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White feathers por olgap_k

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Una pluma blanca cayó del cielo mientras él estaba sentado en una de las bancas del parque observando a la nada. Estaba aburrido y cansado, esperando a que el tiempo pasara y se llevara consigo todos sus problemas.

Él sabía que las cosas no eran así de sencillas, pero quería pensar que con el paso del tiempo, aunque fueran solamente segundos, las cosas iban a ir mejorando como por arte de magia.

Por eso mismo, la pluma que cayó y aterrizo junto a su mano, apoyada sobre la banca, le sorprendió. Sentir esa inesperada caricia suave tan de repente le desequilibró por completo, de forma emocional.

Alzó la vista y no encontró nada.

Tomó la pluma entre su mano y la acarició con los dedos, se sentía tibia y sedosa entre éstos. Y no pudo evitar una media sonrisa.

Quizás, en medio de aquel inmenso mar de concreto, metal y cristal que era la ciudad, había alguien cuidando de él. Y sólo por ese motivo, tener una sonrisa, por muy pequeña que fuera, era necesario. Para demostrar que aún guardaba un poco de esperanza en su bolsillo.

Era verano en la ciudad, y el viento tibio que le sopló le sentó bien, le hizo ignorar el caos que se dejaba escuchar del otro lado del parque. El ruido del tráfico y de la gente que tenía vidas ocupadas y que andaban de un lado a otro, queriendo cumplir con todas las actividades de sus apretadas agendas.

Él guardó en el bolsillo de su pantalón la pluma y decidió esperar un poco más. Quizás el tiempo no se llevara sus problemas, pero le daba un respiro muy necesario y la oportunidad de analizar un poco mejor las cosas y calmarse.



Las cosas en el trabajo le habían salido mal, estaba a punto de estallar, y por si fuera poco, su novia le había dado la espalda. Ahora, estaba seguro que pronto estaría sin trabajo y que en esos momentos ya no tenía novia.

Había estado en peores situaciones y aún no había alcanzado ese punto en que se encontraba ahora. Como si toda esperanza se le hubiera escapado del bolsillo, y no sabía si era una broma del destino o qué, pero cuando metió las manos a los bolsillos de su pantalón, descubrió que el derecho estaba rasgado por dentro.

Lanzó una risa irónica y pateó el suelo, aunque eso no le diera ningún tipo de satisfacción o calma.

Hace un par de días, se sintió seguro de que todo iba a mejorar, quizás no de golpe, pero si de forma gradual, y ahora se encontraba de frente con una situación a la que no le hallaba pronta solución y sintió que algo dentro de él se rompió y la reacción más lógica que su cuerpo pudo encontrar, fue la de ponerse a llorar en medio de la nada, luciendo patético y desesperado, queriendo aferrarse a algo que ya no era suyo.

Sollozó y pateó el suelo un par de veces más, queriendo liberarse de la frustración que estaba acumulado en su interior y le hacía sentir pesado, como si de entrar al mar, pudiese hundirse, porque todas las emociones que estaban embotelladas en su interior eran tan pesadas que lo llevarían al fondo.

Después de lanzar un grito desesperado que le dejó sintiéndose afónico y tan agotado que no pudo sostenerse de pie un instante más, se dejó caer sobre el pasto verde que cubría todo aquel enorme terreno abandonado.

Estaba tan cerca de su casa, y con tan pocas ganas de llegar, que rodó sobre el suelo un par de veces, hasta encontrar una posición cómoda, para permanecer, de ser posible, así toda la noche.

Con los ojos llorosos y el corazón acelerado por todas las emociones que estaba experimentando, dejó escapar un prolongado suspiro que le alivió la carga un poco más. Después, cerró los ojos fuertemente.

—¿Estás bien? —escuchó y ni siquiera tuvo la fuerza necesaria para sobresaltarse o hacer algo más que no fuera entreabrir los ojos y mover la cabeza para ver quien era la persona hablándole.

El tono de voz con que se habían dirigido a él era tan suave y gentil, que le sorprendió que aún existiera alguien en el mundo capaz de mostrar cualquier tipo de sensibilidad hacia otro ser humano.

La persona frente a él, no era realmente una persona.

