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Feliz Navidad por Kurenai_no_Angel

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Notas del fanfic:

Lo tenía escrito hace tiempo, mucho antes de hacer el de Syo y Natsuki. Pensaba subirlo en Navidad pero entre las comidas familiares y demás no iba a tener tiempo, asi que lo subo hoy.

 

Ni los personajes ni la serie me pertenecen.

Notas del capitulo:

Solo quería felicitar navideñamente a todos mis lectores y dar las gracias por los comentarios que me enviaís y los ánimos, no seguiría aquí sin vosotros ^^ Y también a mis amigas que me animan a seguir en esto!!! Feliz Navidad a todos!!!

Su mirada vagaba por fuera del ventanal. Estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas y la guitarra sobre ellas, absorto, mirando el paisaje exterior. Llovía copiosamente. ¿Por qué no se podía transformar esa lluvia en nieve? En eso llevaba pensando los últimos diez minutos. Le gustaría ser capaz de cambiar eso con la mente. Se concentró con todas sus fuerzas como su pudiera hacerlo, pero, obviamente, no logró nada. Volvió a su posición inicial. Notó unos ojos azules clavarse en su nuca. Unos pasos llegaron hasta a él y se acomodaron a su lado, con un suspiro.


 


 


-¿Qué te pasa?- preguntó revolviéndole el pelo.- Estás demasiado callado para lo que acostumbras.


 


-Nada…- apoyó la cabeza en su hombro.- Se acercan las Navidades y pensaba que sería genial que nevara.


 


-Lo dices como si nunca hubieras visto nieve.


 


-No es eso. Nunca he pasado unas Navidades nevadas. Me haría ilusión, sin más. Un poco tonto, ¿no?


 


-Sí, la verdad es que sí.- le desordenó el pelo con el puño.- Pero supongo que esas cosas tontas son las que me gustan de ti.- sonrió ligeramente.


 


 


Otoya se sonrojó. Balanceó el peso de su cuerpo para apoyarse en el pecho de su compañero de habitación. Hacía escasos dos meses que se habían vuelto pareja y apenas se lo podía creer. Todo era demasiado nuevo para ambos e iban un poco tanteando el terreno acerca de cómo actuar el uno con el otro. No querían incomodarse ni agobiarse. Lo cierto era que se sentían genial de esa forma.


 


 


-Toki… ¿crees que nevará?- preguntó volviendo de nuevo la vista a fuera.


 


-Si lo deseas con fuerza, seguro que sí.- rozó la cálida mejilla del pelirrojo. Antes le disgustaba que usara ese diminutivo cariñoso. Ahora se había acostumbrado y prácticamente le había prohibido llamarle de otra manera que no fuera así, excepto en público.


 


 


Otoya se separó un poco y se encontró con los profundos ojos azules de Tokiya. Al ver su intensa mirada se sonrojó pues sabía lo que venía a continuación. Los suyos color rubí se cerraron y enseguida notó sus labios. A pesar de la imagen que daba a los demás, Tokiya era una persona cálida y agradable. Además, como había descubierto Otoya, se estaba entregando plenamente en la relación y se había volcado para que saliera adelante. Había abierto su corazón al completo. El pelirrojo lo sabía, era consciente de que Tokiya se había vuelto vulnerable a él y eso le provocaba una pequeña satisfacción. Su aliento sobre su nariz le volvió a la realidad. Sí, aquello estaba sucediendo de verdad. Tokiya y él eran pareja. Ambos seguían un poco sorprendidos por el rumbo que habían tomado las cosas, pero el amor que se tenían hacía que todo fuera un poco más sencillo.


 


 


-Tengo que volver con los deberes.- se excusó Tokiya.- Y tú deberías hacer lo mismo.- le reprochó cariñosamente.


 


-Sí, profesor.- respondió con diligencia a modo de burla.


 


 


Tokiya se levantó pellizcándole el moflete. Cogió la partitura con la letra a medio escribir y se tumbó boca arriba en su cama. Otoya cogió la guitarra y rasgó las cuerdas distraídamente. La ardía la mejilla donde le había tocado. Era una sensación agradable y cosquilleante. Pensó de nuevo en su deseada nieve. Realmente sería romántico pasar una Navidad así con Tokiya. Le miró de reojo. ¿Qué debería comprarle? Todavía no lo había decidido. Tenía el ceño fruncido y mordisqueaba la tapa del bolígrafo. Estaba tan sexy… Sacudió su cabeza quitándose esos pensamientos y sintió el rubor recorrerle la cara. Se concentró de nuevo en su guitarra. Algo inútil una vez que se colaba ese rostro dionisiaco en su mente. No podía evitarlo, le volvía loco. Y le preocupaba ese sentimiento tan descontrolado que antes de su primer beso no existía ni de lejos.


