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La odisea de olvidar un presente por Ariisa

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Notas del fanfic:

Mis personajes, mi historia :3

Notas del capitulo: Bueno, ¡espero les guste! -^^-
La odisea del olvidar un presente


Faltaba sólo un día para Navidad.
Por supuesto, había todo un tifón mediático debido a eso.
Por otro lado, los centros comerciales y las calles del centro estaban abarrotados de gente.

Y en este contexto, y haciendo inventario con papá… se nos olvidó un regalo importante: el de mi hermano mayor.

Instantáneamente mi papá se quejó de un exceso de trabajo en la oficina y que no tenía ni un segundo para ir a comprar nada, siquiera un chocolate.
Claudia, la novia de mi padre, exclamó que estaba más atareada que nunca con la obra de navidad de mi hermana pequeña, ya que estaba ayudando a las otras mamás a hacer la escenografía.

- ¡Hermanito!.- Lucía movió mi pantalón y la miré hacia abajo, sonriéndole.- Yo no puedo ir a comprar, porque…- Y comenzó a murmurar, por lo que me agaché para escucharla mejor.- …aún no termino el regalo para papá y mamá.
- Está bien, Lucy. Alguien irá conmigo… espero.

Suspiré y, en cuanto observé a mi alrededor, todos evitaron el contacto visual. Papá siguió leyendo un libro, Claudia se fue a la cocina, Lucía corrió a su habitación y el perro, Mocaccino, me miró y se fue a esconder a su casa.

Ok, tal vez no…

Bueno, más valía que fuera esa misma tarde; mientras antes, mejor.

Sonó entonces mi móvil y cuando vi en el visor de la tapa “Mr. Neko”, sonreí.
El nunca supo por qué lo tenía con ese nombre en la agenda telefónica y yo nunca intenté explicárselo tampoco.

- Hola.- Dije, al contestar.
- Hola.- Hizo una pausa, al parecer no me llamaba por nada en específico.- Estoy aburrido.
- ¡Cuánta diversión en vacaciones, eh!
- No te burles. Estoy solito… no hay nadie aquí a mi lado.- Y comenzó cantar con su mala voz, igual al burro de Shrek.
- Ya, ya… cállate.- Pude imaginarlo estirado en la cama y mirando al techo con detenimiento.- ¿Por qué dices que estás solo?
- Porque mi familia decidió ir hoy al campo, a ver a una tía, por las fiestas. Y yo no quise ir pensando que nos íbamos a juntar con Claudio y Mario para ensayar.
- ¿Y qué pasó? ¿Por qué no se van a juntar?
- Bueno, la novia de Claudio lo invitó a irse con su familia unos días y Mario, con lo flojo que es, dice que practicar nosotros dos solos es una pérdida de tiempo. Todo porque quiere dormir toda la tarde, te lo aseguro.- Suspiró.- ¿Y tú? ¿Qué harás hoy?
- Arriesgaré mi vida en una batalla épica contra una masa de consumistas. Suena interesante, ¿no?
- Vaya que sí.
- Pero, la verdad, es aterrador: se nos olvidó comprarle algo a mi hermano y ahora debo ir a comprarle un presente.
- ¿Hoy?
- Sí.
- ¿Voy contigo?.- Preguntó, amable.
- ¿En serio? Si te atreves… claro.

Nos pusimos de acuerdo y al colgar, ya estaba mucho más animado.

Eric, sólo para mí, Mr. Neko, era un amigo. Nos conocimos cuando me cambié de instituto y él, que se sentaba a mi lado, descubrió una vez mi manía por dibujar. Entonces él no sabía nada del anime y esas cosas, sin embargo, no me rechazó por ser un “otaku” ni mucho menos.
Más bien se interesó y terminó robándome uno de cada tres dibujos.
A mí de cualquier modo no me importaba, pues al menos él sí valoraba mi “talento”.

El porqué de su sobrenombre se debe a sus vivaces ojos verdes, que siempre me recuerdan a los gatos. Y el “Mr.” viene de cuando lo eligieron Rey Feo del curso. (Cabe destacar que de feo no tiene ni un pelo.)