Y tuvo que frotarse los ojos con fuerza y darse un pellizco en el brazo para asegurarse de que no estaba soñando. Quizás alucinaba, o el estrés del trabajo y de su ahora inexistente vida amorosa, estaba volviéndolo loco, y la primera señal era ver ángeles hermosos, de penetrantes ojos oscuros y alborotados y lacios cabellos color ébano.

Ahí seguía de pie, luciendo celestial y etéreo. Con sus alas blancas y enormes, haciéndolo lucir tan pequeño y delgado. Abrió la boca, pero ningún sonido salió de ésta, porque se había quedado sin habla.

¿Qué podía decir en un momento como ése, en el que un ángel estaba de pie frente a él preguntándole si estaba bien? Todos sus problemas en su mente, cuando los repasó, sonaron tan terrenales que se sintió momentáneamente avergonzado.

Cerró la boca, porque estar boqueando como un pez fuera del agua, tampoco era una muy buena idea.

Pasó saliva y se aplacó un poco el alborotado cabello castaño. Con sus dedos, arrastró unas cuantas ramas que se le habían quedado en el cabello.

—Hola… —fue todo lo que atinó a decir, y su voz, lo sabía, había sonado insegura y muy suave.

La sonrisa en el rostro del ángel y el brillo en su mirada, le confortaron un poco.

—¡Hola! —y su entusiasmo fue tanto que sintió como si un poco de vitalidad le fuera inyectada en las venas y le revitalizara de repente.

El cielo, oscuro y distante, estaba salpicado de algunos cuantos resplandores brillantes que parecían diamantes lejanos, flotando y reflectando la luz de la luna.

Encontrarse acostado sobre el pasto y siendo observado por una criatura celestial, se sentía tan raro que además de sentirse un poco más tranquilo, no sabía exactamente cuál era la forma correcta de reaccionar.

—¿Estás bien? —repitió la voz suave del ángel.

Era una voz hermosa, suave como terciopelo, que acariciaba sus sentidos y extrañamente le cobijaba de la frescura de la noche.

—Estoy bien —respondió.

Era una mentira, pero esperaba que fuera suficiente. Porque había una expresión de melancolía en el rostro del ángel que le hacía preguntarse si era por la propia frustración que él sentía y que no había estado escondiendo.

—¿Estás seguro? —preguntó, pero ni siquiera le permitió responder antes de agregar algo más—. He estado observándote, y la gente del mundo no parece demostrar el estar bien de la misma forma en que tú lo haces… o quizás, realmente no estoy comprendiendo cómo funcionan los sentimientos y las personas.

Tetsuya quiso reírse, pero se contuvo.

Había tanta ingenuidad en lo que acababa de escuchar, una pureza que le inspiraba a ser el protector de esa criatura que estaba a unos pasos de distancia, preocupada por él y por su bienestar emocional.

Se impulsó un poco, para poder quedar sentado sobre el paso y observar mejor a quien estaba frente a él.

La piel pálida y resplandeciente, parecía resaltar más por la oscuridad de la noche y de su alborotada melena que parecía desobedecer a su dueño, que un par de veces se pasó la mano por el cabello, que parecía muy sedoso.

—Estoy bien —repitió—. He estado peor, y sigo vivo, así que estoy bien.

El ángel esbozó una sonrisa y movió la cabeza afirmativamente.

—Eso es bueno —comentó y dio un paso hacia él, se detuvo y le hizo una señal—. ¿No te molestarás si me acerco y me siento a tu lado?

Sacudió la cabeza en una negación y le indicó el espacio junto a él.

—Te he estado observando mucho, últimamente —le confesó el ángel—, y me he dado cuenta de que el ser humano es una criatura muy complicada. A veces, ni ellos mismos se entienden y son capaces de crear confusiones por cosas tan sencillas. Intentar comprender al hombre es casi tan complicado como querer salvarlos.

Se sintió un poco culpable por ser de esa especie que se ahoga en un vaso de agua y tiende a enfocarse siempre en lo peor de todas las situaciones que vive, cuando lo importante es que la vida continúa y aún tenemos una oportunidad de mejorar las cosas siempre y cuando continuemos respirando, viviendo, existiendo.

Se rascó la cabeza y miró de reojo a la criatura que ahora tomaba asiento junto a él. Las alas blancas le acariciaron de forma no intencional, y recordó la sensación suave de aquella pluma que había recogido hacía un par de días.

