Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Daemon. por Cuandomipadreduerme

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

¡¡Hola!! :D

Me gustaría que le dieses una oportunidad a este fic porque me lo estoy tomando muy muy en serio. Os gustará, lo prometo. 

Marshall. 

Capítulo I.

 

Miguel escupe resignado al suelo y se coloca la capucha sobre la cabeza antes de emprender el camino a su casa. Kurt le ha dejado plantado y no ha sido capaz de responder a ninguna de sus llamadas. ¿Qué estará haciendo? Anda con la cabeza agachada y las manos en los bolsillos, poniendo cuidado en pisar donde el suelo no está del todo helado.

 

Cuando llega a su casa agradece que su abuelo esté allí para que la calefacción funcione al máximo. Se quita las botas mojadas y coge una manta para arroparse en el sofá. Revisa su teléfono pero ni un mensaje ni una llamada de Kurt. Maldito. Su madre pasa hacia la cocina con su característica forma de andar balanceando la cadera de un lado a otro con energía.

 

—Mamá.

—Ah, hola Miguel, estás ahí.

 

Sonríe. Si su cuerpo fuese desmontable todos los días se dejaría alguna pieza sin poner. Es la persona más despistada que Miguel conoce.

 

—Sí, oye, ¿me ha llamado alguien? ¿Kurt?

—No, pero ayer me encontré a su madre en el mercado.

 

La señora Perth continúa su camino para hacer la cena y Miguel se encoge en el sillón. Mañana hablará con Kurt para pedirle alguna explicación.

 

 

Al día siguiente Miguel tiene que correr para no tener que llegar tarde a clase y Kurt ya está en su asiento cuando él llega. Tiene unas ligeras ojeras pero parece el mismo de siempre, le saluda con la cabeza cuando se sienta a su lado.

 

—¿Qué pasó ayer? –dice mientras saca el libro de química.

—Lo siento, tío, estaba enfermo y me metí en la cama. Apagué el móvil para que no me molestasen.

—Podías haber avisado.

 

La profesora les llama la atención y Miguel se concentra en el libro. No se traga ni una sola palabra de la excusa de su compañero. Si se metió en la cama debería haber dormido, ¿de dónde han salido esas ojeras? ¿Qué le pasaba? ¿Se encuentra bien ahora? Capullo mentiroso, será mejor que lo deje pasar.

 

Después de tres soporíferas clases y de olvidar el asunto de Kurt, Miguel se reúne en el vestíbulo con Liam, al que ve hablando a voces con un chico de un curso inferior.

 

—¡...y tu cara de mono! ¡Déjanos en paz a todos, estúpido, nos harás un favor!

 

¿Qué está pasando? Jim, que así se llama el chico, pasa como una exhalación casi empujándole. Para tener unos años menos, le saca dos cabezas y uno de sus brazos ocupa casi dos de los suyos. Miguel se acerca trotando a su mejor amigo y le ve con su típica cara de enfado. Sus cejas pelirrojas casi tocándose por el ceño fruncido, la boca crispada y la mandíbula apretada.

 

—¿Te has peleado con ese?

—Ojalá. Menudo imbécil. Déjanos en paz a todos, bla, bla, bla. ¿Acaso crees que soy molesto, Mig? ¿Acaso lo crees, eh? ¿Cuándo molesto yo, cuándo?

 

Miguel se ríe, contento de que el enfado de su amigo haya durado poco, y se dirigen juntos a la cafetería. Le cuenta a Liam la historia de Kurt y este le escucha con el semblante muy serio.

 

—¿Qué pasa?

—Es la excusa más tonta que he oído en mi vida –dice mojando una patata demasiado frita en ketchup –. Pero ese chico nunca me ha caído bien. Desde que me pegó un codazo en la cara jugando al baloncesto.

—Fue sin querer.

—Eso dicen todos los asesinos. De todas formas...

