Sus manos
Sus labios
La silueta de su figura
La adrenalina corriendo por su cuerpo
Las ansias de tomar su ser
El fuego que lo consumía
La pasión que en ellos corría…
Un hambre lleno de culpa y agonía
Tomo con impaciencia sus ropas y las desgarro, la piel expuesta del torso del moreno le incitaba a besarla y así lo hizo, recorriendo las líneas de su cuerpo, trazando nuevas marcas que dejaba con sus besos. Besar su piel y escuchar los sonidos del moreno le excitaba; de una forma que no se asemejaba al ver la sangre derramada de otros durante una pelea, pero eso se podía arreglar. Qué más daba hundirlo un poco más, hacerlo caer, destrozarlo; si ya había caído una vez
¿Qué más seria humillarlo una segunda vez?
Yamamoto se sentía arder, como lava hirviente; las sensaciones de su cuerpo se extendían con olas de deseo y lujuria. La cabeza le daba vueltas y se sentía en un éxtasis que iba de manera creciente por su cuerpo. En un momento sintió una calidez posarse sobre uno de sus pezones y gimió sin moderación.
La habitación oscura siendo testigo de su encuentro, el eco de sus corazones a través de la inopia del silencio; Yamamoto deslizo sus manos temblorosas por el cabello de su acompañante, enterrando sus manos en esos delgados hilillos, con fuerza los halo para poder tener a su altura el rostro del individuo con el que estaba a punto de traicionar a Gokudera.
Con la luna iluminando parcialmente la habitación observo con detenimiento el rostro afilado, ese perfil tan suave y rudo, su cabello negro sobre el rostro; sus delineados labios, y sus ojos oscuros de un predador.
Las trazas de alcohol en su cuerpo hacían mella su sentido de la moral y de lo indigno, su libido se consumía ante las caricias de su compañero, Ordaz de emociones cubrían su ser siendo víctima de la lujuria y el deseo, las pasiones carnales que lo devoraban.
Pensamientos de culpa galopaban a tropel por su cabeza, imágenes del rostro de Gokudera humedecido por las lágrimas, amargas palabras que se incrustaron en su corazón, miradas furiosas y desafiantes, destajos de corazones incrustados en su pecho, y en la oscuridad del aquel pasillo la sonrisa de un predador invitándolo al pecado, en la sombras Hibari seduciéndolo a caer dispuesto a beber de su dolor por pura satisfacción personal, engreídamente.
Un beso
Una caricia
Gemidos
Un golpe en la cama
Un gruñido salvaje
En menos de dos latidos Yamoto estaba boca abajo sobre la cama, con Hibari detrás de él, preparándolo para hacer incursión en él. Hibari era demasiado impetuoso salvaje, rudo y brutal, nada como Gokudera, pensaba Yamamoto sintiendo como entraban en él. Aquel dolor familiar se apodero de él y sin darle oportunidad a nada Hibari comenzó con su danza llevando a Yamamoto a un lugar donde no podía pensar, razonar tan solo sentir. Y antes de perderse en la gloria de la cumbre, con su escasa concentración pudo ver a un chico de cabellos plateados y ojos verdes que le miraban con incredulidad y dolor.
Hibari noto como Yamamoto veía a la puerta y vio parado ahí a Gokudera, una sonrisa maliciosa se apodero de sus labios y tomo el rostro de Yamamoto para darle un beso que termino con sangre en los labios de ambos chicos, para luego Hibari dar una última estocada en el moreno hasta hacerlo gritar de placer mientras el chico de ojos verdes salía de la habitación con lagrimas en los ojos.