Capítulo nº20: El hogar de un corazón fugitivo
Parecía estar viviendo un indeseado deja-vú. Al menos, ante sus ojos, todo parecía exactamente igual a como lo recordaba. Si hasta podía sentir las mismas ganas de llorar y gritar que había sentido aquella vez, podía sentir sus lágrimas recorriendo sus mejillas, y lo peor de todo, es que podía sentirlo a él. A Ling estando a su lado, acariciándolo, abrazándolo, consolándolo.
Lo peor era que él mismo tampoco estaba ayudando en nada. Se encontraba sentado en el mismo lugar, mirando el río que resplandecía más que nunca bajo el sol de la tarde. Detrás suyo se encontraba el templo Chun Huwa, majestuoso y glorioso como la primera vez. La brisa se presentaba más ligera que de costumbre, quizás estaban en pleno cambio de estación.
¡¿Y qué demonios le importaba el maldito cambio de estación?! Maldita sea, que lo único que deseaba en ese momento era estrangular a Ling y pisotearlo hasta que su estúpido corazón se le saliera por la garganta, y luego lo cocinaría a fuego lento, con un poco de pimienta y sal, y se lo lanzaría en trozos a los peces del río, y luego pescaría a esos bastardos y los vendería en el mercado, y con el dinero se compraría un automóvil para atropellar una y mil veces lo que quedara del cuerpo del malnacido...
Eso deseaba, pero sabía de sobra que jamás lo haría. No era capaz de hacerlo, ni menos de intentarlo porque... ¿cómo podría hacerlo si sentía algo tan fuerte e inexplicable hacia Ling? Se sentía como en un torbellino de lava ardiente que lo iba quemando y a la vez levantando hacia el mismísimo cielo. Sin duda que a veces las quemaduras le dolían de sobremanera, pero la felicidad que experimentaba cuando estaba al lado de Ling valía el dolor.
Y ahora, en ese preciso momento, lo había perdido todo. El hombre que le había abierto la puerta a una nueva oportunidad en su vida la había cerrado sin avisar, y ahora estaba con esa mujer de la que tanto hablaba. Había perdido la batalla sin siquiera haberlo intentado, y la derrota era más dolorosa que cualquier fracaso que había vivido antes.
La presencia de Lan Fan resultó ser una bomba que en cierta manera parecía innecesaria. Las cosas con Ling no habían alcanzado ni a establecerse, y quizás era lo mejor. Ella era, sin duda alguna, una muchacha preciosa, con rasgos finos y una personalidad amable pero firme. Podía visualizar perfectamente un pequeño niño parecido a Lan Fan, y con los maravillosos ojos de Ling. Nunca podría darle algo así, ni siquiera sabía si podría ser un buen padre. El que alguna vez tuvo se lo había tragado la tierra, y aunque tenía claro que no quería ser como él, tampoco estaba muy seguro si resultaría ser un padre ejemplar.
Desde todas las perspectivas, Lan Fan era la indicada para Ling. Éste actuaba de forma tan distinta cuando se trataba de ella. Hablaba de corrido, orgulloso y contento, y su rostro se iluminaba igual que el sol por las mañanas. Ed solo le causaba molestias, nunca le daría la felicidad que merecía.
Sintió algo suave sobre su hombro, que lo iba acariciando en círculos, y que luego se posó en su mentón, para voltearlo hacia el lado. Ling lo miraba apenado, y bastante avergonzado.
- Creo saber por qué te fuiste así, pero necesito escucharlo de tu boca. Necesito oír lo que sientes, porque soy un imbécil, y no será la única vez que tus sentimientos se me pasen de largo.
La voz de Ling estaba entrecortada, hablaba con jadeos, y Ed comprendió que Ling lo había seguido desde el momento en que se marchó de la mesa. Estaba de pie junto a él, algo tembloroso. Su cabello se escapada de su coleta, dejando mechones oscuros y sudados a merced de la brisa, que se parecía a duras penas como un alma en pena.
- No eres un imbécil por eso, lo eres porque no me habías dicho nada al respecto. No es que deba haberlo sabido, pero al menos esperaba algo más decente de alguien como tú. Es decir, tú me declaras de la nada, y de la noche a la mañana aparece una chica guapa que espera un hijo tuyo.