 


 


¡Ah! Tenía que dejar aquello. A ver. Debía centrarse. Un regalo para Tokiya. Quería que fuera especial, que le gustara, algo original. Se desesperó. No se le ocurría nada. Los ojos de Tokiya se clavaron en él y luego fueron al papel, con una mueca de disgusto. Otoya sonrió. Le molestaba que le miraran y el pelirrojo lo sabía. Pero en ocasiones, tenerle a la vista le resultaba necesario. Tragó saliva. Sus dedos se deslizaron vacilantes por la guitarra. La música fluyó. Tokiya, después de un minuto de vacilación, completó la melodía con su impresionante voz, la cual Otoya no tardó en corear. Sus tonos quedaban genial mezclados y los sentimientos que transmitían al cantar eran fácilmente palpables. La canción terminó y se sonrieron.


 


 


-Me voy a la ducha.- anunció el pelirrojo dejando la guitarra suavemente en el suelo.


 


 


Abrió el armario y seleccionó una camiseta gris ancha y unos pantalones piratas negros, más la ropa interior correspondiente. Fue al baño, se desvistió y dejó correr el agua para calentarla. Metió un dedo bajo el chorro y cuando juzgó que estaba a la temperatura deseada, se introdujo de golpe, corriendo la cortina. El agua le empapó. Se sentía bien. Regresó al regalo de Tokiya y a sus características iniciales. Algo especial, que pudiera gustarle y que nadie más excepto él pudiera regalarle. Sus neuronas trabajaban a toda velocidad. Una idea estúpida y absurda se le ocurrió. Su virginidad. Era especial, le gustaría y sólo él podía dárselo. Las mejillas le ardían. Se echó champú y lavó su pelo fuertemente. ¿Cómo podía si quiera planteárselo? Su relación avanzaba de manera lenta y lo máximo que habían llegado era a besos profundos y caricias aisladas. No era que le disgustara avanzar así, es más, le gustaba que fueran poco a poco para que ambos pudieran acostumbrarse y estar bien. Por eso era absurdo pensar ni siquiera en algo como eso. Además, seguro que cuando se lo propusiera se burlaría de él. Sería demasiado vergonzoso. Y seguro también que tenía alguna experiencia… ¿Experiencia? Frunció el ceño. Nunca se había lo planteado. Ni habían mencionado el tema. Tokiya era popular entre las chicas. Aunque su personalidad se había cerrado al entrar en la academia, antes era amable y cálido, justo como estaba empezando a ser ahora.


 


 


Tampoco sabía nada de su vida anterior a ingresar en la academia. No sabía si había tenido novia o algún tipo de relación con alguna chica. Y si había existido, como había sido. Le iba a estallar la cabeza. Pasó la esponja con gel por todas las partes de su cuerpo tratando de pensar en otra cosa. Pero solo el imaginar que había podido hacerlo con alguna chica… Otoya no tenía ninguna experiencia. De prácticamente nada. Alguna que otra vez se había fantaseado como sería su primera vez. Con una chica del estilo de Nanami, dulce, inocente, tierna. Él se comportaría como un absoluto caballero y la trataría con la mayor delicadeza del mundo. Guiaría en todo momento sus pasos aunque ni él mismo tuviera idea de cómo actuar. Pero se sentiría seguro, porque querría lo mejor para ella y se esforzaría, saliendo todo de manera natural.


 


 


Todo había dado un giro de ciento ochenta grados. Su pareja actual era un hombre. Del cual estaba enamorado, sin dudarlo, pero del que casi no sabía nada. Y si ya de por sí solo sabía lo básico de sexo, se volvía más difícil teniendo en cuenta que lo tendría que practicar con un chico. Cerró el grifo con fuerza y enfado. Se lo preguntaría. Le preguntaría sin rodeos si era virgen y así esa duda dejaría de reconcomerle. Tiró de la toalla colgada en el gancho de la pared y se la ató a la cintura, cubriéndose. Cogió otra más pequeña y se secó el pelo, dejándola caer al cuello al terminar. Salió de nuevo al cuarto. Tokiya seguía en la misma posición. Al verle entrar atropelladamente, le miró curioso.


 


 


-¡Tokiya!- exclamó alterado. Fue a hablar de nuevo cuando vio cómo se ocultaba el rostro con las partituras.


 


-Otoya…la… toalla…- tartamudeó incómodo.


 


 


El pelirrojo agachó la cabeza. La blanca toalla que le cubría se había deslizado sigilosamente hasta el suelo, dejándole indefenso.


 


 


-¡Aaahhh!- se agachó rápidamente y se dio la vuelta para taparse. Escuchó las risas de su compañero mientras se la colocaba. Tenía las mejillas encendidas.


 


-¿Qué me tenías que decir?- preguntó divertido.


 


-Nada, olvídalo. Voy al baño a vestirme. Ahora vuelvo.-sus mejillas eran de un fuerte color carmesí.


 


 


Posó la mano en el picaporte de la puerta, pero unos fuertes brazos le agarraron por detrás, reteniéndole. ¿En qué momento se había acercado tanto? Cerró los ojos disfrutando del contacto sobre su piel desnuda. El tacto de su jersey era suave.