Dibujó una sonrisa en su rostro y alzó la vista al cielo.

—¿Qué hace alguien como tú mostrándose ante un mortal como yo?

El ángel ladeó el rostro, genuinamente tomado por sorpresa por la pregunta que acababan de hacerle. Miró sus manos pálidas, sus dedos delgados y no muy largos y dejó escapar una suave risa.

—El cielo es un lugar hermoso, y muy pacífico, ¿sabes? —recibió una negación como respuesta y rió de nuevo—. Bueno, es un lugar precioso, pero libre de cambios y pedí permiso para conocer el mundo en el que viven los humanos. Es un mundo fascinante, ¿sabías?

Tetsuya no le veía realmente lo fascinante al mundo en el que vivía. Gris y aburrido, monótono y lleno de actividades que no hacían más que restarle creatividad a su forma de experimentar la vida. Era un martirio tener que seguir viviendo una vida rutinaria.

—No es tan fascinante…

—¡Claro que lo es! —le interrumpió el ángel—. Hay tantas cosas por hacer, tantas cosas por ver, personas por conocer, lugares que visitar, platillos por disfrutar. Es un lugar lleno de olores, colores, sabores y de diferentes tipos de personas. ¡Eso es fascinante! Y el ser humano es capaz de experimentar tantas emociones, y a veces, tantas al mismo tiempo que debe ser bastante exhaustivo, pero maravilloso al mismo tiempo.

Sonrió.

Había tanta emoción en las palabras del ángel, pero sonaba tan contenido, como si lo máximo de emoción que pudiera expresar era eso que estaba mostrándole y que parecía casi tan insignificante si lo comparaba con todas las palabras que estaba pronunciando.

—Si lo pones de esa forma, quizás sí sea un poco fascinante.

Una sonrisa.

—Y, ¿qué fue lo que te hizo mostrarte ante mí? —preguntó esta vez, más interesado en esa respuesta que en la anterior.

El ángel parpadeó un par de veces antes de responder, jugó con su larga túnica blanca y volvió a apartarse un mechó rebelde de oscuro cabello.

—Te veías tan triste, que me dieron ganas de ayudarte —confesó—. No me gusta ver a la gente sufrir. La tristeza y desesperación son dos emociones que no me gustan mucho, me hacen doler aquí.

Se colocó el puño fuertemente cerrado en el centro del pecho.

—Lo lamento —se disculpó el humano y se frotó los ojos—. A veces, aunque no queramos sentir eso, no encontramos una mejor forma de sentirnos por todo lo que estamos viviendo, y a veces, hasta nos damos por vencido, momentáneamente.

—Tetchan, eso no está bien.

Le miró de reojo y se alejó un poco.

—¿Sabes mi nombre? —preguntó.

El ángel asintió y sonrió de nuevo.

—Saber tu nombre es una forma de establecer un vínculo entre nosotros, para que yo pueda apoyarte y enseñarte que aún hay cosas por las que vale la pena sonreír… aunque tú creas que el mundo ya te dio la espalda.

Una mueca.

—Está bien, está bien —accedió—, pero… ¿cuál es tu nombre?

El ángel pareció sorprenderse por la pregunta, pero después le mostró sus dientes blancos en una amplia sonrisa.

—Yo soy Hyde.



Su vida diaria seguía siendo la misma, no podía salir a la calle con el ángel, porque sería bastante bizarro mostrarse recorriendo la ciudad con alguien con alas y piel resplandeciente y una belleza exagerada. Por eso mismo, el ángel le esperaba en casa y por las noches caminaban por lugares desiertos.

La presencia de Hyde era casi terapéutica, estaba menos estresado y aprendía a controlar mejor su temperamento y a ser capaz de disfrutar de los más pequeños e insignificantes detalles de la vida, como en ese momento, en que ambos estaban, de nuevo, sentado en el suelo, observando un enorme árbol a unos metros de distancia.

—¿Qué estamos viendo? —se atrevió a preguntar, porque estaba bastante confundido.

Había comprendido que Hyde le hubiera dicho que disfrutara más de su café por la mañana, que sintiera realmente el sabor en vez de simplemente tragarlo velozmente, porque se le hacía tarde para el trabajo, y también comprendió el consejo de disfrutar el camino al trabajo, en vez de recorrerlo corriendo, porque se quedó dormido y estaba a punto de llegar tarde una vez más y sufrir el tercer retardo del mes.

