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La Gloria Y La Pena De Un Alienígena por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

Dedicado a Chikori-swin~ por haber ayudado a cierta patosa a dormir mejor.
Los personajes de KHR! pertenecen a Akira Amano. Su universo también y demás shalaleses. Contiene OoC <3

Viñeta II. Una cita no muy citable.

Como era de día, Byakuran tenía hambre… Byakuran siempre tiene hambre. Quedó mejor explicado así. Y yo no tengo más remedio que acudir a la cocina en busca de algo que pueda llenar de veneno, metérselo en la maldita boca, hacer que lo trague y después se retuerza de dolor como gusano en el anzuelo. Villanía pura corre por mis venas. Pero ya va un mes viviendo conmigo, así que por consideración a las tareas de limpiar y lavar, le recompensaré con algo rancio.

−Oye, Mukuro-chan, yo sé que ya a estas alturas del tiempo indomable ya me amas, pero esto de darme cereal con leche… no es de dios, ¿sabes?

−Es receta difícil en mi planeta.

−¿Tanto que la practicas diario?

−¿Dudas de mis habilidades culinarias, eh?

−No, para nada –sonrió.

Le di la espalda, y enseguida sentí clavada una mirada de apetito voraz sobre mi… trasero.

−Byakuran –murmuré conteniendo la ira.

−¡Yo sólo reconozco que tu maravillosa culi-naria es…! –pero se calla de golpe antes de recibir un sartén en su cabeza –. Ya, aún no me debes de golpear, Mukuro-kun. Los golpes son la demostración más grande de amor en mi planeta, pero sólo hasta después del matrimonio –me explicaba con signo sosegado –, a no ser que… ¡Ya te quieres casar conmigo!

−Oh claro, yo te quiero cazar –me encogí de hombros, esperando que por lo menos algo de sarcasmo pudiese detectar.

−¡Aw, yo también! –me equivoqué.

−Iré a trabajar –repuse, después de un suspiro –. Más te vale quedarte en casa –tomé mi abrigo –, no quiero que de nuevo causes alboroto con los vecinos.

−¡Armar un búnker para pasivos no es ningún alboroto!

−¡Prácticamente secuestraste a todos los niños de la calle! –le grité.

Prácticamente, Mukuro-kun, prácticamente~

−Ahg –masajeé mi entrecejo –. Sólo no hagas problemas.

+ : : : : +

Ow, me siento mal de que hoy Mukuro-kun se vaya enojado conmigo… espera, siempre se va enojado. Ajá, pero es lindo en extremo. ¡Al extremo!… me estoy fusilando otros diálogos. Como sea. Hace ya un mes con veinte días cinco horas y quince segundos que aterricé en la casa de mi amado esposo. Oh sí. Esto va muy bien, no tardará en entregarme a pequeño tesorito. Lo único que me alienta a seguir es mi sentido estúpido de no rendirme nunca para conseguir lo que quiero. Pero Mukuro me ha resultado algo difícil de tratar, por más que le exijo que me preste atención, pues, no lo hace. Por más que le pido que se bañe conmigo, no quiere. Por más que le suplico que usemos aquel consolador nuevo con vibrador que le compré y regalé en nuestro primer fin de semana desde mi aterrizaje… ¡No lo quiere!

Estimado lector mío, ¿no es frustrante esto?

Yo intentando darle por todos lados y él no se deja. Pero si algo tengo de consuelo es que al menos, poco a poco, la nieve en su corazón se ha empezado a derretir por mi incomparable carisma y bondad. Sobre todo la humildad con la que doto mis acciones.

Por lo que, y sin verme presionado, me dirijo candentemente a la puerta y fraguo mi malvado plan para violentar a Mukuro en sus derechos humanos… demostrarle mi amor, quiero decir.

Hace mucho, en la televisión, vi que las muchachas se mueren casi de la pura emoción al ser invitadas a salir por un apuesto chico, por el más apuesto de la clase. Y yo, obviamente, como buen activo atractivo que soy, tendré que hacer un par de sacrificios para mantener a mi bella dama en condiciones de morir de alegría en mis gallardos brazos de alienígena…

Fui a la tienda de renta. Me puse guapo. Más, obviamente. Y me dirigí a la compañía donde mi amado Mukuro trabaja. Esto último no es mucho de mi parecer, y les voy a explicar por qué.

