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Un mundo para nosotros por szukei

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Capítulo Nº15: "Suspiros de una persona ahogada"


 


El templo Chun Huwa estaba ubicado hacia el sur a las afueras de la ciudad, siguiendo el curso del río Yueguang. Aunque el templo no se encontraba en la capital, sino más bien vecino a un pueblo de campesinos, muchos llegaban a la ciudad con el objetivo de visitarlo porque no muchos conocían su ubicación exacta. Era como un mito, una leyenda antigua, o mejor dicho, un secreto, que solo algunos podían conocer. Uno de ellos era, claro, la familia real. A pesar de manejar esa información, nadie de la realeza había ido personalmente hasta el templo, porque debían comunicarle la ubicación a su chofer, y ese gesto sería suficiente como para que todo Xing supiese. Podrían visitarlo sin chofer, pero el protocolo no permitía que la realeza manejara ningún tipo de transporte, solo caballos en momento de guerra.


 


Sin embargo, el príncipe Ling Yao estaba sentado con riendas en ambas manos por primera vez en su vida, manejando caballos y ellos una carroza, y teniendo en su mente una dirección que solo había oído una sola vez cuando era niño. Se sentía bastante intimidado, pero no iba a echarse hacia atrás, mucho menos ahora que se había jurado llevar a Ed hasta el templo.


 


-  ¿Crees que soy mal conductor?


 


- Creo que vamos bien, y yo no soy nadie para comentar tu forma de conducir. Yo nunca lo he hecho de todas formas.


 


- Yo tampoco la verdad. Esta es mi primera vez. Bueno conduciendo, claro.


 


Ling rió tímidamente, pero Ed se quedó en silencio. Aunque era obvio que ninguno de los dos era virgen, tampoco se había puesto a pensar en eso. ¿Cómo habrían sido las otras experiencias de Ling? ¿Habrían sido como la suya? Personalmente, él había perdido su castidad con Roy. Y de la peor manera que uno podría haberla perdido. Bueno, a menos que seas un mazoquista y te guste que el hombre que amas te penetre mientras piensa en otra persona.


 


Pero esas cosas no le debieron haber pasado a Ling. Claro, él era un príncipe, de seguro tenía cuanta mujer deseara, y había obtenido experiencia con ellas. Tanto había experimentado, que pronto dejaron de gustarle, y se interesó por los hombres. Y como era el príncipe, ellos tampoco le faltaban. Y tenía orgías maravillosas, con hombres y mujeres, o a lo mejor tenía esclavos para tener actos más privados y personalizados, hasta podría recibir visitas de otros príncipes y princesas para fraternizar. Claro, porque Ling Yao era un príncipe, y él podía hacer lo que quisiera, podía tener a cualquiera, no debía conformarse con un treinteañero enamorado. No, jamás, solo él tenía la mala suerte de haber sido amante de alguien así.


 


-  ¿Ed, te encuentras bien? Te has quedado en silencio de pronto, ¿te ocurre algo?


 


-  ¿Qué? No, no, estoy bien. Descuida.


 


-  Oye, no soy idiota, y aunque no puedo verte, puedo sentir tu energía. Tu pasado te está bloqueando, dime qué recordaste.


 


-  Nada, Ling, ya basta. No quiero hablar de eso.


 


Entonces, la carroza se detuvó de golpe, y Ed calló de golpe hasta el suelo. ¿Pero qué diablos había ocurrido? Se incorporó y abrió la pequeña puerta del costado, bajando y encontrándose con Ling, quien acaribiaba al par de caballos blancos.


 


-  ¡Oye, cara de mono! Eso fue peligroso. No deberías enojarte, tengo todo el derecho a guardarme mi pasado porque es mío, y...


 


-  Ya cállate. Paré porque llegamos, y es primera vez que conduzco, así que lamento no haber sido amable. Vamos.


 


Frente a ellos, había un gigantesco templo, parecía estar hecho de piedra, con un diseño ancestral y dedicado, con pequeños vultos en forma de gotas y ondulaciones. Para llegar hasta él, debían subir por unas infinitas escaleras anchas, casi de la misma longitud que el templo. El río estaba del otro lado, siguiendo su curso como antes.


 


Ling entonces comenzó a caminar, y Ed lo siguió. No parecía haber nadie más en el lugar, ni casas, ni campesinos, ni vacas, nada. Solo este templo que guardaba el origen de aquella alquimia exótica.


