“Increíble, aquí me encuentro luego de una vida en la que solo existía yo, al menos como única persona imprescindible, al borde de la muerte por otro herbívoro, y no cualquier herbívoro sino un caballo entupido con una sonrisa aun mas entupida que el, incluso es gracioso de alguna manera, irónico…
¿Por qué?, quien sabe, tal vez sufrí de demencia temporal en el lapso de un par de segundos que bastaron para interponerme en el camino de un ataque y un…estupido.
Es tan, tan clásico, el inconciente que sacrifica por la persona que quie…que estaba en el momento justo en el lugar justo.
No se tan siquiera por que sigo negándolo, de todas formas al menos en el final de mi vida podría dejar de negarme, aunque es algo difícil aun ahora, si reparo en eso tal vez si mi orgullo no fuera tan importante no estaría aquí ahora, o si, pero sin cuestionarme todo. No tiene sentido negar que se por que me puse en este camino, sabiendo como acabaría, no puedo creer que ese caballo, que Dino se haya entrometido tanto en mi vida, sin que me diese cuenta mi mente siempre estaba llena de el, tal como mis ojos lo seguían constantemente.
Caí al nivel de un idiota enam… un idiota…enamorado, es realmente sorprendente, y lo más hilarante de esto es que por más nefasto que sea esta sentimiento para mí, en el fondo me hubiese gustado haberlo aceptado antes, quien sabe como pudo haber resultado todo.
Muchas personas piensan que antes de morir vez tu vida pasar frente a tus ojos, si es asi, creo que mi mente esta fallada, por que solo pensamientos sobre el la inundan, lo que puedo haber sido y nunca será, el hecho de que ya es tarde, y aun si pudiese elegir de nuevo las acciones que me llevaron a salvarlo, no las cambiarían por que al menos así, y realmente me cuesta aceptar esto, el que se encuentre bien es…lo mas importante.”
Todo esto pensaba el joven de cabello azabache mientras lentamente sus ojos se cerraban con su última luz de vida.
-Kyoya…- los ojos del rubio estaban estupefactos como si fuese, lo que estaba viendo, lo mas increíble del mundo- ¡Kyoya!- grito desesperado reaccionando al fin, al tiempo de que se dejaba caer al lado del cuerpo casi sin vida de su alumno.
Sus manos temblaban mientras tomaban con delicadeza la cabeza del muchacho.
- ¡¿?!, por favor Kyoya no puedes hacerme esto…¿Por qué lo hiciste?...- su lagrimas ya incontenibles mojaban el rostro del joven.- por favor…no te vallas…no tenias que hacerlo…-
- …Dino…- musito apagadamente, dejando ver algo aun mas inverosímil que esa escena en la que se encontraban, una impropia y calida sonrisa se mostró en el rostro del moreno, apagado pero sincera, cuando su mirada antes de extinguirse por completo observó por ultima vez la de Dino.
- ¡KYOYA!-
-Una semana después-
El potro Italiano caminaba a toda prisa hacia una de las habitacionesdel hospital, una en específica, con solo una persona en su cabeza.
Cada paso que daba estaba lleno de exaltación, de duda…de miedo.
Pero eso no lo detuvo, aun si cuando llego a la puerta de la habitación dudo unos segundos, al momento de decidir la abrió de un golpe, quedándose estático en su lugar
Un muchacho de cabello azabache lo miraba, sentado en una camilla, con el torso vendado, y por más que su mirada fuese indiferente, su interior estaba impaciente.
- caballo entupido- soltó con voz calmada y una sonrisa algo cansada pero altanera.
- Kyo…¡Kyoya!- sollozo al mismo tiempo que se abalanzaba sobre el otro atrapándolo entre sus brazos.
- Eso…duele- musito, algo nervioso-
- Lo-lo siento- dijo el rubio apenado aflojando su agarre lo suficiente como para poder observar su rostro-…pensé que te perdería, para siempre, ¿por que lo hiciste?, no deberías haberme salvado, casi te mueres, casi te pier…-
Los labios del italiano fueron callados unos ajenos, en un suave beso, dejándolo completamente paralizado.
- lo hice por que quise- murmuro al alejar sus bocas solo un poco con fuerte sonrojo en sus mejillas- de ahora en mas solo eres mío, yo salve tu vida, y no te daré mas explicaciones-
El rostro del rubio era un poema, por unos momentos creyó estar en medio de un sueño, pero no, realmente estaba pasando, y esos segundos para el moreno se volvieron eternos, e interrumpidos por una boba sonrisa que conocía muy bien.
- Yo también ti amo Kyoya- rio el italiano-
- Caballo entupido - murmuro apoyando su frente en el hombro del otro.
“Al final no es tan malo este entupido sentimiento” pensó el japonés.