Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Flecha Negra De Eros por _Islander_

[Reviews - 121]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Lo haría con toda la educación posible. Si. Hasta tenía la escusa perfecta. Le diría a Shaka que acababa de recordar que había quedado con su hermano para ir al pueblo a hacer unas compras. Si, era la escusa perfecta. Sabía que Aioros tenía intención de bajar al supermercado ese día, asique a esas alturas ya estaría en el pueblo. Aioria no necesitaba más, le diría todo eso a Shaka y así se libraría de…

-Bien, ya estamos aquí –dijo un muy feliz Shaka, cerrando la puerta de su templo.

Aioria tardó unos segundos en ser consciente de donde estaba.

-¡Maldición! –Saltó de pronto.

-¿Eh? ¿Ocurre algo, Aioria? –Preguntó el señor del templo, algo extrañado por tan repentina y extraña reacción.

-No… nada… Lo siento.

Lo único que Aioria sentía era el ser tan profundamente estúpido. ¡¿Pero qué demonios le estaba pasando a su cabeza?! No solo estaba plagada de ideas y deseos retorcidos y enfermizos sino que ahora, además, había perdido la noción del tiempo y el espacio. Mientras había estado urdiendo su plan para poder evadir aquella situación su cuerpo se había movido solo detrás de la estilizada y provocadora figura de Shaka, y de esos andares tan elegantes y sugerentes de los que hacía gala. Y de esa dorada melena que relucía con el sol, y que cuando la mecía el viento se tornaba en…

-¡Ya basta! –Gritó el castaño, agarrándose la cabeza.

Silencio…

Aioria giró muy lentamente la cabeza para encontrarse con la figura de Shaka, y el espantado ceño que lucía.

-Esto… verás…es que… -Aioria trataba de explicarse de alguna manera, entre risitas nerviosas-. Estoy… Bueno… Estoy algo mareado. Me… me da vueltas al cabeza. De vez en cuando.

-Oí lo que te paso esta mañana –habló el rubio, ahora más tranquilo-. ¿Te encuentras bien?

-Sí, sí. Ahora me siento mucho mejor. Ha sido solo un momento.

Pero Shaka seguía mirándole con preocupación.

-¿Quieres tomar algo? –Le ofreció a su invitado.

-No, muchas gracias, estoy bien.

Pero no parecía que Shaka fuese a creerse esa mentira. Se acercó un poco más a él para observarle mejor. Proximidad que no le gustó nada al castaño. Sentía que esos ojos tan azules y brillantes iban a absorberle, y ese aroma a incienso que recubría el templo y en especial a su dueño comenzaban a darle mareos.

-¿Seguro que estás bien? –Insistió el Caballero de Virgo-. Si quieres puedes volver a tu templo y descansar.

-Descuida, estoy bien –respondió Aioria, con una animada sonrisa. Tratando de restarle importancia al asunto.

-Bien, entonces espérame aquí, ahora vuelvo. Ponte cómodo.

Y, tomando una de las bolsas, se perdió por el pasillo, dejando a Aioria, ahora en su soledad, pasando lista de lo que acaba de ocurrir.

-¡¿Seré estúpido?! –Protestó de pronto.

-¡¿Has dicho algo?! –Se oyó la voz de Shaka, desde el otro lado del templo.

-¡No!

Aioria comenzó a darse golpes con el dorso de la mano en la cabeza. No, no era estúpido, era profundamente gilipollas. Shaka le había dado la oportunidad de irse a su casa y el muy necio había preferido quedarse. Ahora no había duda posible, debía ir a ver un médico. El pobre Leo comenzaba a asustarse profundamente del mal funcionar de su cerebro.

Agotado, se dejó caer sobre el sofá de Shaka. Debía relajarse. Relajarse y, sobre todo, estar preparado. Ya había aprendido (en tan solo unas horas) que si creía que algo iba mal era porque, irremediablemente, iba a ir peor. Y así fue. El guardián del séptimo templo hizo acto de presencia al poco tiempo, dejando prácticamente al descubierto toda su anatomía, la cual solo estaba algo cubierta por un bañador color naranja con un estampado de flores amarillas.