Salir con él hizo de esa “aventura” algo mucho más interesante. Aunque significara un par de cosas muy vergonzosas de admitir: buscar ropa que me quedara bien y demorar más de lo normal para intentar domar mi cabello.
A esas alturas, mentirme a mí mismo al pensar “es sólo un amigo”, ni valía la pena.
Pero de ahí a que él lo sospechara, había mucha diferencia.
Y aunque ya sabía de un par de novios que tuvo Eric, no estaba ni cerca de reunir todo el valor necesario para decirle lo que sentía por él.
Ya no se trataba de quedar en ridículo frente a él o que me mirara como un bicho raro, porque era como yo, pero sí me preocupaba el que no me correspondiera y se fuera alejando de a poco.


El viaje en metro hasta nuestro punto de encuentro fue terrorífico. Se me pasó más de una vez por la mente que mi causa de muerte sería asfixia, pero el milagro navideño me alcanzó y sobreviví.

Cuando lo vi esperándome, un alud de sensaciones me aplastó.
Nunca supe si lograba disimular mi nerviosismo o era lo suficientemente obvio y se notaba todo en mi cara, pero al menos él nunca mencionó nada.

Nos saludamos y comenzamos a andar en dirección de una feria artesanal provisional.

- ¿Y qué piensas regalarle?.- Preguntó de pronto.
- Ehh… no lo sé, porque Adolfo es muy complicado. Pero tal vez le regale algún material de pintura, creo que sería lo más útil para él. O, sino, un reloj.
- Es cierto, olvidaba que en tu familia son todos artistas, eh.
- Ojala. Pero papá es un desastre, no sabe dibujar más que personas de líneas.

Me sonreía mientras yo hablaba y eso me dejó sin inspiración para seguir conversando, así que me quedé callado pronto.

- ¿Vas a trabajar este verano?.- Pregunté, cuando ya no se me ocurría qué más decir.
- Considerando que quiero comprar una guitarra electro-acústica, sí.- Dejó pasar unos segundos para agregar.- ¿Sabes? Un hobby como el dibujo sale bastante más barato.
- Quizás tengas razón, pero tú sabes que necesita tanta o más constancia que la música, al menos para alcanzar un nivel decente.

Conversando de cosas sin importancia llegamos hasta la feria y vi, casi al entrar, un stand donde había una cantidad increíble de relojes.
¡Bien! Si tenía suerte lograría encontrar algo rápidamente y podríamos irnos.

- No sé qué tiene de artesanal esta feria, pero…- Comencé a decir.
- ¡Eric!.- Esa voz sólo podría pertenecer a…
- Hola, David.- Lo saludó mi amigo.
- Ah, hola Stephan, también estabas aquí. Perdona, no te vi.
- Ehhh, sí. Hola.- Respondí.

El recién llegado, David, era otro compañero de curso.
Comparando, si yo era poco disimulado en cuanto a mis sentimientos, él tenía un cartel que señalaba los suyos.

- Eric, mi tía tiene un stand de libros aquí. Y encontré “Sinsajo”, ¿recuerdas que lo buscabas?
- Es cierto. ¡Nunca lo pude encontrar!.- Se sonrieron con sus blancas dentaduras perfectas mutuamente, lo que, claramente, no me hizo saltar de felicidad.
- ¿Quieres verlo?.- Ofreció el otro chico.
- Sí.- Se dio vuelta para mirarme.- ¿Vamos? Te prometo no quedarme toda la tarde viendo libros.- Le sonreí, agradeciendo ese gran sacrificio que haría por mí.
- Iré a ver los relojes de allí.- Señalé un puesto varios metros más allá.- Luego te busco.
- Está bien.- Me sonrió de esa forma que me dejaba sin aliento y se fue con David, conversando.

Mientras andaba en sentido contrario, pensaba también en cuánto odiaba a David.
Su cabello de rubio oscuro, sus ojos verde esmeralda, su sonrisa perfecta y su personalidad tan adorable. ¡Cuánto odio!

Al llegar al stand ni siquiera podía ver con calma los relojes.
No me sacaba la imagen de los dos de mi mente.

