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La Flecha Negra De Eros por _Islander_

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Dolor. Eso fue lo primero que sintió Aioria de Leo cuando recuperó la consciencia. Dolor de cabeza y dolor de estómago. Estrujó con delicadeza lo que fuese que tenía entre sus brazos. Era tan suave y cálido...

 Cuando abrió el ojo, para ver que era aquello que abrazaba con tanto ahínco, se encontró directamente con la mirada de Shun. Que no solo estaba despierto, sino que tenía su rostro a escasos centímetros del de Aioria, mirándolo directamente a los ojos, luciendo una amplia sonrisa de satisfacción y, por encima de todo aquello, sin parecer nada molesto porque el castaño lo tuviese apresado entre sus brazos.  

Ante tal primera estampa matutina Airoa sintió un inicial impulso de gritar. De la impresión en un principio y de pánico cuando, poco a poco, fue consciente de lo que estuvo a punto de hacer la noche anterior. Porque... No paso nada ¿Verdad?

-Bueno días -saludó Shun, con una dulce y pletórica sonrisa. Desde luego el más joven parecía encantado de esa situación.

Inmediatamente Aioria forzó otra sonrisa. Tratando de imitar al peliverde, o como mínimo para disimular el gesto de espanto que en realidad reflejaba su estado anímico.

-Buenos días -respondió finalmente el castaño.

-¿Cómo te encuentras? ¿Has dormido bien? Estabas tan mono dormido que no me atrevía  despertarte.

-Ah... -Aioria carraspeó-. Pues... Dormir, he dormido bien. Pero la verdad es que no me encuentro muy bien que digamos.

Shun soltó una pequeña risita.

-Es normal, anoche bebiste mucho.

-Lo sé... -suspiró el león, bajando la mirada, avergonzado.

-Sobre lo de anoche...

La voz del chico le hizo alzar la mirada de nuevo. Ahora era Shun quien la mantenía gacha. Aioria tragó saliva, con fuerza. Una vez más la situación iba tomando un cariz que no le gustaba nada.

-¿Sí...? -Le instó a seguir el castaño, nervioso.

-Pues es solo que... Que quería saber si todo lo que me dijiste anoche era cierto.

-¿Lo de anoche...? -Repitió Aioria, frunciendo el ceño.

Shun suspiró, decepcionado.

-Supuse que no te acordarías. Debió ser cosa del alcohol.

-¡No, no, no, no! -Se apresuró a decir el mayor-.  Claro que me acuerdo.

-¿De verdad?

El chico volvió a mirarle a los ojos, esperanzado. Y a Aioria se le hizo un nudo en la garganta. No era que le hubiese mentido, ni mucho menos. Recordaba perfectamente lo que le había dicho. O al menos casi todo. Era solo que... Ahora, libre de los efectos enajenantes del alcohol... Las palabras le sonaban, en su cabeza, con mucho más peso.

-Pues claro que las recuerdo, Shun ¿Cómo iba a olvidar algo así? -Le dijo el castaño, casi en un tono bromista.

-Oh, no sabes lo feliz que me hace escuchar eso.

-Que bien... -decía Aioria, entre dientes.

-¿Y bien?

-¿Y bien qué?

-Que... Que si lo decías en serio o... o no...

-Pues... si... Claro que lo dije en serio, Shun.

Aioria sentía que se le iban  a desgarrar los carrillos de tanto forzar aquella sonrisa.

-¡Oh, Aioria!

El Caballero de Andrómeda se pegó aún más a él, abrazándolo con fuerza.

-Esto... Shun... ¿Shun? -Pero el peliverde no parecía escucharle, y aquel contacto empezaba ya a despertar sus bajos instintos, a pesar de la resaca-. ¡Shun!

-¿Si? -Respondió el aludido, separándose tan solo unos centímetros de él y mirándole con ojos brillantes y una sonrisa que derretiría hasta un iceberg.

-Pues... que...

El castaño se vio bloqueado durante unos instantes ante tal inocente hermosura. Ese chico era como un conejito de chocolate bañado en caramelo y recubierto de nata. Mono y dulce. Así era Shun.

-¿Aioria?

-¿Eh...? ¡Ah, sí! Sobre lo de anoche... Después de lo que te dije...¿Qué fue lo que...?

-¿A qué te refieres? -Cuestionó el muchacho, sin entender.

-¿Qué fue lo que paso...?

-Pues que caíste sobre un plomo sobre mí.

-Oh, Dios...

Aioria sintió que su vida había terminado. Justo ahí. En la habitación de aquel condenado hotel de aquella maldita isla.

-Lo siento, Aioria -dijo Shun, con una risita-. No quería reírme, pero es que fue muy gracioso.

-...

-Estabas hablando y de repente... ¡Paf! Caíste dormido como un tronco. Fue visto y no visto.

El rostro del león se iluminó.

-¡¿Eh?! Entonces... ¿No pasó nada más? ¿Me dormí? ¿Sin más?

-Pues si... Habías bebido mucho  -respondió Shun, algo confuso por la reacción de Aioria-. No sé ni cómo lograste articular tantas frases seguidas. Aunque bien mirado... Yo no soy el más indicado para hablar de esto, después de lo de la noche anterior -añadió, sacando la lengua, de forma burlona, y soltando otra de sus encantadoras risitas.

-¡Oh, Shun!

Fue ahora el turno del león para estallar de júbilo y estrujar entre sus brazos al más joven.

Se había quitado de encima una peso más grande que las Montañas del Atlas. Lo que pasó el día anterior tras el banquete de bodas era como una película en blanco y negro para el león, y con muchas nebulosas entre escenas, por cierto. Había muchas cosas que no recordaba del todo. Y si bien se acordaba, más o menos, de lo que le había dicho a Shun la noche anterior, su último recuerdo fue el de estar... a punto de besarlo. Era un consuelo saber que si no recordaba nada más allá de eso era porque de verdad había perdido el conocimiento. Casi se sintió feliz de haberse pasado de la cuenta con el vino. Tal vez, de no haber estado tan mal, la cosa hubiese ido a peor.

estaba tan contento que dejó de darle importancia al hecho de estar con Shun, en ropa interior, en la misma cama.

Un momento...

¡¿Quién le había quitado la ropa?!

Se separó un poco de Shun, que parecía tan encantado como confundido con ese arrebato de cariño por parte del castaño.

-Shun...

-¿Sí?

-Mi ropa...  ¿Me la quitaste tú?

-Claro, no iba a dejar que durmieses vestido. Además los trajes de la boda eran de alquiler, hay que devolvérselos luego, no podía dejar que se estropeara. Lo he dejado colgado de su percha para que luego podamos...

Mientras Shun seguía hablando Aioria se hundió una vez más en el pozo de cavilaciones que era su atormentada mente. La cosa no había sido para tanto. Shun había hecho lo lógico. Algo, que por cierto, él mismo había tenido que llevar a cabo en más de una ocasión desde que llegaran a esa isla. Si se había puesto nervioso por unos instantes era precisamente porque recordó como habían sido para él los momentos en los que tuvo que despojar a alguno de sus compañeros de sus vestiduras. Como pasó con el caso de Hyoga... y lo cerca que estuvo de aprovecharse de aquello. Pero Shun no era así. Ni desde  luego tenía su mismo problema. No había habido ningún motivo para ponerse nervioso.

En fin, él seguía dándole vueltas y más vueltas a asunto absurdos de inexistente relevancia mientras que el pobre Shun seguía ahí, hablando, solo. Mejor volver al mundo real.

-... Y podremos despedirnos de ellos.

-¿Eh?

Aioria se había perdido la mitad del metraje.

-Hablaba de Nadine, Julian Solo, Sorrento, Julián, Robert, Jivan y Aaliyah. Nos marcharemos a primera hora de la tarde.

-Oh...

-¿Te encuentras bien? Deberías desayunar algo. Y beber mucho. Tienes que rehidratarte. Pediré que traigan zumo y una aspirina.

-Te lo agradezco.

-No hay de qué.

-Esto... Aioria...

-¿Si?

-No me puedo mover si no me sueltas.

-¿Eh...?

Si. Por hilarante y absurdo que pareciese, Aioria se había despertado abrazando a  Shun, como si de un osito de peluche se tratase y... aún no lo había soltado. Toda aquella conversación había tenido lugar sin que, inconscientemente, el león liberase de su abrazo a Shun.