-¿Y bien? –Preguntó el rubio, situándose delante del aturdido Leo para que este pudiese ver mejor sus dimensiones-. ¿Qué te parece?

Aioria no sabía muy bien que opinar. Pero eso no importaba, ya estaba su miembro fálico para hacerlo por los dos. Y aquel pendenciero órgano había decidido que aquello le gustaba, y mucho. Tanto, que su dueño tuvo que poner, disimuladamente, ambas manos encima para que el anfitrión no fuese consciente de sus intentos por escapar de aquella cárcel de tela.

-Es muy bonito –contestó finalmente Aioria, forzando una sonrisa-. Te queda muy bien.

-¿De verdad? –Aquellas palabras parecieron hacer muy feliz a Shaka-. Me alegra oír eso. Me encantan los colores.

Contento por la positiva respuesta por parte de su compañero, se dio la vuelta para comenzar a rebuscar en otra de las bolsas. De donde extrajo otro bañador. Este de color azul.

-Me probaré este ahora.

Y sin más se bajo el bañador que llevaba puesto, haciendo Aioria casi saliese eyectado del sofá, como un cohete.

-¡Argh!

-¿Ocurre algo? –Preguntó el absolutamente desnudo Shaka, con el bañador que iba a probarse aún en la mano.

-Me ha dado un calambre.

-Oh…

Cuando lo tuvo puesto volvió a colocarse delante del febril Caballero de Leo, el cual se sentía cada vez más mareado.

-¿Y bien? ¿Cómo me veo con este?

Aquello era ridículo… ¡¿Desde cuándo Shaka de Virgo era tan coqueto?! Aquello debía ser un complot de los dioses en su contra, Aioria lo tenía cada vez más claro.

-También te queda bien… -fue la respuesta.

Lo cierto era que no sabía ni que decir. Se pusiese lo que se pusiese, Aioria no lo vería. Había muchos centímetros más de desnuda y blanca piel para admirar.

-¿Tú crees? –Shaka, que estaba a lo suyo, ajeno al terminal estado de su compañero, se miraba el bañador, poco convencido-. No se… Creo que este te quedaría mejor a ti –y se lo bajó de nueva cuenta, ofreciéndoselo al castaño, con una amplia sonrisa-. Ten, pruébatelo.

-¡No! –Gritó el león, espantado.

-Eh…

Shaka cada vez estaba más confundido por la inestabilidad anímica de su compatriota. Aioria lo notó y se apresuró a enmendarse. Al igual que pasó con Milo, no podía dejar que Shaka sospechase de él. Debía actuar con la mayor naturalidad posible.

Se puso en pie, haciendo alarde una vez más de sus nerviosas risitas.

-Por supuesto, me probaré el bañador, no hay ningún problema… -rió-. ¿Te importa si me lo pongo en el baño?

-No… claro…

Aquella era la mejor opción. Aioria fue hasta el baño. Allí podría cambiarse sin que Shaka pudiese ver su “problemilla” y, ya que estaba, podría aliviárselo.

Mientras estaba enfrascado en aliviar la presión de su miembro el pobre Aioria pensó que hacer un uso tan continuado de aquel órgano no podía ser bueno. Si seguía así acabaría sucediéndole algo desagradable.

De nuevo las cosas tomaban un rumbo que no podía controlar. Ahora estaba más calmado, tras aliviar sus problemas internos… Pero estaba frente a frente, tan solo con un bañador puesto, con Shaka, que se hallaba en similar estado. Luciendo ahora uno color lila. Era como si la escena de las duchas fuese a repetirse.

-Lo sabía –dijo Shaka, con una amplia sonrisa-. Ese te queda perfecto.

-Me aprieta un poco… -se aventuró a decir Aioria.

 ¡Error!

-Uhm… Tienes algo más de cintura que yo. Me compré tallas bastantes justas. Veamos…

Y se agacho ante Aioria. Donde sus suaves manos comenzaron a recorrer la cadera del castaño.

-No… No te molestes… -decía, sin atreverse a bajar la mirada.