Pero sin duda, lo más terrible de todo… era el sentirme culpable de mi odio.
Culpable y malo por mis propios sentimientos.
Me sentía como si fuese el villano por odiar así al otro chico, por envidiarlo.
Porque hubiese sido muy cretino si no admitiera que David era un “amor de persona”. Siempre alegre, siempre ayudando a los otros, incluso a aquellos que alguna vez hablaron mal de él, siempre dispuesto a explicarle a los que no entendían alguna materia, ¡y siempre saludándome con la mejor de las intenciones!
Normalmente hubiese dudado de una persona tan buena, pero ya había comprobado que era sincero. ¡¡Y eso era lo peor!! Que yo lo envidiara y, sin poder evitarlo, lo odiara por ser así.

¿Pero qué podía hacer?
Yo no controlaba lo que sentía, aún menos si tenía relación con Eric, que siempre descontroló mi mundo.

Aún entre tanto reloj no pude encontrar ninguno que me gustara para mi hermano, tal vez porque no tenía muchas ganas de ver nada, en realidad.
Así que me dirigí a buscar el famoso stand de libros.
No me demoré mucho en hallarlos.

Eric me daba la espalda y David estaba muy concentrado hablando con él, por lo que no me vio.
Sus palabras me hicieron detenerme y quedarme oyendo.

- ¿Pero por qué dices eso?.- Había preguntado Mr. Neko.
- Supongo que estoy celoso… de Stephan.- Respondió David, mirando el piso.
- ¿Celoso?.- Repitió Eric y, a pesar de no poder verlo, sabía que debía estar mirando al otro chico con sus grandes ojos verdes muy atentos.
- Sí, es que tú… me gustas.

Fue suficiente.
¿Para quedarme a escuchar más?

Caminé un buen rato y luego atravesé la avenida para entrar a un gran centro comercial, donde seguramente podría encontrar una gran papelería.

El vidrio de las puertas me dio una imagen de mí que no necesitaba en ese momento.
Ni siquiera me detuve a analizarme y compararme con él, ¿qué sacaba después de todo?
Llevaba todas las de perder. Incluso siendo yo el juez.

No paré ni un segundo a pensar en nada de lo sucedido, sólo me dediqué a observar a mi alrededor atentamente mientras caminaba.
La gente en el mall pasaba sin mirarme y dando empujones. Los villancicos resonaban fuertemente en mis oídos y ya comenzaba a odiar a Rodolfo, el puto reno de la nariz roja, por tanta cancioncita que le ponían; la versión coral, la versión hip-hop, el remake de la última celebridad...
Y qué decir del Santa Claus que se sacaba fotos con los niños, que estaba rojo, sí, pero de calor en ese traje gigante y con la barba postiza.
Los niños gritando, los bebés llorando, la mujeres chismeando, los hombres quejándose de los gastos… ¡todo me tenía mal!

Pero estaba consciente de que no era culpa de las personas, no era culpa de la navidad, no era culpa de nadie, en el fondo.


La papelería estaba llena de gente, pero menos que las otras tiendas de ropa y accesorios.
Me puse cerca del mesón para esperar a que me atendieran.
Intenté encontrar en mi mente los nombres de los materiales que debía comprar.
Set de pinceles espatulados y acrílicos marca… marca… ¿Boreal? ¿Aural? ¿Aurora?
Suspiré.
Maldita mala memoria.

La canción de VAMPS me desconcertó un momento y sólo entonces reaccioné para contestar la llamada.

- ¿Aló?
- ¿Stephan? ¿¿¡Dónde mierda te metiste!?? ¡¡Te he estado buscando hace ya demasiado tiempo!!.- Gritó enojado.

Era en momentos como ése que sentía unos irreprimibles deseos de ahorcarlo hasta la muerte, y aunque a veces también deseaba besarlo como si no existiera mañana, lo primero era más recurrente.

- Disculpa, ¿sí?.- Respondí molesto, con un tono irónico en mi voz.- No era el momento para interrumpir.
- ¿Qué? ¿Qué dices?
- Nada.
- Espera… ¿nos escuchaste? ¿Qué escuchaste?
- Eric, debo colgar, me van a atender justo ahora. Te llamo en unos minutos más.- Y colgué.

Oh, blanca navidad… entiérrame, ¡por favor!

