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"Oh, Profesor... no me ponga ésta prueba." por Kani_MissTakuya

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Notas del fanfic:

L'arc en ciel/ An Cafe

Notas del capitulo:

¡Primer capitulo! 

Dedicado al amor por mi rol <3

La historia no solo se desenvuelve en tres personajes, sino en varios, así que esten atentas ;3

Eran las ocho cincuenta de la mañana cuando la campana zumbó fuertemente en el “Colegio Taketsu”. Los estudiantes rápidamente salieron de las aulas para socializar con los demás, pero en el salón 2-D, solo una pequeña masita de estudiantes prefirieron permanecer sentados en sus asientos, o más bien, recostados perezosamente.

 

El aula era amplia, y las paredes estaban pintadas finamente con una combinación de colores blanco y azul rey, mientras los escritorios eran para tres estudiantes respectivamente.

-       Takuya… - susurró tímidamente un rubito.- Takuya… - Sostuvo entre sus manos la camisa blanca del nombrado y empezó a moverlo.

-       Hum… - gruñó el adolescente de cabellos largos y rojos. – ¿qué quieres? … - dijo sin moverse de su posición: con los brazos apoyados en la paleta del escritorio y la cabeza escondida entre ellos.

-       ¡Ya despierta! En unos minutos llegará el próximo maestro. ¿por qué últimamente siempre estás durmiendo en clases?

-       Porque me he desvelado leyendo todos los libros de Oscar Wilde… -dijo adormilado.- ¿Qué clase sigue?

-       Pues, sigue… - sacó un pequeño horario tamaño ficha de trabajo.- Mmm… Sigue Filosofía, Física, Biología…

-       Ash… las aborrezco tanto a todas… -susurró con repulsión y pereza a la vez, mientras dejaba ver por primera vez ese rostro hermoso, con finas facciones.

 

Era claramente un adolescente, pequeño, su piel era cremosa y relucientemente blanca, ese color chocaba con el resplandeciente rojo de su cabello, que al mismo tiempo le hacía lucir con elegancia esos ojos negros. Era en verdad un jovencito con aire tierno, inocente, pero a la vez sin perder esa esencia de rebeldía. Sus cabellos se dejaban caer apacibles por su cara, y desviaban su camino de vez en cuando por los costados hasta resbalarse un poco por sus hombros.

 

-       Y a pesar de eso sacas buenas calificaciones.- sonrió con ternura su compañero. Era un jovencito de su misma edad, misma estatura, con cabellos rubios y cortos, ojos brillantes y claros, que lucían en equilibrio con ese rostro tierno.

-       Bueno… es mi única responsabilidad, Miku. Y no hay otra cosa que ocupe mi tiempo ni mi atención. Pero eso no quiere decir que me gusten. –dijo incorporándose en el asiento y sacando un libro pequeño de su mochila color rojo.

-       ¿Y qué me dices de Oscar Wilde? – rió levemente sin quitarle la vista al de cabellos rojos.

-       Bueno, tal vez tengas un poco de razón en tu boca.- respondió también con una leve sonrisa, a la cual el rubio pequeño recibió con un sonrojo leve.

-       ¿Sucede algo? –preguntó confundido.

-       No nada, Takuya. – sonrió.

 

Entonces la campana volvió a sonar, anunciando que todos debían entrar a las aulas.

 

-       Ay, no… filosofía. Grr… - gruñó de nuevo, guardando el libro y recostándose como un pequeño emberrinchado. – Me parece tan aburrida. Y ese profesor no sabe explicar.

-       Tal vez por eso es tan aburrida la materia. – comentó sin mucho interés el rubio mientras comenzaba a sacar el cuaderno y libro correspondientes a la materia. El pelirrojo continuaba echado en su escritorio.

-       Buenos días. – Se escuchó de pronto una profunda y ronca voz, acompañada de pasos tranquilos, pero firmes. El rubito abrió mucho los ojos, sorprendido.

Al notar esa presencia, los pocos estudiantes en los asientos empezaron a comentar cosas como “¿Quién es?”, “¿y Amanogawa-sensei?”, “¡Qué lindo!”. Los estudiantes que se encontraban aún en los pasillos, corrieron para entrar pronto al aula pero el hombre dueño de esa voz cerró la puerta con llave. Miró a los pocos alumnos en el salón y sacó una lista de su maletín.

