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A Contraluz por Lua

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Notas del fanfic:

Una idea que surgio una noche que no podia dormir :P quiza este un poquito confuso, pero el que habla es Aspros, y quien llega es... ya se imaginaran. Esta un poco oscuro, pero espero les guste!

Notas del capitulo:

No pude poner en la descripcion del fic a Aspros, no entiendo por que... pero bueno, es un Aspros x Defteros un poco subido de tono.

La noche ha sido siempre escenario de un sinnúmero de eventos, desde los más trágicos y desgarradores, hasta los más poéticos y placenteros.

Oscuridad divina, que con tu manto carente de luz arropas las pasiones que bajo ti se asoman. Ébano lúgubre, lleno de una paz infinita.

Y justo cuando tu trémula capa inunda mi ser, es donde esta historia comienza.

Dicen que uno muestra sus pasiones más bajas cuando cree que nadie lo mira, cosa que experimenté en propia carne. El fallo, lo que no calculé ni premedité aquí, es que me miraban. Y vaya que lo hacían, no siendo esa la primera vez. Su curiosidad se transformó en un mudo juego en el que había dos participantes, yo ignorante de ser el único ejecutor.

Tanto era su obsesión, me desgranaba impávido con esos orbes de mar, que la Sombra eligió el mejor (¿O peor?) momento para cruzar la línea de sus complacencias, sus deseos intrínsecos con mis pasiones escondidas. Escondidas hasta para mi propia lucidez.

Cierro los ojos, y lo siento venir. Pasos acompasados que se acercan, ojos que cruzan miradas.

Una sonrisa. Aceptación.

La cálida mano recorre con sus falanges de seda el espacio comprendido entre mi clavícula y ombligo, tentándome, reconociéndome como su igual. Juguetean las yemas por la llanura de mi vientre hasta subir al suave relieve de mi pecho que arde, arde por él y su toque curioso, casi experimental, cual científico que manipula los instrumentos de su experimento más ansiado.

Llegó así, sin avisar, sin siquiera tocar la puerta. Tan solo cruzó el umbral de mi habitación y de mi cuerpo, sin explicaciones ni preguntas dichas, pero recibiendo a cambio entrecortadas respuestas. Llegó envuelto en noche, en manto perenne de cielo y estrellas que al abrirse me dejó mirar su albor de belleza sin igual.

Mentira. Es igual a la mía.

La Sombra se posó sobre mi persona, mi alma, y siguió explorando aquel misterio igual al suyo. El cuerpo tan equivalente pero a la vez diferente, sin ganas de descubrirlo del todo. Un reflejo a contraluz de sí mismo.

Lamió relieves con parsimonia, suave, recorriendo húmedamente cada tetilla una y otra vez hasta entumecer la lengua. Dejó ríos de placer hasta mi cuello, bajando entre los hombros, y navegó por el canal que forman mis omoplatos río abajo hasta la cuenca del coxis. Mis labios, en respuesta, le entonaban a su faena una melodía poco armoniosa, suspiros desgranados de una garganta ardiente.

Hundió su rostro sin nombre, sin reconocimiento en el mundo más que el mío, en el origen de la vida.  Apartó ambas piernas con cariño, con tortuoso y desgarrador cuidado más por malicia que por sensatez, y fue tocando uno a uno cada rincón, inmiscuyéndose, haciendo cada fibra suya.

Marcándome.

Mi cabeza dio un respingo, deseosa, al tener su lengua masajeando con gozo, una alevosía que violaba en mi sexo turgente, hinchado, necesitado. Mordisqueó mis gemelos con cariño, casi amor. Se adentró en mí con su húmedo y fuerte músculo haciéndome arquear de las sensaciones que me burbujeaban en la piel.

Cerré mis piernas en torno a su cabeza infractora, cada rodilla saludando a sus orejas, empujándole por más. Y hubo más, sí señor.  Aquello fue una danza sin apelativo, pero de ritmos imperiosos marcados al compás de latidos que se desbordaban de mi corazón. Mis manos se perdían en el océano que es su cabello, oscuro, salvaje, mio… adentrándole y exigiendo la satisfacción de mis carnes con premura.  Cada roce de esa lengua maldita era un acorde nuevo en la canción que improvisé solo para él.