Solo atinó a soltarle, sin más. Con los ojos abiertos como platos. Alucinado con su propia necedad.

Por su parte Shun lanzó otra de sus risitas.

-Tranquilo, yo me ocupo de todo.

Y plantándole un beso en los labios, se levantó de la cama.

Si. Un beso en los labios. Rápido. Sutil. Efímero. Un mero roce. Pero un beso en la boca después de todo. Con todas sus letras.

El león se quedó estático.

Rodó un poco sobre el colchón hasta quedar completamente boca arriba, mirando el techo, con los ojos abiertos a más no poder. Procesando de la mejor manera que su desfasada podía aquel suceso.

¿En qué momento se habían convertido en pareja? Porque ese tipo de beso, en ese tipo de situación...  No era lo habitual entre dos amigos ¿Verdad?

La sobrecalentada cabeza del pobre león se puso, una vez más, a analizar lo ocurrido la noche anterior. Empezaba a creer que tal vez, de entre las cosas que no recordaba haberle dicho a Shun, habría una proposición de matrimonio. Porque desde luego si no era eso aquello carecía de sentido alguno.

Casi se vio tentado de pedirle al de Andrómeda que le repitiese las palabras exactas que él mismo le dijo esa noche. Pero sabía que el peliverde no se tomaría nada bien que de verdad hubiese olvidado una buena parte de la información de lo sucedido.

¿Qué hacer entonces? ¿Herir los sentimientos de Shun y salir de dudas? ¿O no hacer ni decir nada hasta que Shun le sorprendiese con alguna otra espontaneidad?

Qué cruz...

-Aioria ya he pedido el desayuno, iré duchándome para no perder tiempo -anunció el peliverde, mientras cruzaba la habitación hacia el baño-. Tú ve a tu ritmo, pero tampoco te relajes -rió-. Ya nos hemos entretenido bastante. No deberíamos tardar mucho más en bajar con los demás.

Aioria ni se movió de donde estaba. Seguía dándole vueltas al asunto y tratando de discernir cual sería la forma más rápida de atajar el suceso para finalizarlo cuanto antes. ¿Hablar con Shun? ¿O bien subir a la azotea del hotel y tirarse de cabeza al vacío? Desde luego la segunda se le antojaba mucho más rápida y atractiva.

Trató de serenarse. Era más que posible que aquel gesto por parte de su joven compañero no hubiese sido más que un... mero gesto de afecto. Después de todo, desde que despertasen, Shun parecía pletórico. Tal vez solo se dejó llevar por la euforia. No era descabellado viniendo de Shun. Del dulce e inocente Shun. Pare ese muchacho mostrar su afecto era algo de lo más natural. Y los besos no eran más que muestras de afecto al fin ya l cabo ¿No? Afecto general. Valido también para amigos. De seguro el chico ni lo pensó.

Aioria cerró los ojos y rió para sus adentros. Aún le resultaba extraño darse cuenta de lo paranoico que se estaba volviendo. No debía darle a aquello mayor importancia que la que tenía, que era ninguna.

Por fin respiró, aliviado.

En eso llamaron a la puerta.  Debía ser el servicio de habitaciones con el desayuno.

-¡Voy!

El león se levantó y abrió la puerta, para encontrarse con un muy serio Milo. El semblante de Aioria también se endureció al verlo. Por alguna razón le molestaba tenerlo delante, y más con esa cara larga que traía. Recordaba sus irracionales cambios de actitud para con él, y de verdad que eso lo encendía por dentro.

-Hola -saludó el Caballero de Escorpio, con sequedad.

-Hola -le respondió el de Leo, de igual manera.

-Me han pedido que te avise. Ya están todos abajo reunidos.

-Ya... Debió de ser terrible que te lo pidiesen a ti -dijo el león, endureciendo aún más la mirada-. ¿No le pediste a nadie que lo hiciese por ti?

Milo agachó momentáneamente la mirada, y durante un fugaz momento Aioria creyó ver un gesto de turbación en su rostro. Pero no le duró mucho. Pronto recuperó ese frío gesto con el que había llegado.

-No sé porque dices eso.

-Porque está claro que no te agrada para nada verme ni hablar conmigo.

-Eso es ridículo.

Y de nuevo el escorpión apartó la mirada.

-Hay teléfonos ¿sabes? Bastaba con pedirle a la recepción del hotel que me avisase, así te habrías ahorrado el viaje y la molestia de tener que verme.

Aioria parecía cada vez más molesto, cosa que Milo notó.

-Estás sacando las cosas de quicio.

El castaño soltó un bufido.

-¿Qué quieres, Milo? -Soltó, tajante, apoyándose contra el marco de la puerta, a espera de una respuesta.

Milo volvió a  perder su frío semblante para recuperar aquel gesto entre angustiado y nervioso. No dejaba de mirar a Aioria, que estaba tan solo en ropa interior, de arriba abajo, aunque nunca llegaba a los ojos del susodicho. El castaño se dio cuenta, y aunque en otra situación se habría sonrojado y puesto muy nervioso, en esos momentos se sentía tan ofuscado que ni le importó la extraña actitud de su amigo.

-Verás...

lo que fuese a decir Milo quedó en el aire, pues en ese preciso instante Shun salió de la ducha, aún mojado, con tan solo una toalla cubriendo su cintura.

-Ya estoy -dijo el peliverde-. Puedes entrar ahora tú si quieres.  Aunque tal vez hubiese sido más rápido hacerlo juntos -rió-. Oh ¿Ya llegó el desayuno? -Se asomó al umbral de la puerta, tras Aioria-. Ah, hola, Milo -saludó, jovial-. Voy a secarme el pelo ¿De acuerdo? Bajaremos enseguida.

Y sin más volvió a desaparecer de allí.

Hubo un momento de silencio, roto tan solo por el sonido del secador cuando Shun empezó con lo que iba a hacer.

Durante el tiempo que duró la efímera incursión del peliverde en escena, Aioria no apartó la mirada de Milo ni dijo nada. Por increíble que pareciese, en esa ocasión al león no le importó lo más mínimo que los encontrasen a él y al de bronce juntos en la misma habitación y en ropa interior. No. Ahora toda su concentración estaba puesta en la reacciones del peliazul, que por cierto, le dijeron mucho al león. Pues en cuanto vio salir a Shun del baño se quedó con la boca abierta durante unos instantes. Cosa que corrigió de inmediato cuando este se acercó a  saludarle. Y en cuanto desapareció de nuevo de allí, Milo recuperó aquel gesto tan duro y desencantado en el rostro.

-¿Hoy le ha tocado a él en tu habitación? -Preguntó el escorpión, tratando de contener, sin mucho éxito, la clara molestia que sentía.

-Ya ves -dijo Aioria, chascando la lengua,  con soberbia.

Eso pareció molestar aún más a Milo.

-Bueno, entonces supongo que ya he terminado aquí.

-Terminaste hace rato, Milo. Pero supongo que había algo que querías comprobar ¿No?

-¿Disculpa? -Dijo Milo, enrojeciendo de rabia.

-Ya te lo dije antes. No tenías ninguna necesidad de venir hasta aquí solo para avisarme cuando está muy claro que no puedes ni verme. A no ser, claro, que quiesieses decirme algo o... -señaló con la cabeza hacia el interior de la habitación-. Ver si estaba con alguien.

-¡¿Pero cómo te atreves a...?!

-¡Ya has acabo, Milo! -Le cortó Aioria, alzando la voz más de lo que se había propuesto.

Milo enmudeció, presa del estupor. Aioria por un momento se arrepintió de lo que acaba de hacer. Pero pronto recuperó su mal humor, de solo recordar la actitud del sujeto que tenía delante.

-Gracias por el aviso, Milo -habló él de nuevo, pues parecía que el otro no iba a hacerlo a corto plazo-. Puedes decirles a los demás que bajaremos enseguida. Si quieres, claro -añadió, antes de cerrarle la puerta en las narices.

Aioria se apoyó sobre la puerta tras cerrarla, llevándose ambas manos al rostro y lanzando y larguísimo suspiro.

-¿Te ocurre algo? -Preguntó Shun asomándose desde el baño, secador en mano-. Te he oído gritar.

-No, no es... -suspiró-. No es nada...

-Oh...

