alborotaba mis cabellos ya despeinados, el día estaba frio. El sol parecía haber tomado vacaciones y dejar a la ciudad en oscuridad, una que crecía a medida que el día avanzaba. Y al parecer pronto todos nos veríamos azotados por una tormenta que ya unas suaves gotas comenzaban a caer libres al suelo, muriendo al estamparse con el asfalto. Una de ellas caían en mi rostro, pero eso no me haría volver a casa, allá solo hay mas soledad. Hoy solo quiero estar con tigo… de alguna forma u otra.
Las puertas grandes, negras y escalofriantes se imponían ante mí. Siempre he odiado estos lugares pero por vueltas del destino paso casi todos mis días aquí. Estaba aun más solo de lo normal, solo algunos pájaros se atrevían a salir por comida y casi la mayoría abandonaban la búsqueda por la tormenta que se avecinaba. No mire a los lados, ni siquiera note cuando la lluvia comenzó a aumentar, pues ahí estaba, eso a lo que no podia sacar de mi cabeza, que tanto había visto, leído e incluso aprendido. La odiaba pero lastimosamente es lo más cercano a ti.
Si… una lapida fría y gris, nada parecido a lo que fuiste, es lo que esta más cerca de ti ahora.
“Un ángel que cayo del cielo”
Era poco lo que decía, pero fue lo que me permitieron colocar, como si una línea, seis míseras palabras te resumieran, inútiles los que manejaban que poner en las lapidas. Si fuera por mi pondría como tus ojos grises brillaban con tal intensidad que incluso en la oscuridad se veían, tu sonrisa eterna y todas las veces que el solo despertar junto a ti era suficiente motivo para querer vivir.
Pero fue tan rápido que en un momento te tenía entre mis brazos, besando cada parte de cuerpo, embriagándome con tu olor y grabándome cada marca que tuviera piel, drogándome con el sabor de tus labios y el olor que desprendía tu cabello negro. Y al otro instante viendo como tu alma abandonada el cuerpo que tanto amo para dejarme completamente solo y vacio. Ahora en vez de besar tu piel me embriago con el recuerdo de noches de amor, en vez de poder admirar tus ojos parecerse tano a la luna admiro la soledad de la cama. Cada vez que respiro es un recuerdo constante del que tú ya no estás, que yo tendré que seguir solo porque te lo prometí, pero que si fuera por mí… ya estuviera junto a ti desde hace mucho tiempo. Te prometí que no te dejaría y no lo hice pero fue ella la que entristeció el resto de mis días, fue más fuerte que nosotros y nos venció en todos los sentidos. Recuerdo la primera vez que ella te alejo y como poco a poco te fui perdiendo por su culpa.
Comenzó rápida con formas de actuar y pensar, pero siguió hasta hacerte imaginar que te perseguían. Ni siquiera cuando me quedaba despierto toda la noche para vigilarte te sentías protegido. Comenzantes a dejar de hablar, comer, a maltratar a todos incluso a mí. Solo por ella, la que te perseguía y asechaba, la que ya ni dormir te dejaba.
– ¡Te digo que hay alguien ahí! – tus ojos eran tan sinceros que me asuste. Mire, busque pero no vi nada – Noah… no hay nadie– pero no parecías convencido y negabas con nerviosismo – ¡Si lo hay, susurra, me dice cosas!...¡¡¡TODOS!!! ¿¡Es que no lo ves!?- decías señalando cada vez mas lugares.
Y cuando creí que no podía empeorar mas, lo hizo y te llevo al punto al que tu alma abandonaba tu cuerpo por instantes y volvías. Te sacudías tan fuerte que destruías todo a tu paso, tu cuerpo parecía arder en llamas, que solo tú podías ver. Y fue aumentado las veces que te llevaba, te abrazaba delante de mí, con descaro te tomaba incluso así te estuviera besando, no le importaba hora, día o lugar. Simplemente lo hacía.
– ¿Sabes que es lo que más amo de ti? – Decías por cada tanto que tus labios se despegaban de los míos – ¿qué puede haber en este mundo que haga que me ames más que yo a ti? – sonreías cómplice –Que no importa que lo que suceda eres el único que se ha mantenido con migo, que al ver tu sonrisa creo que hay esperanzas para vivir y que cada que respiro tu olor se q…– tus ojos se perdían en la oscuridad, perecían ir y venir a una velocidad poco saludable, ¡te llevaba aun con migo ahí! Sin importarle que al llevarte, tu cuerpo sufriera espasmos y cada musculo de tu cuerpo se doblaba, tus ojos se cerraban y tu cabeza intentaba buscar el suelo. Aunque te tomaba y sostuviera ella te seguía empujando hasta hacerte caer y ahí tu espalda parecía querer romper los huesos de tu columna, pero sé que luchabas pues de lo contrario no tratarías de libarte rasgando y aruñando tu piel sedosa y así ser libre, vivir en paz de nuevo.
Una libertad que nunca llego.
Se filtro entre tú y yo. Imaginabas cosas y ya no podías hacer nada, pero sabias que me herías al no hablar o sonreir mas y eso te sumía mas en ese mar de tristezas que ella aprovechaba para llevarte aun más tiempo. Te consumió rápido, sin parar, sin descansar.
Te consumió
Me consumió
Nos consumió
Hasta ese último espasmo, en donde ya nada podía detenerte, en donde te abrazo por última vez, lástima que fue tan fuerte que rompió gran parte de tus huesos, que tus hermosos ojos se perdían en una oscuridad eterna y que sobrepasando tus fuerzas me insiste prometerte que viviría aun sin ti, que no me echara a morir. En ese momento fue cuando victoriosa apretó su abrazo aun más y no importaba los gritos que pude dar, las lagrimas que no dejaban de salir de mis ojos ya hinchados por llorar durante tres años, los “Te amo” que seguía repitiendo entre cada grito, los besos que repartía en tu rostro desfigurado por el dolor. Te llevo…tomo tu aliento y te llevo con ella a esas aguas profundas y oscuras que tanto decías que te llevaba cuando te abrazaba. Quería salvarte, buscarte en esas aguas pero no pude, no podía. Ella no me dejaba encontrar esas aguas e ir por ti. Por más que luchamos no pudimos vencerla, no pudimos hacer que fuera menos que nosotros.
Esa noche dejaste de existir, pero no nos dimos cuenta que el día en que eso sucedió…yo también deje de existir.
Te prometí vivir…pero aunque me mantenga en el mundo de los vivos no podre cumplirte esa promesa…porque después de todo ya vivir sin ti…
Es no vivir.