 


 


-Toki…-suspiró.


 


 


Le besó el pelo mojado y apretó más su cadera, juntándole con su cuerpo. No le importaba si era virgen o no. Solo que era suyo, que ahora le pertenecía y nadie más podía obtener lo que él tenía. Sus labios bajaron hasta el cuello, apenas rozándolo. Otoya se estremeció. Era la primera vez que hacía algo así. Su voz quería suplicar más, pero tenía la garganta seca. Sus manos subieron por su pecho, acariciándole con dulzura. Eso era la parte que más le gustaba de él. La que no mostraba con nadie más. Esa ternura que sacaba con él. Los labios de Tokiya se abrieron un poco, succionando ligeramente. El pelirrojo aguantó los jadeos a duras penas. Creía que de un momento a otro iba a salir en llamas y por donde Tokiya tocaba, quemaba. Los dientes dieron pequeños mordiscos y un gemido involuntario escapó de su boca.


 


 


Tokiya le giró bruscamente, dejándole cara a cara, atrapando sus labios. El beso, que debería ser lento como antes, tornó salvaje y desesperado. A Otoya no le disgustó. Es más, lo profundizó enredando sus dedos con su pelo y empujándole. Tokiya le guió hasta la cama, tumbándole. Quedó encima suya. En un movimiento hábil, se desprendió de la camiseta y la lanzó a un lado. El pelirrojo puso cara de pánico. ¿Lo iban a hacer? ¿En serio? No estaba preparado para eso. Era demasiado repentino y no se había mentalizado del todo. Tokiya se detuvo al ver su expresión. Se asustó.


 


 


-Yo… lo siento…No te preocupes, estoy bien. – se apresuró a decir Otoya ante su mirada.


 


-Lo siento.- perfiló una media sonrisa y se tumbó a su lado, acariciando sus mejillas con la yema de los dedos.- No debí hacer eso.- susurró. Su voz sonaba dolida.


 


-¡Ey!- se dio la vuelta para encararle.- Está bien, en serio- Es solo que fue… demasiado rápido y no me dio tiempo a asimilar información.- rió para quitarle hierro al asunto. Le besó la frente.- Toki, te quiero.- le sopló los mechones que caían laxos por su frente.


 


 


Tokiya no contestó, tan solo rodeó su cintura y le obligó a acurrucarse en su pecho.


 


 


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Las calles estaban abarrotadas de gente con bolsas en las manos. El ambiente navideño ya se notaba y las tiendas daban lo mejor de sí para atraer a los clientes para que compraran en ellas. Otoya miraba a un lado y a otro, fijándose en todos los escaparates posibles. Pero nada le parecía lo suficientemente bueno para Tokiya. Eran cosas triviales, insustanciosas. No había nada que se pudiera calificar de “especial”. No tenía una idea fija de lo que quería. Tampoco tenía intención de comprar en ese instante el regalo perfecto. Solo quería echar un vistazo y hacerse una idea sobre lo que podía encontrar. Había altavoces repartidos con canciones muy rítmicas. Escuchó unas voces conocidas. Starish sonaba a todo volumen. Eso le hizo entrar en su tienda habitual de música. Fue a la sección de “Los más Vendidos” y observó con cierta sorpresa que el disco de su grupo estaba en primer lugar, seguido muy de cerca por el último de Hayato. Se alegró por Tokiya. Su disco de despedida estaba siendo un éxito. Incluía su famosa canción “Nanairo no Compass” y cinco más inéditas. Cogió una copia y fue a caja a pagar. Él también quería contribuir a ese éxito.


 


 


Salió de nuevo al bullicio con su CD bajo el brazo y continuó su particular odisea hacía el regalo perfecto. Nada le convencía. Daba igual el empeño que pusiera en no ser tan sumamente exigente. Era incapaz de imaginar a Tokiya con cualquiera de esas cosas normales. Un cartel luminoso captó su atención solo unos segundos. Cuando estuvo a punto de desechar aquella luz incidente, giró la vista lo justo para quedar hipnotizado. Un fantástico ordenador portátil giraba en el escaparate. Lo mejor no era eso, si no lo que rezaba el cartel complementario. Era un potente portátil con un programa musical instalado. Dicho programa, creaba melodías a las cuales se las podía acoplar la letra. Podías grabar tu propia voz para ver cómo quedaría la mezcla. Combinaciones inimaginables de notas, tonos y todo tipo de elementos para crear la canción más perfecta que se pudiera pensar. Los ojos de Otoya releían el cartel una y otra vez. Había mucha terminología técnica que no comprendía. Pero ya se había enamorado de aquel objeto y lo conseguiría a toda costa. Entró para preguntarle al dependiente el precio. Desorbitado. Absolutamente desorbitado. No dudaba de que lo pudiera valer, pero era demasiado dinero. Calculó mentalmente lo que le restaba de su última actuación. Bastaría para pagar solo la mitad. Y no iba a pedirle dinero a sus padres. Para empezar, porque no sabría explicarlo. De segundo, porque prefería ganar su propio sueldo pues así lo compraría más complacido.


