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La Perla del Mercader por Tavita

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Notas del capitulo:

Bien, espero que el primer capìtulo les haya gustado. Acà les dejo el segundo ;)

Para Takaba su trabajo seguía siendo aquel espacio en el cual se podía realizar como persona. Si miraba las cosas en retrospectiva, ahora ni podía reconocerse a sí mismo. Los miedos de su profesión habían sido dolorosamente amaestrados; ahora, si bien sabía lo que aquel mundo oscuro que quería dar a conocer era en realidad, podía dormir mucho más tranquilo.

Se miró al espejo y se colocó los lentes ópticos con la cámara escondida, por hoy sería un aprendiz de cirujano en la prestigiosa Clínica Komai en Tokio. Había escuchado hacía ya un tiempo sobre la utilización de embriones abortados para la curación de enfermedades terminales sin contar la posible utilización de células madres para la investigación en células clonadas; ambas situaciones penalizadas por la ley nipona por lo cual valía la pena poner en riesgo su cuello, nuevamente.

Sin querer sus pensamientos nuevamente se fueron a aquel episodio que le había dejado aquellas marcas en su cuello delgado. Takaba miró su reloj intentando borrar los recuerdos, algo que, se dio cuenta, era imposible.

Lentamente el cambio de turno se fue mostrando en los pasillos de la Clínica. Akihito tenía en claro que en el tercer piso se encontraba la evidencia necesaria para poder determinar si la prestigiosa clínica estaba en temas ilegales sobre la utilización de células madres en investigación con clonación, pasó por la recepción donde nadie le dijo nada, claro, la bata blanca, el cuadernillo de mano y la credencial de interno hacían el trabajo por sí mismos. Sabían que era un doctor más, lo suficientemente inexperto para pedir ayuda, o al menos eso era lo que esperaba que creyeran.

Subió rápidamente al ascensor y apretó sin pensarlo mucho. El resto de los que ocupaban el ascensor tampoco lo miraron, sólo atinaron a pulsar aquellos botones de pisos que necesitaban ir.

El Ascensor pasó de largo el tercer piso y, molesto, tuvo que bajar en el cuarto para bajar por las escaleras.

La sorpresa fue grande cuando al abrir la puerta de las escaleras de emergencias –las escaleras públicas estaban cerradas hacia el tercer piso- se encontró con al menos cuatro hombres vestidos de negro que bloqueaban la pasada.

El que parecía ser el jefe del grupo rápidamente cortó el celular mirándolo asustado. Aquella expresión Akihito la había visto alguna vez en el rostro de Yoh cuando se veía en problemas por algo que creía y luego se daba cuenta que no era aquello.

-¿Está perdido, señor?- dijo aquel hombre guardando el pequeño aparato y acercándose a Takaba mientras miraba el pase falso de estudiante interno

-Apurado- logró contestar mientras pulsaba rápidamente el pequeño aparato escondido en los cuadernos que llevaba en la mano- y el ascensor se ha demorado mucho

-Lo sentimos, pero el tercer piso no puede ser ocupado- contestó escuetamente y sonrió con cortesía.

-¿Y no puedo llegar y pasar?- Takaba sonrió de forma bonachona- si no llego pronto, es posible que pierda el paso práctico… usted sabe cómo son los doctores…

-…lo lamento- el hombre ahora subió las escaleras acercándosele para obligarlo a volver- pero el tercer piso está clausurado hasta nuevo aviso…

El hombre estaba a punto de abrir la puerta por donde Akihito había pasado cuando esta se abrió de sorpresa. No podía ver quién la había abierto, pero por el rostro de aquel hombre pudo saber de inmediato que algo estaba andando del todo mal.

-¿Será que no puedo dar una orden que sea completamente bien entendida y ejecutada?- una voz dulce como la miel pero con un acento frío que hacía erizar la piel se escuchó a su espalda. Akihito  notó cómo  los cabellos de la nuca se le erizaron y, casi instintivamente, se volteó.

Un joven de no más de 25 años, vestido con un trajo negro de seda y camisa blanca los miraba desde el alto de las escaleras. Su cabello burdeo intenso estaba recogido en una trenza en la espalda y sus ojos verde cenicientos los miraba con una expresión capaz de volverlos piedra.