Claro que para poder conseguir todo eso, Hyde le había tenido que despertar obscenamente temprano. También lo hizo para que le acompañara a observar el amanecer desde su ventana. La hermosa explosión de colores cálidos deslavándose hasta ir siendo devorados por el suave azul celeste que había dominado.

—Estamos viendo un árbol —explicó el ángel—. Un hermoso árbol de más de cien años de vida, ¿a poco no es un árbol hermoso? Es un árbol que tiene como función dar sombra a la gente y ser el hogar de muchos animales.

Era un árbol grande, muy grande, con muchas ramas que parecían cientos de brazos mecidos por el viento, y montones de hojas que parecían cabellos despeinados. Un árbol grueso, lleno de historia, y de nidos de pájaros. Era el hogar de varios animales, su refugio, y la sombra que algún ser humano acalorado podría necesitar. Si lo pensaba de esa forma, era un árbol bastante útil, y suponía que su utilidad y su historia, lo hacían uno bastante hermoso.

—Es un buen árbol —concedió—, sirve muy bien a su propósito. Y no es feo. Es, es útil.

El ángel borró su sonrisa y sacudió la cabeza.

—¿Es útil? —preguntó— ¿Acaso eso es todo lo que puedes decirme de ese árbol? Siento que eres demasiado humano, a veces, y sólo por eso no te permites sensibilizarte un poco y ser capaz de experimentar realmente. Decir que un árbol es útil quizás sea un cumplido para ti, pero el árbol necesita más que eso.

Tetsu se rascó la cabeza.

—Es sólo un árbol, Doiha —le dijo, había empezado a decirle así después del tercer día—. No creo que le importe mucho lo que yo piense de él. Además, he dicho que es muy útil porque como tú dices, es el hogar de muchos animales e insectos, y la sombra de alguna persona que pase por aquí y esté cansada.

El ángel enarcó los ojos.

—A veces ves la vida tan en blanco y negro, sin pensar en los matices, que no sé cómo tomar tus comentarios —explicó—. Pero siento que he visto muchos progresos en ti desde que te conocí. Ya no pareces vivir constantemente amargado.

—No todos los días un ángel baja del cielo para venir a cuidarme y enseñarme el verdadero significado de vivir —comentó con una sonrisa—. Lo cual es bastante irónico si tomamos en cuenta todo lo que tú me has comentado, de que tú no eres capaz de experimentar lo mismo que yo, que no puedes sentir, ni saborear.

Hyde arrugó la nariz, en un gesto que parecía tan anormal en un ángel, pero que al mismo tiempo se veía tan natural en él. Poco a poco estaba empezando a tomar más gestos humanos que le hacían encajar un poco más. Si no fuera por las alas y el brillo de su piel, todo sería tan sencillo.

—Podré estarme perdiendo de eso, pero considero que eres tú con tu mente cerrada quien desperdicia más de la vida.

El humano se encogió de hombros.

—Creo que es normal —intentó—. Como humano, estamos propensos a tener limitaciones, y eso está bien, es precisamente lo que nos hace humanos. ¿No te parece eso algo fascinante? —preguntó y miró fijamente al otro—. Hay quienes intentan obtener lo mejor de todo, sabiendo que siempre hay un límite.

—No creo que esa gente esté desperdiciando su vida —fue la respuesta que obtuvo—. Tú, sin embargo, estás desperdiciando la tuya, porque te conformas tan fácilmente y no sigues adelante, a pesar de los sueños que puedas llegar a tener. Es frustrante saber que tu imaginación vuela, pero que tú razón le pone un alto a todos tus sueños.

—¿Qué tiene eso de malo? —su pregunta fue un susurro apenas—. Esto sólo me va a evitar el golpe, cuando me lance a querer cumplir un sueño y me dé cuenta que lo único que hice fue lanzarme de un precipicio.

Hyde estiró su mano y le sonrió en el momento en que sus dedos rozaron el brazo tibio de Tetsu.

