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Como si no lo hubieras esperado por Dark_Elric

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo~

 

Acá con una actualización rápida y no tan corta.

Creo que no lo había mencionado antes pero este fic también es RoyAl >:3


Como si no lo hubieras esperado




Capítulo 2: Encuentro.





Otra vez eran días de tormentas de nieve por toda la Región del Sur. Eran muy fuertes y el frío simplemente era mortal, podía congelar con tanta rapidez cualquier cosa. El paisaje se convertía en una postal de puro blanco. No se podía distinguir los antiguos colores de las cosas y los árboles parecían ser esculturas. Por esas bajas temperaturas, Roy Mustang se había refugiado en la cabaña por más tiempo, ni siquiera se permitía salir de allí.  Con esa soledad de compañía, podía seguir reflexionando los sucesos del pasado y continuar con esos recuerdos del ayer.



Retomando su rutina diaria, esquemáticamente, dejó de mirar por una ventana cubierta por la nieve y se acercó a la chimenea para después sentarse en un mullido sillón bordó a ver como las llamas danzaban y quemaban la leña lentamente. Como sabía que ya no tenía papeleos que terminar o cosas parecidas, se podía tomar todo el día o mejor dicho, todos los días de ese temporal.


Perdiéndose en medio de la fogata, recordaba con detalle muchas cosas del pasado, en especial, del pasado en el que los hermanos Elric eran el orgullo para Amestris. Pensaba que esos días nunca terminarían y ahora, solo eran huellas perdidas sobre la arena. No se podía olvidar con facilidad; todo recuerdo queda grabado en la memoria, en el inconsciente, por más que uno quiera olvidar, aquello siempre estará presente dentro de uno mismo.



Pensando en detalles, había llegado a la conclusión de que tal vez, solo tal vez, estaba esperando volver a saber de la existencia de Acero. Había algo que había dejado pendiente y necesitaba concretarlo pero no sabía con exactitud qué era eso.  Recordaba todas las palabras dichas o no pero no hallaba eso que buscaba.


¿Qué le debía?


Seguía viendo esas llamas de fuego que cada vez parecían extinguirse mientras seguía en sus pensamientos. Todo había quedado en silencio hasta que escuchó una especie de explosión que provenía desde afuera. Se sorprendió por ello; eso no era normal, podría llegar a ser una avalancha, aunque ese ruido era de algo más. La nieve sola no era capaz de producir ese efecto sonoro por sí sola. Decidido a averiguar qué era lo que ocurría, se arrimó a la ventana para ver si podía distinguir algo, en esa inmensidad blanca, pero se asombró al notar otra cosa.


Veía como algo rojo se escabullía entre lo blanco junto con haces de luz azul. Eso definitivamente era Alquimia, lo era y eso… eso no podía ser otra persona más que Edward.

 


Alquimia y esa gabardina roja…




Confiado en su suposición, corrió hasta la entrada y sin abrigarse o tomar tiempo para asegurarse si había visto bien, salió a la tormenta blanca.


Arrastró sus pies por toda esa blancura pura pero no veía nada, todo era demasiado blanco. No encontraba lo que había visto, esa sensación de haberlo perdido de nuevo lo asfixiaba, estaba a punto de creer que era solo una ilusión y que se estaba volviendo loco…Hasta que vio una capa roja ondeando al costado de un árbol. Se quedó paralizado al notar que no se había equivocado, que la visión de su solo ojo había acertado. Corriendo como podía y evitando hundirse, fue hasta allí donde se encontró con la sorpresa de que alguien estaba debajo de esa gabardina. No era posible… o ¿sí?


Con cuidado, se acercó. Podría estar en lo cierto, sin embargo, sus ansias carcomían su paciencia. Trató de controlarse y respiró para relajarse, lo volvió a mirar y se hincó para develar la verdad. Con lentitud, destapó a quien se ocultaba y vio quien era…


Se sorprendió e ilusionó a la vez hasta que cayó en cuenta de quien se trataba.



Podía observar su rostro pálido por el frío pero no se equivocaba al decir que era Alphonse quien lo había ido a… ¿visitar? Posiblemente, lo hacía cada vez que podía, en secreto, para que nadie pudiese molestar esos segundos que compartían durante largas conversaciones sobre los recuerdos perdidos del menor Elric.

 


Sin dejar que el tiempo pasara más y que Al pudiera pescar un resfriado o alguna enfermedad peor, tomó su cuerpo y lo cargó con cuidado. Lo tapó con esa gabardina roja para evitar que más copos de nieve cayeran sobre ese rostro que de a poco se volvía más blanco. Protegía algo que aún valía demasiado. Luchando contra el viento helado y la nieve que caía violentamente, llegó hasta la cabaña.