-La goma está un poco prieta, pero creo que la podré ajustar. Disculpa.

Y le bajo el bañador.

-Ah…

Por suerte Shaka no llegó a oír aquella ahogada protesta. Esta vez Aioria logró contener sus gritos. Pero la cosa era bastante más preocupante, Shaka estaba agachado delante de él, con su cara casi pegada a su colgante miembro masculino, que ya amenazaba con otra inminente reacción.

Se acabó. Ya no había nada que hacer…

Pero de pronto Shaka agachó la cabeza, en el momento preciso en el que el miembro de Aioria volvía a agrandarse. Uno segundo más y Aioria le habría dado con su virilidad a Shaka en toda la cara. Lo que no pudo evitar fue que la punta de su miembro rozase unos cuantos cabellos de aquella dorada melena, dejándolos de punta. El castaño tuvo el impulso de colocarlos en su sitio, pero se contuvo. Tenía problemas mucho más grabes entre manos.

Ahora Shaka estaba enfrascado en su labor de ajustar la goma del bañador, a los pies de Aioria. Pero en cuanto terminase y alzase la cabeza… Se encontraría con una enorme (y nunca mejor dicho) sorpresa. Aioria no sabía qué hacer. No podía… aliviarse, teniendo a Shaka solo unos centímetros por debajo de su entrepierna. Aquello resultaba tan desesperante como absurdo. Con diferencia, aquella era la peor situación por la que Aioria había tenido que pasar en todo ese nefasto día, o puede que en toda su vida (aunque aquello estaba aún por ver).

Aquella situación resultaba insoportable. No tenía opción. Con sumo cuidado se llevó una mano a su apéndice privado y comenzó a frotarlo en extremo silencio (lo cual resultaba horrible). Aquello era lo único que podía hacer. Además, en su inocencia, el joven Leo discernió que tras tantas atenciones… no podía quedarle mucho combustible más ahí dentro.

Que equivocado estaba…

Aquel desborde de materia primordial hizo su inicio justo en el instante en que…

-Bueno, creo que esto ya está –anunció el rubio.

Y para el castaño fue como si anunciasen su condena de muerte “¡Se acabo!” Pensó el resignado Aioria.

Shaka ya alzaba la cabeza cuando algo se lo impidió.

-¿Eh? ¿Aioria, que estás haciendo?

Como último y desesperado recurso, el Caballero de Leo le plantó la mano libre a Shaka en mitad de la cabeza, refrenando su ascenso, y manteniéndole con ella gacha.

-¡Aioria! –Protestó el rubio.

Pero este se dejó caer hacia delante. Desplomándose sobre las espaldas del rubio. Tan rápido como pudo, aprovechó el momento para ponerse rápidamente en pie y subirse el bañador.

Shaka hizo lo mismo, llevándose una mano a su dolorido cuello.

-¿A que ha venido eso…?

-Lo siento, Shaka –se disculpó el castaño, con una inocente sonrisa. Ocultando su mano estigmatizada tras él-. Perdí el equilibrio… Los mareos, ya sabes –rió, como un tonto.

-¿Seguro que estás bien? –Volvió a preguntar Shaka, masajeándose el cuello, que Airoia casi le parte.

-Sí, de verdad. Debe ser que hoy he comido poco y como he estado ahora mismo entrenando con Milo…

-Entiendo –la mirada de Shaka, ahora más calmada, descendió hasta el bañador que lucía su compañero-. ¿Qué tal ahora? ¿Mejor?

-Si… Ha sido un alivio. Creí que iba a reventar.

Shaka enarcó una ceja.

-¿Tanto te apretaba?

-¡¿Eh?!

-El bañador… -le apremió el rubio, casi tan confuso como él.

-El bañador… -repitió Aioria, sin entender. Pero pronto, y para su desgracia, lo entendió-. ¡Ah! ¡Sí, claro! ¡El bañador! –Más risas estúpidas-. A eso me refería, por supuesto… Si, ahora me siento mucho mejor. Estoy mucho más cómodo –se miró a sí mismo-. Y creo que me queda muy bien.