—Entonces, yo estaré ahí, para evitar que golpees contra el suelo —le dijo con una enorme sonrisa—. ¿No te he demostrado en todos estos días que puedes contar conmigo? Estoy aquí para ayudarte a salir de esta fase en la que estás estancado. Es por eso que me mostré ante ti, porque veo en ti potencial. Eres una persona llena de sueños.

Tetsuya tenía la vista fija en sus zapatos deportivos, en la mancha que había en uno de éstos.

—Y tú… ¿tú que ganas con ayudarme? —quiso saber, su voz cargada de una emoción extraña.

Hyde abrió mucho los ojos, tomado por sorpresa. También bajó la mirada, pero él se concentró en sus pies descalzos, incapaces de ensuciarse a pesar de haber recorrido el parque con el humano.

—¿Yo que gano? —repitió la pregunta, y sonrió a medias—. Gano que tú seas feliz.

El impacto que esas palabras tuvieron en Tetsuya, fue grande, hicieron que su corazón diera un vuelco dentro de su pecho, y que tuviera que retroceder no uno, sino dos pasos, para alejarse de Hyde.

Esas palabras habían servido para hacerle sentir atraído por esa belleza que no conseguía explicar del ángel, por esos ojos inocentes y hermosos, grandes y oscuros que guardaban sus emociones y las liberaban en una sola mirada y una sonrisa. Gestos, en cualquier otra persona, insignificantes, pero en él, tan poderosos y capaz de hacerle doblar las rodillas.

Sacudió la cabeza; algo estaba mal entre ellos dos, y podía darse cuenta que el ángel ya igual se había percatado, y estaba guardando cierta distancia, pero había ocasiones en que sus deseos de querer dejarse llevar eran más fuertes y por eso mismo hacía ese tipo de declaraciones como la que él acababa de escuchar y le había acelerado el pulso.

Mal, mal, erróneo. Hyde era alguien puro, intocable, inalcanzable, que un día le había visto demasiado derrotado y había tomado la decisión de levantarlo del suelo, sacudirlo y hacerle entrar en razón, antes de que permitiera que la vida se le escapara en un parpadeo.

—Gracias —fue todo lo que dijo, y regresó su atención al árbol.

Después de lo que escuchó, éste ya no le parecía tan maravilloso. Es más, no era más que un árbol viejo en medio del parque. Y haber conseguido perderle el encanto que tanto le había costado encontrar, le decepcionaba un poco.

¿Qué tanto poder tenía el ángel sobre él? ¿Cómo era posible que con solamente cinco palabras fuera capaz de desequilibrarle de nuevo, por completo? Le había sacudido el mundo de repente, y no hallaba soporte alguno para mantenerse de pie.

Hyde vio su lucha interna, en su mirada y suspiró.

—¿Estás bien? —quiso saber, su voz con un matiz de preocupación, suave y tersa, volvió a acariciar sus sentidos, y sacudió la cabeza, no negando, si no más bien, queriendo sacarse de la cabeza ese tono melodioso que le daba una esperanza a la que no debería aferrarse, porque no era suya.

—Estoy bien —mintió y consiguió sonar convincente, incluso le regaló una media sonrisa—. Sólo estoy un poco cansado… esto de encontrarle significado a este árbol ha sido más agotador de lo que pensé que sería.

El pálido ente celestial rió y miró hacia el horizonte.

—Has progresado mucho, Tetchan. Y eso, eso me alegra bastante —extendió un poco su ala derecha, para cubrir con esta la espalda estrecha de Tetsu—. Cuando te conocí, eras una persona positiva, y cuando me aparecí ante ti, ya habías perdido esa chispa que un día habías tenido y me había hecho fijarme en ti.

Tetsuya le miró de reojo.

—¿Llevas mucho tiempo vigilándome?

Hyde ladeó la cabeza y asintió, había una triste sonrisa en su rostro. Hermosa.

—Que te aferraras a lo bueno de la vida, me hizo fijarme en ti. Cuando te vi perder la esperanza, estuve a punto de perderla contigo; fue por eso que me decidí a ayudarte. Porque quiero saberte feliz. De todos los humanos a quienes he visto, eres el único que logra hacerme sentir.

No esperó respuesta alguna de Tetsuya, se levantó de golpe y movió las alas velozmente, para levantar vuelo.

El humano le miró marcharse. Acababa de recibir una especie de confesión de amor de un ángel, y él tampoco sabía muy bien qué era lo que debería hacer a partir de ese momento.