-       Pasaré lista. Quien no responda, tiene falta. – dijo severamente, sacando un bolígrafo negro. – Hizumi Arimura.

-       ¡Presente!

-       Aiko Bando.

-       ¡Presente!

-       Susumo Chiba.

-       Presente.

Los nombres continuaban.

-       Miku Takarai.

-       Presente. – esperó a ver que anotara su asistencia y después empezó a mover a su compañero. – Takuya… ¡Takuya! – exclamaba en susurros.- Despierta, están pasando lista. ¡Takuya! – decía desesperado y moviendo a su compañero, pero éste no despertaba.

-       Takuya Uchiyama.

Hubo silencio ya que el joven no contestaba, estaba dormido.

-       Lo repetiré, solo una vez más. Takuya Uchiyama. – Habló el hombre frente al aula, levantando por primera vez su vista, observando con detalle cada rincón de ésta. Se quedó observando por unos instantes esperando una respuesta que no llegó, así que comenzó a escribir algo en su lista.

-       ¡No, no, profesor! – exclamó el rubito, llamando la atención de todos. – Takuya sí está aquí. Es… bueno… -apuntó con timidez a su compañero completamente echado y dormido.

El hombre de presencia fuerte y estricta dejó su lista olvidada en el escritorio y comenzó a caminar por el pequeño pasillo entre los escritorios, hasta donde se encontraban Takuya y Miku. Ese movimiento fue captado por todos los alumnos presentes que miraban fijamente la escena llenos de tensión. El hombre se detuvo justamente frente a Takuya.

-       ¿Esa es su mochila? – preguntó al rubio, el cual asintió temeroso.

Sostuvo la mochila abierta entre sus manos fuertes, y de pronto, le dio vuelta dejando caer todos los cuadernos y libros dentro, en la cabeza roja de Takuya. El joven despertó rápidamente, apenas pudiendo levantar el rostro por la pesadez de los libros.

-       ¿Pero que jod…?

-       A la escuela no se viene a dormir. Si te quieres dormir, vete a tu casa. –dijo arrojando la mochila en el suelo de nuevo.- Tienes falta, señorito Uchiyama. La próxima vez que te encuentre dormido en la clase te voy a sacar. ¿Está claro?

El pequeño de cabellos rojos se quedó boquiabierto, lleno de indignación. Apretó los labios rosados y se quedó en silencio.

-       ¿No me escuchó, señorito Uchi…?

-       Si lo escuché. – interrumpió el joven. – Esta claro. –dijo de mala gana.

-       Me alegro. Y esto va para todos, niños. –dijo dándose la vuelta y saliendo del pequeño pasillo, dirigiéndose a la puerta. La abrió y dejó entrar a todo el alumnado que se encontraba afuera, los cuales entraron apresurados y en silencio tomando sus lugares. – Todos los que acaban de entrar tienen retardo. – al escuchar eso los alumnos comenzaron a protestar. – Sin berrinches. –dijo alzando mas la voz, pero sin perder nunca ese aire tranquilo. – O será falta. – Todos se silenciaron. – Les recuerdo que ustedes, niños, ya están en edad de hacerse responsables. No creo que yo tenga que estar detrás de ustedes para que lleguen temprano o para que estén despiertos.

El jovencito Uchiyama gruñó.

-       Y no lo haré. Y a mí no me cuesta nada reprobarlos. Así que vayan madurando y organizándose, porque en mi clase tienen que estar a la hora indicada, sino llegan a tiempo tienen retardo, y si tienen tres retardos les pongo falta. A las tres faltas pierden el derecho a examen. Y yo no doy puntos extra. Aunque me lloren y traigan a su mamá.

Los alumnos rieron.

-       ¿Entendido?

-       ¡Sí! – exclamaron todos al unísono.

-       Muy bien. – se dirigió a poner los retardos unos segundos y después volvió a soltar la lista. – Para los que no estuvieron antes, Buenos días, mi nombre es Hyde Takarai y de hoy en adelante seré su profesor de Filosofía. Puedo parecer una persona severa, pero les aseguro que podremos llevarnos bien, niños. Solo si siguen las reglas. De una vez les comento que los niños del jardín de infantes no los soporto en mi clase, así que ándense con cuidado. Les prometo que haré de ésta materia, su favorita. – Terminó sonriendo de medio lado por primera vez desde que llegó, sacando suspiros y comentarios de las alumnas femeninas del aula.

