—Bien, ya me tengo que ir… —acariciaba la cabeza de su hijo un tanto indecisa, aún no creía que dejarlo solo fuera la mejor opción.
— ¡Está bien! ¡No te preocupes por nada! ¡Nos vemos más tarde!—dijo más que feliz apartándose un poco del abrazo de aquella mujer
El pequeño niño de diez años se despedía gustosamente de su madre,
Esa tarde la señora Matsumoto o como muchos le llamaban Chizu-san había recibido una llamada del hospital general de Kanagawa informándole que necesitaban algunos datos para dar el alta a su hermano, el cual había ingresado días antes por un accidente laboral, la señora Matsumoto se alegró por la noticia, si autorizaban su salida era porque su hermano menor estaba completamente bien y eso tranquilizaba su corazón, mas había un pequeño detalle y ése era su muy curioso e hiperactivo hijo, como toda buena madre conocía lo que tenía, y sabía que Takanori no podría estarse quieto en un solo lugar, y que si le reprendía le armaría una incomoda pataleta, así que para evitarse un futuro bochorno consideró sus casi nulas opciones, pues al haberse mudado recientemente por el empleo de su marido no podía contar con su familia o amigos, frustrada pensó en llamar a su marido para que la ayudara, pero antes de coger el teléfono se vio interrumpida por los gritos de su hijo.
— ¡Mami! ¡Mami! ¿Podemos ir ahí? ¿Si? ¡Por favor!
Tardó varios segundos en entender de qué se trataba, hasta que su vista se fijó en el televisor, era un anuncio donde se mostraban niños jugando en lo que a su ver era un centro de entretenimiento.
— ¿!Podemos!? ¿!Si!?
Insistía el menor jalando levemente de su blusa al tiempo que daba leves saltos, Chizu-san lo pensó un momento, sin duda el lugar era perfecto para su hijo, y una idea cruzó por su mente.
—Taka-chan… no puedo llevarte, tengo que ir a lo de tu tío, porque ya lo van a dejar salir—Takanori la miro inflando sus mejillas y levantando sus labios inconscientemente, quería a su tío, pero también quería ir a ese lugar, Chizu-san suspiró ante la actitud de su hijo—pero… puedo dejarte un rato… solo en lo que voy y vengo y…
No pudo terminar de hablar pues Taka-chan ya le tenía abrazada agradeciéndole efusivamente, aunque en ese mismo instante la señora Matsumoto quiso retirar sus palabras, vio que no serviría de nada, y después de una larga charla y consejos de cómo cuidarse, no hablar con extraños y demás le mandó a cambiarse; el resto del camino la situación no fue diferente, a cada cosa que Chizu-san decía el pequeño asentía prometiendo cuidarse muy bien, a lo cual no pudo evitar sonreír su niño era muy inteligente y estaba creciendo muy rápido.
—Asegúrate de estar aquí, incluso antes de que se acabe el tiempo— le indicó con el dedo en señal de advertencia, para después depositar un suave y tierno beso en sus mejillas.
— ¡Yep!—asintió el menor enérgicamente.
—Cuídate…—susurró antes de salir del lugar, dudó unos segundos a las afueras del establecimiento mirando como su hijo aún se despedía, hasta que reparó en la hora, y viendo lo tarde que era partió esperando poder coger aun el tren.
— ¡Bye! ¡Bye!- se despidió hasta perderla de vista, y se dirigió al mostrador, parándose de puntitas para poder alcanzarlo— ¡Aquí está mi dinero, señor!- le extendió los yens al hombre rubio tras el mostrador.
— ¿A dónde fue tu mamá?—le preguntó recibiendo el dinero, ya que había observado la escena previa.
—Al hospitaaal—alargó infantilmente la palabra, mirándole con una mirada despreocupada y llena de vida que removió el oscuro interior del mayor.
—Y… ella no puede estar de vuelta por más de media hora, ¿verdad?
El menor asintió inocentemente observando la extraña venda que cubría la nariz del empleado, a lo que el mayor solo pudo sonreír
— ¿Por qué no juegas hoy conmigo?- cuestionó dirigiéndose a una puerta con la leyenda “solo personal” al fondo del mostrador.
— ¿Huh? Pero…- el pequeño recordaba cada uno de los consejos de su madre y eso le hacia dudar, ese hombre era un extraño y, los niños no deben acercarse a los extraños mas la curiosidad era mucha y sólo basto una frase más para empezar a seguir a aquel rubio.
—No te preocupes, esto es más divertido que cualquier parque de diversiones, ven por aquí. — le sonrió nuevamente mientras desaparecía por la puerta.
Takanori entró a aquel cuarto que siempre llamaba su atención en cada tienda a la que iba ¿Qué podría haber ahí detrás?
— ¡Wow! ¿Puedo realmente estar aquí? ¡Asombroso!