 


 


Regresó al frío de la calle dispuesto a encontrar trabajo a tiempo parcial para poder costearlo. No tuvo que buscar mucho. En una tienda cercana requerían a un empleado para envolver regalos durante las vacaciones de Navidad. Se informó sobre el puesto. La encargada le reconoció como uno de los integrantes de Starish. Al parecer era una fan acérrima del grupo y le contrató sin miramientos. Otoya agradeció su pequeña fama si le servía para su propósito. Empezaría al día siguiente. Volvió a la academia feliz. En una tarde había liquidado dos problemas. Pero en su alegría, se olvidó de un pequeño detalle sin importancia. No sabía envolver regalos. Siempre había sido un torpe para esas cosas, por eso pedía a las empleadas que lo envolvieran ellas. Se revolvió el pelo con su nueva frustración. Tiró la mochila en el suelo al llegar a la habitación. Tokiya no estaba. Pensó en pedir ayuda a Nanami. Pero tampoco estaba en su cuarto. Como última opción decidió recurrir a Natsuki y Syo. Unos gritos provenían de su habitación. Temeroso de lo que pudiera encontrar, abrió un poco la puerta. Syo estaba tendido en su cama vestido de… ¿gato? Estaba siendo asediado por el flash del móvil de su compañero. Al ver al pelirrojo se detuvo y le prestó atención.


 


 


Otoya describió brevemente su apuro mientras Syo lanzaba improperios y se cambiaba de ropa a toda velocidad. Natsuki sacó de su armario, después de unos quince minutos revolviéndolo, un rollo de papel colorido y le dio unos trucos básicos para envolver los paquetes de manera rápida y relativamente eficaz. Encaminó sus pasos de nuevo a su dormitorio memorizando los pasos. Tokiya seguía sin volver, así que decidió aprovechar para practicar lo aprendido. Los primeros intentos le salieron fatal, pero poco a poco cogió el ritmo y acabó siendo capaz de envolver correctamente una caja de zapatos. Sin darse cuenta, se quedó dormido.


 


 


-Siento el retraso.- anunció Tokiya al entrar. Se quedó en silencio al verle tirado en el suelo desparramado y cubierto por pequeños trozos de papel con colores vivos y pedazos de celofán pegados en sus dedos.


 


 


Ardía en deseos de despertarle solo para preguntarle qué narices estaba haciendo. Pero la ternura e idiotez que desprendía en esa posición le ablandaron. Le recogió en brazos como pudo y le tumbó en su cama, retirando todos los desperdicios que tenía por encima. Tiró todo lo que había por el suelo en la papelera y se metió entre las sábanas. Ya tendría tiempo mañana de interrogatorios.


 


 


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Llevaba una semana trabajando y la clientela había aumentado considerablemente. No solo por el éxito que había cosechado como cantante, si no, según su jefa, por su “buena presencia”. Eso se notaba en que la mayoría eran mujeres. Había adquirido gran habilidad para envolver los regalos y ahora tenía más soltura y lo hacía más rápido. Al final, había tenido que sincerarse con Tokiya y contarle que estaba trabajando en una tienda a tiempo parcial hasta pasadas las Navidades. Pero no le contó para qué lo hacía. Tokiya se limitó a reprocharle que no debía olvidarse de la importancia de las clases y, sobre todo, de los exámenes. A veces pensaba que se comportaba como su madre.


 


 


Tenía el dinero más que necesario pues debido al incremento de las ventas le habían subido el sueldo. Después del trabajo, salió en dirección a la tienda a por el ordenador con el pago en el bolsillo. Tuvo suerte, quedaba solo uno. Lo compró y pidió que se lo envolvieran para regalo, no le apetecía hacerlo a él. Regresó a la academia silbando feliz y satisfecho por su compra. Quedaban solo unos días para Navidad y tenía unas ganas enormes de que llegara. Escondió la bolsa debajo de su cama y se tumbó en ella con una sonrisa puesta en los labios. Sonó la puerta y un cansado “ya he vuelto”. Otoya se incorporó y le saludó alegre. Tokiya al verle cambió su semblante exhausto por uno más amable. El pelirrojo le abrazó efusivamente y su compañero le correspondió. Hundió su cabeza entre el cuello y el hombro, oliendo su pelo. Reconocería su aroma en cualquier parte en la que estuviera. Era delicioso y atrapante. El soplar tan fuerte para respirarlo le hizo cosquillas a Tokiya en el cuello.


 


 


-Ey, para. Hoy estás muy emocionado.- le apartó un poco, sonriente.


 


-Es que estoy feliz.- puso cara de gato.


 


-Ya veo, ya. ¿Y qué se debe esa felicidad?- preguntó depositando sus cosas entre la cama y el escritorio.