 

A simple vista, el profesor Hyde Takarai era definitivamente un hombre atractivo, de baja estatura, pero eso no le restaba puntos. Se cargaba una mirada penetrante y misteriosa que decía mucho. La experiencia vivida se encontraba en sus ojos, en su voz, en su actitud. Físicamente tenía unas facciones elegantes y a la vez duras, una combinación hechizante y meramente sensual. El cabello era largo y afilado hasta los hombros. Estaba vestido con un traje casual color beige y una camisa azul cielo.

 

-       Sí, claro. Maldito viejo rancio. – susurró molesto Takuya, mientras se cruzaba de brazos.

-       No es tan viejo. – dijo con una risita el rubio. – Takarai-sensei debe de tener unos treinta y cinco años. Solo diecinueve más que nosotros.

-       Takarai… No había notado que tiene tu mismo apellido. – lo miró. – Tal vez sea tu pariente lejano o algo así. –rió.- te compadezco.

El rubito rió sin darle importancia.

-       Bueno, dejando a un lado las presentaciones, empezaremos con la clase. – sacó un libro azul y grueso.

-       Genial, otro sensei librista. ¿Qué todos los maestros son así? Por eso no me gusta la escuela.- continuó quejándose el pelirrojo. Seguía claramente molesto.

-       A ver… vamos a empezar con…

-       ¿Y dónde está Amanogawa-sensei? – preguntó indiscretamente Takuya, con una sonrisa de aire arrogante.

-       Oh, pero si es el bello durmiente. –sonrió Takarai y los alumnos se mofaron de Takuya, el cual hizo una mueca de enfado. – Amanogawa-san está incapacitado.

-       ¿Pero que tiene?

-       Esta enfermo.

-       Si, ¿Pero que tiene?

-       Soy su compañero de trabajo, Uchiyama-kun, no su esposa. Si tanto le preocupa puede salir y preguntarle al director. – los alumnos volvieron a reír, mientras Takarai mantenía esa sonrisa ladina y naturalmente coqueta.

-       No gracias. – bufó y desvió la mirada enfadado.

-       Muy bien. Como decía… - se volvió a los demás estudiantes. – La filosofía tiene muchísimas ramas, cada una de ellas es intrigante y hermosa. Quiero saber, ¿con cuál quieren empezar mis alumnos favoritos? – sonrió y las chicas comenzaron a dar chillidos.

-       ¿de verdad somos sus favoritos? – preguntó una alumna.

-       Claro, son los primeros que conozco. – dijo ojeando el libro de la materia, y las chicas se decepcionaron mientras que los chicos rieron. – Solo bromeo, pequeñas. –sonrió levemente. – Entonces, ¿con cuál empezamos? Yo digo que filosofía de la historia, ¿Qué les parece?

-       ¡Claro, si! – dijeron la mayoría.

-       De acuerdo. Entonces, la filosofía es el estudio de una variedad de problemas acerca de cuestiones como: la existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje. – movía sus manos mientras hablaba, captando la atención de absolutamente todas las almas que se encontraban en el salón de clase. – y la filosofía de la historia es la rama de la filosofía que estudia el desarrollo y las formas en las cuales los seres humanos crean la historia. Puede, en algunos casos, especular con la existencia de un fin u objetivo teleológico de la historia, o sea, preguntarse si hay un diseño, propósito, principio o finalidad en el proceso de creación de la historia. Las preguntas sobre las cuales trabaja la filosofía de la historia son muchas, ya que se trata de una materia compleja. Algunas de estas preguntas son, por ejemplo, ¿Cuál es el sujeto propio del estudio del pasado humano? ¿Es el individuo? ¿Son las organizaciones sociales, la cultura, o acaso la especie humana por entero? Yendo aún más allá de estas preguntas clásicas, algunos filósofos modernos han introducido un nuevo concepto, diciendo que la historia ha dejado de ser ya el estudio de unidades, de hechos, pasando a ser el estudio de una compleja…

 

La clase resultó amena. Los alumnos no se dieron cuenta cuando el tiempo pasó tan rápido hasta que tocó la campana de terminada la clase.