Y como claramente no estaban ni cerca de atenderme, tuve que esperar un buen tiempo más.
Una muchacha fastidiada por tanto trabajo me atendió y, a pesar de su estrés, me ayudó a descubrir cuál era la maldita marca de los acrílicos que le gustaban a Adolfo.

Cuando ya iba saliendo de la tienda, con las bolsas en mi mano, me lo topé de frentón. Me dio un susto de muerte, por lo que casi grité su nombre.

- ¡Eric! ¡Qué susto!.- Puse una de mis manos sobre mis ojos e intenté calmarme.- ¿Cómo apareces así, de la nada?
- ¿Cómo te esfumas así, de la nada?.- Contraatacó.
- Haaa… cuánta exageración. Escucha.- Dije, mirándolo fijamente y atragantándome con las palabras que quería decir y no estaba dejando salir.- Sólo aprovechaba el tiempo. Tú estabas entretenido, hablando, viendo libros… yo sólo tenía que venir a buscar algo aquí y volvía por ti.
- ¿Media hora después? No, espera, cuarenta y cinco minutos después. ¿O una hora completa?
- Sí, como sea, ¡es víspera de navidad! El tiempo vuela…- Dije, con tono de promocionador de algún producto, forzando una sonrisa exagerada.
- Stephan… - Odiaba cómo pronunciaba mi nombre cuando estaba enojado.
- Vamos, ya pasó. Perdona, ¿sí?.- Dije y comencé a caminar.- ¿Un helado? Para que me perdones, digo.- Pregunté.

Pero entonces Eric me tomó del brazo y me paró en seco. Tiró de mí con facilidad hasta que quedé frente a él, observándolo con grandes ojos.

- No puedes estar tan enojado.- Mencioné, tragando saliva.
- No te hagas el tonto, ¿quieres? Estás evadiendo el tema principal aquí.
- ¿Sí? No sé de qué hablas.- Me defendí.- De hecho no sé ni cómo me encontraste, ni…- No le tomó importancia a mis últimos comentarios y agregó:
- ¿Qué fue exactamente lo que alcanzaste a escuchar?

Cerré mis ojos y solté todo el aire que estaba reteniendo.
¿Cuánto tiempo más podría seguir evitando el tema?
¿Cuánto más podría quedarme callado?

- Supongo que la parte más importante.- Admití.
- Stephan, oye, amn…- No sabía muy bien qué decir.
- Eric, descuida. No pasa nada, en serio. Nada va a cambiar entre nosotros.- Dije, impersonalmente, mientras miraba con atención un par de renos de peluche a tamaño real en medio del pasillo, adornando.
- Es que es justamente ése el problema.- Me dijo, lo cual me hizo observarlo directamente a sus ojos de gatito verdes.
- ¿Por… qué?
- Step…-Hizo una pausa y luego habló rápido.- ¿Te das cuenta que estamos a mitad de un pasillo donde la gente nos empuja y que uno de esos venados de más allá me mira directamente con sus ojos de botón? No puedo hablar así...- Lo miré con odio, ¡y yo que pensaba que diría algo importante!

Al final me ahorré las ganas de tirarlo por las escaleras mecánicas únicamente al pensar en que a mi hermanita no le gustaría ir a verme a la cárcel. Lamentablemente el homicidio (por frustración) era penado por ley.

Mi móvil sonó cuando íbamos saliendo del shopping. Era Claudia quien llamaba.

- Oye, Step, ¿vas a volver luego?
- Sí.
- ¿Y estás con Eric todavía?
- Sí.
- ¿Lo invitas a cenar?
- No.
- ¿Por qué?.- Preguntó, confundida.
- Porque…- El me miró esperando que dijera algo, para adivinar con quién hablaba.- No creo que quiera ir.
- Pero… insístele. Dijiste que estaba solo, ¿no? Y además te acompañó.- Sospechó que hablaba de él, por lo que pegó su oreja al celular y yo tuve que correrme a un lado por la sorpresa.
- Sí, sí, le preguntaré.- Dije al fin.- ¿Vienes a cenar a casa?.- Cuestioné con el mayor desgano posible.
- Claro.- Dijo, sonriente.- Esperaba que me invitaras, porque no sé ni hacer arroz.
- Sí va.- Dije a Claudia y ella se despidió.

