Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Por siempre mío por Dulce_Pena_Hime

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hola!

Este fic es para desearles un feliz 2012!! Un año que tiene cosas buenas y malas, como todos... vivamos con lo bueno y superemos lo malo... olvidemos rencillas que no afectan a nadie sino a nosotras mismas.

Notas del capitulo:

Bueno, este fic, debo confesar, hace tiempo lo publique, pero debido a que no el puse la opcion de "fic termindo" el tiempo termino por borrarlo.

Ahora, examinando mi makina, lo encontre bajo toneladas de polvo... lo edite y he aqui de nuevo.

Agradezco muchisimo a Hotarubi_iga por revisar el fic y corregirlo. ¡¡¡Mil gracias por tu ayuda!!!

POR SIEMPRE A MI LADO

 

La noche cayó, y nosotros llegamos a casa hacía sólo unos minutos.

Estas hecho trizas, lo dejas ver tras ese suspiro de fatiga y resignación mientras te quitas el disfraz de perro. Nunca he entendido de dónde diablos sacas tantos disfraces, ni por qué te gustan; es como si no estuvieras de acuerdo en ser quien eres. Trajes de: batería recargable, perro, luchador de sumo, maleta, plátano, novia, colegiala y no sé cuantas locuras más… Estoy seguro que un día te disfrazarás de Laptop, pues siempre has estado celoso de mi computadora. Aunque las excentricidades de tus conciertos te van bien.

Exhalas el aire de tus pulmones una vez más y dejas caer la prenda, me das la espada y puedo ver que bajo ese traje solo traes puesta la ropa interior y esa delgada camiseta.

 

-          ¿Cansado? –Es mi única pregunta al verte con las manos colgando a tus costados y la cabeza baja.

-          Más bien… estoy molesto, decepcionado y confundido.

-          …

-          Nunca creí que Sakuma-san me fuera a hacer tan mala jugarreta. Fue del último que pensé algo así. –Otro suspiro, la falta de aire se nota en estos, la ausencia de ánimo, lo distante de tu peculiar y agradable sonrisa y tu excéntrica personalidad.

 

Te miro mientras llevas una de tus manos al cuello moviéndolo hacia un lado para después echar los hombros hacia atrás; no me cabe duda, ese enojo te ha tensado bastante. Enojado, es difícil que lo estés, es difícil creer que te enojes, me es difícil verte así, normalmente tus enojos son berrinches de niño, esta vez no es así.

 

-          Además… ¿Por qué Sakuma-san haría algo así? ¡Él es muy bueno! Se me hace estúpido ¿No crees?

-          …

-          No sé… quizás deba hablar con él y pedirle una explicación, pero… no tengo muchos ánimos de verlo pero a la vez sí. ¿Tu qué piensas? –añadió para voltear a verme.

 

Pero no respondo, no sé qué decirte; entiendo tu enojo y al mismo tiempo yo estoy molesto por los mismos motivos que tienes.

No digo nada; sólo te miro fijamente, analizándote; deseando entender tus pensamientos y confusiones, cuando ni siquiera tú las entiendes.

 

-          ¿Ehh? ¿Qué pasa Yuki? ¿Por qué me miras así? ¿Sabes? Me da mucho miedo esa mirada…

 

No lo pensé, sólo me acerqué a ti con pasos lentos y tranquilos. Y tú… tú retrocedes en pasos casi inexistentes, como si huyeras de mí, como si me temieras, hasta que no puedes alejarte más y terminas pegado a la pared sin escape alguno ¿Por qué te alejas? ¿Por qué huyes? ¿Acaso no me quieres? ¿No deseas estar conmigo? ¿Me tienes miedo?

 

-          ¿¡…Yuki…!? –Me llamas desorientado cuando coloco las manos sobre la pared para acorralarte. No quiero que sigas tratando de eludirme.

 

Prolongo el tiempo así, en el silencio de esa habitación que no es precisamente la principal. No, no lo es, de hecho es una de las recamaras más chicas en esta casa.

¿Por qué diablos una maldita casa tan grande si solo vivimos dos? ¿Por qué cada uno tiene su cuarto, si los dos dormidos juntos y no es en tu habitación ni en la mía, sino en NUESTRA HABITACION, EN NUESTRA CAMA?