-       ¡Aw, no! – se quejaban las chicas.

-       Se me ha acabado el tiempo, niños. Fue un placer trabajar con ustedes hoy. Los veré mañana, o quizás en la cafetería durante el receso. –dijo con una leve risa y tomó su maletín, saliendo del aula.

 

El rubio Miku se volvió hacia Takuya y rió.

-       ¿y? ¿Qué te pareció, señor juez?

-       Dah, no es tan bueno. – hizo una mueca infantil mientras desviaba la mirada.- Solo sabe cómo hablar y captar tu atención toda la hora. Y… hacer que te interese la materia.

-       ¡ja, ja, ja! ¡Sabía que pensabas que es un buen sensei! Toda la clase estuviste escuchándolo con atención.

El de pelo rojo bufó.

-       Bueno si. Lo acepto, es un buen sensei. Pero eso no cambia el hecho de que me haya arrojado los cuadernos en la cabeza y me haya llamado bello durmiente enfrente de los demás. ¿sabes lo humillante que es que un hombre te diga eso enfrente de tus compañeros de clase? Quizás si hubiese sido Angela-sensei no habría sido tan humillante, ¡Pero es hombre!

-       Lo sé, Taku. –rió un poco más. – Tranquilo. Tal vez ésta es solo la primera impresión que tienes de él.

-       Pues yo creo que la primera impresión es la que importa. Y sinceramente no me interesa llevarme bien con los profesores. Como sea. – sacó unos cuadernos de la otra materia.

-       Te estás comportando como un niño… - dijo riendo aún.

-       ¡Jum! – comenzó a fingir que leía el libro de Física.

-       ¡Ni siquiera te gusta la física! – exclamó arrebatándole el libro.

-       Pero Angela-sensei sí. – le guiñó el ojo divertido y el rubito hizo un puchero. - ¿Qué?

-       Angela-sensei no es tan bonita, hay mejores. –soltó el libro.

El pelirrojo rió levemente y cogió de nuevo el libro.

-       Pero a mi me gusta. Y tiene piernas largas.

-       Eres un pervertido.

-       Lo siento. Mis hormonas están evolucionando.-dijo riendo.

 

El día siguió, sin embargo, con el cielo tornándose grisáceo. El pelirrojo miraba fijamente por la ventana sin escuchar realmente lo que el maestro de Biología explicaba. Tampoco pensaba en nada en especial. Era verdad que no tenía algo que ocupara gran tiempo en su cabeza. Siempre pensaba en cómo obtener buenos promedios, salir con los amigos, salir con chicas, tener un buen trato con sus padres… Era un buen niño, ¿cierto? Rió suavemente al verse de esa manera y de pronto el hombre calvo con gafas, llámese profesor de Biología, le dio un cuadernazo en la cabeza.

-       ¡Auch! –se encogió, sobándose.- ¿otro? ¿Qué tienen los profesores en mi contra? –renegó con un puchero.

-       Lo mismo te pregunto, Uchiyama. Es la tercera vez que no prestas atención en mi clase. ¿quieres explicarme lo que estaba diciendo?

El menor miró a Miku y éste movió los labios, respondiéndole que era el tema sobre las proteínas.


-       ¿y bien? Te estamos esperando. Tú que todo sabes que no necesitas prestar atención. Pasa al frente y explica. –se cruzó de brazos y se recargó en el escritorio, mientras los compañeros observaban a Takuya.

Takuya dio un suspiro y se puso de pie, con las manos en las bolsas, caminando hasta el frente.

-       Las proteínas son sustancias orgánicas compuestas por moléculas llamadas aminoácidos. – comenzó a hablar en tono desganado, girando los ojos.- se encargan de los procesos biológicos del organismo. Sus cadenas están conformadas por un amino, un carboxilo y un grupo variable R. Cada proteína realiza diferentes funciones como por ejemplo la hemoglobina que lleva el oxígeno a la sangre, la actina y la miosina para la formación de los músculos, etcétera. –miró al profesor- ¿ya?