 

La conversación pasa a un segundo plano cuando la mirada de Miguel se topa con una escena en las puertas de la cafetería. Jim, el que se había peleado con Liam hacía unos minutos, sostiene algo color dorado en la mano. Brilla como nunca había visto brillar nada, su reflejo le hace entrecerrar los ojos, pero sigue atento a lo que está pasando. Jim habla con una chica aún más pequeña que él, con una coleta fuertemente atada. Jim apoya una mano en la pared para evitar que la chica se vaya y se acerca a ella, Miguel se pone en tensión. Pero la sonrisa de la joven le relaja y la escena se disuelve entre más gente. Cuando Miguel vuelve a ver a la chica, esta se guarda la cosa dorada en el bolsillo de su chaqueta.

 

—...creo que ahora ha dejado las drogas y se dedica a hacer feliz a mi abuela, lo que me parece muy bien.

—¿Qué?

—¿No me estabas escuchando?

—Lo siento, Liam, nos vemos luego, tengo que irme.

 

Liam se queda colgado cuando su amigo se levanta y sale medio corriendo a los jardines de la escuela. El primer impulso es tirar de la coleta de la chica para pararla, pero agarra su hombro y hace que se gire. La chica tiene unos pómulos redondos y rojos que le recuerdan a unas manzanas.

 

—Disculpa, ese chico con el que hablabas, Jim...

—¿Sí? –dice colocándose el flequillo detrás de la oreja.

 

¿Está coqueteando?

 

—¿Qué te ha dado en la cafetería?

—Oh, nada.

—¿Algo dorado?

—No. Oye, llego tarde a clase, nos vemos.

 

Miguel abre la boca para decir que aquello no parecía nada, pero la muchacha sale medio corriendo, huyendo de su mirada. Vaya mierda. Nunca había tenido tanta curiosidad por algo.

 

 

 

Cuando llega a casa el ordenador es el único que le espera. Calienta lasaña y la sirve en un plato antes de sentarse. Mmm. La mano le tiembla un poco, como siempre antes de meterse en su chat habitual, a esperar a su contacto habitual. Una pestaña de conversación se abre rápidamente en la parte superior de su ordenador.

 

>¡Hola Migue!

 

La mano sigue temblando y decide coger el tenedor para llevárselo vacío a la boca. Ah, sí, la lasaña.

 

>Hola Luka. ¿Cómo estás?

 

Miguel espera ansioso el mensaje de que su ciber-amigo está escribiendo. Conoció a Luka casi dos años atrás, cuando tenía dieciséis, y ahora a punto de cumplir los dieciocho no puede pasar un sólo día sin hablar con él.

 

>Muy contento.

>¿Por qué?

>Adivina dónde estoy.

 

El corazón de Miguel empieza a latir fuerte en su interior. Teclea varias cosas pero se obliga a borrarlas. Estúpido, estúpido. Miguel engulle la lasaña y su conversación vuelve a parpadear.

 

>Vamos, Migue, adivina.

>No lo sé. ¿En Nueva York?

>Idiota.

 

Le encantaría ir a Nueva York algún día.

 

>No es ahí. Está bien, ¡estoy en tu ciudad! ¡En tu barrio!

 

La mano parece tener vida propia y la agarra con la otra para no tirar el plato y el tenedor a su lado. Está en su ciudad, en su barrio. Mierda.

 

>¡Genial!

>Podremos vernos.

>Genial, genial.

 

Mierda, mierda. Sabía que algún día eso pasaría. Bueno, no es que no quiera conocer a Luka pero cada vez que oye su nombre está apunto de mearse encima. Tiene miedo, supone. Miguel conoce a algunas personas que son distintas detrás de una pantalla a en persona, y no se refiere a Luka. ¿Y si no encuentra graciosos sus comentarios en la vida real? ¿Y si cree que es demasiado bajito? ¿Y si odia su pelo? ¿O su cara? El chico se estira en la silla y coloca los brazos detrás de la cabeza. ¿En qué está pensando? ¿Por qué le preocupa tanto lo que un desconocido piense de él? Aunque Luka ya no es un desconocido...Él le conoce bastante bien. Las preguntas danzan una detrás de otra en su cabeza.