 


-A~ti~- canturreó melosamente depositando un beso fugaz en su hombro.


 


-La semana que viene es ya Navidad.- comentó atrapándole por la cintura y dejándose caer en la cama con Otoya encima de él.- Espero que no tengas ningún plan.


 


-Sí, lo siento, ya he quedado.- contestó.


 


-¿Con quién?- ahora ya no había nada dulce en su rostro.


 


-Pues con un chico alto, guapo, simpático, un poco gruñón a veces, pero bueno, al que al fin y al cabo quiero.- sonrió ampliamente y le apretó la punta de la nariz.


 


-A veces me pregunto cómo puedes ser tan tonto.- sonrió aliviado.


 


-Dime, ¿has preparado algo especial?- preguntó con los ojos brillantes.


 


-No pienso responder ninguna pregunta que me hagas al respecto.- dijo tajante.


 


-Veeeeeeeengaaaaaaaaaaa.- empezó a hacer pucheros como un niño pequeño.


 


-No es no.


 


-¿Y si te obligo a decírmelo?- su cara pasó a ser juguetona.


 


-¿Cómo?- le siguió el juego.


 


 


Con la respiración entrecortada, atrapó sus labios en un beso. Tokiya le agarró con una mano por las muñecas y le obligó a poner todo su peso encima de sí. La otra, bajó hasta su cadera para acariciarle con suavidad. Otoya sentía de nuevo ese ardor que le recorría de lado a lado. Era hipnotizante. No recordaba haber sentido algo así jamás con nadie ni por nadie. Era casi adictivo. Tokiya profundizó más el beso y el pelirrojo sintió que su pecho iba a estallar. Se coló debajo de su ropa y Otoya pegó un respingo. Todavía le sorprendía la calidez y dulzura de sus caricias. Siguió subiendo, recorriendo poco a poco su piel y con ello, subiendo su camiseta cada vez más. Se sentía nervioso y excitado al mismo tiempo. Otoya se zafó del agarre de Tokiya y subió su camiseta. Quería que sentir el contacto de su piel sobre la suya propia. Tokiya le apartó un poco para besar su cuello, incorporándose ligeramente para estar más cómodo. El pelirrojo se mordió los labios para que no saliera ningún sonido de su boca. Dejó un rastro de saliva por su pecho, mientras sus manos se escabullían hacia abajo. Otoya se separó alterado.


 


 


-Lo siento, lo siento. Fui demasiado rápido. Lo siento.- se disculpó rápidamente, incómodo.


 


-Es que… yo… lo siento.- se abalanzó a abrazarle con fuerza.- Necesito más tiempo para acostumbrarme a esto.- sollozó.


 


-¿Ves cómo un estúpido?- suspiró.- Te voy a dar todo el tiempo del mundo, tonto. Es solo que… cuando me besas me olvido de todo. Se me olvida que tengo que ser más cuidadoso, solo me dejo llevar porque te quiero y quiero más de ti a cada instante que te toco. Siento ser así.- le tomó de la barbilla y le limpió las lágrimas.


 


-Te amo.- lloró más fuerte. Ahora sí que parecía un niño pequeño.


 


-¡Qué imbécil puedes llegar a ser!- le abrazó fuertemente, acariciándole el pelo entre risas. -¡Oh vamos, para ya! ¡Me estás moqueando entero!- le reprochó empujándole fingiendo cara de asco.


 


-¡No soy un mocoso!- se defendió limpiándose la nariz.


 


-Pero al menos has sonreído. –le pinchó la mejilla.- Te quiero.- susurró en sus labios, antes de besarle nuevamente, pero esta vez despacio, sin prisa, dándole a entender que no importaba el tiempo, siempre que fuera con él.


 


 


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Y por fin llegó la tan esperada víspera de navidad. Otoya había madrugado de la emoción que sentía. Llevaba toda la mañana pegado a la ventana, pensando fuertemente en que nevara. Tokiya le observaba metido bajo las sábanas, con cara de sueño.


 


 


-¿Qué hora es?- preguntó con la voz pastosa.


 


-Las diez.- contestó feliz.


 


-Anda, métete en la cama. Qué no son horas y es fin de semana.


 


-Eso suena raro viniendo de ti.


 


-Desde que estoy contigo, tu hiperactividad me afecta porque no puedo ignorarte como lo hacía antes.- respondió quedamente antes de arrullarse en el calor de su cama.


 


-¿Qué me vas a regalar? ¿Qué me vas a regalar? ¿Qué me vas a regalar?- dando saltitos se sentó en la cama de su compañero.


 


-¡Déjame!- suplicó.- Quiero dormir.


 


-Veeeeeeeeeengaaaaaaaaaaaaa.- tiró de las sábanas.


 


-Últimamente haces mucho eso.- se arropó de nuevo.


 


-No me ignores.