Tal vez porque en ocasiones necesitamos nuestro espacio; y aún así… cada milímetro de esta casa sabe lo que en realidad ocurre entre nosotros; estas paredes son testigos silenciosos de nuestros encuentros amorosos, de nuestras peleas y discusiones, de tus tonterías y mi mal genio. De cada beso dado y caricia recibida.

 

Me miras fijamente a los ojos, sin moverte, incapaz de decir algo, sin poder retirar tu vista de la mía, sin entender lo que pienso…

¿Lo que pienso? ¿En qué pienso? Pienso en ti: en tus ojos, en tus manos, en tu voz, en tus cabellos, en tu aroma, en tu cuerpo…

 

Finalmente me acerco a ti, suave, lento… viendo claramente tus reacciones: esas mejillas sonrosadas, esos ojos brillantes y esos carnosos labios que jadearon sutilmente al mismo tiempo que se entreabrían para que lo besara… pero sólo lo simulé; a milímetros de tus labios esquivé levemente el rostro, deslizándome hasta llegar a tu cuello, ocultando mi rostro ahí, cual avestruz lo hace en la tierra.

 

No me muevo, no te beso, no hago nada… simplemente me quedo ahí, inhalando tu aroma y sintiendo como tus manos se aferran a la tela sobre mi espalda.

Sé que cierras los ojos al sentir mi respiración chocar contra tu cuello; largo tiempo así, inhalando tu aroma. Después levantas la cabeza y dejas escapar ese primer suspiro al comenzar con los besos que doy en esa zona, sabiendo que es uno de tus tantos puntos débiles…

 

¡Cierto! Esquivé tus labios, como muchas veces lo he hecho ¿La razón? Escucharte… Me gusta que supliques, que ruegues, que anheles mis besos más que otra cosa, que seas tú quien busque con gran desesperación mis labios. Sentir como —cuando me separo— tú buscas más de mí. ¿Por qué lo haces? ¿Por qué me necesitas tanto? ¿Por qué me suplicas de esa manera? ¿Por qué eso me hace perder la cabeza por ti?

No lo sé, pero yo sé que necesito eso, que dependas de mí, que supliques por mi presencia, que me necesitas a tu lado.

Pero ¿en verdad dependes tanto de mí? O ¿soy yo quien te necesita de esta manera y se oculta en tus necesidades?

 

Te arrojo a la cama, esa que estaba a nuestros pies; un tirar rápido, un movimiento con el cual terminas completamente sobre ella y yo acorralándote. Siempre así, bajo mi cuerpo, a mi completa y entera disposición, en mis manos, sin que tengas opción de escapar.

¡¡AHORA ME PERTENECES!!

Dos años a mi lado, esas noches en mis brazos y esa sortija que puse en tu dedo anular de la mano izquierda —igual tú hiciste en la mía— me ha demostrado que me perteneces más que mi propia vida; ¡mío!

Debes entenderlo, porque lo sabes ¡Soy posesivo y egoísta! Y tú eres mi pertenencia ¡¡MIO!! ¡Eres mío, solo mío! Podrá sonar egoísta, pero así es… Tu alma, tu corazón, tu cuerpo, tu vista, tu vida; eres completamente mío.

               

-          Mío…mío… –Es lo único que pienso mientras recorro tu cuerpo: volver a hacerte mío.

 

Escucho tu voz ahogada en tus gemidos y jadeos. Tú acelerada respiración se entrecorta, pero tus manos se aferran a mí con el deseo de sentir como vuelves a entregarte a mí, como vuelvo a tomar tu cuerpo… y yo, de alguna extraña manera, también siento que me entrego a ti. Qué así como yo tomo cada fibra de tu cuerpo, tú –al entregarte a mí– entras por cada poro de mi cuerpo.

 

Entonces lo pienso y lo deseo, con lo más profundo de mi ser: deseo que tus ojos no vean nada que no sea yo, que tus manos no toquen nada que no sea mi cuerpo, que nadie te mire, que nadie te desee, que nadie ni nada te toque, ni siquiera el viento. ¿Por qué? ¿Por qué ese afán? ¿Ese deseo? ¿De dónde esa sensación? ¿Por qué tengo miedo? ¿Acaso creo que voy a perderte?