Aquel sobreactuado buen humor pareció hacer mella en Shaka, que se vio tranquilizado y de nueva cuenta animado con aquel desfile de bañadores.

-Sí, ya sabía yo que ese te quedaría genial. Quiero regalártele.

-¿De verdad?

-Claro. Si te soy sincero cuando lo vi pensé en ti. Te imaginé con el puesto y supe que te quedaría realmente perfecto.

El castaño tragó saliva, con dificultad, ante aquellas insinuantes revelaciones. Todas ellas seguramente inocentes y bienintencionadas. Pero no para su mente enferma.

¿Por qué tuvo que soltarle esas cosas…? ¿Por qué…? ¡¿Por qué?! Aioria se lamentó con cada palabra que el radiante y sonriente Shaka le dijo. Ahora sí que no había dudas, aquello era un complot.

-Muchas gracias, Shaka… No sé qué decir.

-No tienes que darlas. Y… bueno, solo tienes que decir que te animarás a venir a la playa. Nos lo pasaremos genial.

Eso estaba más que claro…

-Por supuesto –accedió el león, forzando de nuevo una sonrisa (al día siguiente tendría yagas en los carrillos…). Movió los dedos de la mano que aún mantenía oculta tras su espalda, y aquella sensación pegajosa le hizo acordarse de un pequeño pero crucial detalle-. ¡Voy un momento al baño!

Y con ese grito de guerra, prácticamente desapareciendo de allí.

-Vale…

Aioria se lavaba aquella mano de sus propios fluidos corporales mientras le daba las gracias al cielo por la suerte que acababa de tener. Un poco más. Solo un poco más y se habría visto envuelto en la situación más embarazosa y denigrante de su vida.

Ya limpio, regreso al salón del Templo de Virgo, donde el sonriente Shaka le esperaba.

-Bien –dijo el rubio-. Voy a probarme el último.

Y se dio la vuelta, dándole la espalda a Aioria, que dio un bote y soltó un grito.

-¡Argh!

-¡¿Qué?! ¡¿Qué pasa?! –Preguntó Shaka, alarmado, volviéndose de nuevo hacia él.

-No, nada… Es solo que… ¡Me acordé de que tenía que hacer unas compras en el pueblo! –Tuvo que hacer uso de su escusa anterior, la cual no llegó a ser usada-. Pero es igual, ya iré mañana –rió.

-No me des esos sustos –le reprochó el rubio, otra vez preocupado-. Hoy estás muy extraño.

-Disculpa…

Shaka volvió a girarse para rebuscar en la bolsa, dejando a la vista la razón del anterior susto del castaño. Ahí estaban… en la parte trasera de su cabeza, adheridos a aquella impoluta y brillante melena dorada, restos de la simiente de Aioria. Debieron de escurrírsele de entre los dedos cuando terminó de “aliviarse”, mientras al mismo tiempo trataba de mantener la cabeza del pobre Shaka por los suelos. Ahora sí que la había hecho buena. Si Shaka lo descubría…

Pero en medio de aquella constante serie de catástrofes, Aioria tuvo un golpe de suerte. Estaba tan enfrascado pensando en cómo solucionar aquel problema que paso por alto el momento en el que Shaka se cambiaba el bañador. Ahora por uno color rojo con un rayo color azul estampado. Un disgusto menos para sus zonas bajas…

-Y bueno ¿Qué te parece este?

-También es muy bonito. Te queda muy bien.

¿Cuánto más iba a durar aquello? Por suerte se suponía que aquel era el último bañador.

-¿Cuál es el que más te ha gustado? –Quiso saber Shaka.

-Pues… El primero.

-¿En serio? A mí también –coincidió el rubio, con una sonrisa.

Y se dio de nuevo la vuelta para recoger las bolsas. Aquella era su oportunidad. Debía solucionar el problema.

-Shaka –lo llamó el castaño.

El aludido se giró de nuevo hacia él.

-¿Sí?

-Tienes algo en el pelo, detrás de la cabeza.

-¿Ah, sí?

Pero cuando fue a palparse su melena, Aioria, veloz como un rayo, le tomó de la muñeca, impidiéndoselo.