 


 


En un gruñido, apartó toda la ropa y se levantó de la cama. Le anunció que se iba a desayunar y de paso correría un poco, pues era muy temprano. Otoya dijo que le acompañaría ante su cara de fastidio. Desayunaron juntos. Tokiya subió a ponerse ropa cómoda para correr y Otoya le seguía en bicicleta cantando animado. Después se dieron una ducha y Tokiya se marchó a una reunión que tenía con la agencia para finiquitar ciertos temas de Hayato. Quedó con Otoya a las siete en el cenador junto al lago. El pelirrojo no podía estarse quieto de la ilusión. Estuvo el resto de la mañana yendo de un lado para otro, canturreando y saludando alegre a la gente con la que se encontraba. Cuando faltaba escasamente una hora, se plantó en frente de su armario. Miró su ropa críticamente. No sabía que ponerse. ¿Qué le gustaría a Tokiya? Era un chico sencillo que no se complicaba demasiado. Solo era exigente con su propio trabajo, pero no con los demás. Eligió unos vaqueros y una sudadera blanca con las mangas negras. Completó el conjunto con unas deportivas. Se asomó a la ventana. El cielo se veía encapotado. Cerró los ojos fuertemente y deseó por última vez que nevara. Miró el reloj. Quedaban diez minutos para el encuentro. Cogió un abrigo y una bufanda calentita. Se agachó para recoger debajo de su cama el regalo. Salió de la habitación sonriente. Llegó al lugar acordado. Todavía no había nadie. Se subió un poco más la bufanda, hacía mucho frio. Sintió algo sedoso cubrirle los ojos y a alguien susurrar “soy yo”. Le cogió de la mano. La tenía helada. Le guió cuidadosamente mientras él no paraba de preguntar a dónde le llevaba, pero Tokiya no decía nada. Anduvieron unos cinco minutos antes de detenerse. La tela se deslizó y parpadeó. Estaban en algún lugar elevado. Se veía toda la ciudad.


 


 


-Es mi rincón favorito de esta Academia.


 


-Es preciosa.- dijo entusiasmado


 


-Atento.


 


 


Otoya miró fijamente la ciudad. Se veía pequeña y oscura. De repente, las luces navideñas se encendieron todas a la vez, creando una atmósfera alegre y acogedora.


 


 


-Quería que vieras esto.- le abrazó por detrás.


 


-Gracias, es genial.- agradeció emocionado por la sorpresa. Se giró y le dio la bolsa con una amplia sonrisa y expectación.- Toma, es para ti.


 


 


Tokiya le miró extrañado, pero la abrió. Al ver aparecer el ordenador entre los papeles, el rostro se le iluminó aunque trató de disimularlo. Otoya le explicó emocionado los programas y características del portátil. Tokiya le calló con un beso. Se alejó un momento de él y regresó a los pocos segundos con un paquete enorme que le entregó al pelirrojo. Otoya destrozó el papel. Una flagrante guitarra deslumbraba entre sus manos. No podía parar de gritar de lo feliz que se sentía. Se lanzó a besarle y le abrazó fuertemente. Se sentaron en el césped y estuvieron un rato acurrucados, viendo la ciudad iluminada casi mágicamente. El frío empezó a ser más intenso y volvieron al cuarto que compartían. Depositaron los regalos con cuidado en el escritorio.


 


 


-Te quiero.- susurró Tokiya cuando el pelirrojo se acomodó a su lado en la cama.


 


 


Otoya volvió a besarle.


 


 


-He estado pensando sobre lo de… sobre… “eso”- se sonrojó.- Y bueno yo…


 


-No pienso forzarte a nada.- se apresuró a decirle.


 


-Pero quiero. Y quiero que sea esta noche. Quiero que mis primeras Navidades contigo sean perfectas. Te quiero Toki. Estoy seguro. En serio.-soltó todo de golpe.


 


-¿Estás seguro? No quiero presionarte. Tenemos todo el tiempo del mundo y…


 


-Te quiero. –repitió como si eso bastara.


 


-Prometo no hacerte daño.- sonrió con dulzura y se acercó suavemente a él, besándole.


 


 


Otoya le correspondió. Estaba un poco nervioso y asustado. Pero confiaba en Tokiya. Le tumbó sobre la cama y se inclinó encima de él, aunque dejándole espacio para no agobiarle. El beso tornó de suave a un poco más salvaje, pero sin precipitarse. Otoya subió su camiseta para rozar su cadera. Su piel era extremadamente suave. Tokiya hizo lo mismo con la camiseta del pelirrojo y se la quitó en un movimiento. Besó su cuello con ternura, acariciando su pecho y cintura. A Otoya le ardían las mejillas y sentía calor en cada sitio que Tokiya le tocaba.


 


 


-Te quiero. Te quiero. Te quiero.- jadeaba cada vez que separaba los labios unos centímetros de él.


