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Morbid por Oliv_Lufk

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Notas del fanfic:

Hi!

Bueno, esta es la respuesta al desafío de Maya sobre las enfermedades Mentales. Intenté lo mejor que pude hacerlo con una relación "retórcida y enferma", pero estas cosas no se me dan muy bien. Y lo más probable es que no sea del tipo que van a desear dejar de leer. Pero aquí está. Y lo mejor de todo es que ¡Cumplí! No siempre cumplo con fechas limites y cosas por ese estilo jeje. Pero lo conseguí y con ello ya me doy por pagada.

Nos leemos!

Notas del capitulo:

Como habrán intuído es de un sólo capítulo... y de 2.000 palabras. Ese fue mi peor suplicio, me costó mucho cumplirlas, pero lo hice y superé las palabras mínimas (por poco, pero lo hice).

Y verán en algunas partes que el personajes se contradice, pero no se alarmen, era la idea de que se contradijera solo jeje (la idea la saqué de una compañera de clases que vez que habla termina contradiciéndose. Claro que aquí es en menos intensidad que ella).

Y con nada más que decir...

¡A leer!

Morbid

By Oliv-Chan

 

Gimió con fuerza apretando las sábanas debajo de él. Se revolvió jadeante y respiró con dificultad sintiendo el cuerpo velludo rozando parte de su ingle y muslo interno, mientras una lengua larga y experta se movía con avidez saboreando su sexo despierto.

Entreabrió sus ojos cerrados por la excitación y se fijó en el techo blanco de la habitación, oscurecida por la falta de luz. Una sutil sonrisa se posó en sus finos labios al escuchar el leve aullido de su pareja, para luego proceder a continuar en lo que estaba. La mejor felación de su vida.

Arqueó la espalda y se permitió soltar un bufido de insatisfacción cuando su amante comenzó a desviarse y  lamiéndole justo arriba de la rodilla, insertaba, de momentos, los filudos dientes, haciéndole arder levemente.

Se irguió con pesadez y con una mirada de total desenfado le acarició la peluda cabeza, con comprensión. Le tomó con ambas manos la misma y le indicó el lugar donde debía continuar con su labor, que sin resistencia retomó concentrándose en el tronco grueso y resbaladizo, por la saliva antes embardunada.

Se recostó nuevamente, sintiendo el incesante roce de esa experimentada lengua con la piel sensible de la zona que estimulaba con tanto ahínco, y su mirada se perdió, esta vez, en los pelos entre negruzcos y blancos del que se encargaba de complacerlo.

Se dejó llevar por el placer malsano del oral que le concebían. Se dejó hundir profundamente en la marea morbosa de quien sabe que está cometiendo un acto tabú. Y se sintió tan bien. Tan seguro de que nadie lo descubriría y tan vivo ante la idea de un secreto tan pecaminoso y a la vez tan puro.

Abrió su boca apenas para dejar salir un alarido de placer y sus ojos vidriosos se entrecerraron. Apresó las sábanas, húmedas de transpiración, con sus manos y rió ahogadamente al saberse un sodomita un tanto peculiar.

La sonrisa se alargó tontamente y se sintió un estúpido enamorado.

… Enamorado…

Mordió su labio inferior en un intento de frenar la carcajada que pugnaba por salir escandalosa ante su pensamiento tan erróneo.

No estaba enamorado ni mucho menos. Sería un mentiroso si dijera que lo estaba. No era más que placer. Uno que jamás nadie le hizo sentir. Y eso mismo fue lo que lo llevó a someterse a aquella aventura enfermiza, sufriendo fuertes espasmo de vez en vez y sintiendo las garras filosas del que se hacía con su cuerpo en su cintura, de forma desparramada, afirmándose de donde pudiese para continuar saboreando ese gran trozo de carne salada y caliente. Suspiró.

Y con la respiración errante se quitó las molestas mechas castañas de la frente sudorosa, escuchando el alocado latir de su corazón desbocado de éxtasis. Se sentía caliente. ¡Se sentía en llamas!

Algo inexplicable siendo que no era la primera vez que practicaba el sexo en su estado más puro. Y a pesar del placer que le brindaba a su verga, esta parecía una roca y le dolía horrores.

Se sentó aun sintiendo los incesantes lengüetazos, que torpe, repartía en su miembro. Y con sus ojos verdosos fijos en el trabajo que le hacía, bufó insatisfecho.

Lo apartó con cuidado de su zona genital y con suma maestría apresó su pene erguido con su blanquecina mano, empezando a bombear lento con la vista fija en aquel, que sentado en el suelo, lo miraba indiferente, saboreando aun el sabor salado en su hocico.

Continuó con el mismo ritmo sosteniéndole la mirada celeste a su espectador, esperando alguna reacción de su parte. Reacción que nunca llegó.

Se sintió ignorado cuando aquel se atrevió a levantarse y marcharse dándole la espalda. Y moviendo la cola se dirigía a la puerta, anteriormente cerrada con pestillo, dispuesto a seguir con su día a día.

