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Un mundo para nosotros por szukei

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Notas del capitulo:

 Diálogos:

Hasta luego, Su Majestad... ¿Pero qué hace un extranjero aquí

¿Es un espía quizás?

No parece ser peligroso, ¿usted lo conoce, Su Majestad?

Descuiden, es Edward Elric, un alquimista de Ametris que será mi huésped por algunas semanas.

 

Capítulo nº14: La verdad siempre es evidente

 

Sus dorados cabellos se escapaban de entre la trenza debilmente hecha la noche anterior, por lo que el cosquilleo que sentía en el rostro lo acabó por despertar. Se dió media vuelta con el torso desnudo y al abrir mejor sus ojos pudo reconocer en dónde estaba. ¿Cómo había llegado a su habitación?

 

El suave crujir de su brazo metálico lo hizo recordar, y un sonrojo explosivo invadió sus mejillas. No podía creer lo que había ocurrido anoche, no podía aceptarlo. Le resultaría imposible volver a ver a Ling a los ojos sin que esos recuerdos se le cruzaran por la mente, definitivamente debía hacer algo al respecto para no quedar como un niño al que le ha quedado gustando un dulce empalagoso.

 

Se puso de pie, y notó que su hermano no estaba. Recordó que, gracias a Ling, lo había abandonado a merced del científico hermitaño, y ahora su paradero era completamente desconocido. Ling le había dado buenas razones para no desconfiar de Romney, pero no saber de Al durante horas no era algo a lo que estaba muy acostumbrado.

 

Se vistió de prisa, y mientras caminaba hacia las faldas del cerro, se concentraba en rehacer su trenza rubia. Cada peldaño que bajaba, sentía terror al pensar en encontrarse con Yun, pues tenía el presentimiento de que si ella se llegara a enterar sobre lo que había pasado entre Ling y él, se pondría rabiosa y sería capaz de quemarlo vivo. Y eso si Yun decidía ser piadosa.

 

- Buenos días, enano durmiente.

 

Romney barría las hojas frente a su casa, mirando sonriente al alquimista que contenía sus ganas de gritarle de vuelta. Pero una voz en su interior lo contuvo, y por primera vez en varios años le obedeció.

 

-  Buenos días, Romney. Estoy en busca de mi hermano, ¿sabes dónde está?

 

-  Está adentro, leyendo algunos libros sobre rentanjutsu. Dijo que no podía aprender nada sobre mí hasta que haya comprendido bien sobre la alquimia de Xing.

 

-  ¿De veras está tan entusiasmado?

 

-  Así parece, ha estado desde temprano leyendo y trazando algunos círculos de purificación, aunque no ha realizado ninguna transmutación todavía. Jamás había visto a alguien tan impregnado en montones de libros, al parecer realmente quiere aprender rentanjutsu a cualquier precio.

 

-  No olvides que vas a enseñarnos todo lo que has aprendido, Romney. No nos marcharemos hasta que hayamos obtenido algo importante.

 

-  Yo no me preocuparía tanto por eso, si tu hermano sigue tan dedicado terminará descubriendo todo por sí mismo. Pasa si quieres, yo debo acabar con estas hojas molestas antes de que obstruyan el camino.

 

Ed asintió, y se dirigió hasta la puerta de la casa de Romney. Entró en silencio, no quería interrumpir a su hermano si es que realmente estaba tan enfocado en la lectura. Era bueno de vez en cuando que cada uno tuviese espacios para aprender, pero algo en su interior lo mantenía inquieto.

 

El interior parecía haber cambiado un poco, al menos ahora el suelo era visible, aunque las paredes permanecían escondidas tras pilas de hojas y libros. Romney no parecía tener razón alguna como para ordenar todo eso, ni siquiera por tener invitados, se notaba que era un hombre muy poco preocupado por las apariencias. Y su pasado respaldaba eso.

 

Una de las habitaciones llamó su atención, pues podía oír algunos suaves sonidos, suponiendo que se trataba de su hermano. Asomándose como un niño jugando a las escondidas, Ed pudo ver una armadura sentada frente a un mar de libros y hojas con símbolos alquímicos que apenas podía descifrar. El escenario parecía interesante, y deseaba unirse.

 

Pero su cuerpo no respondió a sus impulsos. Ed parecía estar hecho de piedra sin poder moverse. Entonces, sus pensamientos comenzaron a resucitar monstruos del pasado. Recordó cuando ambos se habían iniciado en la alquimia tras la muerte de su madre, las noches que pasaban leyendo para conseguir alguna manera de traerla de vuelta. Por esos días, nunca se le pasó por la mente preguntarle a su hermano qué pensaba, cómo se sentía, estaba demasiado concentrado en la sonrisa de su madre como para ponerse en el lugar de Al. Y ahora que tenía la cabeza fría, podía afirmar que Al no dijo nada porque él estaba muy entusiasmado, ensimismado, sin dar cabida a ninguna otra posibilidad. Practicamente, había obligado a su propio hermano a sangrar y sudar frente a un objetivo que nunca fue pactado, pero estaba ahí, como una meta que ambos debían conseguir. Porque era su madre, era su sonrisa la que los esperaba después de todo ese martirio. ¿Cómo iba su hermano a oponerse a algo así?