Preguntó al entrar y ver como el mayor se acercaba a la puerta y tras un –click- esta se cerraba con candado.
—Te voy a enseñar un juego muy especial, uno que es sólo para ti, ¿crees poder guardar el secreto? — le preguntó acercándose lentamente.
— ¡Seguro! —respondió Taka-chan, sintiendo como el mayor le jalaba lentamente de la camisa con estampado de camuflaje que llevaba hasta tenerlo lo suficientemente cerca y levantar la camisa blanca que usaba debajo de esa prenda.
El mayor subió su mano hasta uno de los pequeños pezones del menor y una vez ahí lo empezó a presionar y apretar suavemente.
—Ah… —se sorprendió el pequeño por la acción que no acaba de entender hasta que empezó a sentir un cosquilleo muy particular — ¡Basta! ¡Me hace cosquillas!
Pronunció con dificultad al sentir ahora las dos manos sobre su pecho y su cara arder, intentando apartar las manos de su cuerpo pero tras unos segundos cedió, dejándose llevar por aquella nueva sensación.
— ¿Oh? ¿Te he calentado ya? — habló el mayor con la voz cargada de deseo al tiempo que apretaba un poco más aquel ya erecto botoncito y escuchaba un pequeño gemido salir de la boca del menor.
—¡Nh.! S-Señor— temblaba el pequeño al sentir ahora la lengua del mayor dándole placer.
— ¿Cuál es tu nombre niño?—le preguntó rodeando sus caderas con sus brazos para después seguir jugando con sus pezones.
—Es Takanori… —pronunció apenas.
—Eres muy sensible, ¿verdad Taka-chan? —chupó sus tetillas.
—Nh… ah… ¿sen…sible?—realmente no entendía a qué se refería con esa palabra.
—Se siente bien cuando yo juego con tus pezones, ¿verdad? —le alzó levemente hasta dejarlo acostado sobre una mesa al final del cuarto.
— ¿Bien…? No lo sé… haa… siento que algo hormiguea...— respondió sin saber que era aquello que sentía y que estremecía cada fibra de su ser.
— ¿Dónde? — le interrogó el mayor apartándose un poco apoyando sus manos en la mesa, pero al ver el pequeño bultito bajo su short de mezclilla podía darse una idea, y antes de recibir contestación se los bajo junto con sus calzoncillos.
—Es… mi pipi...—susurró viéndole a los ojos sintiendo su cara arder y el sudor bajar por sus mejillas.
El hombre rozó el pene del menor con su dedo recibiendo un –¡ah!- por parte del chico, así que siguió estimulando lentamente, masturbándolo como el solía hacérselo a si mismo.
—Ah!... waa… huh… ah! —Takanori estaba en shock lo que le fuera que el mayor le estuviera haciendo lo hacía temblar y jadear sin control.
—No es solo tu pipi… —abrió sus piernas dejando expuesta su entrada — tu puedes sentir realmente bien aquí también—deslizó su dedo hacia el estrecho y dilatado orificio del menor.
—¡hyaaaaaaaaaaaaaaaa!—aquellos movimientos lo habían dejado otra vez en shock y solo esa intromisión le trajo de nuevo a la realidad, se sentía raro y le dolía un poco mas no hizo nada por detener al mayor, todo eso era demasiado para su cuerpo y mente.
Después de pocos minutos persistiendo en aquel movimiento, sujetó los muslos de Taka-chan abriendo y elevando un poco maas sus piernas, adentrando su lengua en la cavidad de este, lamiendo cada centímetro de ella.
— ¿!Uwaaaaaaaaaaaaaa!?... ¡Ah!...!Ah!...!Nh!...S-Señor —Gemía sin poder contenerse, nadie había “jugado” con él de esa forma y eso le perturbaba, le llamó de pronto con un aire de desconfianza en su voz, atrayendo la atención del mayor que daba por terminada su tarea de dilatar al menor— Usted no… me estás haciendo nada malo, ¿verdad?—dijo intentando mantener un tono firme, pues su mamá le había dicho que se alejara de las personas que pudieran hacerle daño.
—Haha, tú eres un chico muy inteligente, ¿verdad?—se desabrochó el mandil azul del trabajo y lo bajo junto con su bóxer—Pero esto no se siente mal, ¿verdad?
—N-No… pero… —el niño cerró sus piernas con un poco de temor sintiendo que tal vez lo que estaban haciendo no estaba bien, cosa que no pasó desapercibida por el de la bandita
—Escucha, ¿de acuerdo? La cosa con los adultos es…—aprovechando la distracción del menor con sus palabras le puso en cuatro y lo empezó a penetrar—que ellos tienen realmente mayor diversión cuando hacen cosas con los niños… Taka-chan voy a enseñarte todo sobre esto, ¿bien?
— ¡Ah!...! Ah!..!N…No!
