Fue desde el día que la conocí. La transfirieron a mi clase un día, sin más. Había estado mucho tiempo en el hospital, pero era perfecta en todo lo que hacía, nunca fallaba en nada. Al principio me pareció una chica huraña y antipática, me daba muy mala espina. Parecía que todo lo que hacía era para verme sufrir. Todo comenzó un día mientras paseaba tranquilamente por un centro comercial; de pronto, empecé a oír una voz que me llamaba desde uno de los sótanos, y decidí ir hasta allí. Me acompañó la que entonces yo creía mi mejor amiga, Sayaka. Cuando llegamos, me encontré con un extraño ser que se hacía llamar Kyuubey, que huía desesperadamente de ella, quien intentaba matarlo con ahínco pero, ¿cómo alguien podía ser tan cruel con una criaturita así? En su mirada no había nada, estaba vacía. Me dio mucha lástima…
Yo no entendía anda, todo era nuevo para mí. En un abrir y cerrar de ojos estábamos en un universo paralelo creado por una bruja. Mami nos salvó… Fue cuando la conocí. Desde ese momento la admiro, y siempre la admiraré. Fue muy valiente en todo lo que hizo. Más tarde Mami nos hablaría a Sayaka y a mí de las Maho Shojo, los contratos, las brujas… Yo quería ser una Maho Shojo, y Kyuubey me decía que tenía un gran potencial, pero no tenía ningún deseo. Mami la odiaba; pensaba que era egoísta y cruel.
Unos días después, Mami murió… Nunca la olvidaré.
Al final, Sayaka hizo un contrato con Kyuubey. Si lo hubiera sabido antes, jamás la hubiera dejado hacerlo. Fue cuando conocí a Kyoko, quien enseguida se enemistó con mi amiga. Yo siempre estaba sufriendo por ellas, ¿por qué tenían que pelear? Yo quería ayudar, pero no sabía cómo. No podía dejar de pensar en ella. ¿Por qué era así? Sabía mucho más de lo que aparentaba.
Ella…
Kyuubey nos había engañado a todas.
El día menos pensado, Kyoko y Sayaka dejaron de existir. Me quedé tan sola… Y ella no me dejaba ayudarla, no quería que hiciese el contrato.
Finalmente se derrumbó y me confesó toda su historia. Y yo no pude más que llorar. Supe que la quería.
Me había estado protegiendo durante años.
Quería enfrentarse sola a Walpurgis, pero no pude dejarla y pedí mi deseo. Borré a las brujas de la historia. Y me borré a mí misma para que ella dejara de sufrir de una vez.
No puedo volver atrás.
Yo la quiero. Me he dado cuenta al final.
Y a pesar de todas las veces que fue en mi busca, de todas las veces que me conoció, de todo lo que ha hecho por mí, de todos sus sacrificios, su dolor… Ella ya no me recuerda.
***
La primera vez que la conocí me pareció la mejor persona que jamás había conocido. Acababa de salir del hospital y apenas podía valerme por mí misma. Ella siempre me ayudaba, me hacía sentir que mi vida tenía sentido. Luego me enteré de que era una Maho Shojo, me contaron todo sobre ese tema: las brujas, las gemas, el deseo… Todo. Pero yo no tenía valor suficiente, sólo podía dejar que me protegiera ella. Yo era torpe y descuidada, ella todo lo contrario.
Sin embargo, Kyuubey las había engañado. Ella se convertiría en la bruja más poderosa en la noche de Walpurgis. Ya lo había perdido todo, las demás habían muerto. Estaba ella sola.
Murió.
Sentí que se me partía el corazón, y tuve claro mi deseo: La volvería a conocer. Evitaría la tragedia.
Sabía que Kyuubey era un traidor, pero no sabía cómo hacérselo ver.
La volví a conocer. Fracasé.
Decidí cambiar el método.
Lo intenté cientos, miles de veces. Fracasé en todas ellas.
Y cuando estuve a punto de rendirme, ella me pidió en su lecho de muerte que no la dejara convertirse en Maho Shojo. Y volví a intentarlo.
Por mucho que me esforzara parecía que Kyuubey volvería a ganar esta vez. Kyuubey me dijo que era mi culpa el cruel destino que ella portaba, por todas las líneas temporales que había creado intentando salvarla, su desgracia era mayor. Fue un duro golpe para mí. ¿Cómo podía haberle hecho eso? Si fracasaba, no volvería a intentarlo, no quería que empeorase aún más su futuro.
Pero cuando iba a morir, ella apareció e hizo el contrato. Todo mi esfuerzo para nada…
Ella ha desaparecido para siempre. Hace apenas unos minutos. Jamás la voy a volver a ver.
La voy a olvidar. No quiero olvidarla. No quiero olvidar las miles de vidas que he vivido con ella. Simplemente no quiero.
Ni siquiera la he dicho que la quiero. Y ya no podré hacerlo.
Madoka…