-Jefe- habló el hombre con el que Akihito estaba conversando- le estábamos diciendo que no podía pasar por…

-y sin embargo, está ahí- lentamente el muchacho bajó seguido de cuatro muchachas vestidas de negro con lentes de sol. Al parecer, sus guardaespaldas- ¿Desea algo, señor…

-…Takaba- contestó Akihito sin siquiera pensar que tal vez, no era buena idea dar su verdadero apellido- voy a mi práctico de cirugía… y el ascensor se ha demorado

-bien espere a que pase de todas maneras- el muchacho lo miró con altanería. Ahora que Akihito estaba a su lado, pudo notar que no era mucho más alto que él y que si bien su presencia causaba un efecto aterrador, su figura era más bien menuda, estilizada y con un rostro demasiado femenino, aunque inequívocamente era un hombre- Ryosuke!- llamó nuevamente con un tono que le congeló la piel a Akihito- vuelve al punto que te he asignado, o tendrás que dar explicaciones luego, ¿Está claro?

Akihito no alcanzó a escuchar más sobre lo que estaban hablando en las escaleras de emergencia. Una de las muchachas lo había llevado hasta la recepción del cuarto piso donde el ruido rutinario de la vida de la Clínica dejaba silenciado lo que sucedía en las escaleras de emergencia.

Akihito miró a las mujeres que no mostraron ningún signo de sentimiento. El fotógrafo sonrió y se paró frente al elevador mirando alrededor hasta que se topó con un cartel puesto en la recepción que anunciaba que por este momento, y por temas administrativos de la clínica, el tercer piso quedaba sellado para el público y era en el cuarto piso donde maternidad y, ahora, cirugía, funcionaban.

-Como puede ver- volvió a escuchar aquella voz misteriosa y espeluznante- este es el lugar donde debía llegar. ¿No es así?

Takaba asintió sin querer hablar. No se había dado cuenta que habían cambiado las condiciones dentro de la Clínica, aun cuando el día anterior había estado averiguando dónde y cómo debía entrar. Miró nuevamente al muchacho, sonrió torpemente y se fue hasta la recepción donde le indicaron dónde se encontraba la clase práctica de cirugía infantil.

-Desea que lo sigamos, Isuki-Sama- habló una de las muchachas con tono militar

-No- dijo mirándolo cómo se movía entre la gente- No por el momento, tengo otros problemas que sobrellevar.

 

Las noches eran siempre las mismas. Llegaba cansadísimo a su pequeño departamento, con un hambre voraz y con algunos planes para realizar en soledad. Pero al cerrar la puerta, nuevamente el silencio y la oscuridad se apoderaban de él trayendo desde el pasado aquellas escenas que no quería recordar. Terminaba tirado en su sillón, con las luces prendidas bebiendo un trago de lo que fuese esperando sentir en sus labios el sabor a tabaco de Asami.

Y soñaba con él como un drogadicto. Desde que volviera de aquel viaje que no lo veía aunque, debía admitirlo, observaba en aquella pequeña cámara las fotografías que había tomado del hombre.

Volvió a beber con impaciencia mientras recordaba las manos de Asami en su cuerpo, aquella mano apresando su cuello apretándolo lo suficiente para hacerlo desear más, pero sin dañarlo. Abrió los ojos y suspiró hastiado. Era claro que para el hombre no significaba nada, no había dado indicios de haberse aparecido aun cuando sabía perfectamente que en caso de querer él mismo encontrarlo, sólo debía tomar su celular y marcar el primer nombre que tenía registrado.

-¡Qué patético eres, Takaba!- se dijo a sí mismo mientras terminaba su sake.

Para cambiar el panorama rutinario Akihito decidió prender el televisor y ver algo de noticias. Durante el día se había pasado por toda la clínica sin encontrar nada, aun cuando sospechaba que los cambios que habían realizado sobre el tercer piso había cambiado todo. En un inicio no dio mucha importancia a las imágenes que se pasaban en el canal de noticias hasta que la imagen de la clínica se hizo presente en medio de la noticia sobre un empresario importador de petróleo que había sufrido un coma diabético la noche anterior. Los ojos verde cenicientos y el cabello, si bien canoso aun con tonos burdeos se le hicieron conocidos de alguna parte.

Al empresario lo conocía bien. Desde hacía ocho años, en aquel desastre que los Yakuza habían dejado en la Guerra de Tokio, Liota Isuki había dado un paso al lado y mostrado que podía cambiar la forma de vivir a la cual estaban acostumbrados. Si bien Takaba sabía que aquello era más que nada un voladero de luces, había conocido demasiado de ese mundo como para creer reformas espirituales.

Nuevamente sus pensamientos se fueron hasta Asami y se preguntó si, en realidad, Asami nunca lo quiso a pesar de la posesividad con la cual lo trataba. Miró su celular y negó con la cabeza. Debería estar realmente loco o simplemente aquel tormento que había pasado con Liu Fei Long no había sido suficiente como para entender en los líos que estaba metido. Bebió su último trago y apagó el televisor. Mañana era necesario dedicarse a buscar bien dentro de esa bendita clínica.

Notas finales:

bien!

Acá otro capítulo más ;)


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