 

>¿No quieres verme?

 

Miguel tarda en contestar. ¿Quiere?

 

>Por supuesto que sí. Dos años es mucho tiempo.

>Pues vamos, ponte algo y queda conmigo. Mi hotel se llama Forza.

>Sé dónde está...Pero, ¿ahora?

>Claro, ¿por qué no? Estoy aquí ahora.

 

Después de discutir algunos minutos sobre que sería mejor mañana porque tiene muchas cosas que hacer, Miguel se cambia de ropa a toda velocidad y se mira en el espejo del baño. Ropa, bien. ¿Pelo? Horroroso. A Miguel siempre le ha gustado su pelo liso como el de un japonés, pero en esos momentos, cuando la meteorología no está con él y se empieza a encrespar, le gustaría raparse. Miguel niega con la cabeza cuando se da cuenta de que suena como su prima. Un poco de gomina y listo. El reflejo que le devuelve el cristal no le disgusta. El pelo castaño como los ojos. Las cejas más oscuras y un poco más gruesas de lo que le gustaría, las pestañas finas y los labios rojos. Y ese pequeño lunar en el pómulo derecho que tanto le gusta a su madre. ¿Qué pensará Luka de mí? Suspira, hace sonar su cuello y sale medio corriendo de casa.

 

 

 

Cuando Miguel está casi llegando la chica que habló con Jim por la mañana se cruza en su camino. Parece no haberle visto, y mantiene una sonrisa permanente en la cara. Lleva un abrigo dos tallas más grandes y unos tacones no demasiado adecuados para su edad, y en la mano derecha...dorado. El chico mira el reloj. 18:24. Le dará tiempo, su encuentro no es hasta y media. Miguel se coloca la capucha por encima de la cabeza y se mete las manos en los bolsillos antes de empezar a andar detrás de la joven. No quiere parecer un violador, aunque está seguro de que ella no sabe que alguien la está siguiendo.

 

Se mete por la parte más polvorienta de la ciudad, por callejones estrechos y cruza zonas desiertas en las que Miguel nunca ha estado. Sus tacones se llenan de polvo poco a poco. 18:34. La chica por fin se para frente a un edificio abandonado, en condiciones más que ruinosas. Miguel se muerde las uñas escondido tras un árbol. ¿Qué está haciendo ahí? Después de lo que parece una eternidad, avanza taconeando los escombros y parece abrir una puerta imaginaria. La chica desaparece. Todo es tan extraño que el chico se frota las sienes desesperado. ¿Qué está pasando? 18:37.

 

Miguel sale corriendo de detrás de su pequeño escondite y se acerca hasta el edificio. Los cimientos parece que vayan a caerse de un momento a otro y no está muy dispuesto a pasar. Acaricia los ladrillos desnudos con la palma de la mano y da un paso hacia el frente. Miguel siente como si alguien le agarrase el corazón desde dentro. El dolor de su pecho no le deja respirar y se tambalea hacia atrás, un calor súbito le hace caer de rodillas y termina cayendo inerte sobre el montón de escombros. En la lejanía, antes de dormirse por completo, le parece oír una voz. Una voz espantosa como nunca había oído antes. Tú no eres bienvenido...Todavía. Todavía. To-da-vía. 18:45.

 

 

 

Luka se sienta, cansado de pasear arriba y abajo. 19:00. ¿Es posible que Miguel le haya dejado plantado? Sabía que en ocasiones había llegado tarde a sus citas con amigos por su culpa, ¿pero podría ser al contrario? ¿Podría retrasarse al encontrarse con él? ¿O simplemente no quería ir? Al fin y al cabo no se conocían. Pero esa era su gran oportunidad, Luka había hecho un recorrido de cuatro horas para ver a Miguel, ¿era esa su forma de agradecérselo? Él estaba ansioso por conocerle, pero al parecer no era correspondido.

 

Le esperaré cinco minutos, sólo cinco minutos más.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).