Cuando le pregunté al pequeño Mukuro cómo se ganaba la vida, me soltó algo viciado como «Trabajo para la mafia Italiana», yo me quedé con el ojo cuadrado. No entendí a lo que se refería hasta que en la tele me dijeron que esos tipos eran malos y pervertidos; sólo con pensar que alguien más aparte de mí tocara el tesorito de Mukuro me puso de malas y destruí, por pura frustración, un par de… ¿casas?

Mi damisela no me dijo dónde estaba el lugar exacto de la empresa malvada. ¡Pero en qué calidad quedaría mi título de acosador sino lo siguiera las veinticuatro horas del día!

Bueno, lo conseguí. Llegué frente a las puertas de una gran mansión y toqué el timbre, como no me dejaron entrar, les di una paliza y me colé riéndome de su sistema de seguridad. Bah.

Él puso los ojos como platos, como los platos donde me sirve cereal todos los días, y se levantó en vilo. Estaba rodeado de sujetos que por mis acosos ya conocía y me adentré campantemente.

−¡Cómo fue que…! –comenzó uno.

−Su sistema, es malo –aclaré en medio de una sonrisa.

−¿Qué haces aquí? –un pequeñajo detrás de un escritorio me veía con curiosidad e incluso mediaba a sus sirvientes para que no me atacaran hasta que él lo dijera.

−¿Ustedes son la mafia, no? –pregunté.

−Ajá.

−Bueno, pues tengo una petición…

−Déjate ya de tonterías, Byakuran, ¿qué quieres? –Mukuro otra vez tenía los dedos sobre su ceño fruncido.

−¿Eh, Mukuro-san conoce a esta persona?

−Es uno de los mayores errores de mi vida, pero además –me miró –¿qué haces vestido así?

−¡Vengo a pedirte a que salgas conmigo, en una cita muy romántica! –esperé a que mis palabras hicieran efecto, al final puro eco repartido por el lugar –¿Qué no te piensas desmayar de la felicidad?

−¡Qué clase de idiota haría eso!

−Las lolitas de la tele lo hacen todo el tiempo –respondió un moreno de ojos negros.

−Oye, Mukuro-san… si gustas puedes retirarte pero… -el enano no me caía mal, pero había algo en él que me dejaba enojadito.

−Si Mukuro no cumple con mi petición –comencé con tono amenazador –. No podrán volver a ver a sus mascotas con vida.

−¡No, mi pequeño Natsu, no! –chilló el jefe –. Espera, ¿en qué momento lo secuestraste?

−Es un secreto~ oh vamos, sólo tienes que regodear tu bandera de jefe y dar permiso.

−De acuerdo.

−¡Sawada Tsunayoshi! –sonó en reclamo.

−¡Lo siento, Mukuro-san, pero amo más a Natsu que a tu integridad física.

−Esa voz me agrada –me acerqué hasta el escritorio y me senté en el borde –, pero como todo jefe de mafia debe ser, ¿tienes dinero, no? porque Mukuro no me da mucho a la quincena, así que –estiré la mano –¿cuánto vale la vida de tu pequeña alimaña?

−¡Todo el dinero que quieras!

−¿Oíste eso, Mukuro-kun? Iremos de compras.

+ : : : : +

Estábamos en el mar de tiendas. Me comí una caja de chocolates entera, no por desespero, sino por enojo. Byakuran me miraba tan relampagueante en euforia que me enfermaba. No tuve más opción que obedecer al estúpido Vongola y salir de esta con un Byakuran extorsionador. He de admitir que en serio me sorprendió verlo llegar, punto número uno, se suponía que había una gran red de protección, punto número dos, ese idiota apenas había dejado de verme por el palmo de una hora y media. Pensé que por lo menos estaría libre de él hasta medio día. Sé que me sigue, el muy estúpido. Sé que se revuelca de coraje cuando me ve cometer imprudencias insanas, pero no puedo dejar el ritmo de vida que tanto me gusta. Menos por sus caprichos…

Hasta hoy.