 

Recostado en la cama, sostienes tu peso con una mano y la otra enredada en tus cabellos, lo acaricio de forma afirmativa, mientras mi boca se encarga de reconocerte una vez más, de marcarte como MI PROPIEDAD, de mostrarme como TU ÚNICO DUEÑO.

Sí, mostrarte a ti y al mundo que ERES SOLAMENTE MÍO. Y que no me importa lo que la gente murmure, lo que la prensa invente, lo que nuestras familias digan, lo que tus amigos traten de sugerir. Que se vayan dando cuenta —de una buena y maldita vez— que si llevamos dos años juntos es por algo más que sexo, porque eso es algo que ambos podríamos obtener de alguien más. Así es, no es sexo, no es tener a alguien en la cama, no es solo eso…

 

Beso la parte baja de tu cuello con fervor, con algo más que pasión, mientras mis manos se encargan de la ropa, esa que la sociedad nos impone a usar por “ética” y que en estos momentos esa sociedad estará de acuerdo que ES SÓLO UN ESTORBO.

Bajo por tu cuerpo, lento, suave y pasional; tu… tú solo te dejas con un extraordinario gemido de goce cuando mis manos sujetan tu cadera y mis labios se encargan de reconocer tu vientre. Tus piernas acarician mis costados con anhelo, tus manos me suplican bajar un tanto más, tu voz me imploras no parar, y el sensual serpenteo de tu cuerpo me pides más contacto entre nosotros.

Me enderezo y te miro por largo tiempo, sabiéndote: jadeante, piel perlada, éxtasis en tu rostro, necesidad en tus ojos y un murmullo en tus labios: “Yuki”.

 

Mirarte, observada cada milímetro de tu cuerpo –porque es algo en verdad hermoso– es un paisaje muy agradable de ver; pero es aún mejor sentirlo, tocarlo, besarlo. Si uno no se cansa de verte ¿Cómo podría cansarse de recorrerte?

Continuó con mi faena, a pesar de estar aquí, contigo, en este momento como en muchos otros; Mi mente no se ubica del todo en el ahora, en el presente. Divago un poco en el pasado; en hace algunas horas…

 

 

Mientras el taxi nos traía a casa, me contaste cada detalle de tu día; te prestaba atención a pesar de parecer indiferente a tu charla: Como ese americano maniático les atacó en ese gigantesco robot, tu preocupación cuando no respondí tu llamada, tu sorpresa al ver quienes estaban involucrados en este extraño “sabotaje”, las osadas y estúpidas locuras que hiciste para encontrarme: Dejarte caer de no sé cuantos metros, correr como desesperado para alcanzar el auto, arrojarte contra el parabrisas para detenerlo, armarte a palabras y casi a golpes con mi hermano, sabiendo que tendrías las de perder si peleabas contra él…

Dime: ¿Cómo no prestar atención a todas esas estupideces que eres capaz de hacer por mí?

¡¡IDIOTA!! ¿Te crees inmortal? ¿Acaso crees que no puedes resultar herido o hasta muerto? ¿Qué no te das cuenta de que eres más frágil de lo que en verdad crees? ¿Qué no te bastó lo que te lastimó Aizawa por mi culpa y sigues arriesgándote por mí? ¿Quieres hacerme sentir más culpable porque te pase algo? ¿Qué no te das cuenta que quien más preocupado estaba era yo? ¿Acaso no sabes que muero si algo malo te pasa?

No, claro que no lo sabes…  porque jamás te lo he dicho, o demostrado del todo… y jamás lo haré.

Pero ¿sabes? Desde esas primeras llamadas que recibías, de esos correos electrónicos que te llegaban, de todas esas cartas amenazadoras; desde entonces yo era participe de tu enojo; pero más que ello, estaba mi ansiedad, mi nerviosismo por tu seguridad. Los fans llegan a ser obsesivos y un mal paso te deja marcado con ellos; un mal paso te puede hacer tropezar con alguno de ellos y provocarte mayor dolor al lastimarte. Nadie sabe que loco esta allá afuera.