Se levantó, indignado. Pero controlándose lo llamó.

-¡Hey, muchacho! Ven aquí. Aun no acabamos…- Finalizó silbándole de manera que el otro se volteó y fue hasta él. Como buen perro.- Eso es muchacho…- Le felicitó una vez llegó hasta su lado y emocionado se levantaba en sus dos patas traseras, afirmando las delanteras en el pecho de su amo.- Sí, así se hace…- Continuó con su felicitación al sentir los saltitos inocentes del animal, restregando su peludo pecho con su, aun excitado, sexo.

Le acarició con afecto la cabeza y permitió que el animal le lamiera el rostro. Y sin desaprovechar la ocasión, sacó su propia lengua de su boca haciendo que ambas, la de él y la del perro, entraran en contacto. Contacto que el peludo hacia más frenético, ignorante del retorcido placer que le otorgaba a su dueño.

Cuando el perro volvió a sus cuatro patas y el jugó con la viscosa saliva del animal en su boca, lo guió, agarrándolo del collar, a la cama donde lo hizo subir, y el otro, por instinto, se echó en el cómodo colchón.

Se situó a su lado y movió sus manos de forma lenta en el pelaje tupido del canino. Lo abrazó como pudo, encantado por la ignorancia tierna que demostraba el Husky.

No estaba enamorado de su mascota. ¡Por supuesto que no! Era una aberración amarlo, sobretodo siendo de razas tan diferentes. Pero lo quería.  Lo quería mucho.

Lo había obtenido cuando apenas era un cachorrito de cuatro meses y desde entonces se encargaba de cuidarlo tanto en su alimentación como en su higiene, y sobretodo, a la hora de desparasitarlo.

 Y fue hace poco más de medio año que se empeñaba en tener relaciones sexuales con su perro.

Las relaciones convencionales, con hombres, ya no le satisfacían. Se sentía asqueado cada vez que uno lo cogía. Se sentía casi muerto con el contacto humano, sobretodo a la hora del sexo, y sólo se daba por enterado que finalizaba el coito cuando veía a su aventura arreglarse la ropa y marcharse, diciéndole antes lo bien que lo hacía. ¡Siendo que él ni se empalmaba!

Pero grande fue su sorpresa cuando se percató de que el simple roce del siberiano con su pierna lo calentaba. Su miembro se erguía y se mostraba orgulloso una vez lo liberaba de toda prenda.

Y no solo eso, si no que sentía como se contraía su ano al imaginarse follando con el animal. La temperatura le subía y masturbarse ya no bastaba. Buscaba más, mucho más.

También ocurría que se excitaba cuando el can orinaba cerca de un árbol, en plena calle, y él contenía el aire al sentir la presión asfixiándole su pene adolorido. Y lo mismo pasaba al momento que su mascota defecaba.

Hasta que al final se dio por vencido y se dejó llevar por sus primitivos instintos.

A la semana después de que se dio cuenta de que el Husky lo ponía, lo comenzó a adiestrar para que le diera sexo oral.

<<Jamie depravado… sólo espero que la Asociación Protectora de Animales no se entere…>>

Pensó la primera vez que sintió la resbaladiza lengua del perro recorrerle la longitud de su sexo despierto. Luego, ya no le importó nada.

Y por ello, en esos instantes, retomando el acto pecaminoso, friccionaba su hombría con el peludo muslo del can, que incómodo intentaba colocarse de pie y truncar el contacto. Contacto que Jamie no estaba dispuesto a terminar.

Sin embargo, se lo permitió.

Y mordiéndose las mejillas por dentro, respiró agitado en una vano intentó de no saltarle arriba al animal como una verdadera bestia al ataque.

Se hincó en la cama y se masajeó, aplicando más fuerza de la necesaria, su hinchado miembro, viendo, y sintiendo, como el líquido preseminal salía y embardunaba su mano.

Miró como su mascota le daba la espalda y como su agujero anal quedaba peligrosamente a la vista. Se relamió los labios y frotó, aplicando más velocidad, su ardiente verga, sintiendo como le palpitaba.

Se entretuvo un rato en su sobresaliente glande, tocando con su dedo pulgar y medio de manera frenética, para luego ir bajando, de la misma forma, por el ancho tronco de hinchadas venas, que resaltaban adornando su hombría.

Gimió quedo y su mirada destelló al momento que el siberiano se estiró, alzando a su vez la cola y el trasero, en su dirección.

Y fue precisamente ese momento en el que su raciocinio quedó perdido en alguna parte de su inconsciencia, y su erección latió con fuerza reclamando más atención de la ya recibida con anterioridad.

Con brusquedad se aferró, casi desesperado, a las costillas del perro, haciéndolo aullar del dolor, enterrándole los dedos de forma firme para que no escapara, y sin importarle los leves gemidos lastimeros que soltaba, le restregó su enhiesta virilidad con fuerza. Casi enterrándose en su estrecho interior.

Sonrió ladino friccionando su cuerpo contra el del animal, que intentaba, furioso, morderlo y sacarle una buena porción de carne, a modo de defensa.

