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Psycopath por desiree

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Psycopath

 

A veces la vida nos lleva por caminos que desembocan en un desierto arenoso, siniestramente oscuro, árido, sin vida alrededor… Pero a veces es como si, poco a poco, nos fuéramos hundiendo en un pozo lleno de agua, donde los gritos de ayuda que libramos al aire se amortiguaran en las paredes y el agua comienza a filtrarse lentamente en cada poro de la piel, hasta llegar a la cabeza y taparnos lentamente… asfixiándonos, muriendo segundo a segundo.

Todo lo que agobia parece expandirse y contraerse de una manera tan horrible… cuando se contrae asfixia, cuando se expande nos sentimos solos…

Shiroyama no entendía como había logrado sentirse así, solo y asfixiado.

Pero de algo estaba seguro, Reita tenía toda la culpa de su miseria.

 

-          Hábleme de él.- le pidió su psicólogo, el doctor Yutaka.- Cuénteme de Shima.

-          Ah!- exclamó.- ¿es necesario?

-          Es importante, el es la clave de su problema, Shiroyama-san.

-          Como decirlo… Uru era…- tosió levemente para luego corregirse.- es, la piedra fundamental de mi existencia. Sin él no soy nada ni nadie. No es que lo ocurrido me haya desmoronado, al contrario, sé que si estamos juntos, hoy por hoy, es gracias a mí. Yo soy el que hizo todo por mantener esta relación en pie.- hizo una pausa larga esperando a que su médico dijera algo.

-          Bien. Prosiga.

-          Me engañó, ¿sabe? Se dejó seducir por esa rata rastrera e intentó marcharse.

-          ¿Nunca pensó que si ‘Uruha’ intentó dejarlo es porque le faltaba algo que usted no le estaba dando?

-          Oh! No! Yo le he dado mi vida, Señor. Mi vida y mucho más y lo único que recibía de su parte eran quejas, quejas y más quejas… que no lo dejaba respirar, que ya no podía ni moverse del departamento, que ni siquiera veía a sus amigos… que el único ser humano que veía era a…  bueno ¿para qué mencionarlo?

-          Dígalo.

-          Reita… no se en que momento de inconsciencia le dejé pisar mi amado piso. Claro, se hizo el buenito. Fue él, el que le metió la absurda idea de que yo lo tenía secuestrado, que nuestra relación era enfermiza. Lo enamoró  para luego dejarlo tirado, porque lo conocí lo suficiente como para saber que Shima iba a terminar mal con aquel romance de telenovela.

-          Por eso es que…- Yutaka pasó saliva esperando la confesión.

-          Justamente ese fue el motivo por el cual yo le prohibí el paso a mi casa. Pero no me obedeció. Comenzó a verlo a escondidas mientras yo salía a trabajar… se trepaba por la ventana para meterle esas ideas locas que tenía en la cabeza… Un idiota.

-          ¿Cómo lo descubrió?

-          Un día no fui a trabajar, obviamente que él no sabía que yo estaba en casa, por lo que lo atrapé en medio de su cursilería barata. Y no se la llevó gratis.

-          Ninguno de los dos.- aclaró el doctor imprimiéndole fuerza a su voz.

-          Uru tenía que aprender, doc. No me podía fallar a mí, justo a mí que lo saque del infierno que era su casa. Yo que lo protegí con mi vida y le di todo…

-          Shiroyama-san, creo que eso es lo que lo tiene tan agobiado.

-          ¿Usted cree?

-          ¿Acaso no siente culpa?

-          NO!- contestó con desesperación.- Culpa? Si los dos se lo merecían. Yo me quedé solo, doc. Pero ellos no se la llevaron gratis y eso… es reconfortante.- dijo con una sonrisa en su rostro.-  No me arrepiento, él está conmigo, no de la manera más bonita. Mi Shima no me dejará nunca, su alma está conmigo. Y Reita… debe estar pudriéndose en el infierno.

 

El psicólogo hizo algunas anotaciones en su libreta, el diagnóstico era claro. Ese muchacho pelinegro de orbes oscuros estaba loco. Su psiquis estaba colapsada totalmente, hecha añicos, destruida y no había manera de ayudarle más que derivándolo a un psiquiatra y que éste le suministrara pastillas para mantenerlo bajo control. Sin embargo, la soledad y la culpa seguirían haciendo mella en él, seguirían arrasando con lo poco que le quedaba de cordura.

Suspiró y metió su mano derecha en el bolsillo, donde rebuscó un poco hasta dar con su pañuelo de tela, con el que se secó el sudor de la frente… tratar con asesinos siempre lo ponía nervioso, pero era parte de su profesión.

Miró su reloj para luego contemplar unos segundos a su paciente… Shiroyama Yuu, quién, al parecer, mantenía una leve conversación con alguien… una persona que era invisible a sus ojos, pero visible a los de su paciente. Se decidió y estiró su mano, presionó el botón rojo de un aparato que se encontraba a su derecha y, tan pronto como lo hizo, dos personas vestidas de blanco entraron y le pusieron amablemente el chaleco de fuerza al pelinegro que, antes de retirarse de su consultorio le sonrió sinceramente y dijo.

 

Nos vemos la próxima ¿no?

 

 

Notas finales:

Review?


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