Pero ¿En verdad eres tan débil o soy yo quien quiere verte así de frágil para protegerte? ¿Tanto deseo cuidarte hasta de una ráfaga de viento? ¿En verdad puedo cuidarte de todo? ¿Quién depende de quién y por qué?

 

¡Maldita sea! No sé. La confusión invade mi mente desde hace tiempo, desde que comencé a sentir y a pensar en todo esto, desde que me siento atraído por ti; bendito criajo del demonio.

 

Te aferras a mi cuerpo, a mi espalda; tienes el rostro sonrojado, tu cabello húmedo, tu piel brillante por la transpiración, tu cuerpo se estremece, tu voz jadea, tus ojos cerrados y tu boca suplicando por la mía mientras te mueves a mi ritmo, sabiendo que a pesar de dos años juntos, tu rendimiento sigue igual y poco has mejorado, aun así me gusta acostarme contigo.

¿Por qué? Tengo la respuesta: porque eres natural, tierno, sensual y sincero; no eres como todas esas mujeres de antes; esas que eran expertas por la práctica aun cuando decían no saber nada; o aquellas que fingen cada suspiro como si fueran actrices porno. Tú, en cambio, con esa dulce e innata sensualidad me enloqueces, por muy inexperto que seas. Por eso no me cansas…

 

¡Eres mío! Todas las estupideces que acabas de hacer horas atrás, me demuestran que me perteneces y que yo soy lo que más te importa en el mundo ¿Así es? ¿Estoy en lo cierto mi afable cantante?

 

Pero tenerte así no sólo marca una de mis exigencias, no sólo es el hecho de que seas mío.

El saberte aquí, conmigo, me demuestra que estas bajo mi resguardo, que mi cuerpo te defiende de todo, que soy tu luz y tú mi abrigo, que en mis brazos estas seguro de todo, que de mi mano puedes caminar en las oscuras y frías sombras, que de mis labios puedes alimentarte, que con mis ojos puedes ver…

Lo dijiste, anoche lo dijiste: “Te tengo a ti, lo demás no importa” ¡DESEO QUE ASÍ SEA!

 

¿Desear? Lo que más ambiciono es que seas solo mío, que vivas y existas para mí. No como ahora, no como en este momento, no hablo de UN MOMENTO. Hablo de intimidad; intimidad en toda la extensión de la palabra. Sabes todo de mí y yo sé todo de ti, quiero que tengas todo lo mío y quiero tomar todo lo tuyo. A esa intimidad me refiero ¿Acaso es mucho pedir? ¿Acaso estoy siendo egoísta? Si; lo soy y lo sé; Pero no me importa.

 

Quisiera encerrarte en esta casa, que nada ni nadie vuelva saber de ti, verte, lastimarte, buscarte, tratar de enamorarte.

¿Qué sé yo para que te busquen? No sé y no me importa, quiero que seas solo para mí…

 

¿O es que no te has dado cuenta? Si acepté hacer tu trabajo no fue para que ganaras esa absurda guerra de canciones, ni para que tuvieras más fama, o quisiera deslindarte de tu responsabilidad, o que yo tuviera muchas ganas y mucho tiempo, o porque me sintiera responsable de tus nefastas composiciones.

Si acepté fue para que te dieras cuenta de que te necesito en casa, a mi lado. Fue para que no regresaras de NG en las noches sólo a dormir y a primera hora desaparecieras tras la puerta después de un beso, una sonrisa y un “Vuelvo al rato”; era para poder tenerte conmigo más tiempo, para poder ver algo más que tu cuerpo dormido a mi lado, para que así dedicaras tu mente en mí y no en redactar…

Si me molesté cuando rechazaste mis letras fue porque me sentí desplazado, sentí que querías alejarte de mí, que no me amabas tanto como lo decías. ¿Qué es este sentimiento? ¿Inseguridad? Es cierto, estoy inseguro de tus sentimientos, de mi posición en tu mente, en tu corazón, inseguro de tu amor. ¿Por qué?