Shun siguió con lo que estaba haciendo en el preciso momento en que volvieron a  llamar a la puerta.

Aioria casi deseó que fuese Milo de nuevo, aunque hubiese vuelto solo para partirle la cara, cosa que merecía. Así podría disculparse con él.

-Servicio de habitaciones -se anunció el chico que portaba el carrito con el desayuno.

Aioria lo miró, decepcionado. Y el botones lo miró a él, algo... ¿nervioso? Curiosamente era el botones con el que Aioria siempre se acaba encontrando.

-Espera, te daré propina -dijo el castaño, haciendo ademán de volver dentro a por su cartera.

-¡No, gracias, déjelo! -Se apresuró  decir el botones, y salió prácticamente corriendo de allí-. ¡Que le aproveche!

Aioria lo vio alejarse sin entender absolutamente nada. Tomó el carrito y lo llevó dentro.

Se sentó sobre la cama, a cavilar, hasta que Shun salió del baño.

-¡Qué bien, ya llegó el desayuno! -Exclamó. Le sirvió un poco de zumo a Aioria y se lo tendió, acercándole también las pastilla que había sobre la bandeja-. Vamos, tómatela.

-De acuerdo.

Se sentaron juntos a desayunar y luego fue el turno de Aioria de ducharse mientras Shun se vestía.

Cuando estuvieron listos tomaron los trajes de la boda y bajaron al comedor. Allí estaban el resto de sus compañeros. Algunos de ellos aún desayunando.

En cuanto entraron dos hombres les recogieron los trajes y Saori fue a recibirles.

-¿Qué tal estás, Aioria? -Preguntó la Diosa-. Dhoko me dijo ayer que no te encontrabas muy bien.

-Sí, bebí un poco más de la cuenta, lo siento. Pero ahora me siento muy bien. Shun estuvo cuidando de mi.

-¿De verdad? Muchas gracias, Shun.

-No fue nada -respondió el chico, con una sonrisa de oreja a oreja.

-Me alegra saber que estás bien, Aioria, me tenías muy preocupada. Aunque bueno, a ti te tocó cuidar del resto la noche anterior, y además... Creo que yo no soy la más indicada para hablar de esta tema -rió-. En fin chicos ¿Habéis desayunado?

-Si -contestó Shun.

-Perfecto. Podéis quedaros por el hotel o dar una vuelta por la feria. Pero no os alejéis mucho. Después de comer cogeremos los autobuses para ir al aeropuerto.

-Entendido -contestó ahora Aioria.

-Ahora que ya estamos todos voy a anunciarlo. Disculpadme.

Saori se situó el centro de la sala y pidió que la escuchasen. Todos la miraron de forma mecánica, en silencio.

-Bien. Ahora podéis hacer lo que queráis. Podéis quedaros en el hotel o ir a la feria -les informó al resto de caballeros, repitiendo lo que acaba de decirles momentos antes a Aioria y Shun-. Recordad, no os alejéis mucho. Nos reuniremos a las dos de la tarde para comer y de ahí cogeremos los autobuses para ir al aeropuerto. Nuestro avión sale a las cinco ¿Entendido?

Todos los presentes respondieron de forma afirmativa, al unísono.

Volvieron a las conversaciones que tenían entre ellos. Entonces apareció Ikki, que casi se lanzó encima de su hermano menor.

-¡Shun! ¡¿Dónde te habías metido?!

-Ikki. Te dije que fui a buscar a Aioria.

-Sí, ayer. Pero no me dijiste que no vendrías a dormir a la habitación.

-Lo siento, Ikki, Aioria no se encontraba bien anoche. No te llamé para no despertarle. No quería preocuparte.

-Está bien -el fénix dirigió entonces su mirada a Aioria y adoptó una mueca burlona-. ¿Qué? Nos pasamos ayer con el vino ¿Eh?

Por toda respuesta, Aioria alzó una ceja, luciendo un gesto que hizo recular a Ikki.

-Bien, esto... será mejor que me vaya.

Y se marchó de allí.

-¡Ikki! -Le llamó Shun, sin entender-. Este hermano mío... -se volvió hacia Aioria-. Voy a saludar a los demás.

-De acuerdo.

-Podemos dar después una última vuelta por la feria, juntos.

-Claro.

en tan solo unas milésimas después de su respuesta, el cerebro de Aioria tramitó correctamente la información recibida. Miró a Shun y vio que este lucía una sonrisa tan amplia y brillante que casi le resultó... amenazadora. Sobre todo cuando en su cabeza resonó de nuevo la palabra "juntos".

-Te veo luego -se despidió el peliverde, yéndose, casi dando saltitos, hacia donde estaban sus compañeros de bronce.

Aioria seguía en la misma posición y con el mismo gesto. Se había descolocado tanto con el asunto de Milo que había olvidado por completo el asunto de Shun. Creyó haberlo finiquitado antes de la aparición de ese pendenciero escorpión. Pero esa mirada que Shun le había dedicado... No, aquello no estaba bien ni de lejos.

 Y de nuevo la pregunta de oro ¿Qué hacer? De la cual siempre acababan dimanando, como mínimo, dos opciones, a cada cual más nefasta. Aunque en aquel caso concreto no había azoteas de por medio. Podía, o bien esconderse de Shun hasta la hora de irse para así tener tiempo de pensar una forma de abarcar mejor el tema cuando estuviesen de nuevo en el Santuario... O bien... Ser un hombre y exponerle el tema con franqueza desde el principio.

Por un fugaz momento Aioria echó de menos estar borracho otra vez.

Su mirada se paseó por la gran estancia, prácticamente ocupada por el Santuario. Allí estaban. Por un lado Milo, que trataba de disimular, en vano, su cara de pocos amigos mientras hablaba con Kanon y Mu. No muy lejos de allí se hallaba Aioros, que disimulaba casi tan mal como Milo. El arquero hablaba con Afrodita y Shaka pero sus ojos no dejaba de mandarle fugaces miradas a su hermano menor, que se le quedó mirando con una ceja arqueada. Al verse descubierto, Aioros regresó a esa conversación de la que seguro no había escuchado nada.

Aburrido de todo aquello, giró sobre sus talones para marcharse de allí. Pero al hacerlo se encontró cara a cara con Dhoko.

-¡Dios! -Aioria casi dio un bote del susto.

Dhoko soltó una sonora carcajada.

-Vaya, chico, ni que hubieses visto un fantasma.

-Por la forma en que te apareces no creas distas mucho de uno... -respondió el castaño, molesto.

 El maestro rió, con aún más fuerza.

-Muy agudo, muchacho. Y dime ¿A dónde ibas?

-¿Al baño? -Mintió el castaño, ceñudo.

-¿Ah, sí?

Aquello era ya el colmo. ¿Desde cuándo Dhoko se había convertido en su niñera? Estaba casi seguro de que ese plasta de hermano que tenía estaba detrás de todo aquello. De la misma manera que habló con Saori para que ella intercediese entre ambos, de seguro que también  le había pedido al de Libra que le vigilase. Pues por ahí sí que no pensaba pasar.

-Y después iré a dar una vuelta, Dhoko -agregó el castaño, tratando de sonar deliberadamente molesto.

Si no lo captó o simplemente lo ignoró no quedó claro, pero el caso es que Dhoko sonrió aún más.

-¿Te importa si te acompañamos?

-¿Acompañarle? ¿Quiénes?

el Caballero de Libra dio un respingó al escuchar aquella voz tras él. Shion había entrado en escena, y no parecía nada complacido.

-Shion -saludó Dhoko, con una boba risita-. Le decía a Aioria que, ya que va a ir a dar una vuelta, podríamos acompañarlo.

El neutro semblante del ex Patriarca (calcado al de su pupilo lemuriano) permaneció inmutable durante unos segundos, mirando a Dhoko. Hasta que alzó una ceja.

-¿Por qué?

Dhoko abrió la boca e hizo una mueca de total perplejidad. Como si la simple cuestión que Shion había lanzado al aire fuese la cosa más alucinante (o más absurda) que había escuchado.

-¿Cómo que por qué? Pues porque...

El de cabellos caoba comenzó a hacer gestos extraños. Movía la cabeza señalando a Aioria, guiñaba los ojos, chasqueaba la lengua... Todo ello en presencia del mismísimo Caballero de Leo, que no daba crédito a lo que veía. Por su parte, Shion, de la misma manera que hizo su amigo antes con el castaño, no dejó claro si no entendía aquellas ridículas señas o bien le daban absolutamente igual. Pues permanecía con su impávido semblante y su escéptica ceja levantada.