 


 


Otoya apenas podía respirar. Estaba colapsado y abrumado por tantos sentimientos. Le amaba. Tokiya lo era todo para él y no podía evitar que su corazón se acelerara como si estuviera a punto de estallar. Subió de nuevo hasta sus labios y el pelirrojo enredó los dedos en su sedoso pelo. Tokiya se libró de la camiseta y sus pechos desnudos se juntaron. Ambos ardían y su contacto era cada vez más intenso. Las manos de Tokiya parecían expertas en cada toque que hacían y Otoya no pudo evitar preguntarse de nuevo si acaso era virgen.


 


 


-Toki…-se le escapó un pequeño gemido. Sus ojos azules le miraron.- Yo… quería hacerte una pregunta…- jadeó. Sonrió invitándole a continuar.- ¿Eres virgen? –las palabras le salieron de manera atropellada y no pudo evitar apartar la vista avergonzado.


 


 


Tokiya se sorprendió muchísimo. Luego se rió a carcajadas.


 


 


-Te quiero.- dijo entre risas.- Sí, lo soy. No te preocupes.-sonrió con dulzura.-He estado antes con chicas, pero no he llegado a tanto, tranquilo. Tú eres el primero.-se acercó más a él.- Y el último.- le besó la frente.


 


 


Otoya se sentía mucho mejor. Aunque se puso un poco celoso de que hubiera estado con otras chicas. Tokiya volvió a besarle mientras acariciaba su mejilla. El contacto de sus cuerpos semidesnudos cada vez se hacía más intenso. Cada vez deseaban más. No querían conformarse con ese liviano contacto. Tokiya deslizó su lengua por el pecho de Otoya, dejando un camino de saliva. El pelo le hizo cosquillas a Otoya en la nariz. Respiró hondo. Olía muy dulce.


 


 


-Vainilla.- susurró complacido.


 


 


La lengua de Tokiya pasó a jugar con sus pezones. El pelirrojo apretó los labios. Era la primera vez que sentía cosas parecidas. Eran sensaciones placenteras y envolventes. Y más con ese aroma a vainilla pegado a la nariz. Suspiró. Las manos de Tokiya no paraban quietas y no cesaban de masajearle y acariciar cada parte expuesta de su piel. Subió de nuevo. Un jadeo se escapó de su boca cuando se disponía a lamerle la oreja. Otoya se excitó a un más. Le dio pequeños mordiscos en el lóbulo. Otoya se aferró a la caliente espalda, empujándole contra su pecho. Tokiya bajó las manos hasta la cintura de los vaqueros y tanteó en ellos hasta encontrar el botón y la cremallera, desabrochándoselos.


 


 


-Si crees que voy muy rápido, dímelo sin miedo, ¿vale?- sonrió tranquilizadoramente cuando se separó de él. Asintió.


 


 


Se apartó para verle bien. La saliva brillaba en su pecho con la luz que provenía de fuera. Sus mejillas ardían y tenía los labios un poco hinchados de los besos. Lucía adorable. Con la yema del dedo índice, dibujó una línea desde la barbilla hasta el ombligo, disfrutando de la suavidad. Se agachó para jugar con su ombligo y así distraerle mientras le retiraba del todo los pantalones. Comprobó que estaba bastante excitado. Otoya trató de taparse con las sábanas avergonzado, pero Tokiya le sujetó y le agarró por las muñecas.


 


 


-Si yo me muestro entero a ti, quiero lo mismo de tu parte.- dijo librándose de Tokiya.


 


 


Se levantó y se acercó a él ansioso, devorando sus labios. Ahora era él quién desabrochaba su pantalón.


 


 


-Aprendes rápido.- murmuró mordiendo su labio inferior.- Pero por esta vez no te dejaré tomar el control.


 


 


Le sentó encima suya después de haberse deshecho de sus propios pantalones. Atacó otra vez el cuello. Quería ser delicado con Otoya, pero la pasión que le recorría por las venas se lo impedía. El deseo que sentían el uno por el otro era demasiado. El pelirrojo arqueaba la espalda, con los dedos enredados en el pelo de Tokiya. Este presionaba su cuerpo contra el suyo propio, como si quisiera fusionarse. Otoya extasiado, se apoyaba en la cabeza de Tokiya, aspirando el olor a vainilla.


 


 


Tokiya comenzó a deslizarse por la goma de los bóxer del pelirrojo. El nerviosismo afloró de nuevo en él. Tokiya le besó suavemente para tranquilizarle. Otoya tragó saliva y le rodeó con los brazos, dejándole hacer. Le tumbó ligeramente para poder quitárselos del todo y luego regresó a su posición inicial.


 


 


-Tokiya…- jadeó cuando sintió que su mano se colaba a su entrepierna.


