Apenas podía recordar como habíamos llegado a aquella maldita situación. El como Akira había llegado a nuestras vidas tan de repente y todo había empezado a precipitarse al vacío. Antes de que llegara, antes de que todo se volviese un maldito infierno, estábamos tan enamorados, todo era tan maravilloso, los besos, las caricias, las noches en vela en medio de aquella desenfrenada pasión… y todo había acabado, por que soy una persona celosa y no podía soportar la sospecha de que me estuviera engañando, por eso cuando le vi alejándose con él por la calle, cuando les vi entrar en aquella taberna de mala muerte… y ahora estábamos en una habitación mugrienta, oscura y gris, donde se respiraba muerte y sufrimiento.
“No me mires” pensé mientras mi cuerpo se estremecía ante el roce de sus labios “por favor, Zoro no me mires” inevitablemente dos lágrimas rodaron por mis mejillas. Escuché como el metal tintineaba cuando de revolvía para intentar soltarse.
-- Eres un inútil, Zoro – dijo aquel bastardo girándome para que quedara completamente a la vista – dejar que alguien profane de esta manera a la persona a la que amas… muy mal Zoro, muy mal… – deslizó la mano por mi pecho y arqueé la espalda cuando llegó a mi zona más íntima, intenté librarme de él, pero era fuerte y apenas me dejaba moverme.
-- ¡Suéltale! – gritó Zoro desesperado, en sus ojos había más miedo que odio, miedo por mí, por lo que ese maldito pudiera hacerme. Siguió moviéndose para librarse de las cadenas con las que Akira le había retenido, pero era imposible, tendríamos que resignarnos a lo que estaba a punto de pasar.
-- Sanji lucha, por favor, no te rindas, no dejes que te toque – dijo Zoro para intentar darme esperanza, pero todo estaba perdido aparentemente. Akira me desabrochó la camisa lentamente, deleitándose acariciándome cada resquicio de piel que quedaba libre. Mi cuerpo reaccionaba, haciendo que mi entrepierna diera un respingo. Apreté los dientes, intentando parecer imperturbable, como si nada de lo que estaba pasando me afectara, pero lo cierto es que aquello era demasiado. No podía soportar que Zoro lo estuviera viendo, por que le conocía y sabía que creería que todo lo que estaba pasando era culpa suya por no poder intervenir.
“no, no, no, no…” pensé cuando empezó a entretenerse con mis pezones. Zoro apretaba los dientes. Pude ver como sus muñecas sangraban por seguir intentando escapar.
-- Le haré mío, aquí y ahora, delante de ti, para que puedas verlo en primera fila – su lengua recorrió mi cuello, y llevó una de sus manos a mi boca mientas con la otra terminaba de desnudarme – vamos Sanji… chúpalos… -- dijo refiriéndose a sus dedos.
-- No pienso hacerlo – no podía dejar que esto acabara así, no podía dejar que ese hombre le hiciera daño a Zoro a través de mí, por que eso sería un castigo peor que la misma muerte, si por mi culpa él sufriera yo… yo… giré la cabeza y me revolví para escapar. Conseguí darle un cabezazo en la barbilla y que me soltara. Gritó y salí corriendo llegando hasta donde estaba Zoro.
-- ¿Estas bien? – le pregunté tocándole la cara.
-- No eres tu quien debería preguntar eso – sonrió y juntamos nuestras frentes. Escuché como Akira aplaudía.
-- Realmente precioso – el hombre se limpiaba la sangre de la comisura del labio con el dorso de la mano – venía dispuesto a hacerlo por las buenas pero veo que me dejáis otra opción que no sea ponerme de malas – se bajó los pantalones lo suficiente como para que pudiéramos ver su notable erección. Me agarró del pelo, tirando de mi cabeza para atrás mientras me penetraba salvajemente de una sola estocada. Fue un dolor demasiado intenso y aunque traté de reprimirlo, solté un alarido de dolor, me soltó la cabeza y caí como un pelele sobre el pecho de Zoro mientras ese maldito se movía cada vez más rápido y más fuerte. Noté como la sangre resbalaba por mis muslos. Akira gemía como un loco mientras se acercaba al orgasmo. Zoro me susurraba palabras de consuelo al oído, me decía que todo se pasaría rápido, que tenía que ser fuerte, que cuando todo acabara nos iríamos de allí y seríamos felices, que nos vengaríamos por lo que nos hacía, que me quería… mi mente se nubló por la brutalidad de las embestidas. Me sentí desfallecer, y caí como un peso muerto al tiempo que Akira se venía dentro de mí en su orgasmo.
-- Ha sido genial – escuché que decía Akira cuando desperté. Alguien me abrazaba. Zoro me acunaba entre sus brazos, en algún momento de mi inconsciencia debía haberle liberado.
-- Te mataré, juro que lo haré Akira… -- el bastardo soltó una carcajada.
-- Yo no me preocuparía por eso ahora… parece que tu chico se despierta… -- Pasó andando tranquilamente por nuestro lado y escuché como cerraba la puerta tras de sí al marcharse.