 Al ver que su compañero de armas no cejaba en sus ridículos aspavientos apretó la mandíbula, perdiendo la paciencia por momentos. Aioria terminó por adoptar la misma pose que Shion, al ver de lo cantoso de la actuación del viejo maestro y de que encima hubiese tenido el descaro de olvidar que él seguía delante.

-¡¿Quieres parar de una vez?!Deja al chico en paz!

-Pero...

-¡Pero nada! Además tú y yo teníamos algo que hacer -agarró a Dhoko del brazo y tiró él-. Que te diviertas, Aioria -se despidió del león antes de llevarse a su amigo, prácticamente a rastras.

-¡Pero Shion...!

Y  se perdieron entre la gente.

Aioria cada vez cabía menos en su asombro. Era cierto que últimamente Dhoko se había vuelto bastante pesado pero... Jamás habría pensado mal de él. Al menos no hasta ese momento. Ahora todo estaba claro. De seguro su hermano, o la propia Saori a través de su hermano, habían hablado con él y le habían pedido que lo vigilara. La sangre empezó a hervirle. Entendía que su actitud en los últimos días había sido, cuanto menos, extraña. Y comprendía que sus amigos estuviesen preocupados, sobre todo su hermano. Y que tratasen de saber que era lo que pasaba. Pero... Aquello estaba pasando de castaño a oscuro. Le fastidiaba que su hermano utilizase a terceras personas para acercase a él. Vale sí, él le había desdeñado las últimas veces que intentó hablarle, pero eso fue porque él lo hizo primero. ¡Y hasta le chantajeó! Si fuese un hermano mayor como dios mandaba, insistiría. Iría donde él y se disculparía. No contrataría espías como si fuese algún tipo de criminal buscado. A cada día que pasaba Aioria despertaba más rabia hacia su hermano dentro de él.

Pero no le dedicaría más pensamientos. Ni se lo merecía ni podía perder más tiempo en ese momento. Shun seguía, no muy lejos de allí, hablando con el resto de Caballeros de Bronce. No tardaría en volver. Ya iba siendo el momento de poner en práctica su cobarde plan: huir de Shun.

Tenía hasta la hora de la comida para inventarse una escusa más o menos coherente.

Con todo el disimulo del mundo y rezando para que el peliverde no le viese ni para llamar la atención de otro de sus cansinos compañeros, comenzó a  marcharse de allí. Se deslizó por entre las mesas del buffet del desayuno, esquivó a la gente y... ¡Libre! Triunfante, llegó al vestíbulo.  Ya veía la salida. Ya saboreaba la libertad. Sintió como si su cuerpo se elevase solo en el aire cuando inhalo, profundamente, el fresco aire matinal. Pero no podía entretenerse. De inmediato, reanudó su marcha. Decidió que la mejor opción era ir a la feria. Por un lado era arriesgado, pues sabía que seguramente todos sus compañeros irían también allí. Pero por otro lado era lugar donde menos posibilidades tenían de encontrarlo, pues era grande y había demasiada gente.

Por suerte, cerca de la entrada del hotel había varios taxis, esperando por si algún huéspedes necesitaba de sus servicios. Aioria tomó el que más cerca tenía y pidió que lo llevasen a la feria.

Cuando llegaron, Aioria pagó al taxista y se bajó, sonriente al ver que no se había equivocado. Aquello, a pesar de la hora, ya estaba lleno de gente.

Con una sonrisa de oreja a oreja, Aioria se internó en el recinto, entre la marabunta de gente. Ahora podía tomarse su tiempo y visitar tranquilamente la feria. Mientras no se le fuese la hora, claro. Lo cierto era que, ahora que se veía solo y rodeado de atracciones y otros puestos lúdicos, se sentía genial. Ni siquiera se había dado cuenta que su cuerpo no estaba sintiendo ninguno de sus extraños impulsos actuales ni de sus retorcidas e incesantes demandas. No. Tan solo estaba relajado. Lo estaba tanto que ni era consciente de ello. Y por una vez, simplemente se dejó llevar. Observaba los puestos con curiosidad, e incluso de vez en cuando miraba como se divertía algún grupo de personas, sintiendo incluso algo de envidia de ellos.

Sin darse si quiera cuenta, terminó deteniéndose frente a un puesto de flores. A las que se quedó mirando, con melancolía.

-Es para alguien especial ¿Me equivoco?

La voz de la dependienta le hizo volver a la realidad. Era una joven gitana, de llamativas y coloridas ropas.

-¿Eh?

Aioria la miró, regresando de su momentánea ensoñación, sin entender a qué se refería.

-Por esa melancólica mirada tuya diría que aún no has sabido como decirle a esa persona lo que sientes.

-No, verá, yo...

-Por tu mirada -le cortó la mujer, tomando una hermosa flor blanca de uno de los búcaros repletos y mostrándosela a Aioria-. Una camelia blanca. Simboliza inocencia y amor puro.

-Pero... Es que se equivoca, yo no tengo...

-Aunque tal vez -le cortó de nuevo la mujer-. Hayas esperado tanto que ya no puedas con tanta represión -tomó entonces otra flor, más pequeña y de color naranja, con algo de negro-. Un pensamiento naranja -informó-.  Simbolizan el deseo físico intenso.

Aioria ya no sabía dónde meterse, ni cómo hacer entender a esa mujer que solo estaba ahí de casualidad.

-Por favor, le insisto en que yo...

-¡Aioria!

y de nuevo fue interrumpido, pero esta vez no fue la gitana sino la voz que menos esperaba escuchar en ese momento.

Su cabeza fue girando muy lentamente hasta que lo vio, corriendo hacia él, agitando una mano y con una sonrisa de total felicidad.

-Shun... -Susurró Aioria, atragantado por la sorpresa y el pánico. Se volvió rápidamente hacia la gitana, arrebatándole la flor de la mano-. ¡Me la llevo! -Rebuscó rápidamente en su pantalón hasta dar con la cartera y extraer un billete que colocó en lugar de la flor en la mano de la mujer-. ¿Es suficiente con eso?

-Pues... sí... -respondió, la sorprendida gitana-. Espera, te daré el cambio.

-Quédeselo  -se giró de nuevo con la misma velocidad para encontrarse con Shun, que llegaba, jadeando, por la carrera-. ¡Shun, que sorpresa tan agradable! -Mintió, forzando una sonrisa de plena satisfacción ante la llegada del chico.

-Aioria -dijo el muchacho, con un gesto que denotaba tanto molestia como decepción-. Dijiste que iríamos juntos s dar una vuelta por la feria ¿Porqué te fuiste sin mí? Cuando me quise dar cuenta me dijeron que te acababas de marchar.

Pillado y dos veces pillado. Menos mal que ya había pensado muy bien la respuesta.

-Ten -dijo, tendiéndole la flor que acababa de comprar-. Quería darte algún tipo de... sorpresa. Así que me adelanté. Lo siento.

-Oh, Aioria... -el chico tomó la flor y la olió por inercia. Luego levantó la vista para mirar a Aioria de una forma que no le gustó nada. Parecía... Demasiado feliz-. No sé qué decir.

Una vez más Aioria no fue consciente del lío en que se había metido hasta que fue demasiado tarde. Con aquel gesto, tan superfluo, había echado una paletada más de tierra sobre su propia tumba. Una tumba de color rosa, por cierto. Con una lápida que rezaba "imbécil".

-¿Vamos? -Dijo Shun, echándo a andar, sin dejar de oler su flor.

Aioria tragó saliva, con fuerza.

-No es correcto engañar con las flores.

La voz de la gitana le hizo volverse, para mirarla. La mujer le observaba con una misteriosa sonrisa.

Sin decir más, Aioria se encaminó en pos de Shun.

El león seguía dándole vueltas al error que acababa de cometer haciéndole a Shun un regalo tan... tan... ¿De pareja? Y encima con una flor con un significado como el que aquella tenía. Solo de pensar en que hubiese pasado si el peliverde hubiese escuchado a la gitana decir lo que esa flor representaba se le ponían los pelos de punta. Afortunadamente era imposible que Shun tuviese noción alguna sobre ese supuesto "lenguaje de las flores".