Al terminar mi cántico, un torrente de luz inundó mis sentidos, alejando cualquier elemento terrenal de mi ser que no fuese la sensación que imperaba entre mis piernas, explotando hacia cada rincón de mi sudoroso cuerpo.

La cúspide. El impío orgasmo.

Mi espalda se separó de la firmeza por unos segundos, alzándose cual arco del triunfo. Cuando acoté el placer en mí, regresando a la realidad, la vi.

Su sonrisa.

Esa sonrisa de juguete, chispeante, orgullosa de su hazaña. Pero no era suficiente aun, no para él. Tenía que demostrar su valor, imperaba la necesidad de hacer constar su existencia, superarme. Eso no acababa ahí.

Con sus dedos, la Sombra jugueteó con mi sexo que ardía. Mi cabeza, aletargada por el placer, perdida, se hundió de nuevo en ese encanto prohibido. ¿Es que acaso este ser me conoce mejor que yo mismo? Cual reflejo, parecía ser así.

Besó cada pezón, calientes y duros por el orgasmo, refrescándolos con su aliento sacando gemidos de mi garganta cerrada, ronca. Las manos deseosas recorrieron mis costados encrespados, lanzándome corrientes de electricidad que me calaron la médula y bajaron hasta mis nalgas, deformándose éstas en su apretón arrebatado. Me excitó.

La Sombra me alzó con sus brazos, y juguetona me introdujo una de sus expertas falanges en mí, maquinando los movimientos con tanta precisión y soltura que era hasta malévolo. Su cálido sexo se presionó contra mi rabadilla, anunciando en silencio lo que habría en la siguiente función. Yo pagué mi boleto al gemirle, rozarle con mis temblorosas manos, cada vez mi cavidad más abierta para él. Esperándole.

Necesitándole.

Otro dedo, circulares movimientos que me apabullaban. Me embrutecían, me enloquecían… pronto fueron comidos por mi entrada que se agitaba deseosa, clamando la maravilla para la cual estaba ya lista.

Y entonces, me penetró.

Fue desgarradora, fuerte, indómita… una estocada certera llena de energía, de esa malicia pícara que solo él poseía, y lo adoré por ello.  Me inundó en su jadeo, y se adentró más en mi con una vigorosidad casi agobiante. Resonaba el choque de nuestras carnes, acompasadas al placer compartido entre las dos pieles que a contraluz se encontraban.

Luz y Sombra, jugando entre sí.

Mi pecho era fuego, y era acariciado con premura por sus manos a la vez que el vaivén de mis caderas tomaba su ritmo, rápido y acompasado. Alientos que ardían, ojos que no veían, gargantas desgranadas en gemidos que se iban con el viento, ahogados en su propio caldo de inmoralidad. Una unión que no debía ser, un diagrama que causaba choque…Luna y Sol que no debieron hallarse así.

 Un eclipse prohibido.

Cerré los ojos, imperando la oscuridad en ellos, a la espera del baño de luz que anunciaba ya su llegada entre sudores y sexo.  No era ahora solo mi canción, sino que la compartía con la Sombra que había decidido poseerme y a la que me había abrazado, manchando mi inmaculada luz. Destruyéndome. Un coro a dos voces que poco a poco alzaban sus octavas al cielo.

Ambas gargantas elevaron sus clamores a través de la bóveda celeste, anegadas en luz divina, rompiendo el silencio en un cielo  que ya asomaba el alba en el horizonte. Inundamos el mundo en nuestro albor, mi luz, los dos al tiempo, acabando así con la oscuridad de la noche.

Fuimos oscuridad, y fuimos luz. Por fin fuimos iguales en totalidad, por un infinitesimal segundo fuimos uno.

Y así es como la Sombra se fue como llegó. Al alba envuelta en noche, sin preguntas y entrecortadas respuestas.

Vi la victoria en sus ojos.

Se fue mi noche, y dejó la luz.

 

Notas finales:

Una simple escena, algo fuerte pero no tanto... espero les haya gustado! Reviews por favor, me alimentan las ganas de seguir escribiendo! c:


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