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Caballero de brillante armadura por Tail End Charlies

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Notas del fanfic:

Aclaración: Kyuhyun y Heechul tienen doce años. Sungmin tiene diez.

 

Caballero de brillante armadura

 

Pateó la lata, enfurruñado. Levantó la mirada. Atardecía. La pateó de nuevo. Llegaba tarde. Su madre lo iba a matar, y todo por culpa del idiota de Heechul; el muy imbécil había atascado los lavabos del primer piso del colegio y el estúpido del director lo había culpado a él. ¡A él! Por una vez que no estaba implicado y el viejo ese lo había señalado sin siquiera preguntar.

 

Y había tenido que quedarse después de clase a escuchar la perorata de ese hombre.

 

—Cho Kyuhyun, así no llegarás a ningún lado.

 

A su casa, ahí era el único sitio al que quería llegar.

 

La pateó una vez más. Seguro que su madre lo castigaba. Si es que ya lo veía: dos semanas sin consola. ¿Qué clase de madre dejaba a su hijo de doce años sin videojuegos? Eso era una herejía, una tortura ingeniada para dejar a los pobres chiquillos muertos del asco y de aburrimiento.

 

Golpeó la lata una vez más, como si ese trozo de aluminio fuera el culpable de todas sus desgracias. Resopló hastiado, maldiciendo a su divino amigo. ¿Amigo? Nah, el muy cobarde había huido mientras se burlaba de él, dejándolo a merced del demonio. Al día siguiente se las pagaría.

 

Se paró en mitad de la calle. Ahora que lo recordaba, aún no le había embadurnado el pelo con miel. Sonrió de forma perversa. ¿Su madre habría comprado miel? Tampoco tenía mucha importancia, aún le quedaba algo de dinero de la paga.

 

Fue entonces cuando escuchó sollozos. Miró alrededor y vio a su vecino, Sungmin, sentado en un banco cercano. Se acercó a él, pero el pequeño no lo escuchó llegar, tan distraído estaba. Le puso una mano en el mentón para que lo mirara, asustando al menor, que dio un leve respingo.

 

Al ver quién era, Min se secó las lágrimas, sonrojándose levemente por el contacto. Kyu frunció el ceño; le sangraba una ceja. Sacó un pañuelo de su mochila y lo apretó con delicadeza encima de la herida.

 

—Kangin.

 

Y no era una pregunta, era una afirmación, porque Kyu ya se imaginaba lo que había pasado. Aun así el menor asintió con la cabeza. Chasqueó la lengua al ver el atuendo de Sungmin: pantalones rosa y una camiseta con conejitos.

 

—Minnie, ya tienes diez años, no puedes vestir así — el menor hizo un puchero que a Kyu le pareció adorable. Apartó la mirada, ruborizado.

 

—Pero a mí me gusta.

 

—A los chicos no les gusta ni el rosa ni los conejos.

 

Sungmin empezó a llorar de nuevo. Kyuhyun se dio una patada mental y se sentó a su lado mientras lo abrazaba, apretándolo con fuerza, porque odiaba ver al pequeño llorar, notaba un vacío horroroso y se sentía la peor persona del mundo, aunque él no estuviera implicado en las llantinas de Min.

 

Y todo por culpa de ese gorila de Kangin, maldita fuera su estampa. Porque, claro, con trece años y con el tamaño de un armario creía que era de “adultos” eso de ir pegando a niños pequeños. Y a su pequeño conejito no le pegaba nadie, claro que no. Como se llamaba Kyuhyun que no le volvía a poner la mano encima.

 

Y sí, había dicho “su pequeño conejito”, porque con doce años ya tenía muy claro que, en cuanto Min tuviera un par de años más, no se le escapaba. Y no estaba preocupado, porque ya sabía que por besar a alguien no te quedabas embarazado. Heechul era una mina de información al respecto.

 

Se levantó del banco, miró a Sungmin como pensaba que lo haría un adulto responsable (con mucha seriedad y resolución), le cogió una mano y le dijo:

 

—A partir de ahora yo cuidaré de ti — el pequeño abrió la boca, sorprendido, como si tuviera delante a su ídolo del momento (el Power Ranger rosa, claro está), y luego sonrió, feliz, deslumbrando a Kyuhyun, que se sonrojó hasta la raíz del pelo.

 

—¿Lo prometes? — Kyu carraspeó, intentando mantener su apariencia de tipo duro encantador.

 

—Por supuesto que lo prometo. Seré tu guardaespaldas a tiempo completo.

 

Sungmin no sabía que quería decir “guardaespaldas”, pero si eso significaba que iba a pasar más tiempo con Kyu, ya le parecía bien.

 

Asintió efusivamente con la cabeza, se levantó y los dos regresaron a casa cogidos de la mano. Y a Kyuhyun no le importó que su madre lo castigara un mes sin videojuegos.


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