-Un pensamiento naranja -dijo de repente el chico, sin apartar la mirada de su preciada y sencilla flor.

-¿Eh? -Contestó Aioria, que ni tan siquiera se había enterado de lo que había dicho el otro, enfrascado en sus propios pensamientos.

-Simboliza el deseo físico intenso... -añadió, enrojeciendo.

-¡¿Eh?!

De eso sí que se había enterado.

-Afrodita me enseñó mucho sobre el lenguaje de las flores.

¡Maldito Afrodita! ¡Maldito y mil veces maldito! Aioria juraba  y maldecía para sus adentros. Maldecía su suerte y a ese desocupado e inoportuno compañero suyo. ¡¿Es que acaso no podía enseñarle sueco o alguna otra cosa de provecho?! Shun y sus malditas motivaciones extrañas...

-Me alegro que te gustase...

-Me ha encantado.

Afortunadamente, antes de que la conversación continuase, el Caballero de Andrómeda pareció ver algo que llamó mucho su atención en uno de los puestos cercanos, porque salió como una bala hacia él.

Una vez más Aioria se vio tentado de darse la vuelta y salir de allí tan rápido como sus piernas se lo permitiesen.

pero entonces escucho un grito a su lado.

Una mujer, cargada con una caja de considerables dimensiones, había tropezado. Haciendo gala de sus rapidísimos reflejos de caballero, Aioria sujeto la caja y a la mujer antes de que cayesen, ante la anonada mirada de los transeúntes presentes.  Algunos hasta aplaudieron.

-Vaya, muchas gracias -dijo la mujer, tomando de nuevo al caja que Aioria había atrapado en el aire, junto con ella.

Aioria sonrió.

- ¿Necesita ayuda? -Añadió, al ver que la pobre mujer apenas podía con aquella caja.

-Oh, no quiero molestarle. Además, solo tengo que llegar hasta ahí -señaló con la cabeza el puesto de helados que tenían al lado.

-No es molestia.

Aioria tomó de nuevo la caja y acompañó a la mujer.

-No sé como agradecérselo.

-Tranquila, no tiene porque...

-Espere -le cortó la mujer, metiéndose tras el mostrador.

Parecía que aquel era el día de interrumpir a Aioria.

-He visto que iba con otro chico -dijo la mujer, regresando con dos helados-. Tenga, uno para usted y otro para su amigo.

-No era necesario...

-Insisto.

-Bien... gracias...

Aioria se marchó de allí, con un helado en cada mano, encontrándose con Shun, que volvía.

-Aioria en este mercado tienen cosas preciosas y... -al ver los helados el rostro del chico se iluminó-. ¡Helados! No tenías que haberte molestado -decía, mientras tomaba uno de los susodichos helados como aquel que coge el mayor de los tesoros.

-No ha sido molestia... -respondió Aioria, entre dientes, tratando de mantener la sonrisa y no echarse a llorar allí mismo.

-Eres un encanto.

-...

Shun caminaba saboreando su helado mientras observaba, con encantadora curiosidad, todo cuanto había a su alrededor. De vez en cuando se paraba en algún puesto, con los ojos iluminados por todo aquello que llamase su atención. Era como un niño...

Por su parte, Aioria, trataba de caminar uno o dos pasos por detrás de él.

Una vez más, Shun se detuvo frente a otro puesto. La idea de huir de allí se apoderó una vez más del castaño, cuyo estado de ansiedad iba a peor conforme su joven amigo se iba acaramelando.

Poco a poco, comenzó a retroceder, paso a paso. Estaba tan enfrascado en que Shun no le pillase en medio de su gran evasión que ni siquiera discurrió que, andar de espaldas en mitad de una feria, no era la mejor idea. Efectivamente, terminó por chocar contra alguien.

-Lo siento -Se disculpó de inmediato el león, dándose la vuelta para ver a quien había "atropellado".

Se trataba de un joven, muy atractivo, por cierto, de cabello castaño y unos ojos azul claro que Aioria creyó que iban a hipnotizarlo de un momento a otro.

-No ha sido nada -contestó el joven, mostrándole a Aioria una sonrisa tan sumamente encantadora que creyó que se derretiría allí mismo.

Una vez más, aquellos bajos y enfermizos instintos de Aioria afloraban, en busca de hacerlo enloquecer.

El chico le mostró la cámara que sujetaba entre sus manos y que colgaba de su hermoso cuello.

-¿Una foto?

-Pues...

-¡Que buena idea!

La voz de Shun, a su espalda, casi le provoca un infarto del susto. Ahí estaba de nuevo su pletórico acompañante.

Aioria pudo notar como la sonrisa del chico de la cámara cambio a una sonrisa que parecía... ¿Decepcionada?

Se colocó, apuntándoles con la cámara.

Shun se agarró al brazo de Aioria como si quisiese arrancárselo.  Aioria tuvo, una vez más, que apretar la mandíbula y sonreír.

Cuando la foto estuvo hecha, Shun fue cogerla de manos del chico.

-¿Cuánto te debemos? -Preguntó el peliverde, sin apartar su ilusionada mirada de aquel retrato.

-A esta invita la casa -respondió el chico.

-¡Vaya, gracias!

-Pasadlo bien en la feria -les dijo, con aquella perfecta sonrisa.

-Gracias, espero que hagas muchas fotos -se despidió Shun, mientras seguía su camino, con la foto en una mano y la flor en la otra.

-Hacéis una bonita pareja -le dijo joven fotógrafo a Aioria antes de que este siguiese a su compañero.

No cabía duda alguna, esa sonrisa que le dedicaba Aioria era de decepción.

-Verás, yo...

-¡Aioria! ¡Venga, vamos!

Y otra vez más su frase fue interrumpida. La demandante llamada de Shun, que estaba impaciente por seguir la marcha por la feria, le hizo tener que cortar aquel contacto visual con el atractivo fotógrafo.

-Te están esperando -se despidió el joven de sonrisa luminosa-. Hasta la vista.

Frustrado, Aioria comenzó a alejarse, volviéndose una última vez para ver como el joven seguía despidiéndose de él con la mano.

Por un momento casi sintió ganas de reír por lo extraño de la situación. Por un lado un chico había flirteado con él. Quizá días atrás no lo hubiese notado, pero desde que aquel "mal" lo atenazaba desde dentro había aprendido muchas cosas. Y ese chico había, claramente, intentado flirtear con él. ¡Y le había gustado! Por otro lado, lo curioso del asunto era que el hecho de Shun hubiese roto aquella efímera atmosfera que se había creado entre ambos le había molestado. Pero... ¿Molestado por qué?  En los últimos días se había sentido atraído por todos sus compañeros, y para más inri, incluso algunos de ellos se le habían insinuado (aunque hubiese sido por culpa del alcohol) ¿Y? Se había resistido, de la misma manera que se habría resistido a caer ante los encantos de aquel chico de haber estado solo. ¿Entonces porqué estaba molesto?  ¿Tal vez porque Shun se estaba haciendo una idea equivocada? Y con respecto a  eso... ¿Porque iba a estar Shun equivocado? Aunque hubiese sido de forma accidental, Aioria le había dado a entender una idea que tal vez... No estuviese del todo mal. Shun era un buen chico. Aioria llegó a  la conclusión de que, tal vez el motivo de su creciente enfado, era, a parte de la falta del tan demandado contacto físico, que una parte de él quería dejarse llevar de verdad. Su parte consciente quería probar algo. Ver qué pasaba.

Suspiró. Una vez más se encontraba mentalmente agotado y cada vez mas estresado.

-¡Mira, Aioria!

Ahí estaban de nuevo los emocionado gritos de Shun. Aioria miró, sin muchas ganas, hacia dónde el chico señalaba. Era una especie de tenderete, coronado con una luna dorada sobre él.

-Una adivina -informó el peliverde, entusiasmado-. ¿Entramos?

-Shun, yo no creo que...

-Vamos, será divertido -le cortó, de nueva cuenta, tirando de él hacia el interior de la tienda.

-...