Comencé a caminar en dirección a la estación de metro, casi-ignorándolo.
El me seguía de cerca.
Se formó un incómodo silencio durante todo el viaje, pero no contribuí para alivianar el ambiente.
Eric no dejó de observarme atentamente todo el viaje, sin que yo supiese qué pretendía con ello.

Al llegar a casa Lucía saltó a los brazos de Eric y a mí ni me miró. Se llevaban muy bien, la verdad. Y ella era la única aparte de mí que lo llamaba Neko, no porque supiera lo que significaba, sino de tanto oírme a mí llamarlo así.
Mientras Lucía le mostraba a Eric su “proyecto secreto de regalo de navidad” fui a lavarme las manos, dejé el regalo bajo el árbol y fui a ver a Claudia a la cocina.

- ¿Y papá?.- Pregunté.
- Aún en la oficina, llegará pronto.- Dijo, mientras bajaba el fuego del horno.- Si quieres subes a tu cuarto, yo te llamo en cuanto tenga todo listo.
- Bien, gracias.

Subí con parsimonia excesiva las escaleras. Cuando entré, me llevé otro susto de muerte porque él ya estaba allí.

- ¡Cuánta confianza, hombre!.- Le reclamé.- Llegas y entras a mi habitación.
- Me gusta.- Dijo y señaló mi último dibujo en la pared de mi habitación.
- Ah, sí, Claudia casi me mata por ello. Me preguntó si era lavable.- Sonreí, negando con la cabeza.
- ¿Harías uno en mi muralla? Como regalo de navidad.- Preguntó, mientras removía un mechón de cabello negro rebelde de su cara.
- Si tú quieres, ¿por qué no?

Dejé las llaves y el celular sobre la mesita de noche y me estiré sobre la cama.
Ojala él no hubiese estado allí, pues así habría maldecido a medio mundo en paz.

Cerré mis ojos intentando mitigar el dolor de cabeza que amenaza por llegar.
La cama se hundió y abrí mis ojos con sorpresa.
Su rostro justo frente al mío, con sus ojos verdes centellantes, fueron todo lo que vi.

- Si lo comparas, esto es aún más arriesgado que confesarme en medio de un centro comercial, porque aquí puedes golpearme a gusto. Pero si me gano una cachetada o un puñetazo, al menos ese reno de peluche no me estará mirando con sus sádicos ojos de botón.- Dijo, y como si hubiese sido la más tierna de las confesiones, me besó.

No reaccioné. Se separó de mí antes de que entendiera qué sucedía.

- Sé que primero debería explicarte un par de cosas, pero… eres adorable cuando te molestas.- Lo observé los siguientes 3 segundos con la boca abierta, él todavía a horcajadas sobre mí, sin saber qué decir o qué hacer.

Yo lo miraba
El me miraba.

- Me gustaría una reacción, cualquiera… vamos, que hasta el golpe lo acepto.- Dijo, mientras yo comenzaba a notar el nerviosismo en su mirada.
- Tú…- Las palabras no salían, y aunque quería decir muchas cosas, no sabía cómo.- David y tú… yo pensé que…
- No pienses.- Se acercó nuevamente, esta vez más lentamente, y me besó.

La presión de sus labios, su cercanía, sus manos sujetando mis brazos; todo eso me tenía confundido, pero sumamente complacido.
Respondí a su beso torpemente. Aún esperando despertar de un sueño, o una pesadilla, dependiendo de cómo se mirara.
Pero la sensación de sus labios sobre los míos no se desvaneció, sino que se acentuó cuando su lengua se entrometió en mi boca y buscó la mía.
Dejó caer suavemente su peso sobre mí y giró sólo un poco, para que quedáramos de lado y no me aplastara.

Pasando un brazo por mi cintura, me acercó a él más aún, si es que era posible. Su mano libre la enredó entre mis cabellos.

Entre cada caricia perdí por completo la noción del tiempo y que me estaba casi ahogando, pero nos resistíamos a separarnos.
Cuando el oxígeno se volvió vitalmente necesario, nos separamos.
Eric no dejó más de cinco centímetros entre mi boca y la suya.