Porque eres una persona maravillosa; ruidosa y tediosa; pero maravillosa; sincero, optimista y lleno de energía, alguien que no se oculta de nada y enfrenta todos sus miedos ¿Quién no podría sentirse atraído a ti? ¿Quién no buscaría enamorarte?

Y lo que temo: ¿Podrías enamorarte de alguien que trate de seducirte? Si eso pasa, me dejarás y entonces yo… ¿Qué hare?

Tengo miedo de perderte, de que dejes de amarme…

 

-          Te amo. –Esas dos palabras escapan de tus labios sobre mi oído; un suave ronroneo que confiesa tus sentimientos y me hace regresar, por unos momentos, a lo que ocurre ahora mismo.

 

Siempre es así; tus “te amo” son dulces arrullos que siempre me obliga a abrazarte, sonreírte y susurrar en tu oído un dulce “baka”, que –estoy seguro– saben que es una respuesta a tus palabras.

Te amo. Te amo. Te amo.

¿Cómo puedes darle tanta emotividad a esas palabras? ¿Cómo puedes demostrar tus sentimientos en esas dos cortas palabras? ¿Cómo puedo dudar de tus sentimientos si sólo a mi me dices que me amas?

Tal vez sea porque esas palabras pueden ser vanas; cualquiera puede decirlas, pero no cualquiera sentirlas. ¿Cómo sé eso? Sencillo: Soy escritor, hablo de amor, desamor, engaños y traiciones en cada línea que escribo. Escribo sobre realidades del mundo, por eso lo sé.

Te amo.

Esas palabras pueden dar felicidad, pero también son capaces de destruir. Tanto poder tienen estas; dichas o no.

Te amo.

Yo las siento y no las digo, tu las sientes y las dices, muchos no lo sientes y lo dicen ¿Cómo saber que es cierto y que no?

 

¿Estoy mal en mis exigencias?  No lo sé; Desde que llegaste a mi vida no se qué está bien y qué está mal; ya ni siquiera sé si el mundo se divide en bueno o malo.

Desde que estás a mi lado, lo único que sé es que no quiero perderte; y hoy –con todo lo sucedido– confirmé ese temor.

 

Y eso pienso mientras recargo mi frente en tu pecho, tras haber llegado a un agradable orgasmo que “descargué” dentro de ti.

Y mientras tú recuperas el aliento, siento como tus manos acarician mi espalda, no de forma sexual, más bien como si me buscaras para saberme a tu lado y, al mismo tiempo, para demostrarme que estás conmigo y siempre lo estarás.

 

Un suave suspiro escapa de tus labios; puedo notar que estas cansado, no lo suficiente como para dormir, pero sí lo necesario para saber que no soportarás otro encuentro.

Me levanto de la cama y comienzo a vestirme, como si aquello fuera sido un “momento sexual y ya”, o así lo entiendes, por eso te enderezas y me miras sin saber si es correcto el preguntar.

Termino de vestirme y veo la distancia que me separa de la puerta, midiendo el tiempo que me tomará llegar a ella. ¿Por qué diablos soy yo el que se aleja cuando deseo que vivas por y para mí? No lo sé, pero no puedo evitarlo, temo que veas a través de mí, que termines de quitarme el  escudo y quede vulnerable.

 

-          ¿Irás a trabajar?

-          Sí.  –Parco como siempre.

-          ¿Te falta mucho?

-          No.

-          ¿Por qué no te traes tu lap y te quedas un ratito más a mi lado?

 

Es una petición dulce y necesitada; me quieres contigo por más tiempo ¿cómo no? Después del susto que te llevaste al saber que me habían “secuestrado” –aunque lo hizo la persona más idiota a la que se le puede encargar ese trabajo– no puedes dejar de sentir esa ansiedad al saber que “pudiste” perderme.

Te miro fijamente, notando como tus ojos suplican que no te deje, sin embargo no te respondo y eso lo interpretas como una negativa.

 

-          Malo, te voy a obligar.

-          ¿Qué haces?

-          Si me quedo con tus cigarros y tu encendedor, tu a fuerza tendrás que traer tu PC a esta recamara.

-          No me hagas enojar, mocoso.

-          A mí me molesta que siempre me dejes después de tener sexo.