Atravesaron la cortina que representaba la puerta del lugar para adentrase en aquella pequeña cabina, formada de coloridas telas, e iluminada por la tenue luz de la velas.  Un fuerte olor a incienso y romero creaban una asfixiante atmósfera para el león, aunque Shun parecía encantado. Había una pequeña mesa cubierta por varios y coloridos tapetes sobre la que descansaba una bola de cristal y una baraja de cartas de considerable tamaño. Y tras ella, había sentada una mujer. Gitana. Vestía de forma similar a la dependiente del puesto de flores. Llevaba un pañuelo verde sobre la cabeza del que caía, en cascada sobre sus hombros, su larga y ondulada cabellera color negro azabache.

-Te, estaba esperando, chico -Saludó la gitana, con una misteriosa sonrisa dibujada en el rostro.

-¡¿De verdad?! -Preguntó Shun, que no cabía en su asombro ni en su emoción.

Aioria soltó un bufido. pare él todo aquello era, además de una pérdida de tiempo, un engañabobos.

-Si eso es verdad, supongo que podrá decirnos cómo te llamas -soltó Aioria, casi con descaro.

Shun se volvió hacía él, alarmado por su actitud.

-¡Aioria! -Le dijo, en tono de reproche.

-Tranquilo -habló de nuevo la gitana, con serenidad, dedicándole a Aioria una sonrisa que no le gustó nada-.  Estoy acostumbrada al escepticismo y a los malos modales, Shun.

 Al escuchar su propio nombre, tanto el peliverde como Aioria abrieron los ojos de par en par.

-Increíble... -musitó Shun presa del estupor.

Pero Aioria no tardó en salir de su momentáneo asombro.

-¡Oh, vamos, Shun! Hemos estado ayer actuando en pleno centro de esta feria. Ha podido escuchar o leer tu nombre perfectamente. Y el mío.

-Pero yo quería saber mi futuro... -Dijo Shun, mirando a Aioria con ojitos tristes.

-Lo único que va a hacer es inventarse un montón de patrañas. Mejor vámonos.

-Podía esperarme que una persona normal fuese tan descreída pero... ¿Un Caballero de Atenea?

Una vez más ambos la miraron, atónitos.

Aioria se encontraba tan estupefacto que apenas podía articular palabra.

-¿Cómo sabe usted...?

Desde luego eso no era parte de la campaña publicitaria de la obra. Nadie, a excepción de Nadine, sabía de su verdadera labor.

-Sé muchas cosas, Aioria de Leo -continuó al mujer, que parecía tan divertida como amenazante-. Entre ellas esos problemillas que estás teniendo últimamente. Sobre todo cada vez que alguno de tus compañeros...

-¡Estaremos encantados de que le cuente su futuro a Shun! -La cortó rápidamente Aioria, sentando a Shun sobre la silla en cuestión de un segundo.

-Au... -Protestó el peliverde, por el poco tacto del león.

La gitana contuvo  una risita. Se inclinó un poco hacía Shun.

-Dame la mano.

Shun obedeció y colocó el brazo sobre la mesa, con la mano abierta, mostrándole la palma a la mujer. Ella tomó la palma del chico y comenzó a examinarla.

-Um... Um...

Aquella mujer parecía concentradísima ante la impaciente mirada de Shun y la ceñuda mirada de Aioria, que permanecía de pie, junto a su compañero, pues él ocupaba la única silla que había.

¿Y.... bien...? -Se atrevió Shun a romper el silencio.

-¡AH! -Gritó la mujer, soltando la mano del chico y dando un bote, misma reacción que sufrieron ambos caballeros ante la impresión.

-¿Podría intentar evitar hacer eso?  -Dijo Aioria, con una mano el pecho, tratando de normalizar su respiración.

-¡¿Qué es lo que ha visto?! -Preguntó Shun, alarmado por la reacción de la gitana.

La mujer se tomó unos segundos para tranquilizarse.

-No... Ni ha sido nada -dijo, finalmente-. Supongo que no estoy acostumbrada a tratar con auras tan fuertes como las de una Caballero de Atenea. Solo ha sido la impresión -tomó de nuevo la mano de Shun-. Bien, sigamos.

-De acuerdo.

Aunque Shun pareció satisfecho con  la explicación de la mujer Aioria no terminaba de tenerlas todas consigo. De seguro, si que esa mujer decía era verdad y podía ver lo que otros no podían, estaba claro que había visto algo malo. De todas formas tampoco era algo tan extraño. Tal y como la mujer había dicho, ellos eran caballeros de Atenea, y no habían regresado al mundo solo como premio, los peligros nunca terminaban. Todos ellos eran conscientes  de que, en el futuro, tendrían que lidiar con nuevas dificultades.

-Vaya, Shun, ahora sí que veo algo -comentaba la gitana, soltando la mano del peliverde y centrando ahora su atención en la bola de cristal-. Sí... veo algo...

-¿El qué? ¿Qué ve?

el chico parecía que iba a explotar de la impaciencia.

-Veo... a esa persona...

-¿Qué persona?

-La persona hecha para ti.

-Se... se refiere a... a... -Al pobre Shun le temblaba la voz y enrojecía por momentos-. Bueno... está usted hablando de... ¿Amor?

-Claro, muchacho, ¿De qué si no?

-Ah...

Aquello también llamó la atención de Aioria que, por alguna razón, empezó a ponerse nervioso de nuevo.

-Está cerca... -decía la gitana, entrecerrando los ojos, como si quisiese mirar un punto muy lejano dentro de aquella bola de cristal-. Muy cerca, querido. Más cerca de ti de lo que imaginas.

Shun agachó la mirada, adquiriendo tonos que se acercaban peligrosamente al bermellón. Aioria estuvo seguro de que incluso intentó hacer el amago de mirarle a él, pero el pudor se lo impidió. El león tragó saliva, con fuerza. Ahora sí que estaba en problemas. Ahora solo quedaba saber como de graves iban a ser. Todo dependía de lo que esa retorcida bruja dijese.

-Y puede... ¿Decirme quién es? -Se atrevió a preguntar el chico.

Aioria se tensó. Había llegado el momento. Hasta vio claramente como esa retorcida adivina le dedicó una fugaz mirada antes de mostrar una burlona sonrisa a su bola de cristal. No podía hacerlo, pensó Aioria. No podía decir su nombre. Principalmente porque no era verdad. Y si era una adivina de verdad, como ella se jactaba, no podría mentir. Aunque pensando fríamente... Se suponía que ella vaticinaba el futuro. ¿Y si en el futuro él y Shun...? ¡No! Agitó fuerte la cabeza. No, aquello sí que no podía ser.

Aunque no le miraba directamente, estaba claro que la gitana era plenamente consciente de las reacciones de Aoria y se estaba claramente divirtiendo con ellas.

-Lo siento, no puedo darte su nombre -respondió finalmente la gitana-. Solo que está más cerca de ti de lo que crees.

-Oh...

Shun pareció un poco decepcionado por la respuesta.

Aioria se relajó un poco.

-Lo que sí puedo decirte -continuó la mujer-, es que no todo es bueno en este asunto.

Tanto Shun como Aioria la miraron, expectantes.

-¿Qué quiere decir? -Preguntó el peliverde.

-Hay alguien más. Alguien que está entre vosotros. Alguien que solo te acusará daño, Shun. Alguien que... -acarició la bola, mirándola con más gravedad-. Podría  acabar con la felicidad de muchos.

Ninguno de los dos caballeros cabía en su asombro.

-¿Quien podría...? ¿Cómo...? No lo entiendo...

El pobre Shun no sabía ni que pregunta formular.

-Tranquilo, pequeño -le calmó la gitana, recuperando la sonrisa y alzando la mirada hacia él-. No es algo que no se pueda evitar. Esto solo se complicara si tú lo permites.

-¿Entonces qué debo hacer?

-Abrir los ojos.

-No lo entiendo...

La mujer soltó una risita.

-Shun, lo único de debes hacer es estar atento a  los pequeños detalles. Esa persona está a tu lado. Siempre lo está. Aunque ahora ninguno de los dos os deis cuenta.  Permanece a su lado. Sinceraos. Corresponderos el uno al otro. Y yo te aseguro que encontrareis la felicidad. Solo necesitáis... -le guiñó un ojo, de forma cómplice-. Un pequeño empujón.

Hubo un instante de silencio.

-Vaya... dijo finalmente Shun, con los ojos muy abiertos y la mirada gacha-. ¿Y qué pasa con esa otra persona de la que has hablado?

La gitana suspiró.

-Mientras esa persona no hable, nada se puede hacer por ella.