El otoño hizo acto de presencia, cubriendo el suelo de montones de hojas secas y tiñendo de color café toda la ciudad. El viento empezaba a soplar con más fuerza y más frío. Él se había enseñado a sí mismo a seguir manteniendo la esperanza. No sabía si todo lo que vivió con Hyde fue una fantasía trabajada por su subconsciente, o si en realidad todo aquello había ocurrido. Lo único que le importaba en ese momento era que había regresado a sus orígenes y ya no se dejaba vencer tan fácilmente.

Pero si el ángel siguiera con él, quizás tomaría más riesgos. Porque desde que éste se fue, se dio cuenta que ese amor que el otro sentía por él era correspondido. Y se preguntaba qué podría sentirse el ser capaz de lanzarse de ese precipicio en particular.

¿Sería Hyde capaz de ayudarlo a no tocar fondo? ¿O acaso había huido porque no estaba dispuesto a renunciar a lo que fuera que tuviera que renunciar para poder estar a su lado? De lo único que estaba seguro era que extrañaba a ese ente celestial que un día se le había aparecido frente a él y le había mostrado tantas cosas hermosas.

Se apretó un poco más la chaqueta de mezclilla que vestía y siguió caminando. Tenía que cruzar aquel parque que le traía recuerdos de conversaciones sencillas y de momentos extraños observando cualquier cosa que el ángel quisiera hacerle ver.

Cuando su vista se posó en el ancestral árbol, sonrió y siguió su rumbo. No había necesidad de detenerse, ya lo había apreciado lo suficiente, y sabía muy bien que era una especie de santuario para varias especies.

Seguía soltero, ahora por decisión propia. Porque en el momento en que el ángel desapareció y empezó a tomar, de nuevo, las riendas de su vida, las cosas mejoraron drásticamente para él. Fue un cambio casi de la noche a la mañana. Y ella, Kaori, había regresado corriendo a él, queriendo que volviera a considerarla para ser su compañera de por vida.

Él había declinado, lo único que había dicho fue tan cierto, que ella no tuvo ninguna objeción.

“—No puedo estar con alguien que en mis peores momentos es capaz de darme la espalda —comenzó y la miró fijamente, no disfrutó para nada ver como ella parecía desinflarse un poco—. Creo que, como todos, merezco a alguien que esté conmigo en las buenas y en las malas. Y especialmente, que en las malas, sea cuando más me demuestre que está a mi lado.”

Sólo recibió un asentimiento como respuesta y un estrecho abrazo.

Ahora, vagaba por el mundo con muchas dudas e incertidumbres, y con el ardiente deseo en su interior, que no se consumía con el paso del tiempo, de querer ver a Hyde luciendo tan inocente y blanco como siempre, frente a él.

El tiempo seguía pasando, el invierno seguía llegando de poco a poco a la ciudad, y él caminaba por la vida, cumpliendo con sus obligaciones y dándose un tiempo cada día para ser capaz de soñar y no permitir que sus ilusiones murieran aplastadas por su lógica y su sentido de responsabilidad con el mundo real.

Era una persona un poco más feliz, pero demasiado solitaria.



La llegada del invierno le tomó por sorpresa, porque estaba más enfocado en todo lo demás, por eso cuando abrió los ojos ese día, salió de la cama y corrió sus cortinas, para dejar entrar un poco de claridad, le sorprendió ver que una gruesa capa de nieve blanca cubría la ciudad, como si hubiesen dejado caer una manta de lana sobre ésta.

Sonrió y se sentó en su cama, para ver como continuaban cayendo los copos de nieve sobre el suelo.

—Hacía mucho que no te veía sonreír tan naturalmente —escuchó a su espalda, y esta vez no se sobresaltó.

Reconocía esa voz, la había extrañado durante ya un par de meses, y volverla a escuchar le regalaba una calma. Una tranquilidad que ni siquiera sabía que había extrañado, pero que calmaba toda la desesperación que en su interior parecía haberse estado anidando. Aquella voz de terciopelo puro que era todo el confort que le hacía falta.

—¿Cómo entraste? —y supo inmediatamente que era una pregunta estúpida, pero no pudo evitar hacerla.

Hyde, tras él, rió suavemente.