- Edward...
Quiso soltar una leve risita, pero al ver a Ed tan frustado y avergonzado decidió no hacerlo. En cierta forma, era culpable de haber confundido a Ed con la visita de Lan Fan, y no era correcto mirar la situación a la ligera.
Pasó sus dedos entre el cabello de Ed, y luego, se arrodilló frente a él. Sabía que era un asunto delicado, pero darle demasiada importancia asustaría a Ed, y lo que menos deseaba era lastimar al alquimista más de la cuenta.
- Lan Fan pertenece a un clan que solo podía sobrevivir si yo me convertía en príncipe. Siempre me protegió, y formamos una relación de hermanos. Ahora, con su clan a salvo, Lan Fan se casó con un herrero, y están esperando su primer hijo.
Las mejillas de Ed enrojecieron inmediatamente, ¡había estado imaginando cosas otra vez! Estaba terriblemente avergonzado, no sabía bien qué decir o hacer. Era un verdadero estúpido, no había razón alguna para desconfiar de Ling.
- Lamento muchísimo no habertelo dicho antes.
- Tú no tienes la responsabilidad de decirme todo lo que haces.
- Pero quiero hacerlo, quiero decirte lo que pienso, lo que quiero hacer. Quiero decirte todo...
Ling quedó en silencio. Planeaba decirle que su corazón le pertenecía a Ed y a nadie más, deseaba que el mundo entero lo supierse. Pero se quedó callado, realmente no era el momento para una declaración de amor. Observó con detenimiento los ojos dorados del alquimista, y luego miró el río. El reflejo del sol sobre el agua parecía de fuego, e iluminaba su rostro de forma divina.
- Fui bastante descuidado, me deje llevar por la emoción de volverla a ver. No tienes ni idea lo mucho que me duele haberte hecho pasar por esto.
-¡Claro que te debe doler! Me hiciste pasar por un infierno.
- Oye, no me culpes tanto. Tú también tienes la culpa, no me dijiste que estabas molesto.
¡Pero si no estaba molesto! Bueno, sí un poco incómodo, y puede que celoso también, mas no pensaba dejarlo en claro. Simplemente hizo un puchero, y desvió la mirada. Nunca se daba cuenta de lo que sentía hasta que Ling se lo decía en voz alta, por lo que de todas formas estaba agradecido.
Ling se sentó al lado de Ed, y posó delicadamente su mano sobre el automail del rubio. Ambos se mantuvieron en silencio, mirando el río
- ¿Sabes una cosa? Me gusta que te pongas celoso.
- No me jodas. Tú mismo lo dijiste, yo estaba molesto, no celoso.
- Pero basta ver tu rostro para notarlo. Lan Fan es como mi hermana, solo eso y nada más.
- Ya basta.
- Es que quiero que te quede claro que no tengo ni quiero tener a nadie más, solo te quiero a tí... con todo mi corazón.
De inmediato sus ojos se encontraron, y un brillo especial se presentó en ellos. Como un resplandor mágico lleno de orgullo y felicidad, la creación de un lazo único e invisible que los iba uniendo más y más sin decir ni una sola palabra.
Ed quiso decir algo, lo que sea que se le viniera a la mente, pero quería hablar. Sentía la necesidad de decirle a Ling todo lo que sentía, aún sin saber bien lo que era. Pero ningún sonido pudo salir de su boca, porque justo cuando planeaba hablarle, los labios de Ling se habían encontrado con los suyos sin aviso alguno. Ese contacto fue mejor que cualquier palabra que hubiese dicho.
Despacio, y con suavidad, Ed fue recostándose sobre el suelo, mientras Ling se iba colocando sobre él, mirándose a los ojos con atención. Colocó ambas manos a los costados del rostro de Ed, y lo acarició con los dedos. Si pudiera, se comería a ese rubio de pies a cabeza. Deseaba que fuese suyo hasta el final de los tiempos.
Ed notó los pensamientos de Ling, y no pudo evitar sonrojarse, dejando salir una sonrisa resplandeciente. Esa sonrisa sincera y pura que había vuelto loco a Ling antes, consiguiendo el mismo efecto otra vez. Ling había perdido los estribos, pero esta vez nada lo detendría de hacerle el amor hasta que ambos no pudieran más.