 

* * *

 

Era temprano todavía, y apenas había podido acabar el almuerzo. Se sentía muy solo sin Al, demasiado tranquilo, sin nada que hacer. Haberlo dejado en manos de Romney era lo mejor que podía hacer para permitirle a su hermano que creciera por su cuenta, pero Ed no estaba acostumbrado a eso, a la independencia entre ambos.

 

Gruñó entre dientes, y colocándose su larga capa roja, decidió vagar por el palacio. Sentía que jamás podría recorrerlo completamente, sospechaba que ni siquiera la familia real conociera cada rincón de la edificación. Los pasillos eran largísimos, interminables, con puertas deslizables hechas de algo parecido a papel, decoradas con flores rosadas y tallos negros, seguramente pintadas a mano. No habían ampolletas, la luz del sol parecía atravesar las puertas, mas sin dejar que se trasluciera el interior de las habitaciones. Y seguramente la luz de la luna cumpliría el mismo rol.

 

El pasillo principal tenía dos brazos hacia los costados, al final del pasillo izquierdo había una puerta común y corriente, de madera oscura como el chocolate. El pasillo derecho conducía a un jardín, se podía divisar arbustos de diferentes tonalidades y una fuente hecha de piedras colosales.

 

Obedeciendo su curiosidad, Ed siguió por el pasillo izquierdo, y sus ojos se estancaron en la puerta que lo esperaba al final. No se dignó a mirar a los lados, su inconsciente le decía que volvería a ver puertas deslizables en esas paredes también.

 

Se encontró frente a la puerta en menos de lo esperado, y sus dedos de metal se encaminaban hacia la perilla. ¿Por qué era la única puerta común que había en todo ese palacio? ¿Qué habría detrás de ella? Parecía un niño jugando al detective, realmente estaba aburrido, demasiado como para estar sospechando de simples y mortales puertas de madera.

 

Pero entonces la perilla giró sin que Ed la tocase, y escuchó voces del otro lado de la puerta. Mierda, no tenía dónde esconderse, ni había tiempo para reaccionar. La puerta se abrió, y un grupo de ancianos de ojos rasgados, vestidos con uniformes grises, parecían estar saliendo de la habitación.

 

-  Zhidao zhe si, guowang bixia... Danshi, shi shenme rang yige waiguo ren zai zheli?

 

-  Ni yexu shi jiandie?

 

-  Sihu shi weixian de. Ni zhidao, bixia?

 

De entre el grupo, apareció una figura alta y varonil, vestida con un traje de dos piezas de color negro y una camisa blanca con los primeros botones desabrochados. Ling Yao sonrió ante Ed, quien estaba ruborizado hasta las orejas sin entender qué ocurría. Pensó en hacer alguna estupidez, pero el hecho de no compartir el mismo lenguaje a lo mejor asustaba a los ancianos e intentaban atacarlo.

 

-  Hushi, Edward Elric shi yige lianjin shushi Ametris ji ge xingqi shi wo de keren.

 

Ling le guiñó un ojo a Ed, mientras todos los ancianos presentes hacían una reverencia frente al alquimista, y se marchaban con la cabeza agachada. En un minuto, ya estaban Ling y Ed solos en lo que parecía ser un salón de conferencias, bastante sofisticado por cierto.

 

El príncipe metió sus manos en sus bolsillos, y apoyó su trasero en el borde de la enorme mesa central. Su negro cabello estaba recogido en un moño bajo, enrollado en las puntas como un nido, por lo que algunos tímidos cabellos permanecían sueltos alrededor de la coleta y rozando sus mejillas. Sonreía como endiablado, encantado con la presencia improvisada del rubio que se cruzaba de brazos al sentirse tan observado.

 

-  ¿Te molestaría comentarme qué haces aquí? No es que me desagrade tu visita, pero creí que estabas mucho más interesado en el Señor Romney. Al menos eso me has dado a entender desde que llegaste.

 

-  Para que te quede claro, sigo interesado en Romney. Él sigue siendo el motivo por el que yo estoy aquí. Pero dejé que mi hermano se encargara de eso, así que he quedado libre.

 

-  ¿De veras? - dijo incrédulo - O sea que...

 

-  La investigación ha quedado totalmente en manos de Alphonse.