-¿Hablar? ¿Qué tiene que decir? -Insistía el chico, claramente preocupado.

-Tan solo debe sincerarse.

-¿De verdad no puede decir su nombre?

La mujer le deidcó una tierna sonrisa ante su inocencia.

-Bueno, tal vez si Aioria accediese a que echase un vistazo en su futuro... Algunas cosas podrían aclararse.

-¡Ni hablar! -Saltó Aioria, como si le hubiesen pinchando con algún objeto afilado en el trasero.

La gitana rió ante la reacción de Aioria.

-De todas formas le doy las gracias -dijo Shun, con una de aquellas entrañables y brillantes sonrisas suyas. Saco su cartera y le dio dinero a la gitana-. ¿Con esto será suficiente?

-De sobra muchacho. Toma esto -y le mostró un pequeño ramillete de romero-. Te dará suerte.

Shun lo tomó, aspirando su aroma.

-Vaya, muchas gracias, señorita... eh...

-Rafaela -dijo la mujer.

-Rafaela. Se lo agradezco de verdad.

-Sé que encontrarás la felicidad, Shun.

-Yo también lo espero. Muchas gracias de nuevo ¡Hasta la vista!

Shun ya atravesaba la cortina para marcharse cuando Aioria fue detenido por la penetrante mirada de la gitana. Que seguía mirándole con aquella misteriosa sonrisa.

-Tú también deberías tener cuidado con esa persona Aioria.

El castaño la miró, entre molesto y nervioso.

-¿Disculpe?

-Shun no será el único perjudicado si no se sincera.

-¿Y qué se supone que debo hacer?

-Vaya -la mujer abrió mucho los ojos, tan sorprendida como divertida por la situación-. ¿Ahora de repente crees en lo que digo?

-No -gruñó Aioria, más por orgullo que por otra cosa.

-Entonces buena suerte, querido. Además, no hago consultas gratuitas a gente que no tiene fe.

Aioria estuvo muy tentado de sacar su cartera y tirarla con ella a la cara pero entonces la voz de Shun le llamó desde fuera. Tras una última y furibunda mirada a la gitana, salió de allí.

La mujer se sentó de nuevo en su silla, luciendo una tranquila sonrisa de triunfo.

-Tranquilo, Aioria -dijo para sí-. Tarde o temprano lo acabarás comprendiendo.

Mientras continuaban con su paseo por la feria Aioria no podía sacar de su cabeza aquel encuentro con la adivina. O mejor dicho, con la adivina bocazas. Estaba tan inmerso en sus tormentosas cábalas internas que ni se dio cuenta de que Shun se había cogido de su brazo hasta que este tiró de él para mostrarle un puesto que había llamado su atención.

-¿Eh? ¿Qué estás haciendo? -Preguntó Aioria, confuso y sonrojado.

Shun pareció no entender.

-¿A qué te refieres?

-¿Por qué estás agarrado a mi...?

-¿Eh? -Shun pareció tardar en darse cuenta de a qué se refería el león-. Oh, bueno... Llevamos así un rato, pero que... En fin -el chico pareció entristecerse mucho-. Si te molesta o te resulta desagradable te soltaré.

-¡No! -Se apresuró a decir el castaño, no queriendo herir los sentimeintos del más joven-. No es que me resulte desagradable, es lo que...

-¡Perfecto! -Saltó Shun, abrazándose aun más al brazo su compañeros y continuando el avance.

Aioria continuó andando, con la boca abierta, donde se habían quedado esas palabras que no le dejaron pronunciar. Cada vez estaba más claro que aquel era el día de no dejarle hablar, para desgracia suya.

No había avanzado ni dos metros cuando se dieron de morros con Milo. Aquella sí que ya era el colmo.

los tres se pararon. Milo observaba a Aioria con neutro semblante. Aioria lo miraba a él tratando de no parecer nervioso por la incomodísima situación. Por su parte, Shun, le dedicó una calurosa sonrisa al Caballero de Escorpio.

-Hola, Milo -le saludó con efusividad, sin soltarse del brazo de Aioria, que solo deseaba que se lo tragase la tierra.

-Hola -fue la seca, escueta y hasta... ¿Molesta? Respuesta del escorpión, antes de dar media vuelta y marcharse de allí.

-¿Crees que Milo se encontrará bien? -Preguntó el peliverde, preocupado.

-Seguro...

Entonces Shun miró su reloj.

-¡Vaya! Ya ha pasado de la una. Deberíamos ir volviendo.

-De acuerdo...

Y de nuevo, Aioria se dejó llevar por Shun, como si de un autómata se tratase. Ahora era a aquel nuevo encontronazo con Milo a lo que le daba vueltas. No por el hecho de que hubiese sido él en cuestión con quien se habían topado, de hecho, desde que estallase con él aquella mañana ya no le importaba nada lo relacionado con su compañero de caballo azul (o al menos eso intentaba hacerse creer él). El problema en sí era que un compañero les había sorprendido caminando agarrados del brazo, como una parejita. ¿Y si el rumor se extendía y sus demás compañeros se enterraban? Bastante tenía ya con sus "problemillas" internos como para ahora, además, tener que lidiar con los chismorreos de una relación inexistente. O al menos, inexistente para una de las dos partes. Aún había que tratar el problemilla de esa otra mitad.

En cualquier caso, rezó porque Milo no hablase con nadie del tema, abogando internamente por la madurez y discreción de su compañero.  Aunque después de lo que le soltó aquella mañana y de la inestable actitud del escorpión para con él en los últimos días... Ya no sabía que esperarse. Lo único que podía hacer era esperar y mantener la esperanza en que Milo no diría nada de lo que había visto mientras él pensaba una manera de salir de todo aquello.

Estaban ya en el taxi de camino al hotel cuando una fugaz cuestión pasó por la mente del león. La extraña actitud de Milo... El hecho de que siempre parece querer decirle algo pero nunca termina de hacerlo... ¿Y si era él a quien la gitana de refería? Aioria se tensó de solo pensarlo. Porque... Si Milo era el sujeto con el que había tener cuidado... entonces... ¿Eso en qué lugar les dejaba a él y a Shun? La gitana le dijo a Shun que su "amor" estaba siempre muy cerca de él y ahora ellos vivían juntos. Y cuando Aioria se negó a saber su "futuro amoroso", la gitana le advirtió que también tuviese cuidado con esa persona.

A pesar del escepticismo de Aioria para todo lo que tuviese que ver con faranduleros con supuestos conocimientos esotéricos, debía admitir que todas las piezas de aquel retorcido puzle estaba encajando terroríficamente bien. Sin embargo, y por mucho cariño que sintiese por él, el león no podía concebir, ni de lejos, esa supuesto futuro romance entre él y el Caballero de Andrómeda ¡¿Es que acaso el universo se había vuelto loco?! A cada día que pasaba una nueva desgracia se sumaba a esa suerte maldita de laq ue ahora era presa el león ¿Hasta cuándo duraría aquello?

Aioria decidió no pensar más hasta que regresasen al Santuario o estaba convencido de que terminaría sufriendo una crisis de ansiedad. Ya estaba comenzando  relajarse un poco cuando llegaron al Hotel.

Al entrar al comedor se encontraron con el resto de sus compañeros (incluido Milo), que ya esperaban para comer.

Se sentó entre Shun y Kanon y la comida se sucedió bastante tranquila (Salvó por un frustrado intento por parte del peliverde por darle a probar su comida). Al parecer nadie les miraba. Milo no debió decir nada de lo que vio en la feria. Bien, el escorpión había recuperado unos cuantos puntos en la escala de valores de Aioria.

La comida pasó relativamente deprisa y, antes de que se marcharan del hotel, las dos parejas; Jivan y Aaleyah  y Jualian y Rober, acompañados de algunos de los invitados, fuerona  despedirles al hall de hotel. Todos ellos muy agradecidos por el tiempoc ompartido juntos.

Antes de que se diese cuenta, Aioria ya se encontraba con los demás en el aeropuerto. Afortunadamente Shun pareció contenerse (tal vez por la propia mirada de tensión de su "pareja") y se adhirió a él en presencia de sus compañeros.

Ya estaba todos esperando en la puerta de embarque cuando Saori habló.