 

Algo dentro de mí se revolvió, una sensación desagradable.

¿Sexo? ¿Sólo tenemos sexo?

Tal vez así lo sientas pero no es verdad; si alguna vez tuviera sexo contigo —como con todas esas mujeres que estuvieron en mi cama antes que tú— te darías cuenta que no es sexo, que es algo más profundo lo que nosotros tenemos cada vez que nos acostamos.

He tratado de tener sexo contigo para que notes la diferencia pero no puedo, me basta besar tus labios para querer hacerte el amor, para transmitirte el calor de mi cariño con mi cuerpo; aunque al parecer no puedes entender este lenguaje.

 

No digo nada y salgo de la habitación, mientras siento tu mirada confusa y dolida, sabiendo que perdiste aún con tu absurdo intento por detenerme.

Sé que si no vuelvo tú estarás molesto conmigo por algunos días, días en los que dormirás en tu alcoba, comerás fuera de casa y buscarás la mínima excusa para llegar tarde a casa y no verme. No se puede evitar, eres orgulloso, casi tanto como yo, y tienes un genio de los mil demonios cuando te enfadas, incluso peor que el mío. Quien no te conoce jamás pensaría que eres capaz de enfadarte de esa forma.

 

En cualquier otra situación no me hubiera importado, te hubiera dejado solo y esperado a que se te bajara el berrinche, pero hoy estoy dispuesto a “consentir” ese capricho tuyo, porque igual es mío; porque la ansiedad por tu bienestar tampoco ha desaparecido de mi torrente sanguíneo.

 

Te sorprende ver que regreso a la habitación con la portátil, puedo sentir como te controlas para no saltar sobre mí por haber vuelto, e internamente lo agradezco, no podría mantener el equilibrio si sostengo la maquina y me caes encima.

 

Dejé la maquina sobre el pequeño mueble que está casi vació, la encendí y comencé con el dichoso trabajo, no es mucho lo que tengo que hacer, de hecho nada, solo enviarlo a la editorial por correo electrónico para la revisión y fin del asunto.

 

Y mientras lo hago –de forma mecánica– te escucho hablar: cansado, molesto, fastidiado del trabajo, confundido de lo ocurrido.

De repente, sin darme cuenta… tu voz pasa a segundo plano y de nuevo mis pensamientos invaden mi mente: pensamientos sobre ti, sobre lo que quieres y esperas, sobre lo que quiero y deseo.

 

                Shuichi…

                ¿En verdad soy lo más importante para ti?

                ¿Serías capaz de dejarlo todo por mí?

                ¿De dejar los escenarios si yo te lo pido?

 

Shuichi…

Si tú me lo pidieras

¿Sería capaz de dejar de escribir novelas?

¿De olvidar el pasado?

¿De dejar de amar a Yuki?

 

No sé si yo sea capaz de entregar tanto, pero mi deseo es que tú sí seas capaz de eso, de que no haya nadie ni nada entre nosotros.

 

-          ¿Ehh? ¿Qué pasa? ¿Por qué pusiste esa cara? Me das miedo Yuki.

 

Me acerco a ti y tú sólo me miras, confundido por mi actitud, sin saber ni entender lo que pienso.

 

-          ¿Por qué no renuncias a tu trabajo?

-          ¡¡……!!

 

Shuichi, no pienses en nada, no pienses en nadie que no sea yo.

 

-          Si realmente me consideras más valioso que tu trabajo…

 

Yo… solo yo, debo estar en tu mundo.

 

-          …Hazlo.

 

¡Yo debo ser tu mundo!

 

-          Demuéstrame que en verdad te intereso y termina con tu contrato en NG.

 

Vive para mí, vive por mí…

 

-          ¿Lo harás?

-          …Yu…ki…

 

Existe porque yo existo.

 

-          Quiero saber ¿qué es lo más importante para ti?

 

Di que soy yo.

Y me convertiré en sombra.

Notas finales:

Espero este fic les haya gustado este fic.

Debo decir que: es un one-shot. y el final es abierto. Sinceramente no creo hacer continuación.

Nos vemos luego, kuidense

Bye bye!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).