Me dio un beso corto en los labios antes de que volviera a escuchar su voz.

- Casi me matas de desesperación, eso de que no dijeras nada ya me tenía preocupado.- Comentó, con una sonrisa irresistible.
- Pues… aún no reacciono del todo, ¿sabes?.- No podía separar mis ojos de los suyos.- Aún creo que me perdí de una parte.
- Admito que no fue la mejor declaración de todas, pero… ¿qué más se podía esperar? Eres tú, después de todo.
- ¿Ah?.- Lo miré confundido, sin entenderlo del todo.
- Bueno… ¿cómo decirlo? Aunque te parezca extraño, citaré a mi mamá: “Eres un desastre con Stephan cerca”.
- ¿De qué hablas?.- Me acerqué y lo abracé.
- ¿Qué no te has dado cuenta? Como cuando me pediste ayuda con lógica y te acercaste demasiado, y tuve que empujarte para que te apartaras… oye, que sino no pensaba.
- Pensé que lo habías hecho porque te molestaba tenerme tan cerca.
- Era por eso… pero no en el sentido que tú pensaste.

Correspondió mi abrazo y nos quedamos en silencio durante un buen rato.
Yo quería preguntar un montón de cosas, pero no sabía si era el momento adecuado.
Finalmente, sabiendo que no estaría tranquilo si no lo preguntaba, hablé.

- ¿Qué pasó con David?
- Pues… fui sincero.- Dijo, hablando lentamente.- Le dije que pensaba que era una persona genial, pero que no me atraía en ese sentido. Y que me gustabas tú, hace tiempo. Y entonces…
- ¿¡Le dijiste eso!?.- Exclamé, separándonos.
- ¿Qué? Un momento… ¿no escuchaste eso?.- Cuestionó, con una ceja arriba.
- ¡No! ¿Cómo vas y le dices eso? ¡No pudiste!
- Pero… pero… ¡yo pensé que eso era lo que habías escuchado! ¡¡Me dijiste que habías escuchado la parte importante!!
- ¡La confesión de David era la parte importante!.- Se sentó y me miró boquiabierto.
- ¡Esa no era la parte importante!
- Pero… es que…- Me senté también, rojo de vergüenza.
- No lo puedo creer… y yo todo este tiempo pensando que…- Me miró a los ojos, molesto.- ¿Te das cuenta que me hiciste pasar las peores dos horas de mi vida?
- ¿Qué?.- Pregunté, esta vez completamente perdido en el asunto.
- Cuando desapareciste, cuando te llamé por teléfono y descubrí que nos habías escuchado y me colgaste, ¡pensé que me estabas evitando porque ya no querías tenerme cerca! ¡Por eso salí a buscarte como loco por todas partes!
- ¡Pero eso no es mi culpa! ¡Tú pensaste eso solo!
- Porque tú no fuiste claro, ¡y me colgaste!.- Reclamó, para luego mirar fijamente la muralla y luego agregar:- Y cuando te encontré, me ignorabas y luego dijiste que nada cambiaría entre nosotros. Y no querías invitarme a cenar, ¡y pasaste de mí todo el camino!

Lo miré impresionado… es increíble cómo puedes llegar a inventarte un drama sin razones. Y no pensé en eso por él, sino por mí.

- Yo sólo quería venir aquí para aclarar las cosas, pero… al menos quería robarte un beso antes de que dejaras de hablarme por completo.- Dijo, volviendo a mirarme.
- Y yo… creía que comenzarías a salir con él.- Murmuré.
- Eso es estúpido.
- ¡También es estúpido que interpretaras mis acciones erróneamente!.- Exclamé, molesto.- Es sólo que…- Bajé la voz y también la cara, porque sabía que iba a ponerme como la nariz del maldito Rodolfo.- Lo que sí es estúpido es que me prefieras antes que a él. David es perfecto… ¿cómo iba a pensar que me querías?

Segundos después sentí sus brazos a mi alrededor, aprisionándome.
Me besó la cabeza.

- Ni puedes hacer una comparación entre ustedes, son muy diferentes. Es cierto, David es un chico… ¿cómo decirlo?, es una excelente persona. Pero eso es todo.

