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La Gloria Y La Pena De Un Alienígena por Vampire White Du Schiffer

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Notas del fanfic:

Los personajes de Katekyo Hitman Reborn no son míos.

Notas del capitulo:

Asasdsadas, más largos que un Drabble, más corto que un Oneshot 8D (? 

Drabble I. Propuesta Rivaciana.

Cayó en mi casa sin consentimiento. Esperen, ¿Cómo es que alguien, por loco que fuere, permitiría que algo así pasase? De cualquier forma, heme aquí, trataré de contarles lo que es el día a día en este hogar de locos. Mi nombre es Rokudo Mukuro, llegaré en escasos renglones a tener veintitrés años de edad.

−Ne~ tienes que alimentarme, vengo en paz.

Lo tengo viviendo bajo el mismo techo. Claro, lo tendré aquí hasta que me pague el destrozo y medio que ocasionó. O eso llegué a pensar el primer día. Al final, pasaron semanas, se hicieron meses y nacieron los años… por otro lado, ese canturreo de vengo en paz, es una piltrafa que ni él se cree. Me ha causado más problemas de los que quiero recordar.

+ : : : : +

Esta noche le encuentro dando vueltas alrededor del sillón. Yo permanezco leyendo el periódico, con los lentes adornando el puente de mi nariz, y le ignoro lo mejor que puedo. Pero de vez en vez, él dirige su mirada inquisidora hacia mí.

−¿Qué es lo que piensas? –inquirió, cerrando las aspas de papel y agachando la cabeza para verle sobre los vidrios.

−No, nada.          

−Bueno –me vuelvo a acomodar dignamente y me arrellano en el cómodo sillón de mimbre. El hace una cara incómoda y decepcionada.

−¿Qué ya no me ibas a insistir para que te respondiera? –soltó casi en un sollozo, yendo hasta mi lugar. Se inclina y jala de mi mentón hasta que logra atraerme.

−Sino me quieres decir en primer impulso no tengo porqué rogarte –contesté manteniéndome sereno.

−Es que si me preguntabas de nuevo… ya te iba a responder –dijo y chasqueó la lengua, liberándome y mirando de nuevo hacia la ventana.

−De acuerdo –consentí bajando de nuevo el Diario –¿En qué piensas?

−No, ahora ya no quiero responder.

−Maldita sea, deja de comportarte como un crío. ¿Cuántos años tienes? ¿Quinientos?

−¡Ni que fuera vampiro! Estoy en la plena juventud; poseo los dignos Mil Quinientos Cuarenta y Nueve años que cualquier Rivaciano ostenta antes de volverse un hombre –y para colmo, infló su pecho con orgullo.

Yo masajeo mi entrecejo en medio de un cansado suspiro.

−Si –respondo –, apenas naciste ayer –me levanté de mi lugar y fui a darle la espalda –. Ahora, si tiene la amabilidad, joven Rivaciano, ¿Qué carajos pasa por tu mente?

−¿Ahora me hablas de usted? –Inquirió alterándose, corriendo a mi lado para jalonearme de los hombros –¿Qué acaso ya hay otro como yo en tu vida? ¿Eh? Dime ¿Es tan bueno como yo en la cama? –Eso me ruboriza; sé que no debería pasar, porque no soy tan frágil, fácil y no soy colegiala de quince años, pero la soltura con lo que lo dice me petrifica –¡Oh, cruel humano de caderas anchas! –eso fue gota que derrama el vaso y le dio un golpe en la cabeza.

−¡No juegues! –me enfurece que después de tres años siga dudando de mí. Parte de su carácter son sus celos enfermizos –No es eso, claro que no –bufé –. Simplemente no te entiendo a veces –le miré fijamente.

−Es que… te quería preguntar… -talló sus dedos pulgares entre sí al tiempo en que apreciaba el piso de mármol de mi casa. Sus cabellos blancos encajan a la perfección.

−Habla ya –farfullé sin ganas.

-Tú sabes.

-No. No sé.

-¡Es que no sé cómo decirlo! En Rivacio, mi planeta, cuando proponemos matrimonio a una Rivaciana le damos un inmenso ramo de Rivaflores, pero en nuestro caso… yo soy Rivaciano, y tú un humano cuya casa estrellé hace tres años…

Me preocupé realmente. Pero la alegría, ligera, de saber que se atormentaba pensando en eso me produjo un bienestar enorme.

-Yo… -comencé –. Bueno –masajeé mi nuca mientras le veía a los ojos, que eran de color violáceos –¿Cómo es que las mujeres Rivacianas le proponen matrimonio a los hombres?

-¡Cierto! ¡Lo había olvidado! –estalla en una euforia casi palpable, la mirada le brilla, me toma de la mano y me lleva sabré yo dónde.

Termina él encima de mí en nuestra cama.

-¿Qu-Qué haces? –le pregunté alterado. Pues ha empezado a desnudarme, casi rompiendo las ropas al tocarlas.

-¡Hago lo que debí hacer desde hace una semana! ¡Cásate conmigo, Mukuro! –gritó emocionado.

-¡Pero esto no debe ser así!... un momento, ¿Cómo dices que se proponen las Mujeres a los Hombres en tu Planeta? –temo saber la respuesta.

-¡Los violan! ¡Así que prepárate, Mukuro-kun!

-¡Ni madres! ¡No te atrevas!... Byakuran, suéltame, te digo que me sueltes… ¡BYAKURAN!

Y eso sólo fue un día soleado de Diciembre. 

Notas finales:

Todo lo que contenga Rivaciano, proviene de Rivacio, el lugar que yo inventé para divagar con los personajes x3


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