El maestro se quedó boquiabierto y después bufó con indignación.

-       Está bien. No te bajaré puntos. Pero te quedarás después de clases a limpiar el salón. Sin ayudas, Takarai. –se refirió a Miku. El rubio asintió.

 

La clase terminó y el cielo había roto en llanto. La lluvia era bastante fuerte que se había oscurecido el día. El maestro de Biología esperó a que todos salieran de aula, incluyendo al rubio, quien miró con vergüenza a Takuya antes de irse bajando la mirada. Takuya le sonrió conociendo perfectamente sus intenciones, sabiendo que si por él fuera, se quedaría incluso la noche limpiando la escuela entera para ayudarle. Eran un gran amigo. El pelirrojo agitó la mano despidiéndose y el profesor cerró la puerta, dejando al menor a solas, sin incluir al pequeño balde con agua, acetona, trapos, borrador y aromatizante. Bueno, un día de castigo. ¿Qué habría de diferencia? No tenía nada que considerara importante que hacer y la lluvia era una excelente acompañante. Siempre le encantaron los días en que el cielo lloraba y después ver cómo salía el arcoíris. Se levantó decidido y comenzó a borrar el pizarrón, para después tallarlo y llevarse consigo cualquier residuo de gis que encontró. Continuó borrando los estúpidos escritos en los escritorios de los estudiantes, encontrándose con frases muy peculiares. No podía parar de reír: “Culeame” leyó en la parte trasera de uno de éstos, con una flecha apuntando abajo. Pensó que sería divertido escribirlo al escritorio de los maestros. Pero por ahora debía conservar su imagen de estudiante perfecto. Terminó de limpiar el aula y roció el aromatizante de lavanda por el lugar. Se sentía satisfecho, como siempre había logrado un trabajo perfecto. Observó su reloj tradicional de manecillas.

-       ¡Las seis! –exclamó y de inmediato miró por la ventana. El cielo continuaba mojando la ciudad. Se preguntó si habría un alma en ese bendito edificio. Estaba seguro de haber visto pasar a uno de los conserjes por la puerta principal.

 

Tomó su mochila y salió apresurado del salón, buscando a algún ser humano que pudiese ayudarle. No había absolutamente nadie por los pasillos, ni en las aulas. Corrió esperanzado a que la puerta principal o la trasera estuviesen abiertas, pero oh gran decepción. La gran reja estaba cerrada. ¡Genial! ¡Se había empapado por nada! ¿y ahora como saldría de ahí? El cielo tronó y le tomó por sorpresa, haciéndole encogerse de hombros. Observó cuidadosamente la reja y decidió que debía escaparse como un puro criminal. Tomó su mochila mojada y la arrojó al otro lado. Se sujetó fuerte de las barras azules y tomó vuelo para comenzar a escalar la reja que estaba perversamente alta. El suelo tronó al topar con su cuerpo. ¿Cuántas veces había resbalado ya? Había parado de contar después de las siete. La desesperación lo estaba tomando. Algo que detestaba era intentar algo con todas sus fuerzas y no poder lograrlo. ¿Por qué demonios era tan bajo? De nuevo deseó ser tan alto como Tora, pero imaginar serlo no servía y a pesar de que la lluvia estaba cesando el día acababa.

-       Una vez más. – susurró sin muchas fuerzas y se agarró de las barras, comenzando a subir por éstas. Las manos ardían por tanta fricción realizada anteriormente, incluso estaban rojizas.

 

Oh no, de nuevo… se resbaló.

-       ¡Ahg! – apretó los párpados esperando el impacto, cuando de pronto se sintió estrechado por un cuerpo suave y seco. Le pareció escuchar el sonido de objetos caer. Se sintió un tanto aliviado por no castigar a su cuerpo con otro impacto.

-       ¿Qué haces aquí? – escuchó un murmuro por detrás de él. Esa voz…

Volteó de inmediato, aún con un suave agarre de… ¿su maestro de filosofía? Se alejó de inmediato con muchísima incomodidad y en gran parte, indignación por lo ocurrido ese día.

-       Nada. –contestó seco. El maestro de cabellos largos mostró una sonrisa apacible y cogió del suelo su maletín color negro y el paraguas del mismo color que se le habían caído al ayudar al estudiante. Takuya le miró. Sabía que debía ayudarle después de haberle salvado del tropezón, pero su cerebro no recibió tales órdenes.