Me abracé a él con fuerzas.

- También es cierto que tú no tienes ni una pizca de su paciencia ni su amabilidad, ni su carisma.- Me separé y lo miré enojadísimo, a lo que él se rió y yo terminé por fulminarlo con mi mirada.
- Ya, ya entendí. No sigas.- Reclamé.
- No, a lo que iba… es que tú haces cosas lindas, pero intentas que nadie se entere que tienes corazón de abuelita buena (porque hay muchas malas, como la mía, por ejemplo).
- Eric… comienzas a desvariar, como siempre.
- No. ¿Acaso crees que no sé que cuando te encontraste a Mocaccino en la calle lo estuviste alimentando como por un mes a escondidas de tu padre? Sí, y luego un día el perro te siguió y tu hermana lloró hasta que lo dejaron aquí, según lo que me dijo Claudia.
- ¿Có-cómo sabes eso?.- Mi cara volvió a estallar en rubor.
- Y también sé que encaraste a quienes hablaban mal del mismo David, a sus espaldas.
- ¿¿Eh??
- Step… tú también eres perfecto. Al menos para mí.- Puso los ojos en blanco.- Sí, me puse cursi… creo que fue el postre de chocolate que comí antes de juntarnos.
- Eric…
- El punto es que eres… ¿cómo decirlo para que me entiendas? Amn, según tus términos japoneses serías… ¿undere?
- Tsundere.- Corregí.- ¿¿¡¡TSUNDERE!!?? ¿¿¡¡YO!!??.- Se encogió de hombros.
- Da lo mismo. No necesitas catalogarte. Por eso digo… que eres tú, y punto. Y me gustas así.

Mi corazón comenzó a hacer spinning o algo parecido, porque jamás había sentido tan fuerte mis latidos. Comenzaba a tener miedo de que él también los escuchara, cuando volvió a abrazarme y me besó con cuidado y cariño.

- Siempre me has gustado.- Dije.
- ¡Chicos, la cena está servida!.- Gritó Claudia, desde el primer piso, lo que nos hizo separarnos rápidamente. Por un momento había olvidado que estaba en casa.

Me paré y arreglé un poco mi ropa, y él hizo lo mismo.
Nos miramos, yo seguramente rojo, aunque él también ligeramente sonrojado.

Antes de bajar las escaleras, compartimos otro pequeño beso.

- Y sobre David, no creas que fui malo con él. Además, Jorge anda tras de él y no dudo que logrará conquistarlo.
- ¿Jorge? ¿¿En serio??.- Lo miré asombrado.

Y como Eric solía cambiar de tema como quien pestañea, comentó de pronto:

- Estaba pensando… Si te pones una cinta y te auto-regalas para mí esta navidad, sin duda será la mejor de todas.- Dijo y yo lo miré con los ojos entrecerrados.
- Mejor cállate. Mira que no es la primera vez que se me ocurre tirarte por las escaleras. Y esta vez no hay testigos.- Respondí, y él me besó por última vez antes de comenzar a bajar.


Puede que no haya sido la forma más convencional en la que comenzara una relación, pero nunca seguimos las reglas, así que… supongo que está bien.

¿Feliz Navidad?

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Rodolfo: me puteaste todo el maldito fanfic ¿y ahora deseas una feliz navidad? Retráctate, lo niños me quieren y ahora tienen un mal concepto de mí por tu culpa.
Step: No lo haré, tu canción me dejó mareado. Además, si alguien leyó esto y en este preciso momento está reclamando porque no hubo lemon, no son específicamente “niños”.
Eric: ¡Me dan miedo sus ojos de botón! (Sale corriendo a esconderse).
Step: ¡Eric! ¡Este es el real! ¡Vuelve aquí!
Rodolfo: le diré al fantasma de las navidades pasadas que te visite y a Santa que te mande carbón.
Step: Cállate.
Notas finales: Amé a Eric *-*
Simplemente nunca había escrito sobre un seme así, fue interesante! xd
Y perdonen la última parte, me fue inevitable que Rodolfo saliera a defender su integridad moral frente a los lectores xD

Como sea, Feliz Navidad!

PD: Vuelvo el lunes con "Acoso"! x3

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