 


El sonido del río de a poco fue quedando atrás, hasta que por unos minutos, la respiración de Ling era lo único que podía oír, y sus pasos firmes y decididos. Entonces quiso hablarle, quiso contarle sobre por qué se había quedado callado antes, porque quería saber su pasado, la intriga lo mataba y lo avergonzaba la vez. Quería saber a qué se estaba enfrentado, en qué se estaba metiendo. Pero no lo dijo, no pudo decirle, porque recordó a Ling en la sala de conferencias, acercándose a él, y besándole la frente. Le había dejado en claro que lo único que quería en este viaje era que Ed aprendiera rentanjutsu, nada más. No lo quería a él, no quería saber nada de él.


 


Vió entonces a Ling hablar con un uniformado de hierro, como un guerrero, que parecía ser el guardia. Caminó con ellos hasta la escalera, y tras hacerle una reverencia al príncipe, volvió a su posición inicial, sosteniendo una lanza de forma vertical junto a él.


 


-  Vamos, Ed. Debemos subir estas escaleras y llegaremos, ¿son bastantes, no lo crees?


 


-  Sí, son muchas.


 


-  Desearía que hubiese alguna forma de subir rápido.


 


-  Sí, también yo.


 


-  Si tan solo supiese rentanjutsu, podríamos llegar allá sin tener que subir escaleras.


 


-  ¿No sabes alquimia?


 


-  Digamos que solo sé todo lo teórico. La familia real no puede hacer ningún tipo de jutsu.


 


-  Ese protocolo real... ¿Hay algo que puedas hacer sin que te lo impidan?


 


-  Bueno, puedo amar a quien yo quiera. El heredero al trono tiene plena libertad para escoger a su consorte. Esa decisión debe ser respetada por todos los ciudadanos de Xing, incluso por el consorte escogido.


 


Y ahí estaba la última prueba que necesitaba Ed para notar que Ling podía tener lo que quisiera por el simple hecho de ser el príncipe de Xing. De entre todo un imperio, él podía escoger a una persona y casarse sin tener que escuchar berrinches ni protestas, sin tener que lidiar con amores no correspondidos. Parecía como si Ling y Ed fuesen tan opuestos como el cielo y la tierra.


 


Ed juntó sus manos, y realizando una transmutación en la tierra, logró llegar junto a Ling hasta la entrada del templo en unos segundos. Ling estaba sorprendido, maravillado con la alquimia de Ed. Quiso felicitarlo, pero Ed estaba perdido, con los ojos enrabiados. Ling pensó que era porque estaba recordando cómo perdió su cuerpo su hermano, y sentía impotencia. Pero en realidad, Ed estaba enojado porque no soportaba la idea de alguien que no hubiese experimentado sufrimiento alguno. No era justo para alguien como él, es decir, había pasado por tanto, no le parecía justo que Ling viviese una vida de ensueño, perfecta y sin problemas, mientras habían personas que perdían su propio brazo para lograr un objetivo.


 


Por dentro, el templo Chun Huwa tenía una estructura similar a la iglesia que Ed había visitado en Lior. Pero aquí no habían bancas ni estrados, ni cruces ni figuras religiosas. Solo pinturas, que parecían narrar algo a través de las paredes. Ed las miró detenidamente, y Ling se colocó a su lado, relatándole la historia de los fundadores del rentanjustu:


 


"En el comienzo de los tiempos, tres poderosos y gigantescos dragones gobernaban nuestro mundo. El dragón rojo, Ali de Fuego, era la deidad de los humanos: ayudaba a cosechar, guiaba en las guerras, y asesoraba a los reyes en las decisiones políticas. La dragona azul, Uma de Aire, era la deidad de los cielos: cuidaba de las almas que partían al más allá, regalaba lluvia y viento cuando nuestras cosechas estaban listas para crecer, y los ríos y mares se mecían a su merced. El dragón verde, Uli de Hierba, era la deidad de la tierra: hacía crecer bosques y frutos para que pudiesemos obtener madera y alimento, los animales y seres humanos seguían y respetaban su ciclo de vida, y utilizaba el renkinjutsu para domar la geografía y los elementos. Estos tres poderosos y gigantescos dragones gobernaban nuestro mundo.