-       Pareces complicado, Takuya. – dijo una vez sujetando el paraguas. ¿se había aprendido su nombre?

-       Tiene una buena memoria, profesor. Pero no debería llamarme por mi nombre, podrían malinterpretarlo. –protestó recargándose en la reja, con gotillas aterrizando en su cabeza. El mayor le dirigió una sonrisa ladina mientras acomodaba el maletín.

-       Por supuesto. Está prohibido el trato personal alumno-profesor, pero en cualquier caso estoy fuera del horario de trabajo y tu también. –el menor hizo una mueca de desaprobación y de pronto sintió que las cuentas de agua dejaban de caerle. Hyde le había cubierto con el paraguas.- Si no vienes a clases por resfriado, aún así te pondré falta. Lo mejor será que no te mojes más. El frío después de la lluvia está comenzando. –le sonrió amablemente y metió las manos en el bolsillo, comenzando a caminar. Takuya sin entender demasiado, tan solo le siguió.

-       Esta cerrada. – dijo al notar que se dirigían a la puerta principal. Entonces vio que el castaño sacó unas llaves color dorado y las introdujo, abriendo la puerta.

No podía describir con una sola palabra como se sintió: avergonzado, conmocionado, estúpido.

-       No puede ser… -susurró para sí.

-       Buscar soluciones no es tu fuerte. Te vas a lo primitivo. –se burló y salió seguido del pelirrojo, cerrando al final. El menor le pareció que le remarcaba una y otra vez sus errores, lo cual le molestó.- por cierto, ¿Qué hacías tan tarde aquí? –comenzó a caminar por la acera mientras Takuya cogía rápidamente su mochila y le seguía.

-       Me castigaron. –respondió sin mirarle.

-       ¿dormido de nuevo? –se detuvo de pronto, cosa que Takuya no comprendió.

-       No. Miraba por la ventana. –le vio a los ojos. El mayor respondió la mirada.

-       Ese maestro debe ser muy estricto. –alzó la ceja. Takuya alzó ambas cejas incrédulo y rio con sarcasmo.

-       Mire quien lo dice, ¿eh? Por lo menos no me arrojó los libros en la cabeza. –respondió con una mirada penetrante. Intentaba hacerle sentir culpable.

El mayor se dio la vuelta alejándose poco hasta un auto color plata con los cristales polarizados y abrió la puerta del lado del piloto.

-       Aprende a portarte adecuadamente, niño. –sonrió ampliamente y se dispuso a meterse al auto.

-       ¡Espere! – exclamó acercándose apresurado.- No… ¿me podría hacer el gran, gran favor de llevarme a la central de autobuses? Es que… es tarde y no sé si alcance el bus. –intentó poner la expresión más conmovedora y frágil que pudo, tratando de convencerle. Hyde le miró por unos instantes y luego sonrió ladinamente.

-       No debería, podrían malinterpretarlo. –devolvió el dicho y el pelirrojo abrió mucho los ojos observando la sonrisa coqueta y placentera del mayor.- Pero… - se asomó a la parte trasera del auto y luego sacó algo.- puedo prestarte mi paraguas. –se lo extendió, poniéndoselo en las manos. Takuya la miraba con los labios entreabiertos sin poder creer que no pudiese hacerle ese mínimo favor.

 

Hyde acercó su mano al mentón del más pequeño, tocándoselo suavemente para encoger su mandíbula y hacer que cerrara la boca.

-       Suerte y no olvides devolverlo mañana, Takuya. – le hizo un leve guiño de ojo y se metió en el coche, partiendo de una vez.

El de cabellera roja gruñó fuerte de la frustración y miró el paraguas con enojo. Era humillante pero definitivamente lo usaría. Ese Hyde Takarai era un fastidio por ser tan malditamente listo. Digno contrincante para admirarse. Rio al darse cuenta de que lo que le molestaba era que… en realidad le agradaba.

 

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Notas finales:

¡Fin del capítulo!

Espero les haya gustado, el proximo estara aqui la proxima semana ;3 

¡Comenten y sigan la historia! <3 

Gracias.


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