Se volvió a medias, para poder observarle. Hyde tenía la misma mirada cargada de un afecto imposible de ocultar, y una sonrisa pequeña que le hacía parecer más etéreo de lo que ya era en realidad. Sus ojos oscuros le miraban fijamente y se sintió revitalizado. Había tanta energía en su pequeña habitación que casi sentía como había cortos circuitos en el aire.

—Soy un ángel, las puertas con cerraduras nunca han sido un problema para mí —recibió como respuesta—. Además, tú me llamaste aquí… Llevas mucho tiempo haciéndolo, y yo había estado ignorándolo, porque hay mucho en juego entre nosotros dos.

Tetsuya movió la cabeza en una afirmación que le costó mucho.

Lo había sabido desde que le vio marcharse aquella vez. Supo que el ángel no estaba dispuesto a renunciar a todo por él, porque quizás a lo que estaba renunciando era a la gloria misma, y nadie en su sano juicio cambiaría un mundo pacífico y perfecto por el caótico mundo humano. Nadie.

Hyde le miró con decisión en sus ojos.

Dio un paso hacia él y ensanchó su sonrisa.

—Tú y yo somos de diferentes especies… —empezó, hizo una breve pausa, como pensando muy bien en como continuar hablando—. Yo pertenezco al cielo, pero aún así quiero estar contigo. Y he llegado a la conclusión de que no me importa ser castigado.

El humano sacudió la cabeza, ¿acaso estaba oyendo bien? El ángel estaba dispuesto a sufrir el castigo por él, por permanecer a su lado.

—Podrías perderlo todo —fueron sus palabras. Sabía que si lo hacía entrar en razón, sería el final de algo que ni siquiera había comenzado.

Pero tenía que ver por su bienestar, del mismo modo en que él lo había hecho.

—No me importa —una pausa, una sonrisa hermosa y casi cegadora—. Aún te tendría a ti.

Asintió, porque él no iba a darle la espalda.

Y después de ese asentimiento, la distancia entre ellos dos se hizo nula, y los labios del ángel se posaron sobre los suyos. Fue un beso que le supo a gloria y que le inyectó más vida y energía, y quiso hacerse uno con Hyde.

Lo abrazó por la cintura y disfrutó de las caricias de sus lenguas, de la piel fría del ángel, del ímpetu con que estaba siendo besado. Del mismo modo en que él se sentía desesperado por sentir por completo al ángel, este parecía tener la misma necesidad. Sus acciones lo demostraban, la forma en que enmarcó su rostro con sus manos y continuaba besándole.

—Gracias —murmuró sobre los labios de Tetsu—. Por aceptarme, no darme la espalda.

Abrió su larga túnica blanca y se mostró tal cual era desnudo, pálido y pequeño, con dos enormes alas que serían capaces de envolverlos a ambos. Tetsuya le acarició la cintura y recorrió aquella piel fría y suave, repartió caricias por todos lados, besó el abdomen plano que estaba frente a él, el pecho, los hombros y abrazó a Hyde.

Éste sonrió y se dejó hacer, ser guiado a la cama, donde permaneció arrodillado, recibiendo caricias de parte del mortal que estaba venerándole, observándole con un brillo en su mirada que le hacía sentir tan especial.

Movió sus alas, nervioso, y dejó escapar un suspiro corto.

Sentirse tocado le hacía sentir nervioso, porque jamás había tenido tanto contacto con alguien. Roces prohibidos, que le arrebataban el aliento. Vio como Tetsuya poco a poco iba desvistiéndose, sin acelerar el ritmo del momento, primero se deshizo de su camisa y se junto a él, le abrazó, pegando sus pechos desnudos.

Estaba tan tibio, contrastando con lo siempre fresco de su piel como la porcelana.

Besó el cuello de Tetsu y sintió escalofríos cuando éste le acarició la espalda, ahí de donde brotaban sus alas.

—Eres tan hermoso —murmuró el humano, con voz pausada y ronca—. ¿Estás seguro de querer hacer esto? Aún podemos detenernos.

Le besó de nuevo.

—Estoy seguro —confirmó.

Se abrazaron con fuerza, se entregaron mutuamente. Y mientras Hyde era preparado, empezó a llorar, lágrimas brillantes y redondas que resbalaban por sus mejillas.