−De acuerdo, ¿y qué se supone que haremos?

−Primero, me tomas de la mano, me das un beso cada cinco minutos y…

−Olvídalo, primero besaría un pez –me reí.

−¡No hagas bromas crueles, Mukuro-kun, que tu jefecito pende de mi mano!

−Ahg –me apresuré antes de que se soltara en verborrea y lo besé –. Listo.

−Espera, espera –me detuvo aún más feliz, si es que se puede –. Quiero que todo salga perfecto, mira allá hay una alberca, quiero decirte algo allí.

−Esto es una fuente, Byakuran –dije enarcando una ceja.

−Oh sí, sí. Siéntate –puso las manos sobre mis hombros y me sentó en la pileta –. Ejemp –se aclaró la garganta –. Te escribí un poema.

−Ay no –mascullé.

«Las rosas son rojas

Las violetas son azules…

Espera, si son violetas

 ¿Por qué serían azules?

Decía:

El BL sabe a limón

Y como lo es el limón para la sal

Tú eres para mí»

 

Aceptaré que incluso entre su bobería intrínseca me agrada el ridículo que arma enfrente toda la gente. Me echo a reír y él hace un par de gestos aniñados pero al final me abraza con fuerza.

−¡Sí que te gustó! –exclamó –, espera que te compuse otros…

−Byakuran.

−¿Qué? –me miró sonriente.

−Tengo hambre.  

El resto del día fue un circo. Byakuran, por tanta maldita televisión, se supo comportar, aunque por ello se le olvidaba más seguido un pequeño detalle.

−¡Soy hombre!

−¡Pero esta falda vendría a cerrar nuestro día perfecto!

−¡Perfecto el velorio que vas a tener!

−¿Tan pronto nos casamos? Woo, espera, llamaré a mamá para darle la noticia –me ignoró por completo y sacó un aparato en lo que identifiqué como un celular –. ¿Sí, aló? ¡Mamá!, no me lo vas a creer, trae a la familia. Tú pequeñín se va a casar, ¿eh, qué? ¡Pues con quién más! Me encontré con una bella mujer en la tierra, se llama Mukuro, sí, sí, mamá, tiene buenas caderas, el bebé saldrá fácil. Todavía no me pongo de acuerdo con el número, yo sé que papá querrá mínimo cinco, yo pensaba más bien en que la camada fuera de…

No me aguanté. Casi lo maté en ese lugar.

+ : : : : +

¿Byakuran, hijo, estás bien?

−Auch, auch, sí mamá –me sobé la nuca y pasé por la cabeza –. Mukuro sólo me acaba de golpear con una sartén, quiere que vaya inmediatamente a la cama con él.

Aww, ¡no lo hagas esperar, ni a mí tampoco, quiero nietos! A todo esto, ¿un sartén? ¿qué es eso?

−Oh, aquí lo ocupan para preparar alimentos.

−…¡Byakuran no seas tonto y apresúrate, yo cuando hice eso a tu padre era para la ceremonia de entrega! ¡Cómetelo y buen provecho!

Por supuesto, lo había olvidado completamente. Además todos los requisitos se habían cumplido, le invité a salir y hasta un poema le recité, ¡sólo queda el postre!

−¡Mukuro, quítate la ropa que hoy es nochebuena!

+ : : : : +

Byakuran durmió afuera esa noche.

+ : : : : +

No tuve más remedio que formar un sindicato. Lo vi en la tele, eso me serviría de defensa. Se llama «Sindicato único de los alienígenas en la tierra».

Se sorprenderían de la audiencia que tuvo. Pero, mis queridos lectores, he de irme. Mukuro empieza a escoger cuchillos en lugar de sartenes.

 

 

Fin.

Notas finales:

Él poema pertenece a Chikori <3 le metí la mano, te habrás dado cuenta.
Espero les haya gustado. <3 <3 <3


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