Era cómico como la vida daba vueltas y vueltas de las que uno ni se daba cuenta, como de un día a otro todo lo que te unía al mundo cambia de un extremo a otro. Antes – debía admitir – su mundo eran las cervezas, los cigarrillos y como no su preciada laptop, sus mejores amigos durante años y años en los que solo se dedicaban a acompañarlo en sus frías y sombrías noches. Como cambiaban las cosas.
Ahí estaba, sentado al lado de su cama observando como un pelirosa descansaba desnudo del otro lado. Siempre quedaba agotado luego de demostrar su amor, aunque él siempre le diga al cantante que no es nada más que sexo, era amor. Pensó que jamás podría volver a sentir algo así, que ese sentimiento no era nada más que ficción con la cual podía beneficiarse y ganar dinero, pero aquí se hallaba él, uno de los mejores escritores renombrados de Japón, babeando como un adolescente con su amante al lado. Pero… ¿era Shuichi su amante? Ya llevaban poco más de un año de relación, pero jamás recuerda haberle pedido al pelirosa que fuera su amante o simplemente su pareja formal, tal vez ya era hora de ponerse al día con el pelirosa con respecto a eso y buscar una rápida solución.
No quería admitir que se sentiría solo cuando Shuichi se fuera a su gira mundial por 4 meses. Simplemente no podía, su orgullo era mucho más grande que eso. Pero cómo no extrañarlo si era ese pequeño el que llevaba galletas y un poco de leche cuando sabía que él se quedaría hasta tarde escribiendo en su nueva novela, sabiendo que de solo cervezas y cigarrillos no podría vivir. Cómo no extrañas esa melodiosa voz que lo despertaba en las mañanas mientras el cantante se duchaba, esa voz que lo excitaba cuando era él con sus caricias el que la hacía salir de esos dulces labios con sabor a dulce, esos labios que lo recibían cada mañana y lo despedían cada noche, esos labios que dejaban salir pequeños susurros con palabras solo para él.
Ok…Sí, estaba enamorado, pero como todo lo anterior, jamás se atrevería a revelarlo, o tal vez solo necesitaba más tiempo…no, tampoco. Su orgullo no permitía tal disparate, o eso quería pensar, pero no podía evitar darse cuenta que con la llegada del cantante a su vida, su orgullo se iba haciendo menor notándose en pequeños gestos como el preocuparse por su pelirosa cuando éste se enfermaba por estar bajo la lluvia o por haber pasado la noche fuera del departamento por haber hecho algún berrinche, aunque eso es principalmente su culpa, por lo que, lo menos que podía sentir, era culpa. Su límite fue cuando una noche le dejó más de 20 llamadas perdidas en su celular, ya que el lindo mocoso olvidó avisar que esa noche se iría a dormir a casa de su estúpido amigo pelirojo. En verdad que tenía un gran problema con su corazón…sabía que se arrepentiría de siquiera pensarlo, pero extrañaría sus berrinches. Debía admitir que su casa no sería lo mismo sin sus gritos y lloriqueos constantes, se sentiría todo tan abandonado con su partida.
Acarició los cabellos del menor mientras pensaba todas esas cosas. No quería que se fuera por nada del mundo. Lo extrañaría horrores, y aun no podía asimilar que tendría vacaciones en la editorial mientras su cantante se iba de gira, todo por un maldito mal entendido. Se supondría que durante esos dos meses él se encargaría de llevar a Shuichi fuera del país, a algún lugar como Europa para poder así expresar lo que sentía, embriagarse con el romanticismo y poder demostrar lo que sentía. Fue a hablar con Seguchi y le dijo que Shuichi estaría fuera, el maldito de su cuñado pareció feliz, como si ya todo estuviese planeado. Pero su idea no era lo que estaba en la cabeza de su cuñado, sino que el manager (el loco de la magnum) y el productor (el estúpido lacayo de su cuñado) tenían pensado una gira promocional para Bad Luck y ellos pensaron que Shuichi se lo había dicho a él para que convenciera al dueño de la disquera. Maldita y desdichada suerte la suya.
- Mmm. ¿Yuki? - Bien, ahora había despertado al mocoso.
- Duerme, mañana tu avión sale temprano-y ahí estaban esos ojos color amatistas que tanto amaba. Aun no se lograba convencer de que fueran naturales, cabía decir.
- ¿Por qué estás despierto y levantado?
- Porque se me dio la gana después de que me empujaste de la cama, idiota-A estas alturas Eiri ya pensaba que él mismo era el idiota.- Ven, vamos a dormir.
Se recostó en su lugar e instantáneamente el pelirosa se acurrucó en sus brazos con una sonrisa en el rostro, una sonrisa deslumbrante.
- Te amo, Yuki.
- Duerme, mocoso. “yo también, yo también”.