 


 


Estaba casi ardiendo. Otoya hundió el rostro en el cuello de Tokiya. Este cogió firmemente su miembro y empezó a masturbarle lentamente, para que se acostumbrara. Todo era demasiado nuevo para él. Los gemidos del pelirrojo no se hicieron esperar. Su cuerpo reaccionaba a las atenciones que le proporcionaba Tokiya. Su pulso estaba acelerado y el corazón le iba a mil. El calor se expandía por todo su cuerpo, originado en aquella zona. Tokiya era cuidadoso y lo hacía con calma, algo que le agradeció infinitamente. Subía y bajaba parsimoniosamente. Otoya no podía controlar los jadeos que exhalaba su garganta, lo que hacía que Tokiya se excitara aún más. Aumentó el ritmo inconscientemente.


 


 


-Ah… Toki… yo… ah… no puedo…- entendió el mensaje y aceleró a un más al punto que su cuerpo se convulsionaba fuertemente, saliendo un fuerte gemido de sus labios y el líquido blanquecino manchaba su mano y parte de su vientre. –Lo siento.- se disculpó apartándose.


 


 


Tokiya le besó para calmarle. Se quitó su ropa interior y la alejó lejos de la cama. Dulcemente, recostó a Otoya sobre la cama y le miró a los ojos. Azul perdido en rojo. A pesar de ser un inexperto, el pelirrojo supuso lo que vendría a continuación. Acarició el brazo de Tokiya para indicarle que estaba preparado. Tokiya lamió dos de sus dedos y le abrió un poco de piernas, rozándole los muslos con la palma de la mano. Primero introdujo uno con cuidado. Estuvo atento a las expresiones de Otoya, no quería lastimarle. Sus rostro se contrajo un poco de dolor y se detuvo.


 


 


-¿Estás bien?


 


-S-sí.-suspiró.


 


 


Probó a introducir el segundo. Esperó a que se calmara. Se movió en círculos despacio. La mueca de dolor se transformó progresivamente en placer, lo que le animó a seguir. Pronto estuvo bien lubricado y preparado. Separó más las piernas depositando un beso en sus rodillas y otro en sus muslos. Se acercó a él y de una sola estocada le penetró ante el grito de dolor del pelirrojo.


 


 


-¡Lo siento!- exclamó agitado.


 


 


Daba bocanadas ansiosas como si le faltara el aire. Gotas de sudor resbalaban por su frente. Le cogió de la mano para que no se preocupara y le dedicó una sonrisa torcida. La expresión de Tokiya se suavizó. Comenzó a moverse despacio, como si temiera romperle de la fragilidad que desprendía. La verdad es que en esa posición parecía más delicado de lo normal. El dolor pasó a deseo. Los labios de Otoya volvieron a abrirse y los gemidos se convirtieron en música celestial.


 


 


-Ah… ¡Toki!- gimió fuertemente.


 


-Otoya…- se inclinó un poco para besarle el vientre.


 


 


Cada vez iba más rápido. Era una espiral frenética. El sudor de ambos cuerpos se entremezclaba y pequeñas gotas brillaban en el cabello despuntado de Tokiya. Se recostó sobre Otoya para estar más cerca de él y este clavó sus uñas desesperadamente en la fina y pálida piel de su espalda. Se mordía los labios tratando de sofocar los jadeos, pero el placer que sentía era demasiado grande y al final acaban escapando irremediablemente. El pelo de Tokiya le hacía cosquillas en el pecho desnudo. Sintió como su mano regresaba a su miembro de nuevo erecto para liberarle de la excitación. En un último sprint, lograron terminar los dos a la vez. Otoya manchando a Tokiya y este dentro de él. Notó la calidez embriagadora de su esencia en el interior de su cuerpo y por alguna razón revolotearon mariposas en su estómago. Salió y se retiró de él. Le besó brevemente en los labios. Quería preguntarle que qué tal, pero su cara de estúpida felicidad lo decía todo. Se tumbó a su lado y cubrió sus cuerpos desnudos con la fina sábana y luego con el edredón.


 


 


-Deberíamos ducharnos antes de que nos quedemos dormidos.- advirtió.


 


 


Otoya le abrazó fuertemente, apoyando la cabeza en su hombro y pasando un brazo por la cadera, impidiendo cualquier posibilidad de escape por su parte. Tenía una sonrisa plasmada de oreja a oreja, indeleble. Tokiya, viendo que no tenía remedio, se limitó a besarle la cabeza y a corresponder su abrazo. En seguida se quedaron dormidos. Fuera seguía haciendo frío. Unos copos blancos empezaron a caer. Estaba nevando.


 


 


-Feliz Navidad, Toki.- susurró en sueños.

Notas finales:

En realidad el fic iba a ser más corto porque no pensaba incluír lemon, pero al final lo hice xD Es el primero que hago sobre esta pareja y no estoy muy segura de él. Por una parte no quería poner a Tokiya demasiado tierno porque no es una personalidad que le vaya demasiado. Pero por otro lado los fanart que hacen de ellos dos son bastante dulces (algunos xDD) asi que no soy capaz de describirle demasiado frío. Por lo que intenté hacerle cariñoso en el lemon. Pero no sé si me quedó demasiado cariñoso para lo que es él xD Igualmente, espero que os haya gustado ^^


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