-Bueno, chicos, pues... se acabó por esta vez -señaló con la cabeza a Julian Solo y Sorrento-. Julian y yo tenemos que tratar unas cuestiones, así que él y Sorrento vendrán a pasar unos días al Santuario -todos asintieron, encantados por la noticia. Y hasta Shaka pareció enrojecer,  pero fue algo que pasó inadvertido para el resto-. Solo me queda deciros que...

La voz de Saori fue acallado por Nadine, que la apartó de un empujón. Saga tuvo que sujetarla para que no cayese al suelo.

-¡Oh, mis queguidísimos actogues! -Gritó, alzando los brazos y con ojos llorosos. Haciendo uno de sus característicos melodramas-. ¡No sé como dagos las ggacias pog el magnífico tgabajo que habéis hecho! Aún guecuegdo cuando llegué al Santuaguio y os vi pog pgmega vez. Sí, guecuegdo que pensé, son tan guapos como estúpidos. Bgavos gueguegos, si, pego no serían capaces de apgendegse un texto de más  de dos estgofas aunque su insulsa vida dependiese de ello, y ya ni hablemos de integpgetaglo... -Hizo una pequeña pausa, ante la silenciosa atención de los "actores" que la observaban con una ceja arqueada y una expresión no muy halagüeña. Y Saori, que luchaba por echarse a reír. Nadine, que desde luego ni les prestó atención, agitó una mano-. Pego bueno, no hablemos de las cosas hoggibles que pensé de vosotgos, o nos estaguíamos aquí hasta mañana -entonces pareció relajarse, mirándoles a todos con una mirada tan maternal como aquella sincera sonrisa que les regalaba. Se llevó una mano al pecho-. Ggacias. Ggacias de vegdad, chicos. No solo me demostgateis que estaba completamente equivocada en lo que a vuestgas capacidades como actogues se guefiegue, sino que además habéis ofgecido un espectáculo con el que ni siquiega había soñado. No solo sois fuegtes caballegos, sino también actogues de inmenso talento. Sentigos muy ogllosos de lo que lo habéis hecho, pues no solo habéis pgotegido este mundo, sino también la silñusiones de una gente que lo había pegdido todo. Y eso, muchachos, eso sí que es seg unos hégoes -hizo una pausa ante la húmeda mirada de más de un caballero. Entonces sonrió, de esa manera tan picara y suficiente que la caracterizaba y abrió los brazos-. ¡Venga! Y ahoga poneos en fila paga abgazad a vuestga diguectora.

-¿No vuelves con nosotros? -Preguntó Shaka.

-No, queguido, aún tengo que haceg unas cuantas cosas pog aquí. pego tganquilo, igué a visitagos -contestó, guiñándole un ojo al rubio-. ¡Vamos, movegos, quigo abgazos!

Y obedeciendo a su directora, uno a uno fueron acercándose a ella para darla un abrazo de despedida. Nadine le dedicó unas palabras a cada uno de ellos.  Entreteniéndose especialmente con DeathMask, que aunque luchó con  todas sus fuerzas por evitarlo, no pudo contener una lagrimilla ante la despedida.

Aioria no sabía muy bien si acercarse a ella o no. Aún se sentía muy culpable por lo que la dijo en el Santuario. Aunque después de la canción de clausura de la obra tal vez ya no estuviese molesta con él. En cualkquier caso Nadine ahora estaba muy ocupada con su última despedida, Saori. La muchacha no dejaba de llorar y parecía no querer romper ese abrazo que las unía.

-Tganquila, pequeña, nos veguem,os pgonto, te lo pgometo.

Saori asintió, separándose finalmente de ella. Hasta los caballeros se conmovieron por la escena. Cada vez era más evidente la fuerte amistad que había entre ambas mujeres.

La megafonía anunció el vuelo de los caballeros. De igual manera que hicieron para ir, volverían fletando uno de los aviones privados de la Corporación Kido.

Ya atravesaban la puerta de embarque cuando una mano sujetó a Aioria del brazo, deteniéndole.

el castaño se volvió para encontrarse con Nadine, que lo miraba con una divertida sonrisa.

-¿Te ibas sin despedigte?

-Nadine... yo... quería disculparme por todo lo que te dije en el Santuario y...

-Chst... -le instó a guardar silencio la francesa-. Ya sé que lo sientes, bobo. Llevas sintiéndolo desde el mismo minuto en que lo soltaste. No estoy ciega.

-Te aseguro que no pensaba así.

-Lo sé.

-Pero igualmente quiero disculparme.

-Ya lo has hecho, déjalo ya -rió la mujer, dándole una palmadita en el brazo al cabizbajo y avergonzado león.

-La canción de clausura de la obra...

-¿Sí? -le instó  seguir la mujer.

-¿Iba por mi?

-Pues clago ¿Pogqué cgees si no que te señalé? Cgeo en ti.

-Pero...

-Has sido, sin duda, la mayog sogpgesa de la obga -le interrumpió Nadine-. Y no es solo mi opinión. Has ofgecido una integpgetación sublime, y te lo dice alguien que ha visto a muchos, muchos Gomeos en su vida. Como dije en la canción; cgeo en ti, Aioguia de Leo. Cgeía en ti y no me decepcionaste, y siempge cgeegué en ti.

Una lágrima bajó por la mejilla del león.

-Oh, mi pobge gatito -dijo Nadine, abrazándole.

Aioria correspondió al abrazo con intensidad.

Cuando se separaron Nadine le secó las lagrimas con el dorso de la mano.

-La cabeza bien alta, Caballego de Leo -le dijo-. Ahoga debes enfgentagte a la mayog obga de todas; tu vida.

-Si...

-Y... Sincegagte con ciegta pegsona.

-¿Eh? ¿Qué quiere decir? -Preguntó Aioria, confuso.

-Vamos, muchacho, sabes tan bien como yo que tu "extgaño" compogtamiento ha llamado la atención de todos -al decir Nadine aquello, Aioria agachó la mirada, avergonzado-. Aioguia, lo que paga los demás es un compogtamiento extgaño paga mi es algo muy clago. No estoy ciega, y tengo demasiados años como paga que esto pase inadvegitdo a mis ojos. Y menos si es algo tan evidente.

-¿Pero a qué se refiere? -Insistió el león, cada vez más impaciente.

-Habla con él.

-¿Pero con quien?

Nadine sonrió y le acarició una mejilla.

-Vamos, o pegdegás el avión.

-Pero...

-Venga -le apremió la mujer.

Con un suspiro de resignación, Aioria dio media vuelta y se dirigió a la puerta embarque, en pos de sus compañeros. Pero no avaznó mucho cuando la voz de Nadine le llamó. Se giró para verla.

-Guecuegda, Aioguia. Todo Gomeo necesita a su Julieta.

y tras decir aquello, con una sonrisa bastante misteriosa, por cierto, le lanzó a Aioria u  beso con la mano y girándose, se marchó de allí, dejando al pobre león sin entender absolutamente nada.

 Mientras revisaban su equipaje, Aioria no podía dejar de pensar en lo que le había dicho Nadine. ¿A qué se refería Nadine con eso de que todo Romeo necesita a Julieta? ¿Hablaba de que toda persona estaba destinada a encontrarse con su gran amor? ¿A que todos tenemos una media naranja? O quizá... Sin proponerselo si quiera, la imagen de Milo acudió a su mente. Después de todo, él había sido su Julieta. ¿Se habría referido pues Nadine a él? Aquello tenía aún menos sentido, y más si se tenía en cuenta que, según la gitana, Milo era el horrible ogro destruye romaces. Fuese como fuese, y para más inri y sorpresa del pobre Aioria, no pudo evitar sonrojarse al pensar en su compñaro. ¿Qué quería decir todo aquello? Cada vez lo entendía menos. Una vez más, y para "restarle importancia" de alguna manera al asunto, se lo achacó todo a "su mal interno". Si, de seguro todo era culpa de esos arrebatos extraños que tenía desde días atrás.

Debía relajarse, después de todo, por fin había terminado aquella pequeña Odisea. Por fin regresaban a casa. Podría relajarse merecidamente y...

-¡¿Te sientas conmigo?!

La voz de Shun y su nada delicada forma de tirarle3 del brazo para llamar su taneción lo sacaron de sus cabilaciones.

-Claro...

Por el momento, estaba claro que Aioria no tendría mucho tiempo para relajarse.

  

Notas finales:

Muchas gracias por leer!!! ^^


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