Dolía, realmente le dolía lo que le estaba haciendo, el “Señor” le estaba metiendo algo, como cuando se enfermaba de fiebre, pero esto era más mucho más grande y estaba caliente, cuando estaba a punto de soltarse a llorar paró, y un momento después esa cosa se empujó suavemente contra él.
— ¡Hyaaa! —gimió de dolor.
Tras varias estocadas más, el mayor salió un poco para volver a entrar, lo hizo varias veces hasta ver que el menor se acostumbraba a la intromisión y su entrada estaba más relajada, entonces empezó con las embestidas.
—¡Nghh..! … ¡Ah!...!Ah!— ya casi no le dolía y empezaba a sentir algo diferente, algo que le hacía gritar, pero no de dolor, que le quitaba la respiración y hacía sentir su cuerpo caliente; el mayor le tomó por las caderas y empezó un vaivén más fuerte.
— ¿Ves? se siente bien, ¿verdad?—pronunció con la voz entrecortada esa estrechez le estaba haciendo delirar.
El menor volteó su cabeza sobre su hombro para verle pero antes de poder hablar, sintió que algo adentro suyo era tocado, tensando completamente su cuerpo y haciendo salir un poco de líquido viscoso de su pipí.
— ¡Hay!... ¡Es increíble! ¿Qué es este sentimiento?... Es tan…—preguntó llevándose las manos a la boca intentando callar un poco los sonoros gemidos que estaba dando.
El mayor cambio las posiciones dejándolo sentado sobre sus piernas y levantando uno de los muslos de Takanori se ayudaba para seguir estimulando la próstata del menor.
— ¡Ahhhhhhhhh!—gimió ronco—esto se siente bien para mí también… estas apretándome tan fuerte… esto es increíble, ¿verdad Taka-chan?
—¡Se siente tan..! —intentó recordar la palabra—... ¡Señor… Esto se siente tan bieeeeeeeeeeeeen!—gritó sin poder controlar el placer que lo consumía, y buscando más de esto empezó a rebotar sobre las piernas del mayor, para que aquel punto dentro de él fuera tocado con más intensidad, el mayor lo notó y sintiendo como la ya muy estrecha entrada del pequeño se contraía más supo que no faltaba mucho para que se corriera, así que tomándolo de los muslos le ayudó y arremetió más fuerte.
El pequeño cuarto empezó a llenarse de gemidos y jadeos por parte de ambos; el menor vio cómo su pipí chocaba contra su estómago provocándole una sensación agradable ya que estaba muy dura y más por instinto que por cualquier otra cosa aventuró sus manos hasta tocar su miembro, basto sujetarlo y tocar el glande, para que su cuerpo se tensara por completo, un eléctrico escalofrío de placer y calor le inundara hasta concentrarse en su vientre bajo y algo viscoso saliera de él haciéndolo convulsionar levemente arqueando su espalda al tiempo que sentía como algo caliente le inundaba.
Se dejó caer en el pecho del mayor sintiendo todavía los estragos del orgasmo, poco a poco su cara fue recuperando su color y la respiración empezó a normalizarse al igual que la del sujeto de tras suyo, quien después de un rato salió de él, le dejo sentado en la mesa mientras él se subía el bóxer y el mandil e iba por la ropa del chico, pero al darse la vuelta y ver al pequeño sobre la mesa con sus calcetas y sus zapatos desacomodados, la camiseta blanca aun por encima de su estómago, sudado y con la esencia de ambos corriendo por sus piernas ligeramente abiertas, sintió ponerse duro otra vez, pero ya había transcurrido mucho tiempo y su madre no tardaba en llegar, además el chico no aguantaría otra ronda, sonriendo se acercó a él, le limpió y le ayudó a vestirse bajo la atenta mirada del menor, cuando estaban por salir el mayor se sacó la bandita y poniéndose en cuclillas para estar a la misma altura del menor se acercó a sus labios y le beso castamente, viendo como el niño se sonrojaba hasta las orejas.
—Soy Akira, no Señor. —corrigió sonriéndole divertido.
El menor le asintió sonriendo abiertamente y sintiendo su corazón hacer doki-doki, salieron.
El mayor se dirigió al mostrador mientras Takanori caminaba hacia la puerta, tocando aun sus labios y recordando aquel beso, hasta que una voz muy conocida le sacó de sus pensamientos.
— ¡Lo siento! ¡Llegué tarde!... ¿Te divertiste?—le preguntó su madre tomando su mano, dirigiéndolo a la salida,
—Yeah…—respondió pensativo volteando en dirección al mostrador por unos segundos viendo como Akira atendía a unos clientes, y al verse observado le guiñó un ojo sonriendo, el menor sonrió también y volteando hora hacia su madre le contestó muy feliz. — ¡Fue realmente interesante! ¡Llévame ahí otra vez! ¿Sí?
...