Siguió con el movimiento, frenético, pero se detuvo cuando sintió que iba a acabar. Respiró agitado y con la boca entreabierta, intentando hacer llegar el oxígeno a sus pulmones.

Contrajo los labios y frunció el ceño, arrugando también la nariz. Se sentía demasiado bien. Tanto que no quería finalizar con el acto. No quería dejar de estar piel con pelaje. ¡No lo quería! Pero lo necesitaba. Algo en su interior se movió e intranquilo veía las posibilidades de hacer durar aquello un poco más. Sentir el cuerpo caliente del Siberian Husky por un poco más de tiempo. Abrazarse al cuadrúpedo y no detener el frote contra él.

Relajó sus facciones y miró el cuerpo tembloroso, que con pequeños espasmos saltaba, involuntario, de vez en vez.

Y esa faceta de vulnerabilidad de su mascota lo tranquilizó. Le hizo ver que no existía ningún problema con ello. Los espasmos, los que presentaba el perro, eran clara muestra del placer que sentía el animal. No solo disfrutaba él, su mascota también era víctima de ese furor irrefrenable que le recorría todo el organismo y le obligaba a satisfacerlo.

No era su culpa. ¡Claro que no! Tampoco del animal.

Eran sus instintos, que por tanto tiempo estuvieron dormidos, o eso se empañaba en creer.

Por ello mismo no aceptaría jamás, bajo ninguna circunstancias, que todo el peso del crimen que cometía recayera sólo en él.

Y convencido de sus propias conclusiones tomó con la diestra su sexo, masajeando y estimulando la zona para lo que seguiría, suspirando con cada caricia que le brindaba a su ardiente verga.

Estaba completamente cegado. Un fuego se apoderaba de su cuerpo y le corría por las venas, quemando todo a su paso, incitándolo a continuar y desgarrar las entrañas de su fiel amigo. Meterse tan al fondo en su interior y luego salir y volver a entrar con fuerza. Y así lo hizo.

De una sola embestida se clavó, sin piedad, en la carne estrecha del animal. Escuchando el gran aullido de dolor y los quejidos sollozantes que le siguieron. Y que se intensificaron una vez comenzó a moverse. Pero no podía parar. Todos sus sentidos se nublaron y ya no poseía control en sus acciones.

Continuó moviendo sus caderas, pausado, disfrutando el roce apretado que asfixiaba deliciosamente su miembro, sintiendo a cada momento como succionaba la extensión de sí y pedía más velocidad en los embates.

Pero decidido a disfrutar, y del mismo modo hacer disfrutar a su mascota, que se quejaba en leves gruñidos, no aumentó ni un mínimo el ritmo.

Mantuvo el vaivén mientras acariciaba el pelaje negro y blanco del que era dueño el Husky Siberiano, disfrutando el suave tacto del pelo contra la piel de sus manos, en sus palmas y entre sus dedos.

Sabía a la perfección que eso no podría volver a repetirse. Que sería la primera y única vez en la que él, como dueño y señor del can, le tocaría lo que no debía al mencionado. Que aunque se tentara y quisiera volver a hacerlo debía reprimir sus deseos. Ya que aun en su enajenación, veía algo que no encajaba en aquel cuadro: Un humano cogiendo con un perro.

Sus pensamientos se desvanecieron al instante. Sentía como su animal doméstico contraía su recto, obligándolo a ir más rápido y por ende dañar más su interior. Y como en ocasiones anteriores ya no le importó. Se sentía endemoniadamente bien. Ya no basta con el simple hecho de ser sabedor de que desvirgó a su perro. Lo quería para él. Para cada momento en que necesitara desfogarse.

Y sabía a la perfección, que aunque se lo hubiera planteado de la manera más razonable posible, volvería a hacerlo. Ultrajaría a su perro todas las veces que tuviera la oportunidad, se saciaría con el tembloroso cuadrúpedo y nadie se interpondría nunca. Porque nunca nadie se enteraría.

Era consciente de que algo en ese cuadro no encajaba, y jamás encajaría, pero también era conocedor de que sólo era cuestión de acostumbrarse a esa rutina. Después de todo el ser humano actúa por costumbre. Y el animal también.

Y finalmente dio una última embestida, eyaculando en el ardoroso interior del can, que aulló, lastimado.

Sí, definitivamente podría acostumbrarse a esa rutina diaria.


Fin

Notas finales:

¿Y qué tal? ¿Muy malo?

Espero que me dejen su humilde opinión, es importante para mí, en que debo mejorar y cosas como esas >_

Espero haber cumplido, aunque sea con el mínimo, de las espectativas del desafío.

¡Gracias por leer!

ByE!

P.D: Los Husky Siberiano son mi raza de perro favorita, sólo espero que me perdonen mis amados. Pero era necesario que ellos estuvieran presentes, si no nunca me inspiraría lo suficiente como para haber logrado finalizar el one-shot.

¡Gracias Husky's por existir!


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