Una noche, una sacerdotisa, Yang Hoo, visitó a los tres dragones en su hogar, entre las montañas del oeste. Yang Hoo les leyó el oráculo como muestra de agradecimiento por haber ayudado a la humanidad durante siglos. La profecía decía que el dragón más fuerte podría desposar a Uma de Aire, y que debía ser antes de la primavera, porque cuando la primera flor floreciera, la dragona caería muerta para siempre. Ali de Fuego, indignado con la profecía, desterró a Yang Hoo de sus tierras, y Uli de Hierba hizo del templo de la sacerdotisa un cerro.


Aquella noche, los dragones cambiaron. La maldad y el deseo por tener a Uma de Aire se apoderó de sus corazones, y cometieron actos terribles con tal de obtener el poder suficiente para ser merecedor de la profecía. Ali de Fuego masacró pueblos enteros, ejecutó miles de criminales, y quemó ciudades completas. Uli de Hierba, atemorizado y humillado, se escondió en el desierto, y con la sangre de los masacrados por Ali de Fuego, creó piedras rojas y las usó para transmutar estatuas de mármol y oro, y palacios de cristal que llegaban hasta el cielo, destruyendo bosques y animales a su paso.


El día en que llegó la primavera, los dragones se marcharon a las montañas y visitaron a Uma de Aire. Ambos estaban en su forma humana, con las mejores sedas, con los mejores perfumes, deseaban impresionar a la dragona a toda costa.


Ali de Fuego colocó una de sus rodillas en el suelo, y alardeó sobre sus hazañas en el campo de batalla y sobre la construcción de un gran imperio que adoraría a Umi de Aire como su única deidad. Uli de Hierba colocó una de sus rodillas en el suelo, y alardeó sobre sus piedras rojas, y sobre los castillos y puentes y estatuas que había logrado transmutar en honor a Umi de Aire.


Eran sin duda dragones poderosos, pero Umi de Aire no escogió a ninguno:


-  A pesar de su poder, no existe arma ni jutsu que pueda ganar mi corazón. Ali de Fuego sigue siendo el dragón rojo a pesar de sus batallas, a pesar de su gobierno. Uli de Hierba sigue siendo el dragón verde a pesar de sus piedras rojas, a pesar de sus transmutaciones. No es un poder externo a ustedes lo que puede enamorarme, sino que aquello que está en su interior es lo que me haría amarlos. No importa su poder ni su forma, importa su corazón.


Entonces, Umi de Aire cayó muerta frente a los dragones, quienes lloraron tres días y tres noches sin consuelo alguno.


Aprendieron entonces a amar de verdad, a querer a los humanos, a los animales, al mundo a su alrededor. Ali de Fuego usó su poder político para crear un imperio unido y estable, el reino de Xing. Uli de Hierba usó sus piedras rojas para curar a los animales heridos y renacer los bosques, creando nuestro rentanjutsu."


 


Ambos quedaron en silencio. Ninguno de los dos sabía bien qué decir, ni hacer. Sin embargo, Ed no quería quedarse callado por más tiempo, si lo hacía pensaría en estupideces, y lo que menos quería hacer era pensar.


 


-  Así que... ¿los fundadores del rentanjustu son dragones?


 


-  En teoría, no. Fue solo Uli de Hierba el que creó el rentanjustu. Pero... de no haber sido por los otros dragones, ni por la profecía de la sacerdotisa Yang Hoo, jamás hubiese ocurrido.


 


-  Ah, ya veo.


 


Ling no podía creerlo. Acababa de relatarle claramente una historia que casi nadie en Xing conocía, y Ed actuaba como si nada. ¿Realmente no había comprendido nada?


 


-  El poder y el rentanjustu no son nada si el humano que lo posee no tiene corazón.


 


-  Creo que entendí el mensaje, Ling. Ya no sigas.


 


-  ¿Acaso te molesta el relato?


 


-  No...


 


-  ¿Y entonces qué? ¿Qué ocurre? Puedes decírmelo.


 


-  Ling, por favor, cállate.


 


-  ¡Que no me voy a callar hasta que me digas qué ocurre!


 


-  ¡Tú! Tú ocurres, ¿está bien?


 


Sus corazones latieron cada vez más lento, ambos asombrados por lo que acababan de oír. La luz del sol entraba a través de los pequeños y delicados ventanales del templo, e iluminaba sus cuerpos como seres celestiales. Era el momento de decir algo importante...

Notas finales:

Lamento el final, no estaba muy convencida, pero quería dejar las cosas en suspenso xD

Actualizaré pronto, así que pongan atención! n.n


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