Ya adentro entró en contacto con el calor. El cambio de ambientes era increíble. Con Alphonse en sus brazos, lo dejó tendido sobre su especie de cama. Se encargó de quitarle los zapatos y la gabardina roja junto con su chaqueta negra y pants que mayormente estaban mojadas por la nieve derretida para luego darse cuenta que solo lo estaba dejando con una simple camisa. Se sonrojó por ello, estaba dejando casi desnudo a ese chico. Olvidando ese detalle, removió un par de sábanas y lo metió directo a su cama. No podía dejarlo dormir en un pequeño sofá, no sería adecuado. En verdad, iba a regañar a Al cuando despertara. No debía haberse expuesto a un clima así y tan desprotegido.  No podía.


Se tomó el tiempo para poder acomodarlo lo mejor posible en ese lugar para que pudiera estar totalmente cálido. Viendo que la leña pronto se acabaría, dedujo que tendría que salir de nuevo por más pero era lo que menos quería hacer en esos momentos, se volvería a congelar y evitaría a toda costa eso, por lo menos, el tiempo necesario. Primero que todo quería asegurarse que Al estuviese bien.


Por esos momentos de silencio, se quedó cerca de la fogata esperando que el castaño se despertara. Era en esos minutos que se daba cuenta de todas esas similitudes que compartía Alphonse con Edward, eran hermanos, eso sí, pero parecían que llevaban esa misma esencia que se encontraba en el alma. En todas las visitas, se la pasaban hablando de Edward, Edward y Edward. Como también de cuáles eran las posibilidades de poder volver a encontrarlo, porque ambos se negaban a aceptar que estuviera muerto. No podía estarlo.


Perdiéndose en medio de discusiones mentales, se sentó de nuevo en ese sillón viejo que estaba enfrente de la chimenea.



 


Quizás habían pasado horas o minutos hasta que se volvió a despertar. No se había dado cuenta que había caído dormido, como a la vez, no se había dado cuenta que Al ya había despertado y estaba cerca del fuego ya extinto.

 



-Veo que ya despertaste – afirmó Roy mientras se desperezaba y se acomodaba en ese sillón. Notaba que Al tenía frío porque solo estaba con esa camisa larga y en momentos parecía temblar.

-Y tú también… ¿Con quién soñabas? – preguntó el encamisado dándole la cara y mostrándose cansado. Lo había escuchado quejándose y murmurando algo que era difícil de descifrar.


-¿Yo? ¿Por qué lo dices…? –preguntó de inmediato extrañado por esa pregunta. Se acomodó su desorganizada cabellera y se paró como pudo para poder inventar una excusa decente. No podía ser que estuviera soñando con alguien, mejor dicho, con ese alguien.


-Por… nada… - contestó rápidamente Al y terminó por agradecer el estar aún vivo. Aún se sentía algo entumecido su cuerpo pero eso era una insignificancia.



Roy solo asintió ante ese agradecimiento que sabía a qué se debía pero lo había tomado de sorpresa. Volvió a mirarlo y buscó algo en un pequeño baúl de madera que se encontraba al lado del sillón donde se había quedado dormido. Removió cosas hasta hallar lo que buscaba; le ofreció su abrigo negro. No tenía mucho más que eso y todas las sabanas tampoco eran tan eficientes. Alphonse se limitó a recibirla y ponérsela pero a pesar de ello, allí adentro cada vez hacía más frío.



-¿Cómo sobrevives aquí? – le preguntó sintiendo como ese frío le molestaba terriblemente. Se sentó a un costado de chimenea esperando que el Coronel encendiera el fuego.


-Quien sabe… ya no puedo sentir el frío.



Alphonse se quedó pensativo tras esas últimas palabras. Estornudó luego logrando que el silencio se rompiera. Sabiendo que el Coronel podía regañarlo por haberse enfermado, decidió ir a recostarse en la cama. No debía haber ido allí pero debía cumplir con su visita a pesar de todo. No quería fallarle.


Dejó a un costado de la cama el abrigo y no dijo más nada. Sintiendo la suavidad de las sabanas, volvió a dormirse siendo, tal vez, algo desconsiderado con Roy. Sabía que en ese lugar no había dos camas pero no había pensado en la posibilidad de crear una cama con la alquimia, aunque no tenía las fuerzas suficientes como para hacerlo. Despejando todas sus ideas, se entregó por completo al sueño, olvidando la mismísima razón por la cual había ido a la cabaña.


No todo es perfecto…” pensaba el Oficial mientras intentaba prender el fuego entre esas leñas. Los fósforos no eran tan efectivos como su alquimia pero no podía usar aquello. No quería revivir al alquimista de fuego de nuevo…

 

 


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