-¡No lo toques! Es… es… ¡Parece un excremento de pájaro!

-¡¿Qué?! ¡¿De verdad?! –Preguntó Shaka, alarmado.

-Sí, no lo toques o te mancharás. Espera, vamos al baño, te lo limpiaré.

Y tiró de la muñeca de Shaka, la cual no había soltado, hacia el baño.

-No entiendo cómo ha podido pasar…

-Bueno, pasas mucho tiempo bajo los Ales Gemelos. Lo extraño es que no te hubiese pasado antes.

A Aioria no se le ocurrió escusa mejor.

-Supongo…

Llegaron al baño y Aioria colocó a Shaka debajo de la ducha, situándose él a su lado, y sin soltarle aún la muñeca. Como los dos estaban solo en bañador no había problemas con mojarse. El joven leo abrió el grifo y, con nada de delicadeza, colocó la cabeza de Shaka bajo el chorro de agua caliente, donde la enjabonó y aclaró él mismo, con la mayor brevedad posible. No podía permitirse perder tiempo o puede que se sucediese otro momento incómodo como los vividos antes en las duchas con Milo. Afortunadamente Shaka era mucho más tranquilo que Milo. No habló ni ofreció resistencia. Después de todo Aioria le estaba haciendo un favor ¿no? 

-Gracias, Aioria –decía Shaka, mientras se secaba el pelo con una toalla-. Aún sigo sin entender cómo pudo pasar. Pero menos mal que lo viste a tiempo. Menuda vergüenza si llego a salir con un excremento de pájaro en la cabeza…

-No tienes por qué darlas –contestó Aioria, mientras terminaba de vestirse-. Bien, creo que ya es hora de que me vaya yendo. Muchas gracias por el bañador, Shaka. Prometo usarlo cuando vayamos a la playa.

-No hay de que –respondió el rubio, con una gran sonrisa-. Hasta luego. Y descansa.

-Claro, descuida.

Pero cuando Aioria abrió la puerta del Templo de Virgo para marcharse de allí se encontró con Kanon, con la mano con la que pensaba llamar a la puerta aún en el aire.

-Oh, buenas tardes, Aioria –saludó Kanon.

-Buenas tardes…

Shaka se asomó.

-Ah, hola, Kanon ¿Ocurre algo?

-Sí. Atenea nos ha llamado a todos. Debemos reunirnos en el templo del Patriarca.

-Está bien. Dame un minuto, vamos contigo.

-Claro.

Shaka terminó de vestirse y los tres caballeros ascendieron juntos hasta el Templo del Patriarca. Unos minutos más tarde ya estaban todos los dorados reunidos en el salón del concilio. Cada uno ocupando su asiento.

Presidiendo la sala estaba Atenea, con Saga a su lado. La joven diosa había llegado desde Japón, donde había ido para tratar unos asuntos de la fundación, tan solo unos pocos días antes.

-Disculpad que os haya llamado tan de improviso y tan tarde –comenzó disculpándose su señora-. Pero quiero anunciaron que los Caballero de Bronce llegarán mañana para instalarse en el Santuario –aquella noticia pareció agradar a todos los presentes. Bueno, a casi todos. Uno en particular, de ensortijado caballo castaño, tenía su mente en otra parte. La Diosa continuó-. La razón de esto es bastante simple –sonrió-. Debido a este actual periodo de paz, ellos mismos han decidido permanecer aquí. Para así poder colaborar en cualquier tipo de actividad que pueda requerir su ayuda y también para poder entrenar con vosotros –hizo una pausa-. Lo cierto es que ahora en Japón los chicos no tienen mucho que hacer, y como, al igual que vosotros, se niegan a tomarse un descanso de sus obligaciones, he creído que esta era mejor solución.

Todos los presentes sonrieron. Aquella actitud era muy propia de esos chavales. Además, ellos mismos se encontraban en la misma situación, al igual que toda la orden, asique sabían muy bien como se sentían.

-Bien –prosiguió la diosa-. Os he hecho venir, además, para aceros una petición. ¿Os importaría si los Caballeros de Bronce se quedan con vosotros en vuestros templos?