—Te amo, Tetchan —murmuró, y recibió un beso en la frente.

Cuando se volvieron uno mismo, las alas de Hyde los cubrieron a ambos, creando un capullo protector.

En el momento en que todo terminó, el ángel acomodó sus alas, para poder dormir al lado de Tetsu, abrazado a éste.

Tetsuya se quedó profundamente dormido, y al día siguiente, al abrir los ojos, se dio cuenta que estaba solo.

La única señal de que Hyde había estado ahí con él, eran las tres plumas blancas que había en el suelo.



Navidad.

Estar solo en esa fecha era deprimente, por eso mismo había salido de casa, y sin importarle la fuerte tormenta, estaba sentado en una de las bancas del parque, observando frente a él un enorme árbol que se había quedado desnudo y vacío, sin ningún animal que requiriera de sus ramas para vivir.

Era por eso que estaba ahí, haciéndole compañía.

Había una gruesa capa de nieve cubriendo su abrigo y el gorro que vestía. Llevaba más de una ahora ahí sentado, observando sin saber si estaba buscando algo en específico, o si estaba esperando que algo sucediera. Lo único que sabía era que estando ahí, las cosas tenían un poco de sentido, y era lo que más buscaba desde que Hyde había vuelto a marcharse.

¿Acaso el castigo había sido separarlos?

Los dos habían sido lo suficientemente ilusos como para creer que Hyde sólo perdería sus alas y que ambos podrían ser felices juntos.

Alzó la vista, porque la había bajado, para observar sus manos enfundadas en guantes de lana, y le sorprendió ver a una persona pequeña y delgada caminando del lado contrario del parque, en dirección al árbol, luciendo muy alerta.

Era él. Se levantó velozmente y fue corriendo hacia donde lo veía.

Vestía una delgada camisa blanca y unos pantalones igual demasiado delgados. Sus pies estaban descalzos y sus manos igual iban desnudas. El cabello negro estaba un poco más largo de lo que lo recordaba, y su piel ya no brillaba más.

—Doiha —le llamó y vio como la persona frente a él, ya no más un ángel, se detenía y le miraba fijamente.

Una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Finalmente te encuentro, Tetchan —murmuró.

Corrió hacia él y lo apretó contra sí, con fuerza, quiso metérselo dentro del mismo abrigo que él vestía. Agradecía que fuera bastante grande como para conseguir que el también pudiese entrar. El calor corporal también ayudaría.

—Perdí mis alas —escuchó que murmuraban contra la piel de su cuello, el aliento tibio de Hyde le reconfortó—. Perdí mis alas y me tomó más tiempo del que yo creía poder encontrarte. Pero aquí estás. No me dejaste.

Tetsuya le besó la frente.

No había pretendido volar con alas ajenas, lo único que había querido era ser cobijado por éstas, protegido. Que fueran capaces de rescatarlo en caso de que él estuviera a punto de tocar suelo después de atreverse a lanzarse para cumplir un sueño. Pero no fue así, por querer cumplir un sueño en específico, Hyde perdió sus alas, y ahora, ambos estaban muriendo de frío.

Esta vez, le tocaba a él ser quien rescatara a Hyde.

Escuchó que dejaba de hablar, pero seguía sintiéndolo respirar contra él, así que con mucho esfuerzo consiguió levantarse y sostener al pequeño ser humano que estaba con él. Caminó lo más rápido que pudo, a su casa.

Le preparó un baño caliente y lo sumergió en la tina.

Después de casi una hora en el agua, lo sacó, lo vistió con ropa caliente, le preparó una taza muy cargada de café caliente, y lo sentó junto a la chimenea.

—¿Aún me quieres? —preguntó el pequeño ex ángel.

Le acarició el cabello, despeinándoselo.

—Ahora, ahora te quiero más que cuando eras un ángel —le confió.

Y cuando Hyde le sonrió, con esa sonrisa maravillosa, sintió que realmente el otro jamás dejaría de ser su ángel guardián. La persona por quien haría siempre bien las cosas, y no dejaría jamás de apreciar hasta el más pequeño detalle de la vida.

-fin-
Notas finales:

Espero que les guste, prometo después de esto regresar a actualizar fics pendientes =P tenía que sacarme esto del sistema ;)


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