 

-  Entonces tú no tienes absolutamente nada que hacer aquí.

 

El tono de Ling no era un reproche, tampoco tenía la intención de que sonara como uno, pero a Ed le dió verguenza el hecho de estar en un lugar ajeno sin justificación. Podría decir que acompañaba a su hermano, pero Hans ya era la cantidad de compañía justa para Al. ¿Qué otra razón tendría para quedarse en el palacio entonces?

 

-  Esto es perfecto. Ya que estás disponible definitivamente, te llevaré de paseo.

 

-  ¡Oye, no soy ningún perro!

 

-  No te alteres tan rápido. El lugar donde pienso llevarte es el templo de los fundadores del rentanjutsu, Chun Huwa. Quizás delegaste la investigación a tu hermano, pero conocer la historia del rentanjutsu te servirá de algo.

 

Ling sonrió, y Ed no pudo negarse. Esa sonrisa era capaz de quebrar todas sus defensas, y dejarlo a merced de la voluntad de ese príncipe cautivante. Era estúpido, pero la calidez de aquella sonrisa era una droga que Ed consumía de forma inconsciente, obedeciendo en todo con tal de ver esa sonrisa otra vez.

 

-  Iremos ahora mismo, el día es perfecto para salir de paseo. Además, no queda muy lejos de aquí, aunque tendremos que ir en carruaje.

 

-   Espera un minuto, yo no te he dicho si pienso ir. Yo estaba bastante ocupado.

 

-  ¿Haciendo qué? ¿Revisando habitaciones ajenas? Deja ya tus tonterías, esto realmente te divertirá, y no te hará sentir un inútil respecto a tu investigación...

 

-  Gracias - interrumpió el alquimista, susurrando y arrastrando cada letra.

 

Ed no lograba entender cómo, pero Ling sabía lo que estaba sintiendo en ese momento. Ni siquiera Al hubiese sido capaz de comprender cómo se sentía en una situación así, su orgullo era el velo que mantenía todo oculto, y pensaba que nadie sería capaz de traspasarlo. Y frente a él estaba el único ser humano capaz de leer sus pensamientos y entender sus emociones sin siquiera intercambiar palabras. Lo mínimo que podía hacer era agradecerle un gesto así de significativo.

 

-  No hay problema, Ed.

 

Sin haberlo notado, Ling estaba frente a él, haciendole cosquillas con su respiración algo agitada. El príncipe humedeció sus labios con la punta de la lengua, y lo miró a los ojos. Lo único que se podía oír en ese momento eran sus respiraciones, cada vez más marcadas, más aceleradas. Ling comenzó a acercarse despacio, en un ritmo tortuoso que parecía tardar siglos. No sabía por qué, pero aquello le provocaban a Ed ganas de acercarse de golpe y... besarlo. Perderse en esos labios rosados y tersos, con aquella lengua suave y danzarina, entrelazando sus dedos en ese mar negro de cabellos delgados, pegando sus cuerpos hasta sentir sus corazones, enredando sus piernas, gimoteando a duras penas mientras sus masculinas manos lo deleitaban de pies a cabeza.

 

Pero nada de eso pasó. Ling colocó sus manos en las mejillas de Ed, y le plantó un inocente beso en la frente, haciendo un contacto tan poco pecaminoso que Ed se ruborizó al pensar que su interior se había revuelto deseando llegar a mayores. Bajó la mirada con verguenza, y Ling comprendió el mensaje.

 

-  No te sientas así, yo también me muero de ganas por hacerte mío otra vez. Pero quiero hacer este paseo con la mente fría, sé que es muy importante para tí todo este asunto del rentanjutsu. Sería una lástima distraerte, y que te sientas más inútil todavía. ¿Puedes entender eso, verdad?

 

-  Lo entiendo, y lo siento.

 

-  No te disculpes, no tienes idea de lo que me cuesta controlarme cuando estoy contigo. Estamos igual... Venga, vamos hasta mi carroza.

 

Y mientras caminaban hacia la entrada principal, Ed sonrió sinceramente. Que Ling lo entendiera y se preocupara por él de aquella forma lo tenía maravillado. Comprendió con orgullo que no necesitaba a Romney para tener un motivo para quedarse en Xing, su motivo era Ling Yao, nadie más.

Notas finales:

¡HE RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS UNIVERSITARIOS!

Estoy feliz de poder continuar con el fic, de verdad me tenía muy depre el no poder seguir escribiendo por los estúpidos exámenes >.<

Pero ya he acabado, así que estaré disponible hasta agosto :D (mis clases comienzan otra vez el 1 de agosto, es como mi sentencia de muerte >.<) Aunque quizás pueda acabar el fic antes del 1 de agosto, voy a intentarlo!

Muchisimas gracias por la espera, y ojalá disfruten leyendo!!


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