La respuesta por parte de todos los presentes (de casi todos) fue positiva, lo que alegro mucho a la diosa.

-Perfecto, os lo agradezco mucho. Veamos… He pensado que Seiya se quede con Aioros.

-¡Claro que sí! –Respondió el aludido-. Yo soy el único que puede controlar a ese mocoso hiperactivo.

Todos los demás rieron ante el comentario.

-De acuerdo. Entonces Hyoga se quedará con Camus –prosiguió la mandataria.

-Muy bien –accedió el peliazul, con una media sonrisa.

-Shiryu con Shura.

-Será un placer –respondió el décimo Caballero.

-Ikky se niega a quedarse con nadie asique… le dejaré que ocupe el Templo de Libra hasta la vuelta de Dhoko.

Aquella actitud era muy típica del fénix.

-Y Shun se quedará con Aioria…

-¡¡¡¡NO!!!!

Se hizo el más absoluto silencio, el cual solo era interrumpido por el aún presente eco de la voz del castaño.

Todas las miradas, asustadas, estaban ahora fijas en él.

-… Si no te importa… -concluyó la frase la joven diosa, que se había quedado con la boca abierta.

Aioria enrojeció hasta rozar casi tonalidades bermellón. Se encogió en su asiento, muerto de la vergüenza.

-¿Pero qué te pasa? –Le susurró Shaka, sentando a su lado.

Frente a él sintió la dura y preocupada mirada de su hermano.

-¿Hay algún problema, Aioria? –Preguntó la diosa, con preocupación-. ¿No quieres que Shun se quede contigo?

-¡Qué va! ¡Si que quiero! –Saltó de pronto, tratando de enmendarse de alguna manera-. Disculpadme, Atenea, tenía la mente en otro parte.

-Debes estar cansado por tu accidente de esta mañana –dijo la chica, con compresión-. ¿Seguro que no te importa que Shun se quede contigo?

-Descuide, no hay ningún problema –respondió, sonriente.

¿Que no había ningún problema? ¡Mentira! Una vez más dejo escapar la oportunidad de librarse de un buen lio… ¡¿Se podía ser más estúpido?!

-Bien, ya es tarde, no os entretendré más –habló de nuevo la diosa, poniéndose en pie. Todos los presentes la imitaron-. Los chicos llegaran mañana a la once de la mañana. Si no os es mucha molestia, me gustaría que acudiésemos todos juntos a la entrada del Santuario a recibirles –todos asintieron, encantados, y Atenea sonrió-. Perfecto, hasta mañana entonces. Que descanséis.

Aioria fue el primero en salir, a toda prisa además. No quería toparse con nadie. No quería tener que da explicaciones por su extraño comportamiento y mucho menos verse enfrascado en otra peligrosa situación. Además ya estaba anocheciendo, y se sentía agotado y muerto de hambre. No había probado bocado desde la hora del almuerzo.

Ya bajaba los escalones hacia su templo cuando una mano lo asió del brazo. Se volvió para encontrase con la imagen de su muy preocupado hermano.

-Aioria ¿De verdad que estás bien?

-Si, Aioros, estoy bien –respondió el león, de mala gana-. Solo necesito descansar.

-No tienes buena cara… ¿Quieres que esta noche duerma contigo?

-¡No!

Y dándole la espalda a su impactado hermano, reanudó su descenso hacía el Templo de Leo, con un tick en el ojo…

Demasiadas cosas juntas…

Encima, a partir del día siguiente, Shun se quedaría en su templo. Shun… ¡Shun! Aquello no podía estar pasándole… ¡La culpa era de Atenea!

-Ahora sí que lo tengo claro –masculló el castaño, para sí mismo-. Esto es un complot de los dioses.

Era muy tarde, asique su visita al médico debería esperar hasta el día siguiente. ¿Quién sabes? A lo mejor mañana se encontraba mejor.

Pero por lo que respectaba a lo que quedaba de aquel día, Aioria estaba de verdadero mal humor. Entró en su templo y cerró la puerta con un soberano portazo. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).